31
Thais
Escucho cómo se interrumpe la línea. Con los brazos a los costados, se quedo allí de pie sin hacer nada. Aang que se había acercado a mí sin darme cuenta a escuchar todo, su respiración es regular y su expresión no cambia.
Yo no digo nada porque soy incapaz de respirar. Me duelen los pulmones y tengo el corazón a punto de salirme por la boca de lo rápido que me late. La adrenalina me está matando.
―Aang... ―no logro combatir las lágrimas y salen en oleadas.
Aang me mira, con expresión todavía fría.
Me acerco a él, todavía sollozando.
―No... ni siquiera termines lo que vas a decir...
Aang termina de acerca a mí lentamente, con los ojos más sombríos que nunca.
―Pequeña, shh...
―Tenemos que salvarla, Aang. Verónica no puede morir.
Se queda de pie junto a mí, con las manos todavía a los costados.
―Organizaré una búsqueda, pero no creo que ayude. Estoy seguro de que Theodore está en un lugar imposible de localizar.
―Entonces tienes que cambiarme por ella. Tienes que salvar a Verónica.
Aang me dedica una mirada aterradora. ―No. Ni lo pienses.
―Aang, tienes qu...
―Thais, he dicho que no. Y si te ocurre hacer alguna locura tendré que esposarte a la cama.
Me quedo parada en el sitio cuando escucho sus palabras. La clara advertencia, una que realmente da miedo.
―No te voy a cambiar por ella. Odio esto tanto como tú, pero no voy a renunciar a ti. No te perderé de nuevo.
―Es mi amiga... ―sollozo más fuerte.
―Ella eligió su propio camino. Ella eligió como quería morir.
¿Cómo puede decir aquello? —Es mi familia.
―Y tú eres mi mundo, pequeña ―susurra―. Ahora tú eres mi familia. Si te pasa algo, me muero.
Las lágrimas me caen por las mejillas.
―No podemos aceptarlo y ya está. No podemos permitir que gane.
―Intentaré recuperarla, Thais, haré todo lo que está en mis manos para encontrarla. Theodore sabe lo que está haciendo. Para este momento ya habrá cubierto sus huellas, así que, necesito que tengas paciencia.
Termino sentada en el suelo, llevando las rodillas al pecho y sigo sollozando.
―Lo siento mucho... Todo esto es culpa mía.
―No vuelvas a decir eso nunca.
―Pero es verdad. Si no fuese por mí, nada de esto estaría sucediendo.
―Y yo habría sido un desgraciado toda mi vida. ―Se arrodilla frente a mí y me sujeta los brazos―. Siento que esto haya sucedido. Me duele tanto como a ti. Pero no vuelvas a decir eso jamás.
Me sorbo la nariz y me seco las lágrimas.
―Aang, encuéntrala. Por favor. No seré capaz de vivir conmigo misma si no la rescatamos.
―Ya lo sé, Thais ―atrae mi frente hacia la suya. ―Te prometo que haré todo lo posible por recuperarlo.
―De acuerdo ―le agarro las muñecas e intento tranquilizar mi respiración. En aquel instante estoy hecha un desastre.
―Todo saldrá bien, pequeña. Saldremos de esta.
Minutos más tarde me carga hasta el baño. Quita la mezcla pegajosa de mi cuerpo, cuando ambos nos cambiamos me quedo sentada en su regazo mientras hace varias llamadas.
―¿Y las catacumbas? ―pregunta Aang a Elliot en la llamada.
―Despejadas.
―¿Y sabes si viajó? ―pregunta―. ¿Alguno de sus centros en Roma o Florencia?
―Están todos despejados ―contesta Elliot―. Hemos mirado por todas partes, Aang. Esté donde esté, está por debajo de la superficie. No me llega ningún tipo de lectura. Ninguna firma. Nada.
―¿Y rastrear la llamada? ―bueno, tarde o temprano Theodore tendría que llamar de nuevo.
―Podemos intentarlo ―contesta―. Pero dudo que nos sirva de algo. Estoy seguro de que Theodore ha cubierto sus huellas por completo.
—Sigue investigando —le dice Aang. —Ah, duplica la seguridad y por nada del mundo dejen a Thais salir de la propiedad.
Lo de esposarme es en serio.
Verónica va a morir si no hago nada. Así que, voy a la cocina y preparo té, poniendo mis pastillas para dormir en una de las tazas, cuando regreso a la habitación Aang mira la taza que le doy muy serio, lo huele, luego toma la mía y se lo bebe, pero lo que no sabe es que puse las pastillas en mi taza porque sé lo desconfiado que es.
Me quedo acurrucada en sus brazos hasta que él se queda dormido profundamente, pero antes ha esposado nuestras manos, (la izquierda para ser exacto). Lucho un buen rato antes de que pueda robarle la llave del bolsillo y soltarme. Corro hasta el armario, me pongo una camisa negra de manga larga, pantalones negros metidos dentro de las botas y una capa del mismo color que me cubre por completo. Mi cara está oculta por una máscara negra y unas gafas de infrarrojos. El resto de mi equipamiento se reduce a un micrófono diminuto y un auricular todavía más pequeño. Y un arma. Por si acaso.
Debo ofrecer un aspecto asexuado, imposible de identificar.
Pongo un micrófono diminuto encima de una nota para Aang y dejo un beso casto en sus labios. Tomo el teléfono celular de Aang y le escribió a Dixon.
[Thais necesita algunas de sus cosas que están en su apartamento. Después del cambio de turno necesito que vayas por ellos.]
Recibo un "Sí, señor" como respuesta.
Ahora es mi mejor oportunidad.
Le dejo la nota donde Aang pueda encontrarlo, luego bajo a la cocina. Anton a está hora no debe estar ahí. Me meto en el bolsillo la cuerda de la cocina que he encontrado en la despensa y aprieto la oreja contra la puerta. Escucho todos los ruidos, esperando una indicación de un cambio de turno. Treinta minutos más tarde, oigo como Dixon, el moreno de nariz torcida y ojos de gatos intercambiar algunas palabras con uno de los hombres que llega. Luego él se va.
Tendrá que ir a firmar su salida, lo que me da tiempo.
Tan cuidadosa como puedo, me muevo silenciosamente a través de la baldosa de la cocina y agarro todas las llaves del auto que cuelgan de la puerta. Luego entro en el garaje y veo seis autos.
Cuatro de ellos son de lujo, Bugattis y Ferraris. Uno es un Volkswagen.
Ese es que siempre usa Dixon. Él y Elliot tiene la ventaja de usar el garaje, no como los demás guardias. Antes Lars también era uno de los que tenía su lugar aquí hasta que nos traicionó por Lou y Aang lo mató.
Hago clic en el botón y abro el maletero. Luego abro la puerta y cuelgo las llaves antes de meterme de nuevo en el garaje. El maletero está completamente abierto, así que me acuesto y respiro profundamente. Una vez que cierra ese baúl, estaría atrapada allí hasta que Dixon lo abra. Si él no lo hace, puedo estar allí por unos días.
Afortunadamente, hay unas cuantas botellas de agua allí conmigo. Calmo mis nervios y cierro el maletero.
Media hora más tarde, Dixon arranca el motor y sale del garaje.
Le envío un mensaje a Theodore porque esta claro que sigue con el móvil de Verónica.
[Estoy en camino.]
Esto está sucediendo realmente.
Ahora no hay vuelta atrás.
No puedo cambiar de opinión porque es obvio cuáles son mis intenciones.
Espero que este plan funcione, pero una parte de mí espera que no lo haga. Dejar a Aang es más difícil de lo que pensé.
No me despedí de él por si sucedía algo.
El viaje está lleno de pensamientos y culpa, y trato de no moverme para evitar atraer la atención de Dixon. Treinta minutos más tarde, el coche se desacelera y luego estaciona. El motor se apaga, y entonces todo queda en calma.
Treinta minutos más tarde, escucho pasos acercarse al maletero. Suena un pitido al presionar un botón y luego se abre el baúl. Dixon no me nota de inmediato porque se había vuelto hacia mi maleta.
Salto del maletero tan rápido como puedo antes de que pueda mirarme ahí.
—Señorita Thais...
Lo apunto con mi arma.
—Podemos hacerlo de la manera fácil o difícil. No quiero lastimarte, así que solo necesito que te recuestes en el asiento trasero y me dejes atar la cuerda alrededor de tus muñecas.
Aturdido, solo me mira como si no pudiera creer la realidad justo delante de él.
—¿Dejas al señor Briand?
Asiento.
—Tengo que hacerlo. Debo encontrar a Verónica. Así que... colócate en el asiento trasero —saco el cordón del bolsillo y deseo que coopere.
Suspira en voz baja antes de asentir.
—Supongo que debería hacerlo de la manera fácil. Pero no puedo. Me siento obligado a decirle al Sr. Briand lo que sucedió.
Cierra el maletero y luego me da una débil sonrisa.
—Sé que el señor Alexander es peligroso y que busca hacerte daño para vengarse del señor Briand... —Empuja mi maleta, yo aprovecho esa distracción para golpearlo con la culeta del arma. Me muevo a su lado y ato la cuerda alrededor de sus muñecas.
—Lo siento —le digo. —Enviaré a alguien por ti.
Le escribo a David diciendo que va a encontrar a alguien desmayado cerca del edificio donde vive Anjoly, pero evito decirle que Verónica está en peligro porque sé que va a querer venir y no quiero que lo haga, él no tiene el entrenamiento suficiente para eso y lo más posible es que salga herido.
Cruzo el estacionamiento.
—Esa fue la parte fácil. Ahora viene la difícil.
Tengo muy claras mis acciones, y aunque estoy muy asustada, sé que es lo que había que hacer. Verónica lo había elegido a él antes que a mí, pero yo siempre la voy a escoger.
En el fondo, sé que estaba hecho polvo por nuestra separación. Ama a Theodore tanto como a mí, simplemente lo demostraba de otra manera.
Me limpio una lágrima que sale y continúo conduciendo, dolorida por dejar a Aang atrás. Aang hará lo que sea para volver a encontrarme, pero yo debo encontrar una manera de escaparme por mi cuenta. No parare hasta recuperar mi libertad. Y no parare hasta ver a Theodore muerto.
Escucho que una voz suena en mi cabeza, pero luego me doy cuenta que esta viene del auricular.
—¿Estás ahí, Thais?
No grita, pero su tono es igualmente aterrador. También me doy cuenta que las pastillas no hicieron mucho efecto.
—Aang...
―Da. La. Puta. Vuelta. Ahora.
Mantengo el pie en el acelerador y el volante recto.
—No.
―Pequeña, haz lo que te digo, o te juro por Dios...
―Lo siento. Tengo que hacer esto.
―No, no tienes. Va a matar a Verónica de todas formas. Te estás sacrificando para nada.
Mantengo la voz calmada porque no quiero que nuestra última conversación sea así de terrible.
―Aang, voy a hacerlo. Tengo que salvarla. Siento que no lo apruebes, pero francamente, yo decido. Pero quiero decirte que te amo, y que haré todo lo que haga falta para volver a ti.
―Pequeña... ―Su rabia ha desaparecido, y le tiembla la voz. Nunca le había escuchado aquel tipo de emoción. Puede que estuviera llorando. No lo sé―. Por favor, no me hagas esto.
―Lo siento...
―Thais.
―Te amo...
―No vayas.
—Esperaba un "yo igual".
—Por favor, date la vuelta.
—Regresare.
—Te amo —dice. —Te encontraré.
—Lo sé.
Corto la comunicación.
Tres horas después, conduzco por un viejo camino de tierra hacia una comunidad que parece desierta. Casi como si fuera un pueblo fantasma. Muchas de las casas están deterioradas, el césped esta descuidado y no hay vehículos estacionados en las entradas. No hay niños jugando afuera. No hay maridos ni padres que conduzcan a casa desde el trabajo. No hay vida en este barrio. Lo eligió por esa misma razón. Cualquiera puede salirse con la suya cuando no hau nadie que los delate. Estaciono mi auto afuera de lo que parece ser una casa abandonada. Solo. Desprotegido. Totalmente armado. Salgo a un camino de entrada con poca luz en un barrio de mala muerte, y de repente me pregunto por qué diablos estoy aquí. Mis ojos revisan el área una última vez antes de comenzar a prepararme mentalmente para lo indecible.
Trato de volver a enfocar mi atención en la tarea que tengo entre manos, escuchando el sonido de mis botas sobre el concreto roto bajo cada paso de mis pies. Cada paso resuena profundamente a través de la oscuridad frente a mí. Subo los destrozados escalones hasta el porche de dos en dos, me detengo en la puerta principal de la estructura en ruinas.
Trato de estabilizar mi compostura e inhalo una profunda bocanada de aire viciado. Hay demasiadas preguntas y emociones sucediendo al mismo tiempo y no puedo controlar ninguna de ellas. Decido en el último segundo que es mejor prepararme para el peor resultado.
Agarro mi arma con más firmeza en mi mano derecha y abro la puerta con la otra.
Estoy desbloqueada, esperando entrar en lo desconocido. Al punto de no retorno. Justo cuando entro, alcanzo las luces y las enciendo. Dándose cuenta rápidamente de que esta casa no esta abandonada en absoluto. Esta llena de vida.
La nuestra.
La mía.
El aire de mis pulmones se drena cuando me echo hacia atrás, sin creer la escena que estoy observando.
—¿Qué mierda? —exhalo, meneando la cabeza.
Conmocionada por lo que estoy viendo. Cierro la vieja puerta de madera detrás de mí y me apoyo en ella. Necesito el apoyo para sostener mi cuerpo. Estoy abrumada con el paisaje, una sobrecarga sensorial de las líneas de tiempo frente a mí.
Imágenes.
Recortes de periódicos.
De Thalia.
Elliot.
Cumpleaños.
Vacaciones familiares.
Momentos monumentales.
La fiesta de graduación de Aang.
El día que nos conocimos en el bar.
Cuando me secuestró.
Cuando fuimos a Londres y nos encontramos con Anjoly.
No puedo seguir el ritmo de todas las fotos, hay tantas. Inhalo otra respiración profunda y contengo mis emociones. Tengo que hacerlo. Es la única forma de llegar al fondo de esta búsqueda sin sentido que me esta arrastrando hacia abajo. Empujo la puerta, doy unos pasos más hacia lo que parece ser la sala de estar.
Lentamente, giro en círculo con mi arma todavía firmemente en mi mano, me paro cerca del sucio sofá en el centro del espacio, esperando lo inesperado.
—Maldición —digo con voz áspera, mientras mis ojos pasan de un artículo al siguiente.
New York Times.
Una chica pelirroja fue brutalmente violada y asesinada en un internado en Estados Unidos.
Debe ser Nova.
Más arriba hay artículos que habla de la empresa de champán de Aang. Su trayectoria, su éxito, etcétera.
Hay varias fotos de diferentes mujeres, todas por alguna razón son pelirrojas.
Soy la única morena con quien Aang ha salido.
Estamos todos allí, pegados a las paredes en blanco y negro. Ninguna de las imágenes tiene color. Algunos de ellos son más antiguos que otros, mientras que varios son fotografías nuevas. Incluida a Verónica en nuestro apartamento en Cuba y luego de ella llegando del aeropuerto.
Ya lo había planeado desde hace mucho.
—Hijo de puta —siseo con la mandíbula apretada. Pero me relajo antes de gritar. —Estoy aquí.
Entonces oigo unas botas que vienen hacia mí. Mi respiración se acelera, mi corazón se acelera mientras me trago la bilis. De acuerdo, hagan lo que hagan, puedo soportarlo.
Se oye un clic en la cerradura, la puerta se abre y tres hombres entran en la habitación acompañado a Theodore. La puerta se cierra tras ellos con un fuerte chasquido. Estoy encerrada con ellos mientras me apuntan y yo a ellos.
Brillante.
Debería actuar con calma, con inteligencia, pero como siempre, mi boca se me escapa—: ¿Dónde está Verónica?
Miro a los ojos al pedazo de mierda que se llevó a mi mejor amiga. Estoy cara a cara con Theodore. Está apoyado contra la puerta con una pistola en la mano, descansando casualmente a su lado.
—Bienvenido a casa —saluda con una sonrisa siniestra que quiero arrancarle de la cara.
―No es demasiado acogedor. Creía que un hombre tan distinguido como tú tendría mejores instalaciones que estas ―no tengo ni idea de dónde saco aquella valentía, porque estoy totalmente aterrorizada.
―He echado de menos esa boca de sabelotodo tuya. Es refrescante ―se acerca lentamente a mí, con las manos a los costados, pero con el rostro lleno de ansiedad.
Yo me tenso cuando se aproxima, queriendo apartarme del propio diablo o al menos dispararle en la cara.
―Yo no te he echado de menos a ti.
―Bueno, estoy segura que Verónica si me echa de menos. Disfrute de las ventajas de tenerla y que me jodan... Verónica valió las lágrimas que me costó romperla.
—¿Romperla por qué?
—Para ser mi mascota dócil y obediente —se ríe. —Pobre estúpida, creo que si se quedaba a mi lado después de todo yo iba a cambiar por ella —ahora su risa es más fuerte, como si escuchar sus palabras fueron lo más divertido del mundo. —Si no estuviéramos en el siglo podría al menos tener la excusa de que se crió así, con la mentalidad de que una mujer tenía que hacer lo que su hombre decía, pero este siglo me pregunto cuál es la excusa de ser tan tonta. Porque está claro que si dejas saber a un hombre que te quedarás después de que haga cualquier cosa, te seguirá tratando como cualquier cosa.
—Hijo de puta...
—¡Oye! ―Cuando estoy a su alcance, me arrebata la pistola, luego me agarra por las muñecas y me mantiene firmemente en el sitio. —¡Tengo el control! Más vale que vigiles esa boca porque no me costará romperla.
Yo lo empujo y le doy una patada en las pelotas.
―Eres repugnante.
Él se dobla hacia delante, agarrándose los testículos y gimiendo por el dolor en la entrepierna.
Sus hombres me agarran de inmediato, inmovilizándome los brazos a la espalda. Theodore se recupera tras unos momentos, con una sonrisa siniestra en la cara.
―Me va a encantar volver a romperte, pequeña Thais. ―Hace una seña a sus hombres―. Regístrenla, y aseguren de que no lleve más armas.
Los hombres me pasan las manos por el cuerpo, metiéndome mano mientras buscan armas ocultas. No encuentran nada, pero me registran a fondo, palpándome incluso la entrepierna a través de los vaqueros.
Yo los aparto a empujones.
―Si llevara algo más, ya lo hubieran encontrado. Mejor acabemos con esto, si no quieren quedar sin manos.
El segundo nombre de Thais debería ser problema, ya veremos cómo logra salir de esta. ¿Por fin será la muerte de Theodore?
¿O de alguien más?
Nos leemos pronto.
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