2. Que gane el mejor.
Capítulo 2: Que gane el mejor.
—¿Hola? —Escucho la voz de Becky del otro lado del teléfono. Sonrío poniendo la llamada en altavoz para que Jeremy pueda escuchar.
—¡Becky! —decimos nosotros al unísono. Puedo escuchar su risa.
—¡Jem, Dyl! ¡Hacía mucho que no sabía de ustedes!
—Ni nosotros de ti, señorita soy-la-novia-de-un-cantante-con-fama —se burla Jem rodando los ojos. Escucho a Becky suspirar por detrás de la línea.
—¿Han visto la TV? —inquiere con algo de frustación en su voz.
—Y las revistas, el periódico, Internet... ¡Estás en todas partes! —le digo con una enorme sonrisa, aunque ella no pueda verme.
—Nah... no me gusta salir en TV, pero tampoco pienso dejar a Levi otra vez por eso. —Jeremy y yo soltamos un "aww, qué adorables", y Becky se ríe.
—Ya encontrarán su amor perdido, chicos, ya verán —asegura ella. Yo ruedo los ojos y niego con la cabeza.
—Los únicos chicos con los que estamos conviviendo ahora son con un tal Ian y una pelirroja llamada June, que según te conoce.
Becky jadea del otro lado de la línea.
—¿Conoces a June Hudson?
—Sí, ¿sí sabes que pasaremos las vacaciones con la abuela Alicia, no? —pregunto alzando una ceja. Es gracioso como aunque la otra persona no te vea, aun así hacemos gestos.
—Me contó Ale, sí.
—Oh, pues cuando llegamos nos encontramos con que la abuela tenía una guerra con la abuela de en frente; es la abuela de June e Ian Hudson. —Explico. Jeremy me hace señas para que cuelgue pronto porque Alicia y Melissa se acercan.
—¡Qué increíble!
—Becky, debo dejarte, la abuela no debe saber que esaba hablando contigo.
—De acuerdo, llámame pronto, Dyl.
—Adiós, Becky.
La abuela se acerca a nosotros mientras habla con Melissa. Parece bastante enojada. Cuando nos mira, sonríe cínicamente. Melissa hace una mueca, supongo que ella ya sabe lo que está a punto de pasar.
—¡Dyl! —La abuela grita y me acerco a ella corriendo. Pone sus manos en jarras y me examina velozmente con la mirada—. ¿Qué tan buena eres en bici?
—Abuela, está hablando con Dylan Konroe —Jem suspira y hace movimientos con sus manos, como si estuviera presentándome ante una multitud—. La ganadora del segundo lugar en el concurso de ciclismo en el estado, ¿lo entiende?
Mi abuela sonríe de lado y yo me sonrojo. No es algo que vaya diciendo por ahí. Sí, las bicis se me dan bien. Las bicicletas, los patines, las patinetas, andar sobre ruedas es lo mío.
—Bien, Dyl, porque adivina qué —Ella no espera mi respuesta; señala a Michelle que está diciéndole algo a Ian—. Michelada nos ha retado al mejor ciclista. —Bichos, lo que me faltaba—. E Ian es de verdad bueno. No podemos perder esto, ¿entiendes, Dyl?
Le doy una sonrisa de lado y asiento, aunque realmente no estoy muy convencida de que podré lograrlo. Tengo tiempo que no me subo una bici, últimamente lo que más he ustado usando son los patines y las patinetas. Alicia toma mi brazo y tira de él con fuerza, pero no me molesta. Caminamos hacia donde está Michelada e Ian.
June sigue sin aparecer.
—¡Michelada! ¡Aquí tiene a su competencia! Mi nieta Dylan fue la ganadora del segundo lugar de ciclismo en Carolina del Norte. —Fulmino a Jem con la mirada. De verdad que no me gusta que la gente lo vaya diciendo por ahí, porque entonces la gente comienza esperar más de ti, y no tengo idea de cuánto podré dar ahora mismo—. Así que...
—...que gane el mejor —acompleta Michelada la frase. La señora se gira hacia su nieto Ian y le da su mejor sonrisa—. Tú puedes, Ian.
El chico sonríe y abraza a su abuela, luego va por su bicicleta.
—Diviértete, Dyl —me dice mi abuela y luego me hace correr a por mi bicicleta.
El recorrido es simple; el parque tiene una pista para bicicletas, es bastante extensa. Lo único que tenemos que hacer es dar cinco vueltas, quien llegue primero y acomplete las cinco, entonces es el ganador. ¿Qué gana? El equipo perdedor deberá hacer la comida del ganador por dos días completos.
Ian suspira, y se sube arriba de su bicicleta. Yo imito su gesto. Cierro mis ojos, preparándome para la pista. Me visualizo a mí ganando. Eso siempre me funcionaba. Entonces, Michelada deja sonar el silbato, y ambos empezamos a pedalear lo más rápido que podemos.
La ropa que llevamos obviamente no ayuda. Se supone que se suelen usar trajes especiales, más cómodos, así que es lógico que ni Ian y ni yo podemos ir a toda la velocidad que nos gustaría. A pesar de eso, comienzo a escuchar a la gente apoyándonos. Es como si todo el parque se hubiera fijado en nosotros y nos están diciendo palabras de apoyo.
Ian es bastante rápido, lo admitiré. El chico es fuerte, pero se cansa con facilidad, por lo que yo llego primero en la primera vuelta. Aun así, él pedalea como si en eso se le fuera la vida. Puedo ver que está cometiendo un par de errores; el chico aplica demasiada fuerza, debes ir relajado, tranquilo, entonces vas más rápido.
La segunda vuelta, a pesar de todo, la gana Ian. La tercer la gano yo, la cuarta él. La quinta es la decisiva.
Hay una parte difícil en el recorrido. Entras a una parte de la pista en la que los árboles son lo único que ves, árboles por todos lados. Y la pista da muchas vueltas, tratando de esquivar los árboles. Lo había estado haciendo bien en las vueltas anteriores, a pesar de que lo que se me da peor son las curvas. Yo soy buena en recto, y por el contrario, Ian parece dominar las curvas con una facilidad envidiable.
Ian va detrás de mí, prácticamente me va pisando los talones, y yo tengo miedo porque esta es la vuelta decisiva y tal parece, la voy a perder si él me alcanza en las curvas.
Voy demasiado concentrada en ver cómo va Ian, que no observo la piedra que tengo frene a mí, así que no la esquivo y eso me hace caer.
La bicicleta se vuelca y yo caigo hacia los árboles; es lo malo de las curvas y chocar con algo. La piedra más pequeña que toque la bici, estás perdido. Por eso los caminos deben ser despejados, más cuando se va a altas velocidades.
Sé que me he raspado el brazo, y una rodilla también. Gimo de dolor y me digo a mí misma que será mejor que regrese caminando, estoy demasiado débil como para subirme de nuevo a la bici. Jem tendrá que ayudarme a sanar estos raspones.
Entonces, veo como Ian se detiene.
Frena su bici, la deja de lado y se acerca a mí.
—¿Qué quieres? —le gruño con maldad, mientras poso una mano sobre el raspón que me di en el brazo, tratando de contener el dolor—. ¿Burlarte de mí?
Él me da una sonrisa, pero no es prepotente ni odiosa, es más tranquila, de comprensión.
—Déjame ayudarte, no es bueno que te quedes así.
—¡Súbete a esa cosa y gana! ¡No quiero tu lástima!
Dejo caer una lágrima de rabia. Es la misma razón por la que perdí el concurso estatal; pude haber ganado el primer lugar, pero alguien me hizo tropezar y me hice daño en un brazo, a pesar de eso me levanté y no tengo idea cómo le hice para llegar segunda. Pero lo hice.
—Dyl, traigo venditas.
Enarco una ceja.
—¿Por qué traes venditas? —cuestiono más tranquila. Quito la mano de la herida, él saca sus venditas de Doraemon y corre a su bici por el bule de agua, entonces limpia la herida y pone una vendita.
Lo hace con una suavidad que me resulta casi relajante.
—Siempre llevo venditas, por si acaso. —Él me da una tierna sonrisa.
—¿Por qué me ayudas? —curioseo mientras él me limpia la herida de la rodilla.
—June me contó; eres prima de la amiga de mi hermana, ¿por qué no ayudarte?
—Emh... ¿porque soy tu enemiga?
Él alza la cabeza, sonríe y niega con la cabeza.
—Nuestras abuelas son enemigas, Dyl. Tú me agradas.
No sé por qué bichos me sonrojo. Sólo sé que siento mis mejillas calentarse. Ian se levanta y me tiende una mano, para ayudarme a levantarme. La tomo. No me duele tanto la rodilla y el brazo es controlable.
—¿Crees que puedas continuar? —pregunta él subiéndose a su bici. Yo asiento con una enorme sonrisa.
—Sí, ¡gracias, Ian!
—¡Eres buena, Dyl! ¡Que gane el mejor!
Entonces lo veo desaparecer entre las curvas de los árboles. Suspiro, subo a mi bici y comienzo con el trayecto. No puedo ir tan rápido como hacía unos minutos, pero cuando Ian llega a la meta, es sólo cuestión de segundos en los que llego yo.
Michelada festeja, pero Alicia aun así me sonríe aunque no haya ganado y me da un abrazo.
—Eres realmente rápida, Dyl —me dice ella. Le doy una sonrisa y me giro a Ian. Él también me está mirando.
Las comisuras de sus labios se levantan y me guiña un ojo.
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