Capitulo siete: La noticia del capitán.
El sonido del disparo resonó en el campo de tiro, pero para Jeongin, el eco se sentía más como un susurro de sus propios pensamientos que como un acto de precisión. La puntería, que antes había sido su punto fuerte, ahora parecía una sombra distante. Se encontraba en una especie de trance, la mente atrapada entre la fiesta que había dejado atrás y las palabras de Minho que aún retumbaban en su cabeza.
"¿Qué fue lo que realmente pasó?", se preguntó mientras ajustaba su postura. Un leve temblor en sus manos le recordó que no todo estaba bien. Había ido al baño después de la fiesta, buscando alguna señal de lo que había sucedido, pero se había encontrado con la tranquilidad de su piel intacta. Sin marcas rojas, sin evidencia de lo que había sentido. Pero había algo más: una desconexión que lo inquietaba.
Fue en ese momento cuando sintió una presencia detrás de él. Antes de que pudiera reaccionar, unas manos firmes tomaron las suyas, guiando su postura con una destreza que lo sorprendió. El protector del oído fue retirado y una voz familiar susurró cerca de su oído.
—Dispara.
Un escalofrío recorrió su espalda al reconocer la voz de Hyunjin. Se giró lentamente, dejando el arma a un lado, y se encontró con la sonrisa despreocupada del coronel.
—¿Qué hace aquí? —preguntó Jeongin, intentando ocultar la confusión que le causaba la cercanía de su superior.
—Vine a practicar —respondió Hyunjin con un tono casual, aunque sus ojos revelaban una intensidad que contrastaba con su actitud relajada—. Pero tú pareces agobiado, teniente.
Jeongin sintió un nudo en el estómago. No quería abrirse sobre sus problemas personales, así que se encogió de hombros.
—Solo estoy pensando. No te preocupes por mí.
Hyunjin soltó una risa amarga, como si sus palabras fueran un chiste cruel.
—Lo último que me preocupa son tus problemas personales. Pero no los traigas al cuartel. Eso no ayuda con tu trabajo. Y si son problemas matrimoniales, mucho menos.
La frialdad en su tono hizo que Jeongin sintiera un leve ardor en las mejillas. Era cierto que no quería mezclar su vida personal con su carrera, pero la forma en que Hyunjin lo decía lo hizo sentir pequeño.
—No eres diferente a los demás —replicó Jeongin, intentando mantener la dignidad.
Hyunjin alzó una ceja, acercándose un poco más, y tomó a Jeongin del mentón con firmeza.
—No malinterpretes la situación —dijo, su voz baja y grave—. Eres un teniente y yo soy tu coronel. El placer sexual existe, pero no lo veas más allá de eso. Eres solo uno más del montón, y en cualquier momento podría aburrirme y olvidar tu mera existencia. ¿Entendiste, teniente?
Jeongin chasqueó la lengua y asintió, aunque una parte de él se sentía herida por las palabras de Hyunjin. La realidad era dura; sabía que había algo entre ellos, algo que iba más allá del deber militar. Sin embargo, el coronel había dejado claro cuál era su postura: un juego sin implicaciones.
Mientras Hyunjin se alejaba, Jeongin sintió el peso de la soledad caer sobre sus hombros. La puntería seguía fallando y su corazón latía descontrolado, no solo por la frustración en el campo de tiro, sino por la confusión emocional que se había desatado en él.
Con un suspiro profundo, volvió a tomar el arma y ajustó su enfoque. Tal vez disparar era lo único que podía hacer bien en este momento. Pero incluso mientras apretaba el gatillo, las palabras de Hyunjin resonaban en su mente...
(...)
Hyunjin estaba sentado en su oficina, revisando informes y organizando documentos, cuando un teniente tocó la puerta con un aire de urgencia.
—¿Coronel? —dijo el teniente, asomándose—. Puedo pasar.
—Adelante —respondió Hyunjin, levantando la vista.
El teniente entró rápidamente, su expresión era grave.
—Han encontrado al capitán Felix —anunció, y las palabras resonaron en la habitación como un trueno.
Hyunjin se puso de pie al instante, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación.
—¿Dónde está? —preguntó, ya dirigiéndose hacia la puerta.
—En el hospital militar. Tiene múltiples heridas, pero sorprendentemente, está vivo —respondió el teniente.
Sin perder tiempo, Hyunjin salió de su oficina y se dirigió al área de reuniones. Sabía que debía convocar a los tenientes y capitanes para discutir la situación.
Una vez en la sala de juntas, los oficiales se reunieron rápidamente, sus rostros reflejando la inquietud por la noticia.
—Gracias por venir —comenzó Hyunjin, tomando asiento al frente—. Como ya saben, hemos encontrado al capitán Felix. Actualmente está en observación en el hospital militar.
Un murmullo recorrió la sala. Minho fue el primero en romper el silencio.
—¿Qué le sucedió? ¿Sabemos qué pasó? —preguntó con voz tensa.
Hyunjin sacudió la cabeza, su expresión grave.
—No tenemos detalles aún. Pero es probable que esto sea obra de Seo —dijo, refiriéndose a un antiguo enemigo conocido por sus tácticas crueles y despiadadas.
Minho frunció el ceño. Era evidente que la preocupación por su amigo lo afectaba profundamente.
—¿Qué vamos a hacer al respecto? —preguntó jeongin.
—Voy a enviar a Lee Minho junto a otro capitán y un pequeño escuadrón para investigar —anunció Hyunjin—. Esto podría llevar varios días, así que prepárense para lo que venga.
Los murmullos aumentaron en la sala mientras los oficiales intercambiaban miradas preocupadas. Minho se enderezó en su silla.
—¿Cuándo partimos? —preguntó con determinación.
—Lo más pronto posible —respondió Hyunjin—. Necesitamos respuestas y debemos asegurarnos de que no haya más amenazas, además depende a las evaluaciones, probablemente vayan a Bangkok fue allí donde vieron a seo por última vez.
Mientras los oficiales comenzaban a organizarse para la misión, Hyunjin sintió el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. No solo era un coronel; era un líder que debía proteger a sus hombres y mujeres en un mundo lleno de peligros. La vida de Felix dependía de sus decisiones, y eso lo mantenía alerta.
Con un último vistazo a los rostros decididos de sus compañeros, Hyunjin supo que no podían permitirse el lujo de dudar. La misión era clara: encontrar respuestas y traer de vuelta a Felix, sin importar el costo.
(...)
Esa noche, Jeongin se dejó caer en su cama, sintiendo el peso de la incertidumbre. Sabía que Minho se iría de nuevo, y con cada partida, una parte de él se sentía desgarrada. La puerta se abrió suavemente y, al verlo entrar, su corazón dio un vuelco.
Minho se acercó y se acomodó a su lado, envolviéndolo en un abrazo cálido. Jeongin inhaló el familiar aroma de su cabello, un bálsamo para su alma inquieta. Recordó el primer día que se conocieron, cómo su corazón había latido con fuerza al verlo sonreír. Esa conexión instantánea había decaído, y quizás eso lo extrañaba.
—Te vas otra vez —murmuró Jeongin, con un tono entre resignado y melancólico.
—Es mi trabajo —respondió Minho, suspirando mientras acariciaba suavemente la espalda de Jeongin—. Pero prometo que siempre volveré...
Jeongin sintió un nudo en el estómago. Era la misma promesa que escuchaba cada vez que Minho partía. Sin embargo, sabía que era algo que debía aceptar, aunque deseaba con todas sus fuerzas nunca haberse enterado de aquello.
Minho se inclinó y le dio un beso suave, un gesto lleno de ternura que hizo que Jeongin se olvidara momentáneamente de sus preocupaciones. Sus lenguas danzaron al compás de sus corazones, creando una melodía íntima que solo ellos podían entender.
—Te voy a extrañar mucho —dijo Minho al separarse, sus ojos profundos reflejando la tristeza que ambos sentían.
Jeongin sonrió, aunque su corazón estaba lleno de dudas. La idea de perderlo lo asustaba más de lo que quería admitir.
—Solo piensa en todas las cosas que haremos cuando regreses —sugirió, tratando de mantener el optimismo.
Minho volvió a besarlo, esta vez con más pasión, como si quisiera sellar ese momento en su memoria. Se miraron a los ojos, y Jeongin sintió una mezcla de amor y ansiedad.
—A veces desearía nunca haber sido ascendido a teniente —confesó Jeongin en un susurro, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros.
Minho frunció el ceño, comprensivo.
—Lo sé. Pero tu valentía y dedicación son admirables. Siempre estaré orgulloso de ti —dijo con sinceridad.
—Si pero quizás así dolería menos —Murmuró. Por que quizás si no era asecendido el nunca habría visto a su novio follar con alguien más.
Jeongin se sintió reconfortado por esas palabras, pero la verdad seguía ahí: cada ascenso significaba más distancia entre ellos.
—Minho... ¿Recuerdas cuando nos conocimos? —Investigó y el mayor asintió.
—Recuerdo que estabas trotando solo y me acerqué y pensé, wow ese cadete si es sexy —Confesó y jeongin no pudo evitar sonreír.
—Te gustan los cadetes —Bromeo haciendo reír a ambos pero su sonrisa se esfumó al recordar que el amante de Minho era un cadete. —Ojalá pudieramos regresar a esos tiempos —Murmuró y Minho negó.
—Amo que estamos comprometidos, ya no quiero retroceder —Explicó y jeongin asintió —Puedo quedarme a dormir.
—Si, pronto te irás así que...
El resto de la noche transcurrió pero jeongin no paraba de pensar en como su vida en pocos días había dado un vuelco total. Y quería simplemente dejar se existir. Se giró quedando frente a Minho quien se encontraba dormido y le sonrió con algo de tristeza.
—¿En qué fue lo que fallé?¿Que tenía el que yo no tengo?—investigó en un susurro mientras una lágrima corría por su mejilla —Ya no sé si quiero amarte como lo hacía antes, ¿A donde nos fuimos?...
Esa noche jeongin se quedó dormido entre lágrimas, sintiéndose culpable y triste.
Por quizás había dejado de amar a Minho con la misma intensidad.
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