EPÍLOGO
Aang
[Estoy embarazada. Solo te lo digo para darte la opción de decidir si quieres o no formar parte de vida de nuestro pequeño. Pero no esperes que eso cambie algo, Aang. Dentro de unos días tengo una cita médica, si gustas eres bienvenido.]
Leo el mensaje una y otra vez, sintiendo un terrible dolor.
Puedo sentir cómo el dolor se arrastra por todo mi ser, igual que una segunda piel. Me gustaría poder cambiar de piel como las serpientes, así evitar sentir.
Entiendo por qué Thais había hecho lo que había hecho.
Pero eso no quiere decir que me hubiera hecho ninguna gracia.
Y porque mi pequeña de ojos hermosos había logrado destrozarme con unas pocas palabras como nadie antes lo había hecho. Aunque supongo que me lo merezco, pero duele, joder. Duele como el mismísimo infierno.
Le dije que la dejaría ir cuando en realidad quería decir: «Lo siento. La idea de que me dejes es la peor tortura que puedo imaginar. Sé la mujer para la que elegí ese anillo. Quédate conmigo, pequeña, aunque yo no valga la pena».
Dicen que en el amor solo se gana y no se pierde, pero yo no gane ni perdí solo morí lentamente en la agonía.
Observo cómo el hielo se arremolina en mi bebida mientras se ahoga en el líquido ámbar. El bourbon o whisky siempre habían sido mi veneno. Había buscado respuestas en el fondo de una botella más veces de las que podía contar. Esta noche no es diferente.
Solo que esta vez no busco respuestas porque ya sé cuál es la respuesta a la más jodida de todas las preguntas.
¿Puedo ser padre?
Por supuesto que sí. Me pasé la mayor parte de mi vida queriendo ser diferente a mi madre. Aunque llevaba las manos manchadas de sangre desde los dieciséis años, y ganaba mi dinero de una forma en que me sobrarían hasta el día en que diera mi último aliento o hasta que mis descendientes dieran su último aliento. No había ninguna razón para pensar que sería un buen padre dejando que mi hijo o hija crezca lejos de mí. Quizá me lo merezco. Había sido un idiota con ella desde el principio. Especialmente con esto que le había estado ocultando a Thais desde el día en que Lou descubrió el último testamento de su padre. Un testamento que yo conocía. Pero había aprovechado su conexión con la familia Green para secuestrarla y hacer lo que quisiera con ella. Ahora que ella decidió alejarse no puedo hacer nada al respecto, ni siquiera con todo el maldito dinero del mundo puedo obligarla a volver.
Además, pronto descubrirá que ella es la heredera universal del señor Green y si decide no regresar a mi lado, ella y el bebé estaría bien económicamente.
Pero yo no voy a permitir que eso pase.
Esta loca si cree que vivir al otro lado del continente podrá impedirme estar cerca de ambos.
Tomo otro trago y la llamo.
Sin respuesta.
—Joder ―vuelvo a intentarlo.
Nada.
Apoyo la mano en el cuero oscuro y cierro los ojos, sintiendo una sensación de angustia en el pecho. Me siento más débil que nunca. Toda mi vida esta patas arriba y no tengo ni idea de cómo arreglarlo. Se supone que debería estar feliz, feliz por saber que mis sospechas son ciertas, pero no puedo. No puede estar feliz teniendo a ambos tan lejos.
Han pasado horas desde que entré en el bar de Terrence decidido a beber hasta no sentir nada. Quiero eliminar todos estos malditos sentimientos de mi sistema con un vaso de bourbon cada vez. El problema es que no esta funcionando.
No puedo dejar de pensar en el video de esa ecografía que me mando. Esa pequeña cosa con un latido que me abrió el alma. Era el sonido de una nueva vida, una vida que Thais y yo hemos creado. Sin embargo, es curioso cómo ha funcionado eso. Sabía que estaba embarazada. Sabía que Thais llevaba a mi hijo. Pero no fue hasta que escuché ese pulso rápido y rítmico que me di cuenta. Me di cuenta que todo esto era jodidamente real.
Voy a ser padre. Voy a ser responsable de un pequeño ser humano.
¿Cómo sucedió todo esto?
¿Cuándo decidió el destino que mi vida debía dar un giro completo?
Hace un año mi vida era un camino de ida para arruinar a Escorpión. Thais no era más que un nombre en una lista de control.
Un daño colateral en una guerra que llevaba años.
Ahora, ella es la mujer a quien amo, no porque no tuviera elección, sino porque en algún lugar de mi camino hacia la justicia o más bien venganza, me enamoré. Las líneas se desdibujaron y mi visión se corrompió por la posibilidad de sentir algo más que odio y desprecio. Y ahora esta embarazada. Me dejó.
Conmigo se hace la valiente, pero sé que está devastada... Sé cuánto daño le he hecho. Es el mayor momento de "esta mierda me supera" de toda mi existencia.
No era feliz antes de que Thais entrase en escena y ahora que ha desaparecido, me siento incluso peor que antes. Mi cama ya no me resulta cómoda. Todo esta impregnado del fantasma de su ausencia. Su espíritu me atormenta. Su sonrisa habita en mis sueños.
El líquido ámbar me recuerda a su cabello oscuro; echo de menos atraparlo entre mis puños cada noche. Echo de menos hacerle el amor sin protección. Nunca había estado con una mujer sin cubrirme el miembro con un preservativo. Habíamos compartido una experiencia de la que nunca había disfrutado con nadie más. Ella es especial para mí de muchas maneras. Admiro la belleza que esconde aquellos ojos resplandecientes. La admiro por su valor y por su fuerza, no solo porque es buena en la cama. Amo a aquella mujer con toda el alma y siento que una parte de mí se fue con ella.
Terrence está tomando chupitos de los cuerpos de unas mujeres, pasando el mejor rato de sus vidas.
Yo estoy en medio de todo aquel follón, pero mi mente esta en otro sitio. Una rubia se sienta a mi lado y me acaricia el muslo con sus largos dedos, esforzándose todo lo posible por ligar conmigo. Su contacto no me resulta excitante. Thais es directa, pero nunca se muestra desesperada aunque lo esté. Desprende elegancia en todo lo que hace, hasta en lo referente al sexo.
Terrence le sube el vestido a una chica, dejando a la vista su vientre plano. Se toma un chupito y lame la sal directamente de su cuerpo.
Ella estira los brazos hacia arriba.
—¡Yujuuuu!
Él la arrastra hacia su regazo y hunde la lengua en su garganta mientras la ropa interior de ella sigue a la vista de todo el mundo.
Yo aparto la mirada y mis pensamientos vuelven a centrarse en Thais, aunque en realidad no he dejado de pensar en ella en ningún momento.
La rubia que hay a mi lado se aprovecha del modo en que he girado la cabeza y me besa en la boca. Al igual que ha hecho Terrence, va directa a por su presa. Me mete la lengua e intenta desesperadamente conseguir la mía.
Yo no siento una puta mierda.
Solo repulsión.
Giro la cara, rechazándola sin intentar proteger sus sentimientos.
Hace una noche preciosa en París, pero no estoy disfrutando de ella. Solo quiero compartir una cena tranquila con una mujer, hacer el amor y luego irme a dormir mientras la abrazo.
Pero aquello es demasiado pedir.
—Aang, ¿qué mierda te pasa? ―Terrence levanta una ceja.
Me sorprende que se hubiera dado cuenta de qué hay más personas a su lado.
—¿Mal día? —insiste al no ver qué quiero hablar.
Tomo el vaso.
—¿Lo preguntas porque tengo una pinta de mierda? ¿O porque parezco el tipo de hombre con el que puedes iniciar conversaciones en este momento, asumiendo que no me lo pensaría dos veces antes de golpear tu cara contra esta maldita mesa?
—Dios mío. Relájate, hombre.
Tomo la botella de bourbon de su mano.
—Me sirves, por favor —oigo a la rubia pedir.
Mi mirada se dirige a su vestido. Un puto vestido rosado, ese color es hermoso con el tono de piel de Thais. Pongo los ojos en blanco y me centro en la bebida que tengo delante. ¿Acaso no hay vestidos de otro color, o es ésta la forma en la que el universo, o más bien Thais me lanza un gigantesco "jódete, Aang, porque estás perdiendo a una gran mujer por idiota."
—No te había visto por aquí en mucho tiempo —su voz es ligera. Amigable. Sin embargo, levanto la mirada hacia el techo.
El universo definitivamente me esta jodiendo.
—No tengo tiempo para esto —le dedico la mejor sonrisa que puedo reunir y lanzo mi vaso en su dirección antes de tomar un sorbo.
—Tus ojos —continúa—, parecen un bosque hermoso, profundo y misterioso, ¿te lo han dicho?
Suspiro, no estoy de humor para conversaciones triviales.
Dejo escapar un suspiro. Aunque no es la mejor compañía esta noche, decido no ser un idiota y me giro hacia ella, extendiendo una mano.
—Aang Briand.
—Lo sé, soy Amanda Cox —sus ojos de chocolate oscuro centellan bajo la suave luz del club mientras toma mi mano. —Aang. Es un nombre interesante.
—La verdad es que no —me giro en mi asiento.
—¿Negocios o placer?
La miro con una ceja arqueada.
Ella sonríe, sus labios carnosos acentuados con lápiz labial rojo cereza.
—¿Estás en el club por negocios o por placer?
Por despecho.
Hago girar el vaso en mi mano, estudiándola, conociendo ya su juego. La forma en que se sienta con las piernas cruzadas, asegurándose que su corto vestido rosado se levante para exponer el lado de sus muslos. La forma en que se aparta el pelo rubio de la cara cada diez segundos mientras frunce los labios, y luego se echa el cabello por encima de los hombros para llamar la atención sobre su cuello desnudo y su piel impecable. Esta mujer grita cita nocturna y sexo sin sentido. Prácticamente apesta a ello bajo el aroma de su caro perfume. Los grandes pendientes de aro y el reloj de pulsera Cartier de oro, junto con su evidente juventud, la hace encajar en el perfil de una rica mujer de la alta sociedad. Su confianza en sí misma, que la llevó a acercarse a mí e iniciar una conversación sin saber si yo respondería, la princesita esta acostumbrada a conseguir lo que quiere. Y ahora mismo, por la forma en que su mirada lasciva se posa en mí, esta claro que lo que quiere es el hombre cuyo traje de Armani y reloj Rolex delatan el tamaño de su cuenta bancaria.
Llevo el suficiente tiempo en este juego como para detectar las malas intenciones a una milla de distancia. Solía ser mi pasatiempo favorito, mi distracción cada vez que no podía controlar mis pensamientos. Una forma de silenciar a los demonios.
Hasta ella.
Hasta Thais.
La mujer que logró cambiar todo sin siquiera intentarlo.
—Dime, Amanda —Apoyo un codo en el brazo del sillón, mi mano lo suficientemente cerca como para que la punta de un dedo roce su rodilla—, ¿nunca te han dicho tus padres que no hables con extraños?
—Muchas veces —su respiración se entrecorta cuando paso mi dedo por su piel desnuda—. Pero, ¿cómo puedo alejarme de los extraños cuando es un amigo por conocer?
Me acerco más y deslizo mi mano entre sus rodillas de forma discreta para que nadie más lo note. Se muerde el labio con las mejillas ya sonrojadas, y yo apenas la he tocado.
—O una víctima por conocer a su asesino.
Retiro mi mano como si su tacto quemará.
—Uh-oh —Amanda se acomoda el pelo detrás de la oreja, sonrojada. —Conozco esa mirada.
Reprimo la necesidad de poner los ojos en blanco una vez más.
—¿Qué mirada?
—La mirada de "se me acaba de romper el corazón".
De hecho así es.
—¿Qué te hace pensar que no soy yo quien ha roto un corazón?
—Que aún no te hayas ofrecido a invitarme a una copa y que hayas rechazado mi beso es la cereza del pastel.
—Quizá no eres mi tipo.
—Para tener sexo no hay un tipo en específico. Solo se necesita atracción.
Resoplo y miro su copa de mojito.
―Tengo que marcharme ―saco la cartera y lanzo algunos billetes a la mesa para pagar todas las bebidas que habíamos pedido. Entonces me abro paso a través de la multitud de figuras oscuras y logro llegar hasta la entrada.
La fresca brisa nocturna me golpea, purificándome y eliminando el bochornoso olor a alcohol y perfume.
—Aang... —escucho la voz de Terrence de tras de mí.
―¿Qué ocurre? ―me giro hacia él con las manos en los bolsillos. Mi Bullet esta aparcado en el mismo arcén y esta ansioso por salir a la carretera. La gente se agrupa a su alrededor para poder verlo más de cerca.
—Eso digo yo —replica. —Te acabas de largar sin despedirte.
—Tengo cosas que hacer. Y tú parecías ocupado.
—Esa mujer puede esperar —hace un gesto de despedida con la mano como si la mujer estuviera allí de pie. —¿De verdad que estás bien?
Yo no hablo de mis sentimientos con mis amigos. Por lo que a mí respecta, ninguno de nosotros tiene sentimientos del cual hablar.
—Estoy bien, hombre. Vuelve adentro y disfruta de la noche.
—Llevas mucho tiempo sin ser el mismo. Y ahora todo este rollo con Thais... Te veo decaído.
—Es que lo estoy.
—Vamos a mi casa a tomar una copa —dice. —Podemos hablar de ello.
Yo no quiero hablar. No quiero pensar. No quiero nada. Solo quiero que ella vuelva.
Le doy una palmada en el hombro, conmovido por la oferta.
—Te lo agradezco, Terrence, pero estoy bien, de verdad. Vuelve adentro y tómate algunos chupitos más.
Terrence continúa observándome.
—¿Estás seguro? —pregunta.
—Completamente. Disfruta tu soltería ahora que puedes, porque el amor lo cambia todo.
—Por eso mismo no me voy a enamorar.
—Yo decía lo mismo —digo, dándole la espalda para irme.
Una vez que llego a mi auto, me pongo el cinturón, y luego conduzco rumbo a mi casa. Paso la noche en compañía de una botella de bourbon y de mis propios pensamientos.
Estoy durmiendo, perdido en la bruma de mis sueños cuando el ruido insistente de mi teléfono me despierta. Lo busco a tientas en mi mesa de noche y lo presiono sobre mi oreja.
—Diga.
—Aang, soy Anjoly.
—¿Le pasó algo Thais? —digo, levándome apresuradamente. Listo para mandar a preparar el avión. —¿Están bien?
—Estuvo sangrando... intentamos llegar lo más rápido posible al hospital —la voz de Anjoly se entrecorta. —Estamos en el hospital. Pero... ha perdido mucha sangre... necesito que vengas, porque yo no tengo el valor de decirle... —su voz suena desesperada y ha comenzada a llorar.
—¿Qué cosa?
Solo puedo pensar en lo peor, que alguien ha muerto.
—Lo siento mucho, Aang.
—Anjoly, ve directo al grano.
—El examen y las observaciones del médico indican que Thais sufrió mucho estrés. Lo más seguro es que durara más de uno o dos días, y su corazón y cuerpo se negaron a soportar ese estado. El cuerpo comenzó a rebelarse y, por decirlo suavemente, rechazó al bebé como si fuera una amenaza y le robara la toda energía —habla sin parar. —Lo que provocó que Thais... tuviera un aborto espontáneo...
La mano me tiembla, el teléfono se me resbala de la mano y cae al suelo provocando un fuerte estrépito cuando la pantalla se rompe justo por la mitad.
Ahora no puedo respirar.
No puedo asimilar las palabras que acabo de escuchar.
Como si estuviera viviendo una pesadilla, todo avanza con lentitud. Tengo la esperanza de despertarme, de decirme a mí mismo que aquello no es más que un sueño.
Pero es real.
Mi pesadilla es real.
FIN DEL TERCER LIBRO...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro