23
Aang
Me he pasado la noche coordinándome con el equipo de limpieza y preparando nuestra partida.
Si hay algún aspecto positivo en todo esto, es que pronto estaremos en casa y podré obtener más pistas sobre Thais sin distracciones. Nos habían dado pistas falsas acerca del paradero y déjame decir que esas personas se lamentaron de eso.
Mientras regreso a casa, mi teléfono vibra.
[Tenemos novedades. Debemos acelerar la partida.]
Se me pone la adrenalina por las nubes. Al entrar en casa, intercepto a Elliot en el pasillo.
—¿Qué ocurrió?
—Kent, nuestro contacto de la CIA, me ha enviado un correo electrónico —dice, apartándose el pelo mojado. Debe haberse dado una ducha para deshacerse de la sangre de los hombres de Escorpión. —Un boceto de Gian está circulando por la oficina local del FBI. Debe habérselo proporcionado uno de los agentes que se escapó. Supongo que fue él quien traicionó a Thalia... —no termina la frase, pero no hace falta. —Bueno, un contacto nos aviso haberlo visto cerca de los Alpes, si lo encontramos sabremos de Thais.
—Envía a Lars a que prepare el avión —le digo.
—¿Cuántos guardias enviarás en el avión?
—Cuatro, por si acaso —digo después de un momento de reflexión. —El resto puede quedarse para formar parte de nuestro equipo de ataque.
—De acuerdo.
Escuchamos los pasos de alguien.
―Señor Briand, Terrence ha venido a verlo.
Seguro que Elliot le había llamado para avisarle.
―Que pase.
―Sí, señor ―Anton va hasta la puerta.
Elliot sigue su camino y yo voy a mi despacho, me sirvo dos vasos de whisky y espero a que llegue mi amigo. Terrence entra en la habitación un segundo después, con vaqueros oscuros y una cazadora de cuero. Se deja caer en la silla junto a mí, agarra la bebida y se reclina contra el respaldo, relajando su postura.
Yo me poso el whisky sobre la rodilla, acariciando el cristal frío con las yemas de los dedos. ―¿Estás viendo a alguna mujer nueva?
―No.
―Todavía estás colgado de la última, ¿eh?
―No ―yo nunca me había colgado de nadie. Ni siquiera por Anjoly quien fue mi prometida.
―¿Estás seguro de eso? Pareces bastante deprimido desde que ella no está.
―Siempre estoy deprimido ―respondo con sequedad.
Terrence suelta una risita sarcástica. ―Estás hecho polvo. Además, es la primera vez que me pides ayuda para buscar a una mujer. Admítelo de una vez, estás enamorado.
―Solo lo hago porque es mi culpa lo que pasó ―por qué tiene que fastidiarme.
―¿Por qué no hablas con ella cuando regresa, y ya está?
―¿De qué? ―doy un sorbo―. No hay nada que decir.
―Aang, no entiendo por qué estás siendo tan imbécil con este asunto. Si quieres a la chica, ve y díselo.
―No la quiero.
―Y una mierda.
―No lo hago ―lo diré cuantas veces sea necesario.
―¿Entonces por qué llevaste un mes con la cara larga hasta el suelo luego que te apuñaló? ¿Por qué lo dejaste entrar de nuevo a tu vida si fuiste incapaz de perdonar a Anjoly por una infidelidad?
―Thais es diferente.
―¿Ves? ―se ríe. ―Si tienes tanta suerte como para encontrar a alguien que te haga feliz, debes permanecer a su lado todo lo posible. Un día lo perderás, pero mantenerla a distancia no hará que nada resulte más fácil a la larga.
―Mejor vamos ―digo cambiando de tema. ―Si los tomamos de noche, les daremos un golpe sorpresa.
Terrence deja su vaso y se levanta.
―Como quieras.
―¿Cuántos hombres tenemos?
―Sesenta. Pero creo que puedo conseguir veinte más.
―¿Cuánto les estás pagando?
―Una barbaridad ―contesta Terrence―. Pero he conseguido a los mejores hombres para el trabajo.
―¿Cuál es nuestro plan?
―Bastante directo. Los emboscaremos de entrada.
―¿Cómo sabremos que Gian está siquiera en el complejo? ―digo poniéndolo a prueba.
―Uno de mis fuentes me ha confirmado que no fue a Croacia como lo tenía planeado ―Terrence ajusta sus gemelos. ―Tienes que comer algo. Tienes un aspecto espantoso.
―Y me siento espantosamente ―digo con tono lúgubre.
Verónica
La exposición fue cerrada al público, permitiéndonos verla en privado.
Efecto Theodore.
Noto que cada vez que hace algo, normalmente cierran el edificio porque no es una persona que disfrute estar en público. Theodore está a mi lado, y ambos observamos en silencio la obra maestra de Wassily Kandinsky. Las acuarelas son impresionantes, y, a pesar de las décadas, aún conservan su magnificencia. El tiempo no las ha desgastado, no cuando están tan meticulosamente conservadas. Fundan una percepción simultánea del oído y la vista. Kandinsky visualizaba sonidos como parches de color (arte sinestésico), y era amante de la música de Wagner, que emergía en sus más abstractas creaciones.
—Es hermoso, ¿no? —dice Theodore, usualmente distante y frío, pero en este momento su sinceridad es palpable, densa como un objeto físico.
—Me gustaría poder pintar —respondo.
—¿Por qué no lo haces?
—Porque soy terrible en eso —río suavemente—. Confía en mí, lo he intentado. Mis intentos de pintar parecen los garabatos de un niño. Para crear algo como esto, necesitas una cualidad especial, ya sea en las manos, en la mente o en el alma. Tienes que ser distinto. Muchos artistas famosos parecen tener déficits, pero esas inhibiciones de alguna manera dan lugar a algo único y hermoso.
—Hay otras formas de arte. Como la literatura, la poesía...
—Ayudarte a comprar arte es lo más cerca que voy a estar de eso. Nada de lo que intente saldría bien —digo, juntando mis manos al frente de mi cintura mientras mantengo una prudente distancia de él. —¿Qué piensas?
—Me lo llevo —responde, volviendo su cabeza hacia mí. Sus ojos, brillando bajo las luces artísticas, son tan perfectos que si alguien le pintara un retrato, lo compraría sin dudarlo, sin importar el precio.
—Vamos a hacer la transferencia. Luego cenaremos.
—Por supuesto.
Theodore sale de la sala para gestionar el trato con el gerente del museo. Me quedo atrás, contemplando la pintura que acaba de adquirir. Será transportada cuidadosamente al día siguiente, así que Theodore y yo vamos a cenar a uno de sus restaurantes favoritos. Su asistente llamó con antelación para reservar un salón privado solo para nosotros. Theodore se sienta frente a mí con su perfecta postura, el menú abierto en sus manos. Ignoro el menú y me concentro en él.
—Voy a pedir la lasaña —cierra el menú—. ¿Tú?
—Pollo —respondo mientras lleno mi copa y tomo un sorbo.
—Sé que eres hija única, tienes dos mejores amigos y que amas el periodismo. ¿Pero qué más?
—Tengo dos millones de seguidores en Instagram. También son amigos.
—Vaya, es impresionante.
—No te burles de mí. Los considero parte de mi vida.
—¿No era esa la reacción que esperabas? ¿Validación por mostrar tus "falsos amigos"?
—No son falsos. Son personas reales; se alegran por mí cuando me pasa algo bueno, son bastante empáticos.
—¿Qué saben de ti, aparte de tus selfies antes de entrar a la redacción y tus entrevistas? ¿O de tu cara bonita y fotos en bikini?
—¿Has estado acosándome?
—Tu Instagram es público. No hubo acoso, si no quisieras que lo vea todo el mundo, lo hubieras puesto en privado. Pero sí, Vero, lo he revisado. Y es bastante... aburrido para alguien como tú. No refleja tu personalidad.
Mi sangre hierve bajo la superficie, pero murmuro—: No me importa lo que pienses. A ellos no les parece aburrido.
—Puede ser, pero te importa lo que piensen los demás. Por eso mantienes esa página. Ya sea por validación o atención, de alguna manera te hace sentir bien, no invisible, ni sola cómo te sientes gran parte del tiempo. Aunque no persigues conscientemente la atención, ¿verdad? Pero en el fondo, todos lo hacemos.
¿Cómo puede este hombre leer tanto en los detalles?
—¿Intentas demostrar algo? —pregunto—. ¿Probar un punto?
—No estoy tratando de probar nada. Solo digo que el perfil que creaste no eres tú. Es la parte que deseas que vean, y a mi entender, es aburrida.
—¿Y eso qué?
—¿Cómo pueden ser tus amigos si no te conocen? No saben qué te hace feliz o triste. Algunos te aman solo porque eres hermosa; otros te odian por lo mismo. Y otros solo quieren acostarse contigo. ¿Consideras eso un amigo?
—¿Qué pretendes con decirme eso? ¿Qué buscas de mí?
—¿Qué crees tú?
—No soy una idiota. Sé que esto es solo una fase antes de pasar al siguiente paso.
Hace una pausa con su vaso de vino a medio camino de sus labios. —¿Qué crees que haré?
—¿Acostarte conmigo?
—Eventualmente.
—Eres mi jefe.
—No seríamos el peor cliché de la historia. Pero cualquier cosa que pase entre nosotros debe quedar en privado.
Mi estómago se retuerce con una mezcla de decepción y una extraña sensación de embeleso. Es oscuro y perturbador.
No digo nada más durante la cena y él tampoco se molesta en hablar.
—Quiero irme a dormir —digo apenas termino de comer.
—No actúes como una niña por lo que he dicho.
—No estoy actuando así, solo quiero irme.
—Entonces vámonos —dice, dejando unos billetes sobre la mesa. Me rodea la cintura con su brazo mientras salimos del restaurante.
Soy pequeña en comparación con él, apenas llego a sus anchos hombros. Mi figura delgada contrasta con su gran físico.
Nos dirigimos a la casa y entramos en el recibidor. Me aferro a la barandilla al subir las escaleras con mis tacones de cinco pulgadas, tratando de mantener el equilibrio. Cada paso resuena. Theodore camina a mi lado, en silencio, ignorándome.
Al llegar al segundo piso, decido molestarlo un poco.
—¿Puedo acostarme con otr...? —mi pregunta se interrumpe cuando sus labios chocan contra los míos.
Su mano se apoya en mi rostro mientras su lengua invade mi boca con una necesidad feroz. Mis manos se enroscan en su abrigo, y un sonido ahogado escapa de mi garganta. No es un beso suave, es una conquista.
No soy una chica inocente, pero este beso es más intenso que cualquier otro que haya experimentado.
Cuando se aparta, escucho un gemido desesperado. Es mío.
Mirando sus ojos oscuros, sé que algo ha cambiado entre nosotros. He firmado algo invisible, pero innegable.
—Buenas noches, Verónica —dice, alejándose hacia su habitación.
Me quedo atónita, preguntándome qué acaba de pasar.
Mi mandíbula casi se cae al suelo mientras sigo de largo para ir a mi habitación. Realmente no sé cómo interpretarlo. Me besa, luego se aleja, vuelve y me besa para luego fingir que no pasa nada.
Cuando llego a mi habitación me siento para mirar la televisión cuando empiezo a pensar en Theodore. Salgo de la cama y me acerco a la puerta de su habitación, sabiendo que me recibirá con una burla, pero necesito saber qué pasa. Theodore podría ser el hombre más intimidante del planeta si le pones de su lado malo. Esa expresión helada estaría en su cara, pero al menos quiero hacer el intento.
Levanto mi puño para tocar la puerta, pero me detengo cuando escucho lo que está haciendo.
—Theodore... —la voz sexy de una mujer llena la habitación con un gemido. El sonido de la cama chirriante se escucha un segundo después, junto con el golpecito de la cabecera contra la pared.
Su ritmo es rápido, como si estuviera dominando ese colchón, como si la estuviera conquistando. La respiración de la mujer es tan fuerte que puedo oírla a través de la puerta cerrada. Ella jadea cada vez más fuerte, como si estuviera a solo unos segundos de llegar. Debería haberme alejado y sentir repugnancia por esto. Me ha invitado, sin embargo, se está cogiendo a otra, pero me quedo. Como una enredadera, embrujada, y sigo escuchando a través de la puerta, imaginando cómo se ve desnudo aquel hombre en forma. Parece que está sacudiendo su mundo, y ahora no puedo dejar de imaginármelo en mi cabeza.
¿Cómo la está follando?
¿Está él arriba haciendo todo el trabajo?
¿Abajo? ¿Está ella montándolo arriba y abajo?
¿Es tan grande como su ego sugiere?
¿Me trajo para que viera eso?
Debería irme ahora y dejar de preguntarme.
Pero me quedo. Quiero escucharlo gemir, escucharlo correrse. Quiero escucharlo divertirse para poder agregarlo a mi imaginación.
Me siento atraída por él cuando nos besamos, pero ahora me doy cuenta de lo profunda que es mi lujuria.
¿Por qué otra cosa todavía estaría parada allí?
Doy un paso más y abro la puerta, deseando que no abra, pero no. Mi ojo se centra en la pequeña apertura de la puerta entre abierta, y puedo verlos follando en su cama. Tal como lo imagino, él está en la cima. Tiene una mujer pelirroja debajo de él, sus musculosos brazos están atrapados detrás de sus rodillas, y la está golpeando como un hombre con la resistencia de un caballo de carreras. Él sigue dándole toda su longitud, golpeándola hasta que estuvo dentro de ella.
Ahora me doy cuenta de que realmente tiene algo por lo qué ser arrogante...
Su cuerpo cincelado se ve aún más atractivo con un brillo de sudor, del esfuerzo que muestra lo fuerte que empuja su cuerpo. Sus hombros están más poderosos al descubierto, y su estómago se aprieta aún más cada vez que empuja. Con piernas musculosas y un culo apretado, parece una escultura en movimiento. Sus ojos se enfocan en la hermosa chica de abajo, observando cómo sus tetas se sacuden hacia arriba y hacia abajo mientras la mantiene en una bola apretada.
Ahora no puedo dejar de mirar.
Los dedos de los pies de la chica se curvan cuando su cabeza rodea hacia atrás, gemidos incoherentes que se elevan hacia el techo alto. Sus uñas arañan su pecho, deslizándose más allá del sudor y los músculos.
—Sí... joder... sí... Dios... Sí, sí, sí... —ella arquea la espalda, y sus pezones se endurecen como si cada célula en su cuerpo sintiera el poderoso placer.
Theodore sigue moviéndose como si no hubiera terminado. La mujer claramente ha llegado, pero él quiere seguir follándola de todos modos. Manteniendo su carga bajo control para poder seguir adelante, continúa follando a la mujer como si pudiera durar toda la noche.
Ella gime como si supiera que este semental la va complacer.
Es hora de cerrar la puerta y alejarse. Ya había violado su privacidad lo suficiente. Y debería estar enfadada, pero no lo hago.
Siento el calor en mis mejillas, la necesidad de mirar hasta que terminase. Quiero ver cómo se ve cuando se corre. Cierro la puerta con suavidad, cuando estoy por salir corriendo escucho su profunda voz.
—Entra.
Me quedo quieta.
—Sé que estás ahí Verónica. Entra ahora. Dijiste tener mucho fuego, es ahora de ver cuánto puedes arder.
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