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32

Thais

—Hmm... —Se lleva  la pistola a la sien, tocándola en un gesto de contemplación antes de apuntarme—. ¿Qué tal si te cuento una historia? Al menos debes saber la razón por la cual vas a morir.

Entorno mi mirada hacia él, sabiendo a dónde va con esto. Así que, me adelanto. Ya esa está estúpida regla: equivocarse es de humano, pero culpa a otros es divino.

—Creciste en la casa de tu padrastro con dinero y protección. Prestigio. Afecto. Devoción de dos padres amorosos. Viviste una vida de cuentos de hadas y comiendo perdices. No querías nada y pediste todo. Tu actitud arrogante y engreída te convierte en un maldito imbécil.

»Tu vida cambió cuando fuiste a ese internado donde conociste a Nova y Aang. Entraste en este mundo ya en la cima de la jerarquía, sin tener que demostrar tu valía. Te lo entregó tu papito. Eres un bebé de un fondo fiduciario que mata gente con trajes Armani de cuatro mil dólares, un puto Rolex y zapatos de cuero italianos. Por favor, dame un maldito descanso de tu historia triste siendo un millonario. Eres un gánster, Theodore. Conduciendo un auto deportivo, pensando que eres el diablo porque es tu legado o alguna mierda por el estilo. Sin embargo, echas la culpa a todos por tus penas porque cuando eras niño tropezaste con una piedra que te hirió y ahora odias a todas las piedras. ¡Oh, Dios, pobre de Theodore y malditas piedras por herirlo porque solo él ha sido herido por la vida!

Sonrío con burla. —Ah, déjame pensar: papi querido es la razón por la que tengo problemas de confianza,¿verdad? Pero lo que no sabes es que Lou te usó porque te vio débil. Incluso muerta te siguen usando.  Mató a Nova con ayuda de tu padre. Lo sabes bien. Eres solo su perra.

Sacude la cabeza, disgustado.

—Viniendo de alguien que solía ser la perra de Aang, no significa mucho —hace una pausa, dejando que sus palabras sean asimiladas—. Ahora es el momento de irse.

—¿Ir a donde?

—Piso de arriba. Tercera habitación a tu derecha —informa. —Las damas primero —dice.

Reprimo cualquier comentario y simplemente hago lo que me dice. La vida de mi amiga está en juego. Camino hacia las escaleras, estoy lista para terminar con esto. Con cada paso, mi corazón se acelera un poco más, latiendo un poco más fuerte. Más demandante. Ansiosa por lo que aún esta por venir. Observo lo que me rodea mientras subo la escalera andrajosa, notando que los cuadros en las paredes están cubiertos de polvo y telarañas también.

No puedo ver a la gente asomándose a través de la neblina de los marcos para darme una pista de mi paradero. Una cosa es segura, nadie había estado aquí en mucho tiempo. Sin embargo, puedo sentir la presencia del amor que una vez existió en esta casa. El sentimiento no esta ni aquí ni allí, ya no importa.

Cuando llegamos a lo alto de las escaleras, siento que su arma se clava más en mi espalda. —No estoy armada, ¿sabes? No necesitas eso, ¿o es que eres un marica tan grande que necesitas tener tu arma en mi puta espalda? ¿No puedes aceptarme como un hombre? ¿Tienes que usar una Glock para hacerme cumplir tus órdenes?

—Prefiero usar mi pene pero aún no.

Trato de controlar mi respiración, mi sangre hierve. Echando humo de rabia, rezo internamente, tratando de calmarme. Aunque es inútil. No logro calmarme.

Esto se siente como mi ejecución. Estoy en el corredor de la muerte. Condenada para siempre por los pecados que otros habían cometido y permitido.

—Es la hora del espectáculo —dice Theodore cuando estoy parada frente a la puerta cerrada—. Veamos qué hay detrás de la puerta número uno. ¿Entramos?

Cojo la perilla y la abro, sin tener tiempo de prepararme para lo que presenciaría de inmediato. Incluso en la tenue iluminación de lo que parece ser el dormitorio de una niño. Estoy demasiada consumida por la imagen de Verónica atado a una silla, con un vestido manchado de sangre. Tiene los ojos cerrados y la piel pálida. Esto es crudo. Es real. Una tortura insoportable.

Mi pecho se aprieta.

Nunca he experimentando un terror tan intenso que me domina de esta manera.

Toda la sangre sale de mis venas.

De repente estoy helada.

Un maldito frío amargo.

Mis pies están pegados al maldito suelo sucio debajo de mí.

—Verónica —sollozo, recuperándome del impacto. —¿Qué mierda le has hecho?

—¿Yo? —se burla. —Zeus creó a Pandora, la primera mujer mortal y como dote le dio la jarra de los males, con la estricta orden de que nunca la abriera. Se casó con un hombre y le dio hijos. Podrías pensar que vivieron felices para siempre, pero Zeus hizo a Pandora tan hermosa como la aurora y su alma errante como el viento, por lo que no pasó mucho tiempo antes de que Prometeo se enamorara de ella y ella de él. Pandora le rogó que la llevara lejos de su marido y él se negó, porque ella moriría pronto y pensó que era mejor dejarla vivir sus días con otro mortal.

El tiempo y la vida se ralentizan cuando corro hacia ella, aterrizo de rodillas a sus pies, sostengo su rostro entre mis manos y beso sus lágrimas mientras la desato. Está sucia de sangre. Lo toco en todas partes. Hay un pequeño pulso.

—Dios, ¿qué te hizo?

Theodore continúa con su historia sin importar qué le he preguntado. —Pandora iba lamentándose de su suerte por el bosque cuando escuchó un susurro a lo lejos. Tal vez era la tentación, tal vez otro igual de travieso. Decía: «Abre tu jarra. Si tienes coraje para enfrentar todo el mal que emerja, en el fondo encontrarás la esperanza: Nunca morirás, serás como Prometeo eternamente». Entonces, abrió la jarra en busca de vida eterna incluso cuando le había dicho que no lo hiciera por nada del mundo...  Y todos los Hijos de Tifón salieron rápidamente y empezaron a devastar el mundo, causando enfermedad, muerte y la locura de la raza de los hombres.

»Al haber mirado a Pandora a los ojos al salir, se ligaron a ella. Podían ser encerrados de nuevo solo si ella se encerraba en la jarra. Al final, ella obtuvo lo que quería. Ser eterna.

Sonríe.

—¿Qué quiero decir con eso? —pregunta divertido y yo lo ignoro concentrada en Verónica, así que él continúa. —No puedes desear que llueva si no estás dispuesto a aceptar el diluvio que viene con ella. No pidas viento, sino estas dispuesto a aceptar el tifón.

»Lo más patético del mundo es ver a alguien que sabe donde se mete llorar y asegura haber sido usado cuando siempre supo en qué o con quién se metía. Verónica era patética, lo único rescatable de ella es que era buena en la cama y sabía usar bien esa boca para algo más que quejarse y sollozar.

Las lágrimas no me dejan ver a Verónica y lo agradezco, no puedo soportar que sus ojos estén cerradas.

—Estarás bien, ¿de acuerdo?

—No puedes hacer nada para salvarla —me dice Theodore.

—Te mataré —gruño.

—Realmente eres una cosita tierna fuera de este mundo —dice con voz ronca, asimilándola. Es demasiado, cada segundo de esta mierda.

Estallo. Es algo ruidoso.

Duro.

Me abalanzo contra él, golpeando mi hombro tan fuerte como puedo contra el hombre al que desprecio. Lo ataco con todo lo que me queda por lo que le había hecho a mi amiga.

Su espalda golpea la pared con tanta fuerza que atraviesa el panel de yeso hasta la habitación contigua y se le cae la pistola. Caemos al suelo, cada uno de nosotros tratando de dominar al otro. Golpe sus costillas. Lanza su mano en mi cara, la bofetada me hace zumbar los oídos. Le pego con las rodillas a sus bolas como veganza.

Un fuerte puño en el estómago me obliga a doblarme sobre mí misma. Theodore aprovecha para darme otra bofetada y luego toma su arma.

El dolor, la agonía, el remordimiento, me golpea fuerte y todo a la vez.

Mi pecho duele y quema. Mi corazón se esta rompiendo, sangrando para que todos lo vean cuando me obliga a darle la espalda.

—Es momento de ponerle fin a este juego. Aang va a saber que se siente que le quiten lo que aman —dice. —Voy a disfrutar de mi último día en la tierra. Te follaré rudo y les enviaré partes de tu cuerpo en pedazos luego que tengas un hijo mío —mi corazón está golpeando tan fuerte que ahora no puedo respirar.

Sus palabras no son una amenaza o una broma. Son una promesa. Me escapé una vez, pero no hay escapatoria ésta vez. Estoy tratando de pensar, de formular un plan.

Sé que si le rompo la nariz a su hombre van a dispararme en un segundo. Tengo que ser inteligente. Necesito pensar de otra manera. Pero soy suspendida de mis manos, y me congelo completamente cuando él desgarra el material de mi camiseta.

Se inclina hacia adelante y presiona su cuerpo contra el mío, pasa su erección contra mi culo.

Una ola de náuseas llega hasta mi garganta, y lucho para controlarlo.

—Te voy a mostrar cómo se siente un hombre de verdad —susurra en mi oído.

Oigo el sonido de su cremallera, y trato de zafarme de él. Pero eso solo lo excita más. Saca un cuchillo de su bolsillo y corta mi pantalón mientras hace comentarios obscenos.

Ladra una orden, y alguien entra, saca de su bolsillo un teléfono. Para mi disgusto, empiezan a tomar fotografías. Theodore me levanta y rasga el material alrededor de mis pechos, los agarra en sus manos mientras él se ríe y otros toman fotos.

No puedo soportarlo. No puedo. Voy a tener que lastimarlo, y luego voy a morir. Pero es mejor que esto. Mejor que dejar que él haga esto. Solo puedo esperar que Aang y Elliot lo hagan sufrir. Hacerle pagar por lo que nos han hecho.

Cuando me gira una vez más, tomo una profunda respiración. Llega el momento. Voy a romperle la nariz y luego patearlo en los huevos tan duro como pueda. Al menos si lo lastimo gravemente, no intentará meterla dentro de cualquier parte de mí. Es mi única opción en este momento. Sus manos recorren mis costados y mi piel se eriza. Es ahora o nunca. Dejo que mi cuerpo se afloje para que piense que ganó. Solo le toma un minuto para que relaje su agarre en mí.

Levanto mi cabeza y la impulso hacia atrás, golpeándolo tan duro que casi me noqueo yo misma en el proceso. Antes de que pueda recuperarse, me volteo y lanzo mi talón en su entrepierna. Grita violentamente, y dos de sus hombres tienen sus armas dirigidas a mí, listos y a la espera de su orden.

Cierro mis ojos y pienso en Aang. En los últimos meses que pasé con él. Mi corazón siente que se parte en dos. Me pregunto si se acordará de mi cuando esté casado. Si recordará la manera que se sintió entre nosotros.

Todo es tan ruidoso. Los tres hombres son ordenados a salir.

—Oh —lo oigo decir. —No pensé que serías tan luchadora.

Me vuelvo hacia él y lo veo acercarse, apretando su cinturón en mis manos.

—Está bien —mueve sus hombros. —Lo voy a disfrutar.

Mi mano le da un golpe de energía. Intento lanzarme y escapar, pero me agarra y en unos segundos me golpea en el suelo, sujetándome las muñecas. Se sienta en mi cadera feliz con la vista.Una mano sostiene la mía, atada en alto, y la otra me acaricia la cara con ternura.

—Mi Sirenatta, tan ingenua —sonríe burlonamente. —¿Realmente creíste que Verónica es importante para mí y que la iba a dejar ir por ti? —me besa en la boca y le escupo en la cara. —Siempre la voy a necesitar si quiero obligarte a hacer algo.

Se lame lo que tiene en los labios y me levanta.

—Discutiremos las nuevas reglas cuando estes más calmada, y mientras tanto, cuídate... recuéstate —me tira en una cama y se sienta sobre mí otra vez. —Me he preguntado durante mucho tiempo cómo desquilibrar al imbécil de Aang —alcanza la barra de la cama con la mano y tira de la cadena desde atrás. —Mira lo que tengo —agita el brazalete delante de mis ojos. —Hice que instalaran otro juego a mi mansión. Sé que te gusta —pateo, tratando de evitar que me amarre, pero no soy lo suficientemente fuerte.

Después de un rato estoy acostada clavada en las cuatro columnas, y él está feliz, mirando mi cuerpo casi desnudo y estirado.

—Me encanta esa vista, pero veo que no es solamente eso lo que le gustó a Aang, tú carácter es excitante —levanta las cejas con aparente satisfacción. —Habría entrado en ti si no fuera por el hecho de que tengo que llamar a Aang y darles las buenas nuevas —entrecierra los ojos, mirando entre mis piernas otra vez. —Acuéstese bien y volveré enseguida, así podemos comenzar a fabricar.

Escucho que la puerta se cierra, y un chorro de lágrimas entra en mis ojos. Dios, ¿qué he hecho? Creí que podía rescatar a Verónica, pero ahora todo está peor.

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