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Capitulo quince: una mentira

El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte cuando Jeongin se dirigió a la oficina del coronel. La tensión de la noche anterior aún pulsaba en su interior, pero había decidido que debía enfrentar lo que viniera. Con determinación, llegó a la puerta y tocó suavemente.

-Pase -respondió la voz grave de Hyunjin desde el interior.

Jeongin empujó la puerta, pero antes de que pudiera entrar, sintió una mano firme agarrar su brazo. En un instante, Hyunjin lo jaló hacia él, estampándolo contra la puerta con una fuerza que le robó el aliento. Los ojos de Jeongin se abrieron de par en par, pero antes de que pudiera protestar, los labios de Hyunjin se encontraron con los suyos en un beso feroz, lleno de una pasión incontrolable.

-Mmm... -gimió Jeongin por lo bajo, sintiendo cómo su cuerpo respondía a ese contacto. Hyunjin sonrió, disfrutando del efecto que tenía sobre él.

-Dime que eres mío -susurró Hyunjin, su voz grave vibrando en el aire tenso de la oficina.

Jeongin sintió una oleada de deseo y vulnerabilidad. La solicitud resonaba en su mente, y aunque el coronel estaba allí, no pudo evitar asentir.

-Dilo -repitió Hyunjin, su mirada fija en los ojos de Jeongin.

-Soy tuyo -respondió finalmente, su voz apenas un susurro.

La intensidad del momento se disipó un poco cuando Hyunjin se apartó, aunque su mirada seguía ardiente.

-¿Qué haces tan temprano acá? -preguntó, intentando recuperar la compostura.

-Investigó Hwang -dijo Jeongin, sin poder evitar que su voz temblara ligeramente. Había algo en la atmósfera que lo hacía sentir expuesto.

Hyunjin asintió lentamente y se dirigió a su escritorio, recostándose en la silla con un gesto que combinaba frustración y resignación.

-Está bien, no te puedo obligar... yo...

Un estruendo interrumpió sus palabras. La puerta se abrió de golpe y Minho entró como un torbellino.

-UN MALDITO SICARIO! -gritó mientras se adentraba en la oficina.

Hwang alzó una ceja, claramente molesto por la interrupción.

-¿No sabes tocar? -preguntó con sarcasmo, mientras Minho se daba cuenta de su error y se apresuraba a disculparse.

-Lo siento, coronel. No quería interrumpir... -Minho miró a Jeongin, una sonrisa burlona dibujándose en su rostro-. Así que así subiste a teniente matando personas...

Jeongin sintió que se le encogía el estómago ante la insinuación. Sin embargo, no podía dejar que eso lo afectara.

-¿De dónde sacaste las fotos? -preguntó Jeongin, dirigiéndose a Minho con curiosidad.

-Lo importante aquí es que me metiste-respondió este, tratando de mantener la calma mientras recordaba las pruebas.

-No es como si todo el mundo lo supiera, Minho es algo confidencial no puedo andar diciéndole a todo el mundo que...

-¿Acaso no confias en mi?

No...

-No se trata de confianza se trata de que tengo prohibido decirlo...

-¿Me vieron cara de un maldito psicologo? -Investigó Hwang -Me importa una mierda lo que suceda entre ambos, pero si van a tener sus peleas matrimoniales háganlo fuera de mi maldita oficina.

-Lo siento coronel.

Jeongin sabía que necesitaba mantener el control. Minho fue el primero en salir y jeongin tras el rápidamente lo tomó de la mano.

-¿Qué más me escondes Jeong? A este punto siento que no te conozco... Matas a personas inocentes por dinero...

-¿Como sabes que eran inocentes? No estuviste ahí...

-Ya y tu tomaste el tiempo de investigarlos, ¿Qué mierda yang?¿Tu padre lo sabe?

-obviamente no, por qué el...

-y yo felicitandote por esforzarte y tu solo compraste tú maldito puesto -Se quejó y jeongin negó.

-¿Comprar? Yo no compre nada Minho, me lo gane, así como tú te ganaste tu puesto... Tu no lo entenderías jamás, porque no hay un peso bajo tus hombros donde debes ser el hijo perfecto, no juzgues mis acciones cuando...

-¿Qué hay del rumor?¿Follas con el? -Aquellas palabras habían salido casi como un hilo y jeongin negó.

-No.

-Prometemelo, con cualquier persona, menos con el...

-Minho...

-Prometemelo.

-Ok -Minho se alejó dejando a jeongin solo y suspiró y recuerdos de su vida pasada comenzaron a llegar, ¿Culpa?¿Remordimiento?

(...)

Jisung se encontraba junto a sus compañeros cadetes, realizando ejercicios de combate. Sin embargo, su mente estaba lejos de allí; las palabras de Jeongin y la tensión con Minho aún lo atormentaban.

-¡Buenos días, equipo! -gritó el capitán Lee, su voz firme y autoritaria.

-¡Capitán! -respondieron todos al unísono, acercándose para hacer un saludo militar.

Pero Jisung no se unió al entusiasmo. Su rostro permanecía impasible, y sus pensamientos estaban atrapados en la confusión y el dolor. El capitán notó su falta de energía y lo llamó.

-Necesito hablar con usted, cadete Jisung.

Jisung asintió, sintiendo una mezcla de ansiedad y resignación mientras se dirigían hacia los baños. Una vez dentro, el ambiente cambió drásticamente. Minho apareció de la nada, tomando a Jisung de la cintura con una fuerza inesperada.

-¿Qué haces? -preguntó Jisung, pero antes de que pudiera escapar, Minho lo besó con fuerza.

El beso fue intenso, cargado de emociones reprimidas, pero Jisung no pudo soportarlo. Se alejó rápidamente, sintiendo cómo una lágrima caía por su mejilla.

-Eres un bastardo -dijo entre sollozos, su voz temblando por la rabia y el dolor.

Minho, sorprendido por la reacción de Jisung, dio un paso atrás, sus ojos llenos de arrepentimiento.

-Lo siento... -murmuró, intentando acercarse nuevamente.

-No -interrumpió Jisung, sacudiendo la cabeza con vehemencia-. No puedes disculparte. No después de todo lo que ha pasado, eres un imbécil.

Minho lo miró fijamente, como si intentara encontrar las palabras adecuadas. La tensión entre ellos era palpable; el aire estaba cargado de emociones no expresadas.

-Jisung... -comenzó Minho, pero las palabras se le atragantaron en la garganta -Yo..

-No sé si puedo seguir así -dijo Jisung, sintiendo que su corazón se rompía un poco más con cada palabra-. No sé si puedo confiar en ti otra vez.

Minho sintió que la desesperación lo invadía. Cada palabra de Jisung era un golpe directo a su pecho. Sabía que había cometido errores, pero no podía imaginar perderlo.

-Por favor... dame otra oportunidad -imploró Minho, sus ojos reflejando una vulnerabilidad que rara vez mostraba.

Jisung sintió un torbellino de emociones: amor, rabia, tristeza. Pero en ese momento, no podía permitir que el amor nublara su juicio. Se limpió la lágrima con el dorso de la mano y dio un paso atrás.

-No sé si eso es lo que necesito ahora -respondió Jisung, su voz firme a pesar del dolor que sentía en su interior.

Con esas palabras resonando en el aire, Jisung se dio la vuelta y salió del baño, dejando a Minho solo con sus pensamientos y el peso de sus decisiones.

-¡Maldita sea!

(...)

Jeongin caminaba por los pasillos del cuartel, sus pasos resonando en el silencio. La atmósfera era densa, llena de pensamientos no expresados y emociones reprimidas. Su mente estaba ocupada, así como sus propias inseguridades. No quería estar solo; la soledad lo consumía.

Llegó a la puerta de la habitación del coronel Hyunjin y, tras un breve momento de duda, tocó suavemente. La voz grave del coronel resonó desde el interior.

-Se supone que ya se había acabado...

Jeongin respiró hondo antes de responder.

-Lo sé, pero no quiero estar solo.

Hubo un silencio momentáneo, y luego la puerta se abrió. Hyunjin lo miró con una mezcla de comprensión y preocupación. Asintió, dejándolo pasar.

-Adelante -dijo, cerrando la puerta tras de sí.

Ambos se acomodaron en el pequeño espacio, sentándose en el suelo, con las espaldas apoyadas contra la cama. Miraron al techo, donde las luces fluorescentes parpadeaban levemente, creando un ambiente casi surrealista.

-A veces, el silencio es abrumador -murmuró Jeongin, rompiendo la calma.

Hyunjin giró la cabeza hacia él, su expresión seria pero suave.

-Es fácil sentirse así aquí... Más si llevas un peso encima...

-¿Alguna vez te has sentido solo estando rodeado de muchas personas?

-Siempre es así para mi Yang, no confío en nadie... Ni siquiera en mi mejor amigo...

Aquella sonrisa triste que había soltado el coronel fue lo más lindo que alguna vez jeongin había visto y sintió su corazón latir con mucha fuerza.

Quizás...

Solo quizás, se estaba enamorando.

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