Capitulo diecinueve: voces del pasado I
Jeongin abrió los ojos, pero la oscuridad lo envolvía. Una venda ajustada sobre sus párpados le impedía ver, y un escalofrío de inquietud recorrió su cuerpo. Intentó moverse, pero sus muñecas estaban atadas. La sensación de impotencia lo invadió, y en ese momento, una voz grave resonó en la penumbra.
-No lo intentes.
La voz le resultaba familiar, como un eco de un pasado que preferiría olvidar. Con esfuerzo, Jeongin logró articular una pregunta.
-¿Quién eres?
-Soy uno de los muertos que has asesinado.
Una risa amarga brotó de los labios de Jeongin, mientras su mente intentaba procesar la absurdidad de la situación.
-Los muertos no hablan.
El silencio se prolongó por un instante, y luego la voz respondió con una sonrisa que podía casi sentir.
-Entonces, tu tampoco debería estar hablando.
Jeongin esbozó una sonrisa desafiante.
-Eres alguien muy pasado.
La risa del sujeto resonó en el aire, como un eco macabro que reverberaba en su mente.
-¿No tienes miedo? -preguntó el extraño.
Jeongin soltó una risa nerviosa, intentando ocultar su inquietud.
-No le tengo miedo a los muertos.
-¿Y a los vivos? -la pregunta llegó como un susurro helado.
El uso de su nombre completo, "Yang Jeongin", hizo que un escalofrío recorriera su espalda. Era una forma de recordar quién era, pero también de recordarle su vulnerabilidad.
-No -respondió con firmeza, aunque su voz tembló ligeramente.
En ese momento, sintió cómo la mano del sujeto se posaba sobre su muslo, recorriendo su cuerpo con una lentitud inquietante. El contacto hizo que su corazón acelerara y la respiración se le hiciera pesada. Cuando la mano llegó a su cuello y apretó un poco, Jeongin sintió un torrente de emociones: miedo, rabia y una extraña sensación de desafío.
-Deberías -dijo el sujeto, su voz impregnada de una calma perturbadora-. Pero no te preocupes; volveré más tarde. Ahora tengo algunas cosas que hacer.
La presión en su cuello se desvaneció, y con ella, el extraño se alejó, dejando a Jeongin solo en la oscuridad. La venda seguía cubriendo sus ojos, pero no podía evitar que su mente comenzara a divagar. ¿Qué significaba todo esto? ¿Era una broma cruel del destino o algo más siniestro?
Mientras la soledad lo abrazaba, Jeongin se dio cuenta de que la batalla no había hecho más que comenzar. Tenía que encontrar una manera de liberarse, no solo de las ataduras físicas, sino también de los demonios que lo acechaban. Y en el fondo de su ser, sabía que la verdad sobre su pasado estaba a punto de revelarse...
(...)
La música sonaba suavemente en el bar, un lugar de luces tenues y sombras danzantes. Félix, con su cabello rubio brillando bajo la tenue luz, se movía detrás de la barra, sirviendo tragos y escuchando las conversaciones que se entrelazaban en el aire. Su misión encubierta lo había llevado a este rincón del mundo, y aunque el ambiente era relajado, su mente estaba alerta.
Fue entonces cuando entró un sujeto de cabello negro azabache, con un porte que llamaba la atención. Se acercó a la barra con una sonrisa deslumbrante que iluminó su rostro.
-Una botella de "Cognac de la Reine", por favor -pidió, su voz suave y seductora.
Félix asintió, reconociendo la bebida: una exquisita mezcla de sabores que costaba una fortuna. Mientras comenzaba a prepararla, no pudo evitar robarle una mirada al pelinegro. Tenía una presencia magnética; su mirada intensa parecía atravesar la superficie.
-Deja de mirarme, me siento analizado -dijo el pelinegro, con una sonrisa juguetona.
Félix se sonrojó ligeramente, sintiendo la calidez en sus mejillas.
-No era mi intención -respondió, tratando de mantener la compostura.
-Tienes una buena voz y eres bastante atractivo -continuó el pelinegro, acercándose un poco más.
El rubio sintió que su corazón latía más rápido. Recordó de inmediato que estaba en servicio y asintió, intentando alejarse.
-Debo trabajar...
Pero antes de que pudiera dar un paso atrás, el pelinegro tomó su mano con suavidad.
-Por favor, hazme compañía.
Félix dudó. La conexión era innegable, pero tenía un deber.
-De verdad, necesito trabajar...
-Por favor -insistió el chico, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y encanto.
En ese momento, un zumbido interrumpió sus pensamientos. Era Hwang, su coronel.
-Félix, ¿todo en orden? -preguntó Hwang por el transmisor.
Sintiendo la presión, Félix miró al pelinegro y le dijo rápidamente:
-Vuelvo en un segundo.
Se alejó para responder a Hwang.
-Todo está bien. Pero... el sujeto quiere que le haga compañía.
Hwang lo consideró por un momento antes de responder.
-Está bien, mantén la calma. No levantes sospechas. Quédate con él.
Félix respiró hondo y se arregló un poco antes de volver a la barra. El pelinegro lo esperaba con una sonrisa traviesa.
-¿Te has decidido a quedarte?
Félix sonrió nerviosamente mientras comenzaban a charlar. Las palabras fluían entre ellos como si se conocieran de toda la vida. Sin embargo, la conversación fue interrumpida por otra llamada de Hwang.
-Félix, tenemos al sujeto. Debes irte ahora.
El rubio sintió que el corazón le daba un vuelco. Miró al pelinegro, que lo observaba con curiosidad.
-Tengo que irme... -dijo Félix, sintiendo un nudo en el estómago.
-¿Cuál es tu nombre? -preguntó el pelinegro.
-Félix -respondió, sus manos rozando las del chico por un instante electrizante.
-Yo soy... -comenzó a decir el pelinegro, pero Félix no pudo concentrarse en lo que iba a decir.
Fue entonces cuando Félix abrió los ojos de golpe, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. La oscuridad de la habitación lo rodeaba, y sintió la calidez familiar de Bang a su lado.
-¿Todo bien? -preguntó Bang, preocupado.
Félix lo miró fijamente y asintió antes de abrazarlo con fuerza.
-Sí... estoy bien.
Bang le dio un suave apretón en los brazos y repitió:
-Todo está bien. Te amo.
Félix sonrió y respondió sinceramente:
-Yo también te amo.
Ambos se quedaron abrazados en la penumbra, dejando que el mundo exterior se desvaneciera mientras se aferraban el uno al otro.
(...)
Hyunjin entró al cuartel con la mirada encendida. La tensión en el aire era palpable, y su frustración era evidente. Bang, al verlo, se acercó rápidamente.
-Coronel, tenemos noticias sobre dónde podemos encontrarlo -anunció Bang, con un tono que intentaba calmar la situación.
Hyunjin lo observó, su expresión aún cargada de irritación.
-Búsquenlo hasta debajo de las piedras -respondió, su voz firme y decidida.
Al entrar a la oficina, su escuadrón lo recibió con miradas preocupadas. Minho, visiblemente molesto, se acercó a él.
-¿Dónde esta? -preguntó, cruzando los brazos.
Hyunjin alzó una ceja y replicó:
-crees que si supiera, ¿Lo estaríamos buscando ahora?
Minho soltó un suspiro exasperado y rodó los ojos. Luego, volvió su atención hacia la mesa donde se encontraba el plan de búsqueda y la información recopilada sobre Seo. Chris colocó una foto sobre la mesa, y Hyunjin sonrió al reconocerla.
-Lo estabas esperando -susurró, sintiendo una chispa de esperanza.
Bang, curioso, preguntó:
-¿Qué ha sucedido?
Hyunjin se pasó una mano por el cabello y respondió:
-Seo está esperando que el salga de la cárcel y regrese al país... Por eso los ataques, nunca hubo una razón lógica, solo estaba distrayendo la atención para que el regresara al país, ¿Por qué?
Minho frunció el ceño.
-¿Dónde estabas cuando Jeongin fue secuestrado?
Hyunjin suspiró, sintiendo la presión en su pecho.
-No es momento para celos, Minho. Un teniente está desaparecido. Yo vi cómo lo secuestraban y también vi al secuestrador.
Félix, que había estado observando en silencio, intervino.
-Calma, Minho. Vamos a encontrarlo.
Hyunjin soltó una sonrisa irónica, murmurando:
-No es como si le importara mucho...
Minho se acercó a él, desafiándolo.
-Repite eso.
Hyunjin lo miró con desdén.
-Deja de comportarte como el futuro esposo del teniente y actúa como el capitán que eres.
Minho se sentó en silencio, aceptando el reto. Hyunjin volvió la mirada hacia la mesa, sintiéndose más centrado.
-Bang, prepara dos escuadrones de extracción. Creo que sé dónde está. Además, prepara dos escuadrones de táctica; el escuadrón del medio será el encargado de extraer a Yang de la antigua mansión Hwang.
Félix frunció el ceño y preguntó:
-¿Cómo estás seguro de que está allí?
Hyunjin sonrió con confianza.
-Porque es el único lugar al que Sam lo llevaría.
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