xxviii. el nuevo hulk
RUINAS,
capítulo veintiocho: el nuevo hulk!
STEVE PERMANECIÓ AL VOLANTE DURANTE TODO EL TRAYECTO PARA ENCONTRARSE CON EL PLAN B. Irina podía sentir su decepción, pero también su comprensión con lo ocurrido en la casa de Tony Stark. La muchacha de cabellos rubios tocó su mano, la cual se encontraba posada en la palanca de cambios. Aquel simple toque, a pesar de ser algo minúsculo, ayudaba muchísimo a Steve en momentos donde se sentía tenso o estresado con alguna situación. Irina recordó cuando volvieron de la misión, cuando realmente regresaron a la tierra – sin una respuesta, sin una solución – y era su turno llorar, así que la rubia, todo lo que pudo hacer fue abrazarlo y dejar que él escondiese su rostro en su pecho. Ella pasaba una mano por su cabello, tomándose su tiempo, esperando a que él se moviese cuando se sintiese preparado – para ella fueron horas acunando su cuerpo, acunando aquel dolor y aquella derrota. Sin embargo, no dejó a Steve solo.
Si tan solo ella pudiese tomar el dolor de Steve y quitárselo para no verlo así, Irina lo haría sin dudarlo.
Pero se dio cuenta, después de todo, que el dolor era de ambos.
La joven giró su cabeza un poco, mirándolo antes de sonreírle de forma cálida. Steve Rogers le devolvió aquella misma sonrisa antes de tomar su mano y besarla delicadamente, en la parte donde la alianza dorada y fría descansaba en el dedo anular de su esposa. La rubia se relamió los labios y mantuvo sus manos entrelazadas en la palanca de cambio otra vez. Irina observó que empezaban a entrar de nuevo en Nueva York y miró a Natasha Romanoff, quien tenía su teléfono al oído y luego se lo quitó para guardarlo en su chaqueta.
—¿Qué te dijo?—inquirió Irina antes de mirar al frente.
—Huh, dijo que nos encontremos con él en un restaurante a dos cuadras de la costa—respondió la pelirroja encogiéndose de hombros—. Oh, también dice que será un gran almuerzo.
—No lo dudo—murmuró Steve mirando al frente.
Scott protestó soltando un gruñido, el cual le recordó a James cuando no quiere cepillarse los dientes—Chicos, ¿al menos pueden decirme hacia dónde vamos?
Irina mantuvo su mirada al frente, apoyando su rostro sobre su puño. El equipo iría a ver a Bruce Banner, a quien Irina no vio durante dos años – a pesar de verlo en televisión. El aspecto del vengador verde era el de una bestia, pero no era esa bestia que ella vio destruir cosas en Sokovia o incluso en Nueva York cuando ella estaba bajo el control de HYDRA. Era una historia muy diferente: el aspecto físico y el aspecto mental de Banner estaban trabajando de manera conjunta. Era una bestia completamente controlada y demasiado amigable con los jóvenes.
También, para Irina, era una mente brillante y con una visión hacia un futuro muy prometedor. Eso, de alguna forma, le trajo esperanza a la rubia. Cabe decir que también tenía hambre y estar compartiendo almuerzo con un hombre doce veces más grande que ella era una gran ventaja. Bruce Banner tenía una buena relación con los hijos del matrimonio Rogers, a pesar de que se veían muy poco, la pareja siempre pensó que sus hijos podrían tener un mentor como Bruce o incluso Natasha, ya que ambos tenían muchas cosas que enseñar.
Steve giró en una avenida, entrando en Manhattan e Irina podía ver la poca gente que vagaba por las calles, algunas plazas abandonadas pero limpias, el verde había logrado crecer entre los edificios de cemento y cristal, algunos rascacielos tenían enredaderas que quedaban espectaculares. El agua estaba más limpia que antes y el aire también. De alguna forma, el chasquido sirvió para poder eliminar todo el daño que la humanidad le había causado a la tierra. Irina salió de su trance cuando Steve detuvo el auto en el estacionamiento, frente el restaurante de comida rápida donde se encontrarían con Banner. Rogers puso el freno de mano y salió del auto, su esposa siguiendo detrás. Scott fue el último en salir y se quedó boquiabierto al ver una gran figura de color verde, vestida como una persona común y corriente, caminaba dentro del restaurante como si nada.
Irina miró a Scott de reojo y le codeó las costillas—Scott. Scott a la tierra—chasqueó sus dedos frente a él—. ¿Qué sucede?
—N-Nosotros...—señaló el restaurante, donde las figuras de Natasha y Steve aparecieron dentro—. ¿Iremos con él?
—¿Eso es algo...malo?
—Huh...
Irina soltó un suspiro antes de rodar sus ojos y empujó a Scott, quien protestaba como a un niño pequeño hasta entrar al restaurante. Él caminó en silencio hasta ser recibido por Bruce, quien le estrechó su mano y se colocó a un lado mientras que Steve y Natasha ya estaban sentados. Scott tomó un asiento en forma paralela a los dos vengadores e Irina, luego de saludar a la rubia con un gran abrazo (pero fue muy grande y sofocante), se unió a él. Bruce ordenó comida y bebidas para sus compañeros para luego sentarse, donde le sirvieron platos gigantes de comida.
Los cuatro humanos estuvieron en silencio y Scott fue el más confundido de todos, Banner agarró un panqueque antes de metérselo a la boca. Al empezar a comer, Banner miró al resto—Vamos, siento que soy el único que come. Prueben algo—llevó el plato de huevos revueltos a Irina—. Come huevos.
Ella sonrió antes de apretarse los puños y hacerlos crujir, tomando un tenedor—Si tú insistes...no me negaré.
—Irina...—declaró Steve fulminándola con la mirada.
—¡Oh, vamos!—protestó Bruce con diversión—. Desde la última vez que te vi, estás más delgada—miró a Steve—. Tú estás igual. Come algo.
—Recuerdo que tenía una gran fascinación por los huevos revueltos cuando estuve embarazada de James—dijo la rubia antes de llevarse otro bocado de huevos revueltos a la boca—. Creo que incluso llegué a asquearme de ellos, pero me han vuelto a gustar. Ugh, los malditos antojos de una embarazada—ella miró a Bruce, quien la escuchaba con atención—. ¿Sabes? Incluso pensé que engordaría más, pero fue suficiente tener al pequeño demonio en mi barriga. Me veía asquerosa.
—Te veías esplendida—murmuró Steve antes de llevarse el vaso con soda a los labios.
—Era una embarazada insoportable y gorda.
Natasha soltó una carcajada involuntaria y Bruce le golpeó suavemente el brazo. Scott miraba a Bruce e Irina con completo desconcierto—Estoy muy confundido.
—Aún no sé como podías ver el atractivo en mi cuerpo—declaró la rubia y miró a su esposo—. O cómo podíamos tener sexo sin problemas.
Steve se atragantó con su soda y Natasha empezó a reírse, sin poder contenerse más. Irina le siguió mientras que la confusión de Scott era más grande que la situación misma. Rogers tosió un par de veces y miró a la rubia—No tendremos esta conversación ahora.
—¿Por qué no?—insistió Banner con tono amigable—. ¿Acaso tienen problemas de pareja?
Steve y Morgan lo miraron al mismo tiempo—¿Qué dices?¡Claro que no!
—Sí, aún sigo confundido.
—¿Con qué estás confundido, Scotty?—preguntó Irina tomando un sorbo de su soda.
—Son tiempos confusos—respondió Bruce agarrando otro panqueque antes de comerlo.
Scott asintió—Sí...no. No me refiero a eso.
—No, lo entiendo. ¡Estoy bromeando!—declaró el gigante al ver que Scott intentaba disculparse—. Lo sé, es una locura. Ahora uso camisetas.
—Sí—añadió Lang y se mostró el doble de confundido—. ¿Qué?¿Cómo?¿Por qué?
—Hace cinco años, nos derrotaron—respondió Bruce secándose la boca con una servilleta—. Salvo que para mi fue peor...porque perdí dos veces. Primero, perdió Hulk, luego Banner...y después perdimos todos.
—Nadie te culpa, Bruce—dijo Natasha mirándolo.
—Yo sí—un silencio se generó entre los humanos y Bruce prosiguió—. Durante años traté a Hulk como si fuera una enfermedad, algo de lo que me debía deshacer. Pero luego empecé a verlo como la cura. Como Irina lo hizo alguna vez.
Ella le sonrió—Te aceptaste a ti mismo.
—Exacto—coincidió el gigante verde y Scott alzó una ceja—. Dieciocho meses en el laboratorio de rayos gamma. Uní el cerebro con los músculos...y mírenme ahora—se señaló a sí mismo—. Lo mejor de los dos mundos.
Irina soltó una carcajada ante el claro entusiasmo de Banner, esbozando una sonrisa. Tres niños, muchísimo más grandes que Roman y James, se acercaron con gran alegría y le tocaron el hombre—Huh...¿señor Hulk?—él los miró—. ¿Podemos sacarnos una foto?
—Por supuesto, personita—asintió Bruce y le tendió el teléfono a Scott—. Vamos, den un paso al frente. ¿Te importa?
Scott se paró en su asiento y enfocó la cámara en ellos, Irina se agachó para que tenga una imagen mejor y escuchó a los niños decir: "Verdeeee" antes de que el sonido de la cámara tomando la foto se escuchase. Bruce sonrió y le preguntó a Lang si la había sacado bien, por lo que él asintió y le tendió el móvil al gigante verde—¿Quieren sacarse una conmigo? Soy Ant-Man.
Irina bufó antes de intentar contener su risa y los chicos se mostraron incómodos, luego de una interminable discusión – era bastante claro que los niños no conocían a Ant-Man y no querían sacarse una foto con él. En cuanto se fueron, Irina y Natasha soltaron una gran carcajada, ambas rieron por al menos cinco minutos mientras que Scott y Steve las fulminaban con la mirada. Bruce también empezó a reírse y Steve suspiró con completo agobio antes de patear a su esposa para que dejase de reírse por debajo de la mesa. Scott hizo lo mismo con la pelirroja y ambas detuvieron sus risas. Scott le explicó sobre el reino cuántico y su plan de volver en el tiempo a conseguir las gemas.
Bruce entendió cada palabra que Lang decía, mientras que Natasha y Morgan comían de todo un poco. Luego de que concluyese Scott con su explicación, Banner permaneció meditando un poco y miró al grupo—Chicos, está fuera de mi área de experiencia.
—Conseguiste esto—respondió Natasha llevándose huevo revuelto a la boca—. Recuerdo una época en la que también parecía bastante imposible.
Irina tomó su gran mano entre la suya—Sé que podrás conseguirlo. ¿Estás con nosotros?
Bruce miró hacia abajo, mientras se relamía los labios e Irina pensó que él se negaría como lo hizo Tony. Era una posibilidad, pero ella estaba de acuerdo en que pronto él haría una decisión correcta. Ella tenía esperanza de poder completar esta misión, después de cinco años, ella aún no se había rendido.
—De acuerdo. Me uniré al equipo.
Irina no podía sentirse tan orgullosa de Bruce Banner.
Luego del gran almuerzo, Irina le avisó a Tony que estaban a punto de ir hacia su casa para recoger a los niños, pero él respondió que Morgan los invitó a su pijamada así que se quedarían a dormir en su casa por la noche. Ella sonrió y le respondió antes de guardar su móvil, Steve, quien estaba al volante, miró a su esposa—¿Hacia dónde, capitana Rogers?
—A nuestra humilde y hermosa casa, capitán Rogers—respondió ella sonriendo de lado—. Luego que dejemos a Natasha y Scott en la base. Tony insistió en que dejemos a los niños en su casa, Morgan organizará una pijamada.
Él sonrió y salieron del estacionamiento, dejando a Banner solo, quien caminó en dirección opuesta a la que iba el resto del equipo. Al dejar a los dos miembros restantes en la base, Irina y Steve se dirigieron hacia las afueras de Nueva York, entrando a un bosque con árboles casi idénticos y se encontraron con la gran casa que ambos tenían. Irina suspiró de alivio y Steve estacionó el auto.
—¿Lo decías en serio?
Steve le miró confundido—¿Qué?
—El hecho de que me veía esplendida cuando estaba embarazada—inquirió Irina antes de mirarlo, ladeando la cabeza un poco—. ¿Lo decías en serio?
Rogers se mordió el labio y negó—Eres increíble, Irina Morgan. Claro que lo decía en serio.
—Corrección, Irina Morgan-Rogers—replicó la rubia antes de moverse de su asiento y terminar sentada en el regazo de Steve—. Te amo. Muchísimo.
—Nunca dudé que lo hicieras.
Irina soltó una carcajada—Entonces, estamos solos...sin niños diabólicos correteando por ahí...y esa casa de allí está abandonada. ¿Qué dices?
Morgan no tenía que entrar a su cabeza para ver que ambos deseaban lo mismo. Ella soltó una carcajada cuando Steve salió del auto, cargándola para caminar hacia la casa, cerrando la puerta con fuerza detrás de ellos.
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