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36

Thais

Aang abre su armario y saca una cuerda blanca con una superficie suave y lisa. Veo cómo la luz se refleja en el material, otorgándole un leve resplandor. Se la enrosca alrededor del brazo y camina hacia mí, que me encuentro en la cama, mientras lo observo con aspecto de ser un vaquero esgrimiendo un lazo y vestido tan solo con sus bóxers negros.

Me quedo allí sentada y lo contemplo, sintiendo que el corazón me empieza a palpitar con fuerza en el pecho. Desde que Aang había asumido el mando luego de mi secuestró, todas sus preferencias han sido muy moderadas. Le gusta controlarme, pero no disfruta haciéndome daño. Debería haber imaginado que eso cambiaría. Me recuerdo que aquello es diferente, que confío en Aang porque es alguien a quien estoy muy unida. Se preocupa por mí, poniéndome siempre por delante de sí mismo para protegerme. Es posesivo, pero comprensivo y es mi amigo más íntimo. Una vez que mi cuerpo asimila aquella lógica, dejo de sentir miedo. Porque ya no estoy secuestrada, yo no debo tener miedo.

Está de pie frente a mí con aquel físico musculoso, poderoso y espectacular. Comprueba la cuerda con las manos, mostrando su evidente resistencia.

―Bocabajo —ordena.

Me quedo mirando la soga que tiene en las manos con la mente en blanco. No puedo hacer nada más que permanecer sentada contemplándolo, pensando en aquella cuerda anudada con fuerza alrededor de mis muñecas. Quedaré a su completa merced, sin ningún control en absoluto.

Forma un lazo con ella y tira de ambos extremos, provocando un fuerte chasquido.

―Ahora.

Termino por cooperar y me doy la vuelta para tumbarme con el vientre sobre la cama.

―Se te olvida algo.

Sé perfectamente a qué se refiere. ―Oui, monsieur..

Me agarra por los tobillos y me estira las piernas hasta que quedan colgando en el borde de la cama. Me ata los tobillos con la cuerda, apretándola bien para que no pueda moverme a menos que doble las rodillas.

Coge lo que sobra de la soga y trepa sobre mí.

―Las muñecas.

Dudo antes de juntarlas por detrás de la espalda. Me las ata con firmeza, usando la fuerza suficiente para que no pueda mover ni siquiera los codos. Me quedo allí tumbada con la mejilla apoyada contra la cama, esperando a que empiece con lo que sea que quiera hacer conmigo. Aang se quita los bóxers y los lanza al suelo de una patada. Después se mantiene suspendido sobre mi cuerpo, haciendo presión con su gruesa erección entre mis nalgas. Se frota contra mí despacio, moviéndose a través de la suave piel. Recoge la humedad de mi entrepierna y la extiende por mi trasero. No sé si va a penetrarme por delante o por detrás. Conociéndolo, probablemente quiero hacerlo por ambos sitios. Me rodea el pecho con el brazo y me obliga a levantarme, arqueándome la espalda y girándome la cara hacia él.

Me besa la mandíbula y traza un recorrido hasta mi boca. Me da un beso delicado, una contradicción directa con la brusquedad con la que se aferra a mí.

―Dime qué piensas cuando me ves con Lou.

Mi pecho se eleva y desciende contra su brazo. Siento su sexo grueso entre mis nalgas, retorciéndose y palpitando porque ansia follarme con ganas. Mis manos atadas descansan en la parte superior de mi trasero y la cuerda me roza la espalda.

―Dímelo.

―Que fue tu primera sumisa... la primera mujer que te hizo querer tomar el control. Odié imaginármela atada en tu cama.

―¿Y qué más?

―Me pregunto si todavía quiere intentar algo contigo... y si lo harías.

―¿Y?

―Sentí náuseas... Me enfadé mucho... Me sentí dolida porque sé que no crees que ella es más peligrosa que Theodore. Qué posiblemente te usa y tú estás feliz con que te use.

Vuelve a besarme la mandíbula. ―Pero soy todo tuyo, pequeña. La única mujer a la que deseo que esté debajo de mí, usándome eres tú. Y si sospechas de ella estaré atento, ¿de acuerdo? ―me da algunos mordisquitos en el lóbulo antes de dejar escapar su cálido aliento sobre mi oído. ―Lou Green no es nada en comparación contigo.

―¿Eso crees?

Me besa la curva de la oreja.

―Eso lo sé, eres mil veces mejor que ella. Pero ahora tengo que castigarte por haberte acostado con ese imbécil. El único hombre con el que puedes estar soy yo ―me suelta el pecho y sostiene su propio cuerpo con los brazos. Mi torso descansa sobre la cama y mi mejilla vuelve al colchón.

Aún le duele que me haya acostado con otra persona, puf.

«Eso no será bueno para tu trasero, querida».

―Arriba ―su voz profunda resuena en mi oído. Vuelve a incorporarme forzando los pequeños músculos de la espalda para mantenerme erguida.

Me besa en la nuca y es sembrando besos a lo largo de mi columna. Me roza la piel sensible con la barba, arañándome del modo más erótico. Lleva la boca hasta mi hombro y me clava los dientes con delicadeza, mordiéndome de forma provocativa.

Cierro los ojos y gimo. Él dirige su sexo hacia mi entrada y se introduce dentro, abriéndose paso por mi entrepierna resbaladiza hasta que queda completamente enfundado en mi lubricación.

―Siempre estás mojada para mí, pequeña.

Respira pegado a mi oído mientras empieza a empujar sacudiendo las caderas contra mi trasero. Cada vez que se mueve, su cuerpo choca contra mis nalgas con una fuerte palmada. Instintivamente mis manos tiran de la cuerda que me ata las muñecas, pero no se mueven ni un milímetro.

Aang gruñe en mi oído mientras me folla, entrando y saliendo de mi sexo.

―Qué puta maravilla ― dice lleno de placer. Cada vez que entra en mi interior se esfuerza por llegar lo más hondo posible, —aunque sabe que nunca va a poder entrar todo— y por utilizar toda la fuerza que puede, chocando los testículos contra mi trasero.

Vuelvo a tirar de la cuerda porque quiero agarrar su prominente muslo. Quiero sentir aquel musculado cuerpo sobre el mío con mis propias manos, pero el nudo está demasiado apretado y cada vez que me muevo, la cuerda se me hunde más en la piel. De repente, me da un azote sin previo aviso, golpeándome con la enorme palma de su mano con una fuerza sorprendente. Salgo impulsada hacia delante y dejo escapar un pequeño grito de estupor.

Entonces me acaricia la nalga a modo de disculpa, masajeando la piel donde ya siento un cosquilleo.

―Te dejaré la piel enrojecido... ―embiste una vez más, acercando la boca a mi cuello.

Besa la piel con fuerza y succiona, volviéndose más agresivo conmigo. Entonces, me da otro azote y la mano le tiembla con el movimiento.

Suelto un gemido tanto de dolor como de placer.

Él cambia de mano y me pega en la otra nalga, golpeándome de forma tan despiadada como la vez anterior. Yo respiro asimilando el dolor y sintiendo cómo me arde el trasero.

Ahora Aang me penetra con más violencia, gruñéndome al oído mientras estampa el cabecero contra la pared. Me da una nalgada  tras otra, azotándome por el crimen que había cometido. Los golpes son siempre inesperados y me pega con energía y rapidez en vez de recurrir a unas suaves palmaditas.

Los ojos se me empiezan a humedecer porque el doloroso ardor que siento en la piel hace que me escuecen los lagrimales. Aang me mira a la cara y ve cómo me caen las lágrimas.

―Solo tienes que pedirme que pare y lo haré. Aunque no hay palabra de seguridad, podemos hacer una excepción.

―Estoy bien.

Se tumba sobre mí dejando caer más peso y me penetra profundamente y con brusquedad.

―Putain de merde ―gruñe, follándome duro. ―Esto es por pensar que otro podría darte lo que te doy ―Aang me azota duro.

Duele.

Se siente muy bien.

Para.

Golpea más fuerte.

No.

Más, por favor, más.

―Esto es por salir corriendo e irte con Theodore ―otro beso agonizante. ―Esto es por consumirme tanto por el pecado, que ya no puedo pensar con claridad más que en follarte ―Aang gruñe mientras mueve el cuerpo de atrás hacia delante, haciendo mi clítoris frotar contra las sábanas que tengo debajo.

Deja de azotarme y me da descanso suficiente para que me corra. Para que me corra con violencia. Intento contener el grito, pero no sirve de nada. Se escapa de mis labios, fuerte y agudo, y hace eco en el amplio dormitorio.

La voz ronca de Aang me llega a los oídos. ―Di mi nombre.

―Aang.

Embiste con más fuerza.

―Dilo otra vez.

―Aang.

―Ahora di que soy tu hombre ―empuja con más energía, haciendo que el orgasmo se prolongue una eternidad.

Yo no vacilo porque estoy extasiada por el clímax, disfrutando de todas las sensaciones que me provoca.

―Eres mi hombre...

Vuelve a gruñir junto a mi oído mientras eyacula, llenando mi entrepierna de todo su semen. Expulsa su semilla como si fuera una manguera apagando un incendio. Me llena hasta tal punto que empieza a desbordarse de inmediato, brotando de mi abertura.

―Y tú eres mi mujer.

Cuando sale dentro de mí, deja un beso en mi pecho.

J'adore tes seins ―Me encantan tus senos. ―Tu es à moi. ―Eres mía.

―Je n'appartiens qu'à moi. ―Yo soy mía.

La afirmación en francés es ridículamente perfecta. La susurro, hormigueando con la posibilidad. 'Je n'appartiens qu'à moi.'

―¿Y puedes compartirte conmigo?

Oui —respondo en un susurro.

Aang me sonríe antes de soltarme. Luego así como está desnudo va al baño y sale con un frasco de ungüento.

―Date la vuelta.

Yo estoy tumbada de espaldas en la cama con el trasero todavía enrojecido por la cantidad de veces que me había azotado. Así que, no lucho contra su orden, doy la vuelta.

Tengo pequeñas magulladuras en las muñecas por culpa de las cuerdas, pero si los próximos días me pongo una blusa de manga larga, nadie se dará cuenta de las rozaduras. Me agarra las caderas y me recoloca el cuerpo hasta que me tiene exactamente donde él quiere. Entonces me aplica un ungüento en las dos nalgas, extendiendo la crema sobre mi piel irritada.

El alivio es de inmediato.

Me quedo tumbada de costado en la cama porque me duele demasiado el trasero. Con suerte me sentiré mejor por la mañana y podré sentarme en una silla sin tener que ponerme un cojín debajo. La gente sabrá que o bien me habían azotado o me habían penetrado con dureza por detrás.

Aang descansa junto a mí, asegurándose de que la alarma de su móvil y comprobando si tiene algún correo nuevo. La luz que emite el teléfono le ilumina el rostro y destaca el color verde de sus ojos y su densa barba. No se había afeitado hoy ni tampoco el día anterior, y tiene la barba poblada y cerrada. A mí me gusta de ambos modos, pero con la mandíbula rasurada, sus ojos parecen más imponentes. Supongo que prefiero aquella mirada hostil.

Deja el teléfono en la mesilla de noche y me mira.

Estoy a punto de dejar caer mi cabeza sobre su pecho cuando ambos oímos un ruido, Aang se pone en alerta. Mi piel se eriza cuando siento esa sensación de estar en peligro. Mi corazón se vuelve de piedra, pone su peso sobre mi pecho, y hace que mi cuerpo se hunda.

Aang me grita un "levántate".

Todo sucede demasiado rápido.

Las balas se disparan mientras Aang me pone al lado de la cama, y nos cubre a ambos. Los disparos llenan el ambiente con estruendos. Aang logra llamar a Elliot y decirle sobre el ataque, y ponerse un pantalón.

Me hace seña para que me quede ahí mientras él sale, lo sigo sin dudarlo luego de tomar mi arma y ponerme su camiseta. Analizo mi entorno. Me encuentro con los ojos de Aang, y medito qué hacer. En medio de todos los disparos, me las arreglo para controlar mi respiración.

Saco mi arma.

Aang me protege, y sostiene su arma con ambas manos para disparar a cualquier objetivo. Yo presiono mi espalda contra la suya haciendo lo mismo. Juntos, matamos a varios hombres. Luego coge mi mano, y corremos hacia la puerta trasera de la casa.

Miro hacia fuera y veo que el auto está a una buena distancia, Aang también lo nota. Me explica que tenemos que correr juntos hacia el coche sin perder la mira en nuestros atacantes y asiento.

―Es ahora o nunca ―grita a través de la balacera. ―¿Lista?

Asiento una vez más.

Los guardias gritan órdenes para que nos atrapen, pero somos más rápidos, y salimos por la puerta trasera. Una vez fuera, Aang mira alrededor y despeja el área antes de salir conmigo. Los dos permanecemos alerta dispuesto a matar a cualquier obstáculo. Aprieta mi mano, y nos dirigimos donde se encuentra estacionado el coche. Veo a alguien de espaldas. Cómo lo supuse, hay más guardias esperándonos.

―Mantente cerca de mí ―me ordeno a Aang. —No te alejes por nada del mundo.

Agarro mi arma y me lanzo hacia el primer guardia derribándolo al suelo. Me siento a horcajadas sobre él, y sin darle tiempo a reaccionar, le disparo justo en la frente.

―¡Thais, mierda! ―grita. ―¡Ven aquí!

Se precipita hacia mí con los ojos bien abiertos.

―Debemos largarnos ahora mismo ―masculla y yo asiento. ―Y deja de ponerte en peligro.

Nos toman desprevenidos cuando las puertas del auto que íbamos a usar para huir se abren al mismo tiempo. Yo jadeo, y aprieto su brazo. Ni siquiera puedo creer lo que está sucediendo. Cuatro guardias salen de sus escondites con sus armas apuntándonos. Parpadeo furiosamente cuando veo que alrededor también hay algunos apuntándanos.

Nos han tenido una trampa, nos han atrapado.

―Tranquilos ―dice una voz familiar. ―No disparen.

Es Lars.

―¿Qué está pasando? ―exige Aang. ―Lars...

―Finalmente ―sonríe. ―¿Cómo han pasado su día?

Aang ignora su pregunta sarcástica. ―¿Qué está pasando? ―su voz se eleva mientras me mantiene detrás de su espalda.

La mirada de Lars cambia inmediatamente.

―Cumpliendo con mi trabajo ―dice a la ligera.

―Aang ―susurro. ―Nos ha vendido.

Siempre fue el traidor. Todos mis intentos de secuestros fue porque les había avisado donde iba a estar. En realidad, siempre estuvo trabajando para Escorpión, nunca le importó Aang.

―Al fin vas entendiendo ―dice inescrutable. ―¿Pensaste que arriesgaría mi vida por ti y por tu pequeña orra?

―Cuidado con cómo la llamas ―sisea Aang. ―Te sugiero que cuides tu lengua si no quieres perderla —Lars lo mira con desdén y Aang pierde la paciencia. ―¡¿Qué quieres?! ―brama con ira. ―¡Habla maldito cobarde!

―¡A ella! ―responde entre risas. ―¡La organización la quiere a ella!

―Ya me tienen a mí. ¿Qué quieren de Thais? Déjenla ir. Ella no tiene nada que ver con esto.

Lars frunce el ceño. ―Ojo por ojo. Mujer por mujer. Thais por Nova ―luego mira a sus hombres. ―Traiganla. Pueden lastimarlos, pero él jefe los quiere vivos.

El primer hombre viene a mí, pero termino disparándole, Aang también ha hecho lo mismo que yo. Lars rueda los ojos en señal de molestia.

―¿Por qué insisten en luchar? ―bufa, mirando a Aang. ―¿Qué importa luchar ahora? Ambos están perdidos. Ella va a morir de todos modos y tú no podrás hacer nada para salvarla.

―Si la dejas ir, me voy a rendir ―la respiración de Aang aumenta. ―Déjala ir. No tiene nada que ver en eso.

Su sonrisa sarcástica aumenta mi enojo.

―Estás muerto, Briand ―espeta. ―Estás muerto desde que ella apareció en tu vida. Fue la pieza clave para destruirte. No sabes cuánto tiempo estuvimos deseando que llegará ese momento.

Trato de disparar a algunos guardias, pero mi arma se encuentra sin balas.

Aang mata a unos cuantos más y al final queda como yo. Así que, les entra a puñetazos. Yo sigo su ejemplo.

―Dejen de hacer el ridículo y entréguense ―murmura Lars.

Aang baja su arma, y yo hago lo mismo.

―La calma es clave, y en estas circunstancias es probable que pueda salvarte la vida. La mía no me importa ―me susurra Aang. ―Mantén la calma y todo estará bien, pequeña —me besa. —Elliot y Terrence están en camino, no podrán matarnos si quieren salir con vida.

Yo asiento y lo abrazo.

―Siempre voy a ir por ti —me susurra.

—Y yo los mataré por ti —le devuelvo.

Siento un fuerte golpe en la cabeza y me sumerjo en la inconsciencia.

Los dolores que se extienden a través de mi cuerpo me despiertan de la bruma.

Necesito un momento para ser capaz de abrir mis ojos, y parpadear. Cuando lo hago, me doy cuenta de que me encuentro en una habitación oscura. Trato de mover mi cuerpo solo para notar que estoy atado a una silla. Todo es muy confuso. No escucho nada en absoluto, excepto el sonido de mi propia respiración. Mi garganta está seca, y arde. Siento como si no hubiera bebido agua en días. Miro frenéticamente alrededor del cuarto oscuro, con los ojos muy abiertos. No alcanzo a ver mucho. La habitación es grande, con una ventana en la pared, y una lámpara de techo junto a la puerta. El dolor se dispara en cada parte de mi cuerpo, y maldigo a quien me golpeó. Recuerdo que fui golpeada en la cabeza.

Alguien capta mi atención. Hay un cuerpo amarrado a una silla con la sangre manchando su cabeza, y su ropa. La sangre cae lentamente a mi rostro, y a pesar de mi aturdimiento lo veo.

Es él. Aang.

Mi respiración aumenta al ver que está inconsciente. La ira se precipita a través de mí, y aprieto mis dientes.

¿Qué mierda está sucediendo aquí?, ¿es una broma pesada?

Pasos suenan del otro lado de la puerta, y levanto la cabeza rápidamente apuntando mi línea de visión hacia ella. Se abre, golpeando la pared, y la luz se derrama dentro. Hay una alta silueta.

―No sabes las ganas que tenía de ver esto ―dice una voz sumamente familiar.

Es tan familiar. Se planta frente a mí, y veo sus ojos.

Me está mirando con tanta repulsión que me cuesta creerlo.

―¿Sorprendida? ―pregunta fríamente.

Miro hacia ella, respirando duro, y fuerte. La sangre se drena de todo mi cuerpo, y mi visión se desdibuja.

―Lou ―escupo con repulsión.

―¿Sin palabras, pequeña zorra?

―Ah, estás ardida porque esta pequeña zorra te quitó a tu hombre ―me burlo. ―Mucha herida, querida. Deberías hacer dieta, la envidia engorda y no, no estoy sorprendida, nunca he confiado en ti.

Una fuerte bofetada me hace ver estrellas.

Todo se funde en un borrón, y de pronto, me siento aturdida.

Escucho un breve gimoteo y sé que es Aang el que acaba de despertar.

―¿Lou? ―dice Aang confuso. ―Fuiste tú todo este tiempo ―espeta―. Tú siempre quisiste matarme. Secuestrar a Thais, ¿por qué? Más vale que tengas una buena respuesta, de lo contrario...

―¿De lo contrario qué? ―lo interrumpe. ―¿Vas a castigarme o matarme? No soy yo quien se encuentra atado a una silla.

―¿Qué quieres de mí? ―brama, su voz es oscura, llena de ira.

Una sonrisa se desliza por sus labios. Toda esta situación le parece muy divertida. Ella está disfrutando mi dolor.

―Sabes exactamente lo que quería ―masculla con calma―. Ya no te necesito para eso. Quiero que desaparezcas del mapa, pero antes vas a ver como ella muere, quiero tomar lo que es mío por derecho. Me cansé de esperar al inepto de Theodore. Siempre fue débil.

Se ríe.

―Aunque debo admitir que eres difícil. Le dije a Theodore que te habías acostado con su novia, ¿qué hizo el estúpido? La perdonó y querían huir juntos. Así que, no tuve más opción que avisarle a su padre y decirle que su único hijo iba a abandonar todo por una mujer y él tomo cartas en el asunto.

―¿De qué diablos hablas? ―pregunto.

―Theodore se enamoró de una joven americana, y le propuso huir con él. Pero todo se fue al demonio cuando su padre se enteró. Nova fue brutalmente violada por órdenes de su padre, y murió a causa de eso.

―¿Por qué lo traicionaste? ―escudriño. ―¿Venganza?

Niega rápidamente.

―Por supuesto que no. Lo traicioné para tomar el puesto de mi hermano Caleb.

»Era eso, o esperar el momento adecuado para que papá me destruyera la vida obligándome a casarme con algún mafioso de renombre. No nací para ser princesa, mamá crió a una reina, pero él no entendía eso. Theodore estaba roto, y herido cuando su novia nunca llegó al lugar del encuentro. Y yo necesitaba a alguien para desviar la atención, así que, del teléfono de Nova envíe un mensaje a Aang pidiendo verlo. Apareció en el lugar equivocado, a la hora equivocada y Theodore lo vio sostener el cuerpo de Nova. Ya no había duda ―sonríe con malicia. ―Pero cuando se corrió el rumor en la Academia de guardaespaldas Terrence y Elliot salieron a defenderlo y dijeron que eran su coartada aunque fuera mentira, pero ambos creyeron en su inocencia.

»Cuando supe lo de la misión se lo dije al padre de Theodore, le exige cumplir con su parte del trato que era eliminar a mi hermano. Era un sádico de mierda, y no me costó convencerlo. Envió a sus hombres detrás de Aang y sus compañeros, esto incluía mi hermano menor, Caleb, mataron a todos, excepto Aang quien sobrevivió. Estaba herido y todas las sospechas cayeron encima de él. Luego convencí al señor Briand para que no lo dejará más tiempo en la Academia porque tenía pensando ponerlo de mi lado, pero el muy idiota se negó.

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