Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

13- "Ratas"

El abuelo no quería que su nieta se fuera tan rápido. Con la tristeza reflejada en el rostro, le preguntó:

— ¿Por qué, mi querida Nicole?

—No es que me esté aburriendo de ustedes ni nada parecido—comenzó—, pero ya quiero volver a mi casa con mi familia, los extraño mucho—Eso no era totalmente cierto, porque aún si volvía a su casa sus padres no le iban a prestar ni un poquito de atención.

La abuela se rascó la nuca y se sacó el delantal que siempre llevaba para no ensuciarse la ropa.

—A mí, personalmente, me parece mejor que te quedes un poco más con nosotros... somos viejos y el frío no nos permite hacer casi nada. Además, tengo la impresión de que a tus padres le da totalmente igual que estés o no—Alba sabía perfectamente lo que estaba diciendo, y no se arrepentía.

Fausto hubiese deseado que su mujer no hubiese dicho eso, pero ya era tarde. Nicole se quedó mirando a la nada, tal vez un poco pensativa. El abuelo decidió que si su nieta ya se quería ir, mejor iba a ser contarle un par de cuentos antes de su partida.

—Ven, Nicole. ¿Qué tal si te cuento otra historia? —No dejó que su nieta le respondiera, porque se fue a buscar el libro inmediatamente.


Dos chicos pasaban por la misma casa siempre que se dirigían al colegio. Nunca les había llamado la atención, solo tenía un detalle que hacía que le dirijan la mirada muy de vez en cuando; ese detalle era que no tenía ventanas. Apenas tenía una puerta de no mucha altura, donde solamente cabría alguien que midiera un metro o un par de centímetros más, además de que era muy angosta.

No tenía rejas ni ninguna medida de seguridad. Tal vez, estaba abandonada o tal vez no, pero nunca se había visto a alguien salir de aquella casa.

Dejando de lado esas anomalías que poseía la casa por fuera, también se le agregaba que no estaba pintada como las demás. Frente a ella había un basural creado por los propios vecinos del barrio, pues suponían que nadie vivía allí.

Pero un día horrible, cuando el cielo estaba completamente gris e inundado de nubes dispuestas a llover, uno de esos jóvenes contempló como un anciano salía de la casa. Hubiese preferido no verlo, porque le inspiraba mucho temor y desconfianza. Inmediatamente, se lo comentó a su acompañante y amigo, pero ya había sido demasiado tarde porque el anciano había vuelto a entrar en lo que parecía ser su casa.

—Es imposible que alguien viva ahí. ¿Ves todo ese basural? ¡El olor es insoportable! —Le comentó Antonio, el que no había logrado ver a ningún viejo.

—Te juro por mi vida que lo vi. Aun así, me alegro que no lo hayas visto, todavía no me puedo sacar su imagen de la cabeza.

Una vez estando en la escuela trataron de no contárselo a los demás, por el simple hecho de que no se hablaban mucho con sus otros compañeros, pero fue Antonio el encargado de decirle a uno lo que su amigo Andrés había visto. Luego de eso, toda la escuela se enteró.

—Dice Julián que podríamos ir a ver si de verdad existe el viejo ese que tú dices—le comentó Antonio, pero Andrés no estaba de acuerdo.

—No. Eso sería allanamiento de morada y no quiero meterme en asuntos así.

Su amigo no se daría por vencido, si Andrés no quería ir estaba bien, pero él y los otros sí irían a investigar un poco y quizás pasar un poco del miedo que tanto le gusta a los adolescentes.

Cuando acabaron las clases por ese día, exactamente a las cinco de la tarde, se prepararon para ir. Como era invierno, a esa hora ya estaba oscureciendo y daba mucho miedo ir hacia allí, pero no quedaba otra cosa que hacer. Se habían propuesto ir a investigar y por el miedo no se iban a acobardar.

Por suerte, los acompañaba un chico que tenía un padre mecánico, así tenía un leve aprendizaje de cómo forzar cerradura. En menos de diez minutos, ya estaban encendiendo sus linternas para internarse en la oscuridad de la casa.

Era verdaderamente imposible que alguien viviera en esa casa. Por dentro estaba toda derrumbada, había escombros por el suelo y se oía el sonido de las ratas.

—Vi una sombra—dijo uno de los chicos, muerto de miedo.

Cuando Antonio se volteó para mirar al compañero que había dicho eso y para preguntarle qué tipo de sombra, ya no estaba. Los otros dos chicos que allí se encontraban también se dieron cuenta de eso, y presos del miedo decidieron salir y dejar de lado el asunto de la casa.

De repente, ya no se acordaba por dónde habían venido y la casa parecía un maldito laberinto sin salida, de esos en los que tardas horas y horas de resolver pero te rindes al final.

Presos del pánico, no pudieron hacer nada más que seguir buscando la salida sin esperanzas. Antonio también vio una sombra gigantesca, pero para nada humana. Tenía la forma de una rata, pero parecía agrandada por el resplandor de las luces de las linternas. Una rata pasó por entre sus piernas, logrando que perdiera el equilibro y que se cayera al suelo, en el cual tanteó y se dio cuenta que estaba resbaloso, no como antes que estaba medianamente normal. Le sorprendió que ninguno de sus compañeros le haya ido a ayudar, así que los buscó con la mirada pero no los encontró. Si descubría que se habían ido sin él, se las haría pagar a esos cretinos cobardes e inservibles.

Se levantó como pudo y siguió caminando hacia un lugar en el cual veía que había luz. Rengueaba un poco, pues se había torcido el tobillo con la caída y le dolía mucho, pero primero era encontrar la salida y una vez logrado eso ahí si iría a que lo revisaran en el hospital.

Llegó al final de la luz y vio a sus compañeros colgados del techo. Las cadenas eran las encargadas de mantenerlos, pero le resultó desagradable el estado en que estaban los demás chicos y no pudo evitar las náuseas.

Completamente desnudos estaban siendo comidos por las ratas. No pudo distinguir nada más, porque en ese momento perdió el conocimiento por un fuerte golpe en la cabeza que no se sabía de dónde había venido. Cayó rendido al suelo, para nunca más despertar.

Detrás de él, estaba el anciano que había visto Andrés. Su vestimenta consistía en el pelaje de las ratas. A unos centímetros de la nariz, poseía unos largos bigotes como los de las ratas que eran sensibles al tacto, además de que también tenía las típicas orejas de un ratoncito. No podía faltar la cola de ratón, que era tan larga que llegaba al suelo y lo perseguía mientras caminaba.

No puedo aclarar con toda exactitud si tan solo era un disfraz para satisfacer el cambio de humano-rata del hombre o verdaderamente eran sacadas de varios ratones para luego unir sus partes y usarlas para sentirse una de ellas. Lo único que puedo asegurar es que era demasiado repugnante, tanto que Andrés había tenido razón de no hacerle caso a sus compañeros.

El hombre se reía con el chillido de las ratas y caminaba en cuatro patas como una de ellas. Ya se había a acostumbrado a convivir con aquellos roedores, al igual que las ratas le habían tomado cariño y lo veían como el rey.

—Hola...—se escuchó en la entrada de la casa. Era la voz de Andrés.

El hombre-rata se asustó y, como un idéntico roedor, fue corriendo a esconderse.

Andrés ya había entrado en la casa con el propósito de buscar a sus compañeros, porque había transcurrido un gran rato y no contaba con alguna señal de que los chicos se encontraban en perfecto estado.

Cada vez se iba sumergiendo más al interior de la casa, y pudo notar como una especie de sombra lo seguía no muy sigilosamente. Le daba miedo voltearse, pero reunió valor y lo hizo: se encontró al hombre rata, quien lo miraba fijamente. No pudo contener el grito de horror que llevaba guardado e inmediatamente salió corriendo a buscar la salida. Tal como le había ocurrido a sus compañeros ya muertos, la casa se había convertido en un laberinto; afortunadamente, él sí pudo encontrar la salida, pero justo cuando estaba por abrir la puerta, el hombre lo agarró del hombro y lo arrastró nuevamente al interior.

—Oh, no, no, no...—Repetía el viejo, con una voz demasiado aguda que dañaba los oídos—. No podrás escaparte de la rata mayor.

Lo llevó a una sala donde en el centro había una camilla de hierro que se encontraba helada y sucia y lo acostó allí a la fuerza. El chico se resistía, pero aquél hombre trastornado tenía mucho más fuerza que él y cada vez lograba más lo que deseaba: convertir a un humano más en una rata.

Con los demás no había tenido éxito, pues se notaba a distancia que no habían elegido una buena decisión. Las ratas eran lista y pensaban varias veces las cosas que iban a hacer, aunque demostraran todo lo contrario cuando irrumpían en la casa de una persona, pero ¿acaso el veneno lograba eliminarlas? Claro que no, sino la especie ya se hubiese esfumado desde hacía siglos. La intensa pelea que tenían las personas con las ratas ya venían desde hacía mucho tiempo atrás y, el bando que mostraba más inteligencia, era sin duda el de las ratas.

En cambio, con Andrés se había dado cuenta que había entrado allí para tener alguna noticia de sus amigos. Eso es lo que hacían las verdaderas ratas: siempre se preocupaban por sus compañeros.

El viejo ya tenía todos los accesorios preparado en una mesita quirúrgica que se encontraba a unos centímetros de la camilla de hierro. Allí, se encontraba la cola, las orejas y los mismísimos bigotes de los ratones. Hacía tiempo que estaba esperando que alguien entrase a la casa para convertirlo en su próximo y digno heredero.

Andrés se encontraba con los ojos cerrados, pues el terror que le transmitía aquél hombre era tan potente que sabía que no era algo normal. Debía ser una persona loca, porque ¿quién se querría transformar en un asqueroso roedor como lo es la rata?

Contempló con sus ojos como las manos del hombre sostenían un gran serrucho que luego cortaría las orejas reales del desafortunado heredero para después, en ese espacio, colocar las de una rata.

—No tengas miedo, aclamado príncipe—Decía la rata mayor, disfrutando los gritos que se escapaban de la boca de Andrés—. Pronto ya serás alguien como yo... alguien como yo—repitió, tratando de imitar un eco.

Minutos más tarde, el heredero ya era una rata digna de soportar aquél "cargo" importante entre la multitud de aquellos roedores.

Su aspecto era tan asqueroso que cualquier persona que viera al pobre chico, tendría deseos de quitarse la vida para así nunca poder recordarlo. A pesar de ello, el viejo estaba orgulloso de lo que había podido conseguir, así que se acercó a su digno heredero y le dijo unas palabras:

—Cuando yo ya no esté más aquí y te conviertas en la mayor influencia de las ratas, deberás de conseguirte a otro...

No pudo concluir la frase, porque Andrés se le lanzó encima y le clavó aquellos dos dientes también trasplantados. La sangre empezó a brotar de la parte izquierda del cuello, pues parecía ser que el mordisco fue tan fuerte que logró arrancarle un pedazo de piel.

De fondo, se escuchaba el ruido de las ratas que vagaban por aquél lugar. Algunas sabían lo que había ocurrido, mientras que otras lo desconocían por completo.

El joven se encaminó hacia la salida, donde una vez allí entreabrió la puerta y todo el brillo del sol, que apenas estaba saliendo, le alumbró el desfigurado rostro que ahora poseía. Había una señora de bastante edad que circulaba por la zona, y al ver como esa persona- rata salía de la casa, pegó tal grito que despertó a todos los vecinos del barrio. Estos salieron de sus casas y vieron al desafortunado chico.

Con un poco de miedo de que le hicieran algo, volvió a entrar rápidamente en la casa y trabó la puerta para que a nadie se le cruzara la idea de entrar en ese espantoso lugar. Se deslizó por la puerta hasta sentarse en el suelo y se puso a llorar, ¡no quería ser aquella cosa tan espantosa!

Anteriormente, cundo había abierto la puerta, no se dio cuenta que todas las ratas que convivían en la casa se habían escapado. Esto lo entristeció más, y no sabía el por qué si esos bichos le repugnaban demasiado.

Ya no había nada más que hacer. Seguramente, si salía de aquél lugar le harían daño por ser algo tan horrible.

Lo único que se podía hacer, era seguir el legado que le había dejado el hombre.

Solo tenía que conseguir a varias ratas para gobernarlas y luego... encontrar otro heredero digno.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro