Capitulo cuatro: la misión
Jeongin se encontraba en su habitación, envuelto en la calidez de su toalla, el vapor de la ducha aún danzando en el aire. El aroma a jabón y shampoo lo envolvía, dándole una sensación de frescura que contrastaba con la tensión acumulada de los últimos días. Se sentó en la cama, sintiendo cómo el cansancio comenzaba a desvanecerse, cuando un golpe firme resonó en la puerta.
Su corazón dio un brinco. “¿Sería Minho?”, pensó, imaginando la sonrisa de su novio al otro lado. Sin pensarlo dos veces, se levantó y abrió la puerta. Sin embargo, su sorpresa fue mayúscula al ver al coronel Hwang, de pie frente a él con una expresión seria pero intrigante.
—Coronel Hwang, ¿qué hace aquí? —preguntó Jeongin, sintiendo un ligero rubor en sus mejillas.
Hyunjin, que había estado observando desde un rincón, se acercó un paso, notando el aroma fresco que emanaba de Jeongin. Una sonrisa se dibujó en su rostro.
—Traigo la misión —dijo el coronel, mostrando un sobre manila que parecía contener información importante.
Jeongin asintió y extendió la mano para tomar el sobre, pero Hyunjin lo retiró justo a tiempo.
—¿Esperabas a alguien? —preguntó con una ceja levantada.
Jeongin se encogió de hombros, sintiéndose un poco atrapado en la situación. La sonrisa de Hyunjin se amplió, y con un tono juguetón comentó:
—Tu prometido ahora está con su amante.
La risa de Jeongin estalló en el aire, llena de incredulidad.
—¿Y a ti qué te importa tanto? —replicó, intentando desviar la atención.
—Al contrario —respondió Hyunjin, bajando la mirada hacia el pecho del teniente—. No me importa en absoluto.
La tensión entre ellos creció mientras Hyunjin daba un paso más cerca. Jeongin sintió un escalofrío recorrerle la espalda y mordió su labio inferior, nervioso.
“¿No debería sentirme culpable?”, se preguntó mientras la mano del coronel se posaba suavemente en su cuello, acercándolo a él.
—Usted... ¿no siente culpa?
—La culpa viene después del placer —susurró Hyunjin con una sonrisa traviesa—. Pero personas como nosotros no sentimos cosas como la culpa; nuestro trabajo lo impide.
Antes de que Jeongin pudiera replicar algo, Hyunjin lo besó. Fue un beso brusco y apasionado, lleno de una necesidad reprimida que hizo que Jeongin soltase un pequeño gemido al sentir cómo el coronel mordía su labio inferior con fuerza.
Deseando más, Jeongin se acercó, pero Hyunjin se alejó repentinamente, sonriendo con desenfado.
—No tengo ganas ahora —dijo, como si fuera lo más natural del mundo—. Mañana tenemos misión y no quiero complicaciones.
Sin decir más, lo lanzó suavemente a la cama, dejando el sobre con la información sobre la mesa antes de salir. La puerta se cerró tras él, dejando a Jeongin con el corazón acelerado y una mezcla de sensaciones que nunca había experimentado antes.
Mientras se quedaba allí, sintiendo el calor en su rostro y el anhelo burbujeando dentro de él, comprendió que ese tipo de cosas nunca le habían gustado. Pero cuando se trataba de su coronel Hwang… no le importaría pecar un poco...
(...)
La noche había caído en un manto de oscuridad, y el aire estaba impregnado de tensión. Jeongin y su equipo se encontraban en la base de operaciones, revisando su equipo y asegurándose de que todo estuviera en orden para la misión de desmantelar la base enemiga. El coronel Hwang había delineado el plan con precisión, y todos estaban ansiosos por llevarlo a cabo.
—Recuerden, la sorpresa es nuestra mejor aliada. Vamos a entrar en silencio y tomar el control —dijo Minho, su voz firme resonando en la sala.
Jeongin asintió, tratando de calmar los nervios que le recorrían el estómago. A su lado, el cadete Jisung parecía igual de ansioso, pero decidido. Era su primera misión real, y Jeongin sabía que debía protegerlo.
Con el primer rayo de luz del alba aún lejos, el equipo se dispersó en la penumbra. Jeongin y Jisung se separaron del grupo principal, moviéndose en silencio hacia el flanco derecho de la base enemiga. Mientras avanzaban, Jeongin intentó comunicarse con Félix para obtener información sobre el perímetro.
—Félix, aquí Jeongin. ¿Me recibes? —dijo, pero solo obtuvo silencio como respuesta.
Frustrado, buscó rápidamente la radio.
—Capitán Lee, responda —dijo con urgencia.
—Aquí el capitán Lee. ¿Qué sucede? —respondió Minho al instante.
—Félix está desaparecido. No logro comunicarme con él —dijo Jeongin, sintiendo cómo la preocupación se apoderaba de él.
Hyunjin, que estaba escuchando desde su posición, maldijo entre dientes. El ambiente se volvió más tenso cuando un disparo resonó a lo lejos, rompiendo la quietud de la noche.
—¡Cuidado! —gritó Jeongin, al ver cómo una ráfaga de balas surcaba el aire.
Instintivamente, comenzó a disparar hacia las sombras que se movían en la distancia, mientras Jisung se agachaba a su lado.
—¡Concéntrate! Si no quieres que te maten —se quejó el teniente, sintiendo cómo la adrenalina aumentaba.
Jisung bufó en respuesta.
—He tolerado tus insubordinaciones hasta ahora, pero estoy harto. No estas listo para esto —gritó Jeongin, sintiendo que la presión lo superaba.
Fue entonces cuando un destello de luz iluminó su entorno y un disparo silbó peligrosamente cerca de ellos. Jeongin vio cómo una bala pasaba rozando a Jisung.
—¡No! —gritó, lanzándose hacia él justo a tiempo para empujarlo fuera del camino. Sin embargo, no pudo evitar que una bala le impactara en el brazo.
El dolor fue inmediato y punzante, pero no había tiempo para lamentarse. Con un grito ahogado, se giró y disparó contra los enemigos que se acercaban.
—¡Hyunjin! ¡Necesitamos refuerzos! —gritó a través de su radio mientras trataba de ignorar el ardor en su brazo herido.
La voz de Hyunjin llegó clara y firme entre el caos:
—Retirense. Ya tenemos lo que queríamos, repito el paquete está asegurado.
Jeongin sintió un nudo en el estómago. ¿Qué querían? ¿Y qué pasaría con Félix? Las preguntas inundaron su mente mientras luchaba por mantener la calma y proteger a Jisung.
—¡Vamos! ¡Retirada! —gritó Minho desde otra parte del campo de batalla.
Con una mezcla de adrenalina y dolor, Jeongin tomó a Jisung del brazo y comenzaron a retroceder. La confusión reinaba a su alrededor; disparos sonaban y las sombras parecían moverse cada vez más rápido. El equipo se reagrupó, pero la sensación de pérdida por Félix pesaba en el aire como una sombra ominosa.
Mientras corrían hacia la salida, Jeongin no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. La misión no había salido como esperaban y una parte de él sabía que las cosas nunca volverían a ser iguales.
Jeongin entró en la base con la adrenalina aún corriendo por sus venas. Su mente estaba nublada por la mezcla de frustración y dolor. Se detuvo de golpe, girándose hacia Jisung, quien lo miraba con ojos grandes y asustados.
—¡¿Qué demonios te pasó?! —explotó, tomando a Jisung del cuello del uniforme—. ¡Debías estar atento! ¡Podrías haber muerto!
La tensión en el aire era palpable cuando Minho y el coronel Hwang aparecieron en la escena, sus miradas serias.
—¿Qué sucede aquí? —preguntó Hyunjin, frunciendo el ceño.
—Al parecer, Jeongin no es tan a prueba de balas como decían —respondió Jisung, su voz temblando.
El teniente, ya molesto, no pudo contenerse y le devolvió un golpe a Jisung. El ardor en su brazo herido se intensificó, pero no le importó.
—¡No puedes golpearlo! —intervino el capitán Lee, su tono autoritario resonando en el vestíbulo—. Eso es un acto de rebeldía. ¡Quiero cien lagartijas en medio del patio!
Jeongin chasqueó la lengua, sintiendo cómo la frustración lo consumía. Sin decir nada más, se dio la vuelta y comenzó a caminar alrededor de los superiores.
—¡Sí, capitán! —respondió con ironía.
La cancha estaba húmeda, y cada movimiento que hacía era un recordatorio del dolor que aún sentía. Mientras hacía las lagartijas, sus brazos y piernas comenzaron a flaquear, pero no podía rendirse. Fue entonces cuando vio unos zapatos frente a él y levantó la vista para encontrarse con Minho.
—Un subordinado casi nos mata, y yo soy el rebelde aquí —se quejó Jeongin, sintiendo cómo las palabras salían disparadas de su boca.
Minho frunció el ceño, pero antes de que pudiera responder, Jeongin continuó:
—Parece que defiendes más a Jisung que a mí, y hemos sido novios durante mucho tiempo.
Minho suspiró, claramente exasperado.
—Solo no pierdas el control nuevamente —dijo, su voz más suave ahora.
Jeongin asintió con desdén y se apartó de Minho, caminando por el pasillo hasta llegar a la oficina del coronel. Tocó la puerta con fuerza.
—Adelante —se escuchó desde adentro.
Al entrar, encontró a Hyunjin revisando unos papeles. Sin embargo, al verlo, dejó todo a un lado y lo observó con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—La misión casi salió perfecta gracias a... —comenzó Hyunjin, pero no pudo terminar su frase.
Jeongin se acercó rápidamente y lo besó con fuerza. La sorpresa inicial de Hyunjin se desvaneció en segundos mientras correspondía al beso, sus manos encontrando el camino hacia la cintura de Jeongin.
El mundo exterior se desvaneció; solo existían ellos dos en esa pequeña oficina. El beso era intenso y cargado de emociones reprimidas: frustración, deseo y una conexión que nunca habían dejado completamente atrás.
Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad. Hyunjin lo miró a los ojos, intentando encontrar las palabras adecuadas.
—¿Qué fue eso? —preguntó, su voz baja.
—No sé... —respondió Jeongin, sintiendo cómo el ardor en su brazo se desvanecía momentáneamente ante la cercanía de Hyunjin—. Solo... necesitaba hacerlo.
Hyunjin sonrió ligeramente, comprendiendo que había más entre ellos que solo una conexión profesional. Pero antes de que pudieran profundizar en esa conversación, el sonido de pasos resonó en el pasillo.
—Tu brazo —Habló Hyunjin observando la manga sagrada de jeongin. —Te llevaré a la enfermería.
—pero yo...
Hyunjin lo tomó del ante brazo y lo llevo a la enfermería donde trataron la herida del teniente. Por suerte solo fue un roce, al salir de la enfermería jeongin se encontraba caminando hacia su habitación junto a Hyunjin y fue cuando si mirada se desvió hacia la habitación de Minho donde un castaño muy familiar se adentraba en esta, sintiéndose como su corazón latía con fuerza.
—Ahora sabes quién es... —Susurro Hyunjin y jeongin solo limpio la lágrima que corría por su mejilla.
—Asi que es el...
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