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19

Aang

Han pasado doce horas sin novedades. 

Elliot sigue en cirugía y no hay rastro de Thais en ningún lado. 

Los malditos sabían del rastreador y se lo quitaron. Alguien me traicionó. Solo Elliot, Lou y Lars sabían sobre el rastreador; ni siquiera Thais estaba al tanto. 

No puedo dejar de pensar en ello. 

Deseo que Escorpión no estuviera escondido, solo para poder matarlo yo mismo. 

Pero un tiro en la cabeza sería demasiado rápido para él. 

Tengo que hacerlo sufrir. Con mis propias manos. 

Exhalo cansado, abro el sobre y veo la letra de Terrence. Eso me calma un poco. 

Aang:

Recuerda que eres un Briand y que tienes mi apoyo, no me importa si ella está en manos de ese maldito psicópata sin rostro, necesito que tengas la cabeza fría, no actúes por impulso, muchas veces tenemos que calmarnos para ver aquello que se nos escapa delante de nuestras narices.

Hoy más que nunca debemos estar más unidos, nunca te le he dicho, pero eres una de las personas más importante de mi vida. La organización te apoyará en todo, aunque debo reconocer que reorganizarla me está costando mucho sin Elliot y sin ti. Todo es un maldito infierno aquí.

Mantenme al tanto, no llames si es para darme algún indicio de Thais, quema esa carta una vez que termines de leerlo, pues creo que todavía hay gente fiel a quienes nos traicionaron.

Terrence.

Me levanto y saco el encendedor, prendo fuego a la carta y la lanzo a la papelera. Me quedo hasta que el papel es consumido por las llamas.

Quince horas después, un médico finalmente entra en la sala de estar. Pelo cano, gafas, pijama azul. Parece estar buscando a alguien. 

Espero que sea a mí. 

Me levanto y lo miro fijamente, asegurándome de que no me pase por alto. Hay otras personas esperando noticias, pero él se acerca a mí. 

Joder. 

Por favor, Dios.  Qué Elliot esté vivo.

Mis padres y algunos guardias se arremolinan a mi alrededor. 

Estoy de pie, manos en las caderas, respiración acelerada sin siquiera recibir noticias. Si Elliot no había sobrevivido, no quería oírlo. No podría soportar esas palabras otra vez, no después de que Elliot se había convertido en algo más que un compañero, más que un guardaespaldas. 

Ya había oído esas palabras antes. No podría soportarlas de nuevo.

―¿Familiares de Elliot Laine? ―pregunta el médico.

Ni uno solo de los que estamos aquí esta emparentado con él. No tiene familiares con vida. Pero hay familias que tiene su origen en algo más fuerte que la sangre.

—Sí.

Se pone las manos en las caderas.

—La bala había provocado gran cantidad de lesiones internas. Le perforó el pecho, alcanzó una gran arteria, le rozó el corazón y provocó numerosos daños en sus tejidos blandos. Había perdido la mitad de su sangre, por lo que tuvimos que hacerle una transfusión de emergencia... —continúa enumerando todas sus lesiones. ―Casi al final de la intervención la hemos perdido unos momentos...

―¿Eso qué quiere decir? —exijo saber.

―Se le paró el corazón ―continúa el médico. —Lo reanimamos y luego se estabilizó, tras lo cual completamos con éxito la operación. Quiero mantenerlo muy vigilado durante las próximas veinticuatro horas, solo por si acaso. Así que de momento se quedará en cuidados intensivos. Después la pasaremos a otra planta.

—Entonces, ¿está bien?

―Por ahora sí ―dice―. Teniendo en cuenta todas las lesiones que ha sufrido, ha resistido sorprendentemente bien. Es fuerte y está sano, eso desde luego. Seguirá dormido unas cuantas horas más y quiero vigilarlo por si surgen signos de infección. Estará aquí por lo menos una semana.

Me importa una mierda cuánto tiempo tenga que quedarse allí. Lo único que me importa es que esté bien.

Que vive.

―Gracias... ―digo. ―¿Cuándo puedo verlo?

―Solo se permiten dos visitantes a la vez ―dice el médico. ―Debido a su riesgo de infección, tendrán que desinfectarse y cambiarse de ropa.

―Muy bien.

―Los llevaré con él ―dice. ―¿Quién va a venir?

Aquello no es  demasiado difícil de determinar. Una vez que salga de verlo voy directamente con los hombres que mande a seguirle la pista a mi pequeña.

Thais

El sonido de las voces se escuchan desde la distancia.

Voces profundas, silban y tararean. Algunas son presuntuosas y arrogantes.

Algunas son débiles.

El dolor se extiende por toda mi cabeza, la parte de atrás me duele. tanto que me estremezco. Intento alcanzármela para tocarla, pero no puedo.

Mis manos están amarradas. Me han sujetado. Muevo las manos hacia adelante y hacia atrás, sintiendo que algo me quema las muñecas con cada tirón.

Cuerda.

Abro mis ojos, y soy saludada por la oscuridad. Mi respiración se acelera, mis pulmones trabajan el doble de tiempo mientras tiemblo. La cuerda alrededor de mis muñecas está tan apretada que me quema y ya no la muevo.

El sonido de las voces se eleva. Parece más cerca ahora. Mi cabeza se siente pesada cuando la levanto, tratando de mover lo que sea que esté cubriendo mi cabeza para que pueda ver algo.

Me da pánico la oscuridad.

Me balanceo de lado, empujando mi brazo izquierdo, dando todo lo que tengo. Al principio es inútil, pero a medida que sigo balanceándome, finalmente me levanto.

Las voces profundas se hacen más fuertes y luego escucho algo crujir antes que den un portazo.

Una puerta.

Jadeo.

—¡Controla a la perra! Seguro ya se ha despertado —una voz profunda grita esto en español. Apenas lo comprendo al principio. Mi mente está confusa. —Ya han pasado dos días.

«¿Dos días?  ¡¿Han pasado dos días?!»

Al apretar mis labios y mover mi cabeza un poco más, obtengo una ligera visión de mis manos. Mis muñecas están atadas con fuerza. Casi como si unos grilletes estuvieran alrededor de ellas, pero yo tenía razón.

Es una cuerda.

Mis muñecas están sensibles y rojas. Hay sangre fresca, y me pica cuanto más lucho.

Las lágrimas me queman los ojos, pero no dejo que me detengan. No sé dónde estoy, pero levanto mis muñecas y dejo caer mi cabeza, mordiendo la cuerda ancha y gruesa. Sin embargo, ninguna hebra se desprende. Los pesados pasos se deslizan por el lugar, acercándose cada vez más a donde estoy. Puedo oír la respiración del hombre. Puedo oler su hedor... o tal vez sea el mío propio.

Oigo el tintineo de las llaves y luego una garganta que se está aclarando. Me calmo.

La mayoría de la gente está consumida por revolcarse en la autocompasión, en desahogar sus frustraciones en lugar de actuar sobre ellas, pero yo soy una solucionadora de problemas y trato de pensar en una manera de resolver este problema.

Las últimas palabras de Aang era que venía por mí, así que debería facilitar las cosas y buscar saber donde estoy, y cómo huir.

La puerta se abre y una mano enguantada aparece cuando se abre.

Luego, una mujer coloca una bandeja de comida en la silla contra la pared. Su cabeza se mantiene baja y no me mira antes de salir. El hombre cierra la puerta, echa el cerrojo y luego continúan.

Me suelta la mano y termina de quitarme la venda de los ojos. No dudo en tomar un baño cuando noto que estoy sola, todas mis partes sensibles huelen a muertos. El agua está muy fría, pero es mejor que estar sucia y sentirse incómoda. Me pongo una de las ropas que encuentro en el armario.

Agarro la bandeja y como en la cama, dándome cuenta de lo hambrienta que estoy una vez que el olor llega a mi nariz. La última vez que comí fue en ese restaurante, cuando unté los quesos variados en las rebanadas de pan fresco, cubiertas con algunos arándanos secos y nueces. Eso había sido... ni siquiera sé cuándo.

Como de todo y bebo los vasos de agua que me dejan antes de devolver la bandeja a la silla. Luego me meto debajo de las mantas y me acuesto en la cama. Las sábanas están limpias y calientes, mi estómago está llena y había una sensación de paz en mi impotencia.

Podría ser peor.

Al menos eso es lo que me digo a mí misma.

De pronto la puerta se abre de golpe, trayendo la luz de la mañana a la cabina semi oscura.

—Arriba. Ya tienes días durmiendo —inmediatamente entra el frío, el aire seco que dificulta respirar durante la noche sin quemar las fosas nasales.

Me siento de inmediato.

—Dije, levántate, rápido —tira un par de botas de nieve al suelo para que me las ponga.

—Te escuché la primera vez.

Muevo las piernas sobre el borde de la cama y parpadeo un par de veces mientras me termino de despertar. Parece que había dormido mucho, a pesar de haber estado drogada durante tanto tiempo, probablemente porque mi cuerpo estaba agotado por la adrenalina.

—No me lo parece.

Recojo las botas del suelo y me las pongo, apretando los cordones y asegurándolos.

—¿Dónde estamos?

Esta quieto y en silencio.

Supongo que me mirando.

—Muestra tu rostro al menos —ignora lo que digo y sale de la cabaña—. Conociendo o no tu rostro, igual estarás muerto, así que no veo la necesidad de ocultarme, estás muerto solo por tocarme y trabajar aquí.

No se imputa.

—Vámonos.

Lo sigo y salgo a la luz de la mañana. El día es soleado, y el polvo que había caído días atrás se estaba derritiendo lentamente en varios lugares. Es tan frío que me duele cada vez que respiro, probablemente porque no estoy acostumbrado a las condiciones.

—¿Adónde me llevas?

—Vas a trabajar hasta que el jefe tenga tiempo de venir por ti.

—¿Trabajar en qué?

—Como embutidora.

—¿Qué quieres decir con embutidora?

—Empacar drogas —pone los ojos en blanco. —Estás con la mafia si aún no te has dado cuenta.

—¿Para eso me han secuestrado? ¿Para su droga?

—Qué estúpida —susurra para sí.

—Qué imbécil —respondo yo.

Veo a otras mujeres salir de sus cabañas y caminar en la misma dirección que yo. Cuando pasamos por otra cabaña, veo a varias chicas salir por la misma puerta, al menos una docena de ellas. Ese parece ser el caso la mayoría de las veces, que varias chicas se refugien juntas a la vez.

—¿Por qué tengo mi propia cabaña? —sigue caminando. —¿Hola?, ¿esa pared con piernas me estás oyendo?

—Haces preguntas como si tuvieras derecho a recibir respuestas. Nadie aquí te hablará ni responderán a tus preguntas. Si evitas abrir la boca no te vas a meter en problemas y tú tiempo aquí terminará sin problemas, muchas han muerto por hablar, así que cállate y trabaja.

Camina un poco frente a mí, como si no tuviera miedo de darme la espalda, como si no hubiera nada que pudiera hacer para derrotarlo. Tiene hombros anchos que insinúan su fuerza debajo de las capas de ropa oscura. Es alto, mucho más alto que yo, y cuando mueve el hombro, la tela abraza los músculos individuales de su brazo. Podría tener una oportunidad contra él, realmente tengo posibilidad de dominarlo, solo debo ver sus puntos débiles. Me tendrá inmovilizada y ensangrentada tan rápido si no tengo cuidado. Pero, derribarlo ahora no me acercará más a escapar. Robar algo que valga la pena es probablemente un mejor uso de mi tiempo. Noto que no lleva pistola. Ese cuchillo parece ser la única arma que posee.

Mucho mejor. Si soy rápida cortaré su afuello antes que lo note.

Miro a mi alrededor y veo a más mujeres salir de los edificios y dirigirse al trabajo, como si fuera un día normal en este infierno.

¿Cómo mantienen los hombres a todas estas mujeres alineadas sin armas?

¿Cómo consiguen que tantos se sometan cuando los superan en diez a uno?

¿Le han lavado el cerebro o son cautivas voluntarias?

Cuando nos acercamos al claro, la mayoría de las mesas ya están llenas de mujeres trabajando. Otros hombres vestidos de manera idéntica se paran alrededor de los bordes, para vigilar a las mujeres. Todos visten ropas negras con capas grises, sus rostros ocultos por mascarillas negras, pero el familiar escorpión en el dorso de sus manos los delata.

¿Por qué esconden sus rostros? ¿Creen que alguien va a escapar y dar detalle de sus rostro? ¿No es eso estúpido?

El tipo me acompaña hasta la mesa llena de cajas marrones.

—Abre la caja —rasga la cinta y dobla los bordes para revelar el polvo blanco. —Reemplaza las cajas vacías a lo largo de la mesa. No la inhales o alguna mierda así. No queremos adictas aquí. Solo reemplaza las cajas. Es fácil.

Miro a las mujeres, que ya están llenando pequeñas bolsas de plástico con cantidades cuidadosamente medidas.

—¿Y se supone que debo hacer esto todo el día, todos los días hasta que a tu jefe le dé la gana de venir por mí?

—Te das cuenta rápido —se vuelve para alejarse.

—¿Por qué esconden sus rostros?

Se detiene en seco, tomándose un segundo antes de darse la vuelta y mirarme una vez más. —¿Recuerdas lo que dije sobre hacer preguntas que no debes? Esa es una de ellas. Encárgate de lo que te digan y deja de meterte donde no te llaman.

Cruzo los brazos sobre el pecho, todavía fría a pesar de la chaqueta pesada que me ha proporcionado.

—No seas una curiosa grano de culo —se aleja y se acerca al borde del claro para hablar con uno de los hombres. Luego entra en una de las cabañas y desaparece de la vista.

Me vuelvo hacia las mesas y miro a las chicas que trabajan. Uno de los hombres al final de la línea se dirige a mí. —Ponte a trabajar y deja de mirar todo como una idiota.

Se mueve por la línea de mesas hasta que toma una caja vacía. Lo tira al suelo y luego se aleja, como si esperara que fuera a recogerla.

Ahora entiendo por qué no llevaban armas. Porque cuando se dio la vuelta y se alejó, su cintura estaba a mi nivel, por lo que sería fácil para mí o una de las chicas sacar el arma de la funda en su cintura y dispararle. Al menos, eso es lo que haría, sin dudar. Deben de tener armas en algún lugar seguro por si las moscas y yo voy a descubrirlo.

Los mataré, haré que se arrepientan de haberme traído aquí.

Agarro una de las cajas y vacilo, dándome cuenta de que pesa al menos veinte kilos. Puedo llevarlo; simplemente no había anticipado el peso.

Una vez que lo tengo firme en mis brazos, camino por la mesa hasta que encuentro el lugar vacío donde se supone que debe ir la nueva caja. Lo dejo con un ruido sordo, respirando con dificultad por el esfuerzo.

La chica frente a la caja mantiene la mirada baja.

—Bienvenida a tu nuevo hogar...

—¿Hogar? —me burlo. —Atrapada sin salido, dirás, pero gracias.

Mantiene la mirada baja aún.

—Ponte en marcha. No es bueno que nos vean hablar. No quieren que hablemos entre nosotras por mucho tiempo. O pensarán que estamos planeando una fuga y nos enviarán a la cabaña de castigo.

Miro al hombre que acaba de decirme que hacer y lo veo mirándome de nuevo. Le saco el dedo medio y sonrío. Tomo la señal silenciosa y me doy la vuelta para agarrar la caja que hay en el suelo. La llevo de vuelta a la mesa, poniéndola en la pila con las otras cajas vacías. Varios se caen al suelo; porque lo empujé con demasiada fuerza, pero no tomo la molestia de recoger nada, uno de los hombres de mira y yo lo miro a él también, cruzando los brazos, al final termina haciendo que otra chica recoja mi desastre.

Veo una mujer, es morena con el pelo sucio fuera de su rostro. Se pone de pie y estudia su mesa, esperando a que se agote la siguiente caja de cuarenta libras de cocaína para poder reemplazarla. Con los brazos cruzados y la mirada al frente

—No deberías provocarlos —dice sin mirarme..

Me paro al otro lado de la mesa y copio sus movimientos, tratando de que parecer que estoy esperando la oportunidad de reemplazar la siguiente caja, pero solo quiero hablar con ella.

—No pueden matarme hasta que llegue su jefe. Soy Thais —Necesito hacer amigas, aprender todo lo posible sobre este lugar, encontrar una manera de salir de aquí. —¿Tú eres?

Mantiene los brazos cruzados sobre el pecho, el vapor sale de sus fosas nasales con cada respiración.

—Morgane. No deberías hablarme, a ninguna de nosotros, de hecho y lo digo por tu bien.

Miro las cabañas circundantes, junto con los grandes pinos que se levantan altos a nuestro alrededor. En su mayor parte es un claro vacío, pero la naturaleza esta espaciada por todas partes, las ramas cubiertas con mantos de nieve como árboles de Navidad. Me gustaría este lugar si no fuera por qué está impregnada de maldad y violencia.

—¿Por qué?

—Eres nueva y tienes una cabaña para ti sola, lo que significa eres la próxima adquisición de Escorpión, no vas a durar mucho tiempo aquí —dice mientras me mira. —¿Sabes lo que les pasa a las chicas que están con él?

Entrecierro los ojos y niego.

—Terminan muertas.

—¿Por qué me dices esto?

—Solo quiero que lo sepas. Escuché que había una chica nueva aquí. Una que Escorpión le dio una cabaña para sí sola. Aunque todos nos hemos sorprendido con que haya elegido a alguien con tu color de piel —levanto una ceja ofendida—. No lo digo por ser cruel, es que normalmente le gustan pelirrojas.

Asiento.

—¿Cómo terminaste aquí?

—Me vendió mi novio.

—Qué desgraciado —digo con furia. —¿Tienes familia? —pregunto.

—Familia —se burla—. ¿Quieres decir traidores?

—No... Quiero decir familia. Gente en la que puedes confiar. Gente que probablemente se pregunte dónde estás ahora mismo y te estarán buscando.

Me mira por debajo de sus pestañas, con su pelo grasiento pegado a la frente. Hay mucha humedad aquí. Puedo olerme a mí misma. Huelo horrible. Como si me estuviera pudriendo en mis lugares más delicados. Nunca había extrañado tanto el agua.

—La familia no vale nada —refunfuña—. Nunca han estado ahí para mí. Probablemente es por eso que estoy en la situación en la que estoy ahora. Perdiendo mi dignidad día a día porque era un blanco fácil de manipular. Estoy segura que nadie se ha dado cuenta de que desaparecía, o probablemente creen que estoy muerta.

—¿Quién es Escorpión? —susurro.

—El jefe.

—¿No sabes su nombre?

—No. Todos le llaman simplemente Escorpión. Nunca por su verdadero nombre. Probablemente considera un privilegio que alguien lo llame por su nombre de pila, ya que pocos lo conocen. Nadie tampoco parece conocer su cara y es por eso que todas las chicas que están con él terminan muertas. Porque ellas sí habían visto su rostro y podrían fácilmente identificarlo.

—¿Y los guardias?

—Todos van vestidos de la misma manera, sus identidades siempre son un misterio y eso causa confusión, porque no está claro dónde están mirando en un momento dado. Podrían girar hacia el otro lado, pero aún tienen sus ojos fijos en ti, y no tienes idea. Creo que lo hacen para confundirnos y evitar algún tipo de acercamiento entre ellos y nosotras. Además, he escuchado rumores de que algunos son oficiales de policía y incluso es más fácil para Escorpión infiltrarse sin que nos demos cuenta. Es así como elige a sus chicas y es por eso que la mayoría evitamos llamar la atención, aunque algunas en su delirio, creen que las chicas desaparecidas no regresan porque las liberan, pero yo sé que no es así.

—¿Y por qué lo piensas? —pregunta, creyendo que sabe algo.

—Nuestras cabañas tienen ventanas y la puerta no tiene cerrojo, una vez me desperté más temprano de lo que debía y salí a pasear, pero regresé aterrada cuando los vi saliendo con un cuerpo, la chica tenía muchos golpes en el cuerpo y lo mataron asfixiando, desde mi ventana vi como la tiraron al río.

No me sorprende que haya pasado algo así, la mafia trata a  las personas como si fueran mercancía, y la tiran cuando ya no les conviene.

—¿Los policías también tienen tatuajes de escorpión? —pregunto porque note que algunos no tienen..

—Los que tienen tatuajes son guardias reales, lo que no son policías o miembros que vienen a esconderse aquí por un periodo corto de tiempo y a estos últimos, le gustan que sus juguetes sangren.

Señala con la cabeza a una mujer con varias cicatrices en la mano, alguien la a usado como si fuera un pedazo de carne que necesita ser rebanada.

Mi corazón comienza a latir con más fuerza.

Estoy jodida si Aang no decide venir por mí.

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