17
Thais
Me pongo a llorar cuando lo veo.
Quién le había hecho daño parece que no quería dañarle la cara. Pero tiene vendado el abdomen con gasa para protegerle las costillas. Y en el piso al lado de la cama hay una escayola que parece que iba en su mano.
Que me diga su médico le dijo que se va a recuperar no impide que se me parta el corazón.
Me estremezco al verlo. —¿Quién te lo hizo?
—Lou.
La voy a matar.
—¿Por qué diablos no estás en el hospital?
—Me di de alta...
—Eres un maldito irresponsable.
—... porque moría por verte. No soy el puto héroe de nadie, solo quiero estar contigo. Así que, voy ser egoísta.
Siento una punzada en el pecho.
Los movimientos de su pecho vuelven lentamente a la normalidad y me atrae más cerca de sí, pasándome el largo brazo por la cintura para girarme.
Vuelve el cuello y deposita un beso sobre mi vientre antes de apoyar el rostro directamente allí, contra su superficie plana, justo donde tengo la cicatriz que me hizo Lou cuando me apuñaló. Se me humedecen los ojos y siento una punzada en el pecho. Podría haber perdido a Aang. Aquella realidad podría haber sido completamente diferente. Apenas me había dedicado una palabra, pero me demostraba el amor que siente por mí con las caricias más tiernas. Le acaricio el pelo y lo veo cerrar los ojos y quedarse allí apoyado.
Siento sus labios moverse contra mi camiseta.
―Estoy de vuelta para estar contigo...
Las lágrimas empiezan a rodarme por las mejillas y contengo los sollozos que me abrasan la garganta. Aang gira el rostro y me mira, advirtiendo la emoción que satura cada uno de los rasgos de mi rostro.
―Estoy bien, pequeña. Dame algunos días. Volveré a estar como nuevo.
―Van a ser unos cuantos más que algunos días ―digo entre sollozos. —Estás sangrando.
—Estoy bien.
—No estás bien —le digo. —Deberíamos llamar a un médico. No te veo bien.
—Trae agua oxigenada y vendaje —farfulla.
—¿Disculpa?
—Solo debo curar las heridas, pequeña —dice.
Camino hasta el baño sintiendo a mi corazón latir con fuerza. Encuentro el agua oxigenada, y el kit de primeros auxilios. Aang se encuentra en bóxer en el momento que vuelvo a nuestra habitación. Lo limpio, dándome cuenta que son pocas las heridas, la sangre suele ser muy escandalosa, vuelvo a ponerle vendaje.
Ahueco su mandíbula con mis dedos y me inclino para colocar un beso en sus labios, mi boca temblorosa permanece allí por un segundo más antes de murmurar. —No tienes permitido irte de nuevo, idiota.
Suelta una carcajada. —Eres la personificación del romance.
—Gracias.
―Tengo una idea ―dice Aang―. ¿Y si nos quedamos todo el día metidos en esta cama?
―Tengo clases en cuatro horas y luego tengo que ir a la editorial a trabajar.
Hace una mueca.
―De acuerdo, tenemos unas horas —me sorprende.
―¿Y qué vamos a hacer en esta enorme cama por cuatro horas? ―pregunto coqueta.
―Eres demasiado inteligente como para hacerte la tonta, Thais.
Subo la mano por su pecho y palpo los duros músculos de su cuerpo. No hay nada más sensual que despertarse con un hombre que parece un muro de ladrillos. Yo no soy ninguna damisela necesitada de protección, pero no me importa sentirme protegida por él.
―Pues vamos a follar todas esas horas para recuperar el tiempo perdido. Y a hablar entre medias.
―¿Y de qué hablaríamos?
―De sexo.
—¿Y qué más?
—Mucho sexo.
Me rio porque sé que lo está diciendo en serio.
—Muy romántico, monsieur Briand. Pero tengo el libro que me regaló tu madre y estoy por más de la mitad, sé que lo has leído, pero...
—Sí —me interrumpe.
—¿Sí qué?
—Sí quiero leerlo contigo.
Sonrío y busco el libro, cuando quiero sentarme a su lado, él me jala a su regazo y toma el libro. Intento alejarme, pero me aplasta ahí contra sí y comienza a leer. Yo me dejo envolver por su voz y las palabras.
Cuando pasa media hora deja de leer y me observa durante mucho tiempo, sus ojos verdes un poco menos hostiles. Él no aparta su mano y deja que nuestros dedos descansen juntos. Incluso cuando tiene dolor, todavía tiene la expresión más hermosa, su mandíbula está tan apretada, que parece estar meditando todo el tiempo. Pero esa mirada es sexy en él.
—Me di cuenta de que mandaste a ponerme un televisor aquí—. Está colgado en la pared sobre la chimenea, directamente frente a mi cama. Me mira, sin saber por qué he dicho eso. —Ya que no tienes nada que hacer hoy, ¿qué tal si vemos películas juntos? Podemos ver un par de tus favoritos y yo puedo ver un par de los míos.
—No veo televisión.
—Entonces, ¿por qué tienes una sala de cine en tu casa si no es para ver películas? —contesto.
Él sonríe levemente, como si supiera que me ha superado.
—¿Honestamente? —asiento. —Cuando veo porno, lo veo ahí. Más fácil que usar una computadora portátil.
Es una cosa sucia que decir, pero lo admiro por ser honesto. Es una de las cosas que me gusta de él, el hecho de que no le importa decir lo que piensa.
—No pensé que vieras porno.
Él arquea una ceja, como si acabara de decir algo loco.
—Si un hombre te dice que no mira pornografía o nunca lo vio aunque sea por curiosidad, está mintiendo. Solo para que lo sepas.
—Eso no es lo que quise decir. Parece que lo haces mucho, y trabajas mucho, no pareces tener tiempo para ello...
La esquina de su boca se levanta en una sonrisa.
—A veces lo veía. Desde que te tengo no me ha hecho falta.
—Bueno... ¿qué tal si encontramos algo para ver?
—¿Quieres ver porno? Porque no me molestaría —pregunta, aligerándose un poco más.
—No. —Golpeo su mano juguetonamente. —Quiero decir, encontremos una película para ver, una que no esté clasificada X.
—¿No te gusta el porno? Deberías darle una oportunidad.
—Me gusta ver de vez en cuando un poco porno, pero prefiero los libros porque la imaginación lo hace más perverso —digo honestamente. —Y sinceramente no lo quiero ver ahora cuando podría tenerte en su lugar. Y probablemente no lo veía tanto como tú.
Él casi hace una doble toma en mi respuesta. —No pareces una mujer que estaría interesada en eso.
—No obtuve mis movimientos solo de la experiencia que tengo contigo... además, sé que mis primeros intentos contigo fueron torpes y burdos, y tuve que investigar para mejorar. Pero ahora puedo decir que si el sexo entre los dos es tan bueno es por los dos, porque no se puede bailar tango solo uno.
Ahora me mira con nuevos ojos. —Tal vez tengas razón... tal vez podamos verlo juntos y experimentar más.
Pongo los ojos en blanco y me pongo de pie. —Me voy a bañar y luego voy pedir comida. Volveré en un momento.
—Podrías tomar una de mis camisas. No es que no te haya visto desnuda si deseas quedarte sin nada para ver la película.
Abro uno de mis cajones y saco una camisa, algo que me queda bien y que me cubre como una manta.
—Está bien —me meto en el baño.
—¿No puedes quitarte la ropa aquí?
—No. No puedes ver esto cuando te da la gana.
—Tú eres mi muj...
—¿Tú qué?
—Nada —se aclara la garganta. —Vete a ducharte, Thais.
Levanto mi camisón solo para que vea parte de mi muslo desnudo, Aang me mira con lasciva.
—Súbelo un poco más, pequeña.
Lo subo solo un milímetro.
—¿Así? —digo inocentemente.
—Más.
Lo subo otro poco.
—Más arriba, por favor.
Rio al ver su cara de frustración.
—Ven y enséñame —le provoco.
Cuando veo que intenta levantarse para venir por más, salgo corriendo hasta la puerta del baño. Doy la vuelta y sonrío antes de cerrar la puerta en su cara.
Escucho que suelta un gruñido.
—Puedo ser tu pareja pero eso solo significa que dirijo yo el espectáculo. Y para que lo sepas decir que soy tu mujer es súper fácil como yo digo que tú eres mi hombre, y por idiota no verás más.
Aang
Paso tres horas en cama, viendo películas.
No había hecho eso desde que era un niño.
Y nunca había tenido a una mujer en mi cama si no era para follar. Thais se tendió a mi lado bajo las sábanas, comiendo palomitas de maíz que Elliot trajo hace una hora.
Se queda en su lado de la cama y no trata de acurrucarse conmigo como si temiera lastimarme.
Cuando la película termina, ella apoya la cabeza en su mano y me mira. —¿Qué piensas?
—Era pornografía con drama. Aunque había más sexo que drama.
Ella pone los ojos en blanco pero se ríe al mismo tiempo. Estar con ella me hace sentir mejor.
En el exterior, ella era solo un contrato. Pero en realidad, ella es mi amiga... y alguien que me atrae, que deseo que esté en mi vida hasta la hora de mi muerte.
¿Cómo podría no estar bien a su lado?
Incluso con el pelo desordenado y una camisa holgada, todavía es impresionante. Hay un trocito de palomita atorado en sus dientes, pero de alguna manera lo encuentro lindo en lugar de grotesco. Le tomo la cara y le robo un beso. Ella sonríe antes de volver a prestar atención a la pantalla.
Termino pasando esas horas con ella, sin hacer absolutamente nada.
No soy el tipo de hombre que no hace nada. La única razón por la que lo hago hoy es porque mi lesión me obligó a hacerlo. Pero gastarlo con ella lo hace parecer un poco menos insoportable.
Pone el tazón vacío en la mesita de noche y luego mira la hora en mi despertador.
—Wow... el tiempo vuela cuando te estás divirtiendo.
Sigo su mirada y me doy cuenta de que ella tiene razón. Y lo mejor es que no me aburrí como pensaba que lo haría.
Ajusta su almohada y luego vuelve a acostarse, su cabello cayendo perfectamente sobre el suave algodón. Las sábanas están alrededor de su cintura, y mi camiseta no encaja bien con sus curvas porque es demasiado grande. Pero ella se encuentra en la posición perfecta, en el ángulo perfecto, y se ve hermosa. Sus gruesas pestañas proyectan una ligera sombra sobre sus ojos. Es la primera mujer en llevar una de mis camisetas a la cama, y se ve mejor en ella de lo que nunca se vió en mí.
Ahora ignoro la televisión y la miro a ella. Mi mente vuelve a cuando me desperté con ella cabalgándome. Todas sus restricciones desaparecieron, y finalmente se rindió al deseo palpitante entre sus piernas. Mi pene se hundió dentro de ella, encontrando un hogar dentro de esa rendija húmeda. Ella tiene el culo más sexy, así que estoy feliz de follarla de espalda, como si fuera una perra en celo. Como me quedé mirando su culo cuando llegué, enamorado de las hermosas curvas de su cuerpo. El dolor en mi hombro disminuyó cuando la excitación se hizo cargo ni siquiera me acordaba de mis costillas rotas.
Ahora tengo ganas tomarla de nuevo, mirar esas tetas sexy mientras la follo con fuerza en el colchón. Quiero ver su expresión cuando llegue. Escuchar su gemido es tan hermoso como cuando un ángel canta, pero quiero verlo con mis propios ojos, ver sus labios gruesos mientras ella grita.
Ella sigue viendo la televisión, ajena a mis perversas intenciones.
Mi pene se endurece en mis pantalones de chándal cuanto más la miro.
Giro hacia ella y luego meto la mano en su cabello, capturando su atención mientras baja la cabeza. Mis labios encuentran los suyos, con sabor a mantequilla de las palomitas de maíz. Mi mano libre sube por su muslo hasta que mis dedos sienten el suave material de sus bragas. Una vez que mi boca está sobre la de ella, siento que la electricidad quema mi columna vertebral de arriba abajo. Incluso golpea mi pene, haciéndolo temblar con una sacudida.
Mi hombro grita en agonía, pero eso no es suficiente para detenerme.
Sus labios dudan al principio porque no había estado esperando mi beso. Pero una vez que lo siente, su mano va a mi pecho desnudo, y clava sus largas uñas en mí. Después de unas cuantas respiraciones, ella me besa más fuerte, dándome su lengua desde el principio.
Ella es una buena en lo que hace.
Entramos en ritmo de forma natural, tomando y cediendo en perfecta sucesión. Sé cómo chupar su labio inferior para hacer que sus uñas se claven en mí un poco más fuerte, y hago un movimiento sexy con su lengua que es tan increíble, que mi pene casi se pasa a través de mis pantalones deportivos.
Agarro la parte de atrás de sus bragas y lentamente comienzo a bajarlas, pero me quedo quieto cuando siento el dolor en mi costilla. Una explosión caliente de agonía recorre los nervios y me paraliza.
Thais deja de besarme cuando me siente tenso. La excitación se va apagando lentamente en su mirada, reemplazada por la preocupación. Es de la misma forma en que me mira cuando se dio cuenta de que me habían golpeado. Es como si realmente le doliera... que es más de lo que la mayoría de la gente puede decir.
Mis labios vuelve a los de ella porque quiero seguir adelante. Me niego a rendirme a la debilidad, a dejar que mi dolor me retenga. Me han disparado antes, y mantuve mi rutina diaria, sin dejar que mi lesión se convirtiera en un obstáculo. Aunque me doliera más esta vez, no permitiría que eso me frene.
Agarra mi brazo sano y me obliga a rodar sobre mi espalda. —Aang, estás herido.
—Estoy bien —me levanto de nuevo.
Ella me empuja hacia abajo, creando una explosión de fuerza que desmiente su pequeña estatura. —No. Estás muy herido.
―Solo es un rasguño. Está mañana no pareció importarte.
―Bueno, yo no sabía... Pero ahora se que tienes una lesión, después de todo. Está claro que no debes realizar ninguna actividad de tipo... vigoroso. No me hará bien saber que te estoy lastimando ―Ella mantiene una mano plantada en mi pecho y luego se sienta a horcajadas en mis caderas, sentada justo en mi pene duro y manteniéndome inmóvil.
―Entonces serás tú quien haga todo el trabajo, ma chère.
—Me encantaría ―dice Thais. ―Pero llegaré tarde si sigo aquí.
―Sabes que no necesitas trabajar y puedes falta un día de clases —ella me dedica una mirada fría. —Thais, por favor ―suspiro.
Ella arquea una ceja ante mi tono de súplica.
―Está bien ―contesta en un tono inocente―. Solo porque lo pides con un por favor. Pero no voy a dejar el trabajo, realmente me gusta trabajar ahí.
Mi cadena de pensamientos se interrumpe cuando ella alcanza mi pantalón con sus manos seguras, pero algo temblorosas. Sus cejas se fruncen concentradas mientras se dispone a cumplir su misión.
Ahogo un gemido cuando saca mi pene de los bóxers con sus pequeña manos. Toda la sangre se va a mi ingle y mi proceso de pensamiento se dispersa en el aire.
Thais me dedica una sonrisa tímida y al mismo tiempo picara mientras se acerca de rodillas y se lame el labio inferior de forma sugerente.
Jodido cielo.
Hace una larga lamida, deslizando su lengua desde la base de mi pene hasta la coronilla. Está vez, suelto un gruñido de satisfacción. Lo hace de nuevo y la agarro en la nuca, enrollando su cabello alrededor de mis dedos.
—¿Vas a acariciarme por mucho tiempo, pequeña? —Ella gime, continuando sus lentos y pausados lametones. —Mmm. En realidad buscas torturarme.
Sonríe contra mi piel, lamiéndola de arriba abajo como si fuera una puta paleta —su paleta favorita—. Sus dedos acarician mis bolas con una delicadeza que coincide con el ritmo de su boca y lengua. Siento que me tiene agarrado por las pelotas, literal y figuradamente.
Me toma en la boca, solo por un segundo antes de soltarme con un chasquido , luego vuelve a a lamerme y a jugar sus malditos juegos de tortura conmigo.
Mis dedos se cuelan lentamente en el cabello de Thais y le quito los pasadores que lo mantienen recogido en un moño. Los mechones negros y brillantes caen en cascada sobre sus hombros, pero ella no detiene su tarea: darle placer y al mismo tiempo a Aang.
Me traga, pero solo la mitad. Su rostro se enrojece un poco y las lágrimas corren por sus mejillas, pero no intenta romper el contacto visual. Sus dedos se aferran a mis muslos, más que nada para apoyarse. Me separo de ella t jadea, con baba deslizándose por su barbilla y los labios temblando, lo que significa que se ha activado su reflejo de náuseas. Ella no intenta luchar para relajarse, aunque es lo más instintivo que puede hacer.
Deslizo mi pene a lo largo de sus labios, humedeciéndolos con presemen, sus labios forma una O para recibirme, aunque me sigue mirando fijamente.
El hecho de que esta mujer —mi mujer— tan escandalosa esté permitiéndome que le folle la boca, hace que me endurezca aún más. Y deseo ver cómo me traga mientras intenta tomar todo.
Me las arreglo para empujar hasta llegar al fondo de su garganta con algunos centímetros aún afuera. Thais gime y sus uñas se clavan en mis muslos con tanta fuerza que casi atraviesan la tela y mi piel. Me sujeto la cabeza y entro y salgo de su boca.
Mantengo mi pene en la parte trasera de algún tiempo, agarrando su cabello con fuerza. Me aguanto, follando su boca tan a fondo como sea posible la mantengo en su sitio mientras mi liberación me golpea, apretando mis pelotas y los músculos de la espalda.
Me vacío sobre su lengua y sus labios.
—Traga. —alejo mi pene y agarro su barbilla con mi dedo índice, luego cierro su boca. —No pierdas ni una gota, pequeña.
Lo hace, tragando todo, pero sus ojos no se apartan de los míos.
La maldita terquedad de esta mujer no conoce límites. Y la deseo justamente por eso.
Sigue frente a mí , con el cabello revuelto y ondas, lágrimas, babas y un reguero de semen manchando su rostro, pero me mira como si me hubiera puesto de rodillas mientras ella llega la corona.
Lo que podría ser el caso.
Puede que haya ganado esta batalla, pero nunca va a ganar la guerra. Bueno, ni yo. Porque es una guerra de reyes y ambos tenemos nuestros propias coronas.
Thais baja de la cama y levanta la barbilla en mi dirección ante de dirigirse al baño.
Sigo observando su espalda en retirada, pero ella no mira atrás.
Después de limpiarse en el baño y cambiarse. No mira en mi dirección ni intenta decir nada. Veo como busca una libreta desesperadamente, según ella tiene la imagen de Bob esponja, en su búsqueda recoge un sujetador rosado cerca de la cama y lo tira encima de ella pero termina en mi cara.
A menos hubiera tira unas bragas también.
Me da un beso en la boca al encontrar la libreta y luego sale corriendo de la habitación diciendo que me verá en la noche.
Mocosa.
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