Corremos
en direcciones opuestas
y nos perdemos
entre los árboles
de los que no llevamos la cuenta.

Las respiraciones se apagan lentamente
y gotas de sudor adornan tu frente.
El interior de la ventisca parece macabro
si lo único que te cubre
son los imperceptibles espasmos.

El amanecer decadente
nos muestra al sol que no nos pertenece
y se lleva a la luna
en una interminable tortura.
Pero seguimos corriendo,
aunque nos duelan los pies
porque detenernos
es empezar a perder.

Sin un rumbo fijo,
con las hojas me voy guiando
y aunque parezco un poco vago
mis andares pierden velocidad.
Entre la luna y el mar,
dos opuestos en profundidad,
¿será que nos logremos encontrar?
Si yo me pierdo y tu te quedas,
si yo vuelo y tu nunca despegas.
Si es al revés,
este fatídico mundo.

En el momento que me fui
perdí completamente todo lo que di.
Mis palabras quedaron marcadas en la arena
y tus aguas tempestuosas las borraron sin dudar.

Todo se desvanece entre mis dedos.
Mis piernas duelen,
ya no me vuelvo a levantar,
aún sabiendo que nadie vendrá.
Las hojas se aglomeran
y empiezan a cantar
en coro que nada cambiará.

Si este pequeño bosque que por ti formé,
si esa pared de hielo que derrumbé
no sirvió de nada,
entonces devuélveme mis palabras.
Devuelve los días
que por ti le rezaba
al dios creado por mi conciencia
para que tu triunfaras.

Pero no se quita lo que se regala,
y no me arrepiento de haberte dado todo
aún si ahora no me has dado nada.
Aún si tus manos
no se extendieron mientras me iba.
Aún si todo esto quedó como arena alborotada.

Ahora caminaré descalza
sin un rumbo fijo,
sin preocuparme por el alba.
Caminaré siendo fragmentado
por los recuerdos puestos
en los versos que te regalaba.

Tan solo caminaré
porque no me queda nada
en que apoyar el hombro,
mientras trata de llorar mi alma.
Mientras el mundo se derrumba
y mi futuro se difumina
entre los escombro del precoz mañana.