RUINAS,
capítulo veintiuno: el último contacto!
IRINA MORGAN NO SOLTÓ LA MANO DE STEVE ROGERS Y NO SOLTÓ A ROMAN DESDE QUE SE SUBIERON AL QUINJET. Okoye decidió quedarse en Wakanda para reagrupar a las tropas y comenzar un plan de emergencia para juntar a los que sobrevivieron al chasquido. Entre tanto, Irina y el resto del equipo – el que quedó con vida – no podía quedarse allí. Irina permaneció inquieta y cada vez observaba una pulsera que Steve le colocó en cuanto subieron al quinjet que medía su pulso – él también estaba nervioso: luego de haber visto en vivo y en directo como Thanos, con un solo apretujón de puño, logró romperle el cuello a Irina Morgan y luego devolverle la vida. La muchacha rubia no se lo negó, ella también lo estaba pero agradeció al Titán Loco en silencio por haberle devuelto la vida. Roman se encontraba recostada contra su pecho, durmiendo plácidamente. Encontrar el peso muerto del cuerpo de Roman la reconfortó de mil maneras – si el chasquido se la hubiese llevado a ella también, Irina también hubiese perdido los estribos.
La joven se mordió el labio mientras observaba a Natasha Romanoff por el rabillo del ojo, quien conducía el quinjet a toda velocidad – Irina sabía exactamente como la espía rusa se sentía, estaba vacía, se sentía vacía sin Erika. La había vuelto a recuperar, para que solo se la arrebatasen de sus brazos una vez más. A la rubia le pareció irónico cómo el héroe puede ganar y perder al mismo tiempo, encerrándose en aquel circulo vicioso y repetirlo una y otra y otra vez – manteniéndose en aquel purgatorio donde el perdón estaba al alcance de tus manos pero debías pagar el precio de sufrir para poder llegar al cielo. La inhumana se preguntó por qué infierno pasó durante aquellos dos años y cómo es que le permitieron estar allí con ellos – Natasha Romanoff tenía sus propios demonios. Thor decidió separarse del grupo por unas horas y meterse en sus propios pensamientos.
Por un momento, la mente de Irina divagó por las mentes de los presentes en aquel quinjet y se preguntó qué habría pasado con Tony Stark. Se preguntó, y no quería saber la respuesta, si él también había muerto en el chasquido como el resto. Tony era un luchador, Irina lo sabía y esperaba, si es que seguía con vida, en volver sano y salvo a casa con ellos. Irina dejó a Roman con Steve e hizo amago de levantarse pero él la detuvo, ordenándole de forma silenciosa que se quedase allí – y volvió a ver sus latidos. Morgan le miró de reojo—Estoy bien, Steve. No soy una muñeca de cristal.
—Lo sé, pero no me gustaría correr el riesgo.
Irina rodó los ojos—Steve, por favor, solo han sido dos minutos que he dejado de respirar y en los que mi corazón dejó de latir. Nunca me había sentido más viva.
—¿Acaso sentiste lo que pasaba por mi mente cuando te vi caer?
Irina esta vez no le mentiría. ¿Por qué iba a hacerlo ahora? Irina sintió que cada neurona dejaba de funcionar y que la poca cordura de aquel hombre, el cual se había ganado su amor en cuerpo y alma, se desvanecía cuando la vio caer en seco al suelo, con su cuello hecho añicos y sin vida. Ella sabía exactamente como Steve se sentía en aquel momento y el miedo era algo que ella no podía controlar tan fácilmente. Steve estaba asustado y ella haría todo lo posible por remediarlo.
Ella asintió—Por supuesto que lo vi, a pesar de haberte prometido alguna vez que no hurgara en tu cabeza.
Steve entrelazó sus dedos con los de ella—Pensé que te había perdido, Livvy.
—Yo también pensé eso.
Roman se removió contra el pecho de Steve y ambos se abrazaron, acunando a la niña de tres años entre sus cuerpos, manteniendo ese calor que la daba seguridad y confort – sabiendo que sus padres estaban allí para ella. Roman continuó durmiendo mientras que Banner encontró una señal en el panel de una de las alas del quinjet—Huh, chicos...
Rhodey se levantó y caminó hacia él, colocando la señal en la mesa del centro, expandiendo la alerta. Irina se paró mientras que Natasha colocaba un piloto automático para acercarse. Los héroes se arrimaron a la mesa y encontraron un dispositivo en Nueva York – cosa que a Irina le preocupó bastante—¿Qué diablos es eso?
—Al parecer alguien ha enviado un mensaje de auxilio—recalcó Banner llevándose una mano a su barbilla.
—¿Algún informe de cámaras? Debemos saber quién mandó este mensaje—declaró Natasha mirando el holograma de manera seria.
Rhodey tocó los hologramas, abriendo un sistema de vigilancia para encontrarse con las cámaras de la zona. El equipo observó cómo la ciudad se había vuelto un caos, personas desapareciendo, autos chocando, un helicóptero estrellándose contra un edificio y el pánico de la gente. Irina se acercó y observó a un hombre de piel morena en la calle, saliendo de su auto. Una mujer le seguía e Irina no sabía si temer por lo que estaba mirando.
—Maria Hill—murmuró Natasha acercando la vista de la cámara.
Morgan observó cómo ambos intentaban contactar con alguna central, pero al descuidarse, Nick Fury observó cómo su compañera de equipo se convertía en polvo antes de desaparecer y Nick corrió hacia la camioneta, abriendo la puerta trasera para sacar un dispositivo y enviar un mensaje lo antes posible – para luego sufrir por el mismo destino que la agente Hill. Irina se llevó una mano a la boca antes de soltar un respingo y miró al equipo—Debemos encontrar ese dispositivo.
—Rhodey, las coordenadas—ordenó Natasha antes de sentarse en el asiento del piloto, James tecleó un par de botones holográficos para enviárselos a Natasha a una terminal que colocó las coordenadas automáticamente.
Irina volvió a su asiento con Steve, antes de que Romanoff subiese la potencia del quinjet para salir disparados hacia la ubicación de aquella señal.
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Rhodey y Banner se llevaron el pequeño dispositivo al laboratorio para volver a analizarlo, descubriendo que había un símbolo al encenderlo: una estrella acompañada por un color rojo y azul en sus costados. Sus luces rojas parpadeaban y ambos se dieron cuenta de que estaba enviado un mensaje. Pero cada vez se detenía. Steve, Morgan y Natasha permanecía mirando fijamente un holograma del planeta tierra, observando cómo el número de desaparecidos aumentaba más y más. Irina intentó que las lágrimas no cayesen por su rostro pero ver a tantas personas muertas era algo que le rompía el corazón. Steve tomó su mano y la apretó contra la suya mientras observaba las cifras.
—Esto es una pesadilla—murmuró él.
—He tenido mejores—recalcó Natasha sin dejar de mirar el holograma.
Rhodey se acercó, atrayendo la atención a los tres integrantes del equipo—Huh, esta cosa...acaba de detenerse...de lo que sea que estaba haciendo.
Irina suspiró y caminó hacia Rhodey, siguiéndolo, mientras que Nat y Steve hicieron lo mismo. Caminaron hasta llegar al laboratorio donde Banner les esperaba y Morgan observó el dispositivo encapsulado en una capsula de seguridad. Ella miró a Banner—Dime que tenemos algo, por favor.
—Cualquier señal que esté enviando, ya se ha vuelto a apagar.
Steve miró el dispositivo—Creí que ya habíamos arreglado la batería.
—Lo hicimos—declaró Rhodey y se cruzó de brazos—. Sigue estando allí pero...se detuvo, solo eso.
—Reinícienlo y envíen la señal otra vez—añadió Morgan mirando a Rhodey—. Puede funcionar.
—Espera, nosotros ni siquiera sabemos que cosa es esto—interrumpió Bruce quitándose los anteojos.
—Fury lo sabía—acotó Natasha mirando fijamente al dispositivo—. Quiero que se envíe otra señal y saber quién diablos está en el otro lado.
Morgan sintió un fuerte dolor de cabeza y cerró los ojos con fuerza, el vidrio de la cápsula se rompió y Steve miró extrañado a su esposa. Ella levantó las manos y se excusó para salir, encontrándose con una mujer de cabello rubio y largo, mirándole fijamente. Vestía un traje color rojo y azul, con una estrella dorada y detalles en él. Morgan miró a la mujer con confusión y llegó a la conclusión de que ella era la razón por aquel fuerte dolor de cabeza—Creo que encontramos a la persona que estaba en el otro lado.
Ella miró fijamente a Morgan—¿Dónde está Fury?
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