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Capitulo once: la investigación

La sala de interrogación estaba sumida en una penumbra casi palpable, iluminada solo por la tenue luz de una lámpara que parpadeaba, proyectando sombras inquietantes en las paredes. El aire se sentía denso, cargado de tensión y desconfianza. Felix se encontraba en una silla metálica, su mirada fija en el suelo, tratando de reunir sus pensamientos dispersos.

—Debo decir la verdad... —murmuró, su voz temblorosa resonando en el silencio opresivo—. No recuerdo nada desde que me atacaron por detrás.

Chris, que estaba sentado frente a él con una expresión seria, frunció el ceño. Su instinto le decía que había algo más en la historia de Felix, algo que no encajaba.

—Felix, eso no es suficiente. Necesitamos respuestas —respondió Chris, tratando de mantener la calma mientras su frustración comenzaba a brotar—. Estás diciendo que te atacaron y luego quedaste inconsciente. ¿No hay nada más que puedas recordar?

Hyunjin, que había estado observando en silencio desde un rincón de la sala, se cruzó de brazos, su mirada penetrante fija en Felix.

—No sé si puedo confiar en ti —dijo con un tono que dejaba claro su descontento—. Las cosas no encajan. ¿Por qué no recuerdas nada? Eso es... sospechoso.

Félix sintió cómo la presión aumentaba en su pecho. La verdad era un laberinto del que no podía salir. Sin embargo, sabía que debía aferrarse a lo poco que recordaba.

—Te lo juro, no estoy mintiendo. No sé qué pasó —replicó, sintiendo que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos—. Solo quiero entender.

Hyunjin suspiró, claramente frustrado por la falta de respuestas concretas. Miró a Félix y luego a Chris, como si estuviera sopesando sus opciones.

—Tengo cosas que hacer —dijo finalmente, levantándose y saliendo de la sala, dejando a los dos hombres sumidos en un silencio incómodo.

Cuando la puerta se cerró tras él, Félix se levantó y se acercó a Chris. Sin pensarlo dos veces, se sentó en su regazo, mirándolo a los ojos con una intensidad que hacía que el corazón de Chris latiera con fuerza.

—Comandante, ¿confías en mí?—dijo Félix, su voz suave pero firme—. Hyunjin no me cree el...

Felix sintió cómo las lágrimas caían por sus mejillas, cada una cargada de una mezcla de angustia y alivio. Se inclinó hacia adelante, buscando consuelo en la cercanía del comandante.

—Lix...

—Debes ayudarme... —susurró, sintiendo el peso de la desesperación en sus palabras—. No recuerdo nada... y jamás te mentiría.

Félix tomó suavemente el rostro de Chris entre sus manos, sus ojos reflejando una profunda comprensión. Sin pensarlo más, Chris lo atrajo hacia él y plantó un suave beso en sus labios. Fue un gesto lleno de promesas silenciosas y anhelos compartidos; un momento efímero donde la verdad y la confianza parecían entrelazarse en medio de la oscuridad que los rodeaba.

El mundo exterior parecía desvanecerse mientras se perdían el uno en el otro, buscando respuestas no solo en palabras, sino en el profundo vínculo que los unía.

(...)

La noche caía lentamente, tiñendo el cielo de un profundo azul oscuro. Jeongin subió al auto de Hyunjin, que lo recibió con una sonrisa satisfecha. El motor rugió suavemente mientras se ponían en marcha.

—Así que al final sí viniste —dijo Hyunjin, lanzando una rápida mirada hacia su compañero.

—Solo quiero confirmar unas cosas —respondió Jeongin, su tono serio contrastando con la atmósfera relajada del vehículo.

Al llegar al club, ambos se bajaron de la camioneta. Las luces parpadeantes y la música retumbante los envolvieron de inmediato. Hyunjin se volvió hacia Jeongin, su expresión se tornó más grave.

—Hoy es noche de investigar. Tengo una teoría: Seo tiene contacto con alguien de alto rango. Un coronel, un comandante... quizás un general.

Jeongin, en un movimiento rápido, sacó su arma y la apuntó directamente a Hyunjin, dejándolo en silencio. La tensión en el aire se volvió palpable.

—¿Qué me asegura que no eres el contacto de Seo?—dijo Jeongin con voz firme.

Hyunjin soltó una sonrisa irónica.

—Levantar un arma contra un superior es considerado insubordinación, teniente.

—La traición también es un delito contra la nación —replicó Jeongin, sin bajar el arma.

—No soy el traidor —insistió Hyunjin, su tono ahora más serio.

Finalmente, Jeongin bajó el arma, pero antes de que pudiera reaccionar, Hyunjin se movió rápidamente, tomando su muñeca y empujándolo contra la pared más cercana. Lo acorraló con fuerza, sujetándolo del mentón.

—Te castigaré por esto después —susurró Hyunjin, sus ojos oscuros fijos en los de Jeongin—. Pero ahora quiero saber de dónde sacaste la teoría de que yo soy el traidor.

Jeongin respiró hondo, intentando mantener la calma bajo la presión del contacto cercano.

—Estamos cazando a un narcotraficante sin bases. No sabemos nada; era confidencial. Eso me hizo pensar que quizás sea un problema familiar —explicó, su voz tensa.

Hyunjin se acercó aún más, sus rostros casi tocándose. La cercanía era electrizante y peligrosa.

—En cualquier caso, no sería tan obvio —dijo Hyunjin, sus palabras susurradas como un secreto compartido—. Pero ahora te toca confiar en mí. Estamos a punto de entrar en la boca del lobo.

Jeongin sintió cómo su corazón latía con fuerza. La mirada intensa de Hyunjin lo atravesaba, y aunque la desconfianza seguía presente, había algo en la forma en que su compañero lo miraba que lo hacía dudar.

—De acuerdo —respondió finalmente Jeongin, bajando la guardia aunque no del todo—. Pero si algo sale mal...

—Lo resolveremos juntos —interrumpió Hyunjin, dejando escapar una pequeña sonrisa—. Ahora vamos. La noche es joven y  tú me vas acompañar a...

—¿Por qué no me enviaste a Bangkok junto a mi capitán?

—Porque no te necesito allá, si no aquí...

—¿Por qué?¿Para poder desahogarte sexualmente?

—Tambien, pero no me conviene tener a uno de los mejores tiradores lejos cuando puedo tenerlo a mi lado...

—¿Celoso coronel?

—Que irónico que tú lo digas, ¿Te gustaría que estuviera celoso por tu propio esposo? —Aquellas palabras habían sonado diferente, haciendo que el corazón de jeongin se acelere.

Acaso el...

—ya deberíamos entrar —Soltó.

—Tiene razón teniente, o bueno jeongin...

Al cruzar la entrada del club, la atmósfera cambió drásticamente. La música pulsante reverberaba en sus cuerpos y las luces de neón iluminaban los rostros de los asistentes que bailaban al ritmo frenético. Jeongin y Hyunjin se abrieron paso entre la multitud, esquivando a los grupos que se movían al son de la música.

Finalmente, llegaron a la zona VIP, un espacio más exclusivo y reservado. Un sofá de cuero negro los esperaba, y ambos se dejaron caer en él, aliviados de la presión del bullicio exterior.

—¿Y ahora? —preguntó Jeongin, mirando a su compañero con curiosidad—. ¿Dónde comenzamos a buscar?

Hyunjin sonrió, una chispa de confianza brillando en sus ojos.

—Pronto llegaremos a donde necesitamos estar —respondió, su tono lleno de misterio.

Jeongin frunció el ceño, sintiendo que había más detrás de esa respuesta.

—¿Cómo estás tan seguro? —insistió, su voz cargada de escepticismo.

Hyunjin inclinó la cabeza hacia atrás, disfrutando del ambiente.

—Cuando la voz se corra de que el sicario apodado "Foxy" está aquí, todos vendrán corriendo como perras en celo —dijo, con una risa suave que resonó en el aire cargado de tensión.

Jeongin lo miró fijamente, tratando de entender la seguridad de su compañero, su corazón latiendo con fuerza ¿Como lo sabía? Solo tres personas en todo el mundo lo sabían

—¿Tú lo sabes? —preguntó.

—Oh, claro —respondió Hyunjin, su voz casi un susurro—. Esa hermosa historia de cómo subiste teniente... ¿Tu esposo lo sabe?

El silencio se instaló entre ellos. Jeongin sintió una punzada en el pecho al recordar que Minho no lo sabia. La revelación lo tomó por sorpresa, y no pudo evitar cuestionar el significado detrás de las palabras de Hyunjin.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó finalmente, su voz apenas audible.

Hyunjin sonrió, pero había un matiz en su expresión que hizo que Jeongin se sintiera incómodo.

—Solo que hay conexiones aquí que no comprendes del todo —respondió Hyunjin, sus ojos fijos en los suyos—. ¿Por qué Minho no lo sabe?

Jeongin asintió lentamente, sintiendo que la noche apenas comenzaba a desvelar sus secretos. La tensión entre ellos flotaba en el aire, pero había algo más profundo que los mantenía unidos en ese momento.

—Tengo prohibido dar esa informa... —no pudo terminar de completar la oración cuando observó cómo un chico se acercaba sacando un arma para colocarla en la mesa y sonreír.

—Es hora de hacer unos negocios —Soltó el sujeto y hyunjin sonrió de lado.

Quizás el secreto de jeongin no era tan secreto...

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