Hay una niña a la que le caigo mal, su nombre es Araceli, no recuerdo haberle hecho algo malo, pero siempre me repite que la lastimo siempre que me ve.

Dice que su abuelo no la quiere como el mío me quiere a mí, el abuelo de Araceli es muy gruñón y no le gustan los niños, a veces grita cuando nos ve paseando por su calle y corremos asustados. Vi una vez como le jaló la oreja a Araceli y la hizo llorar.

Creo que lo que hace es malo, no debería hacerla llorar, a mí no me gustaría que mi abuelo me hiciera llorar así.

Tuve una idea hace días: me gustaría decirle que compartiría a mi abuelo con ella.

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Hoy salimos con el carro viejo a comprar naranjas que ponen los sábados a vender en grandes canastas fuera de los potreros, puso música de la radio en el camino y cantó en voz baja; tiene una bonita voz, el abuelo debería ser cantante.

—Pregunta —arrugué la frente, sin saber que decir—, dime que está pasando por tu cabeza.

Bajé la cabeza y me quedé mirando mis zapatitos oscuros manchados de lodo.

— ¿Puedes ser el abuelo de una niña?

— ¿Estas segura de querer compartir a tu único abuelo con otra niña? —No supe que decir, solo sabía que la niña quería un abuelo como el mío—, ¿Quién quiere un abuelo?

—La niña que me molesta. —hablé bajito, sin mirarlo.

—Es un bonito gesto Francesca, pero este abuelo que tienes sólo está para ti. —eso me gustó, pero me sentí mal por Araceli.

—Oye abuelo, ¿Por qué no tengo también una abuela, así como mis amiguitos? —lo vi ponerse triste, ¿Dije algo malo? No quería ponerlo triste.

—Ya hablamos de eso, mi niña —siguió manejando muy callado, hasta que escuché otra vez su voz—. Tu abuela está con tu papá entre las nubes, viéndote, vigilando cada paso que damos.

— ¡Pueden verme! —No estoy sola, ellos estaban con nosotros todo el tiempo—, ¿Y puedo... puedo hablar con ellos?

—Por supuesto que sí —había asomado mi pequeña cabeza a la ventanilla, mirando al cielo—. No se lo cuentes a nadie porque se pondrán celosos; sólo tú puedes hacerlo. 

— ¿En serio? —eso era lindo, voy a poder hablar con papá todo el tiempo y con la abuela.

—Palabra del abuelo Mauro —su mano rasposa acarició mi cabello.

Desde ese día he hablado con las nubes.