xi. explicaciones momentáneas
EL HIMNO DE LOS CAÍDOS,
capítulo once: explicaciones momentáneas!
STEVE ROGERS CARGÓ A ROMAN MIENTRAS QUE SAM Y WANDA AYUDABAN A VISIÓN A CAMINAR HACIA LA NAVE. Irina Morgan y Erika Barton siguieron a Natasha Romanoff al quinjet en silencio, las tres rubias aún hundidas en sus pensamientos. Lo que había ocurrido minutos antes fue una gran reunión familiar, pero...¿por qué no estaban felices? Era muy claro que no todos podían estar felices debido a las circunstancias presentes en el actual espacio-tiempo. Irina no sabía que era lo próximo que sucedería y las dos Romanoff no emitieron palabra alguna sobre el reencuentro, sin embargo, Erika no sabía qué decirle a su madre adoptiva: "Hola, mamá. Huh...¿Estoy viva?", eso no era una buena idea o al menos no una frase para encarar a la ex-asesina rusa – ya fue suficiente el hecho de haber fingido su muerte dos años atrás. Todo había sido suficiente con ese lapso ocurrido de dos años consecutivos y había que poner las manos a la obra para evitar que Thanos o alguno de sus hijos encuentre la Gema de la Mente.
Irina observó cómo Roman tocaba el rostro de Steve, sus manos pasaban entre los bellos de su barba, acariciando su barbilla con absoluta curiosidad. Morgan sonrió de lado ante aquel gesto y podía percibir que Steve estaba realmente aliviado de ver a su pequeña sana y salva. No obstante, Irina no había cruzado otra palabra con Steve: perdonarlo le llevaría un poco de tiempo y ella necesitaba explicaciones pero el mero acto de perdonarlo – eso debía ganarse, o al menos Steve debía ganarlo. Y ella estaba demasiado segura de que el capitán lo intentaría. Las explicaciones era lo que realmente importaba ahora.
Los dos Vengadores sentaron a Visión en uno de los asientos del quinjet y Natasha tocó un botón para cerrar la compuerta, haciendo contacto visual directo con la Bruja Escarlata—Creí que teníamos un trato. Quédate cerca, repórtate—Sam levantó vuelo inmediatamente e Irina se cruzó de brazos—. Y no corras riesgos.
Wanda le miró apenada—Lo siento. Simplemente queríamos tiempo.
Natasha apretó los ojos y miró a Erika antes de ir hacia su asiento junto a Sam mientras que Steve miraba al suelo con Roman en brazos. Erika e Irina tomaron asiento y se colocaron los cinturones de seguridad para no emitir palabra alguna. La muchacha de cabellos cortos rubios tocó un botón en su muñeca y eso le indicó a la nave que tomó prestada de Wakanda que retomara su curso hacia su respectivo país. Morgan no sabía hacia dónde irían, pero estaba segura que pronto encontrarían una solución para todo aquel caos.
Sam miró a Steve—¿Adónde vamos, Cap?
Él miró al resto y luego enfocó sus ojos en Roman—A casa.
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4 horas después.
Irina observó cómo Steve acunaba a Roman entre sus brazos, la pequeña rubia ya dormida en su cálido cuerpo, acurrucada contra su pecho y, de alguna forma, escuchando los latidos del corazón de su padre con tanta armonía – permaneciendo dócil e incluso más tranquila de lo habitual. Morgan sonrió para sus adentros y supo que Roman realmente merecía descansar luego de todo aquel alboroto en aquel día. Hace cuatro horas exactas, el equipo de Steve e Irina Rogers dejaron la ciudad de Glasgow atrás y por lo que la rubia había entendido como "Casa" era que ahora se estaban dirigiendo a la base de los Vengadores en Nueva York. Sin embargo, Irina deseaba encontrar una pequeña charla con los integrantes presentes y, entretanto, aclarar unas pocas dudas. La inhumana se quitó el cinturón de seguridad y se levantó, dirigiéndose hacia el centro del quinjet.
Ella suspiró, intentando encontrar el coraje que tuvo al enfrentarse a Próxima Midnight horas antes, y dijo—Creo que tenemos cosas para discutir y creo que ahora es el mejor momento.
—¿A qué te refieres con "cosas para discutir"?—preguntó Wanda mirando seriamente a la rubia.
—Explicaciones, Wanda, necesito explicaciones—replicó Irina antes de apretar sus labios y luego señaló a Steve—. Necesito saber por qué él no apareció durante un año y qué diablos estaban haciendo ustedes dos solos.
Natasha se levantó de su asiento y miró fijamente a Morgan—Te faltó una más: necesito saber cómo es que mi hija está viva luego de que una granada le explotara frente a ella hace dos años—luego hizo una mueca de falsa simpatía y prosiguió—. Pero claro, comencemos por lo primero.
Erika se levantó bruscamente—Creo que estás exagerando.
—¿Yo?¿Exagerando?—replicó la espía rubia mirando fijamente a su hija—. ¡Yo te vi morir!¡Yo sostuve tu cuerpo sin vida entre mis brazos!¡Yo...!—se detuvo para evitar que el resto del equipo no notara el ligero quiebre de su voz—. Yo lloré por ti. Todos aquí lo hicimos—Erika miró al suelo y Natasha miró a Irina—. ¿Dónde la encontraste?
Irina se mordió el labio e hizo contacto visual con Romanoff—Siempre supe su paradero, Nat. Yo...Yo fui cómplice de aquel acto junto a Tatiana.
Natasha Romanoff miró fijamente a Morgan y ella supo que la asesina estaba básicamente escupiendo fuego por sus ojos – no solo por el hecho de que Irina ocultó algo de suma importancia para ella, si no que su confianza hacia la ex-asesina de HYDRA estaba pendiendo de un hilo muy fino. Aquella acción solo suponía traición, sino que también suponía un deseo de muerte insaciable. Romanoff volvió su mirada a Erika y ella asintió, confirmando así que Morgan no mentía. Diablos, ¿acaso ella estaría encubriendo otra verdad luego de revelar esta. La vengadora no lo sabía, pero se sentía completa y rotundamente traicionada. Su mirada se alternó entre su hija e Irina, sin saber a quién hablar, sintiendo una rabia tan fuerte hacia las mentiras dichas. Natasha apretó sus puños contra sus piernas y en un movimiento rápido, casi a la velocidad de la luz, agarró su vara electrificada y la apuntó hacia Irina.
La ex-asesina de HYDRA no se inmutó, pero mantuvo el contacto visual con la Vengadora rubia. Steve, al ver que un arma era dirigida hacia su esposa, no dudó en levantarse – sin intenciones de despertar a Roman y alterarla. Romanoff mantuvo su vara fijamente apuntando hacia el rostro de Irina y su furia había pasado los niveles de la estratosfera. ¿Quién era Irina para culparla? Absolutamente nadie, hasta incluso ella podía ser capaz de hacer eso si su hija hubiese pasado por una situación similar. Y ahora, el infierno se había desatado en aquel quinjet e Irina ni siquiera intentó nada para impedirlo: ahora sí era la obra del destino y no de ella.
—¿Tú...Tú lo sabías?—preguntó Natasha entre dientes e Irina permaneció callada. La espía avanzó un paso y aumentó el voltaje de las varas—. ¡Dímelo!
Irina, sin romper la mirada, alternó sus ojos hacia Steve, quien estaba listo para apartar a Romanoff si era necesario y luego volvió su mirada a Natasha—Sí, Nat, lo sabía. Pero esa no fue una decisión que tomé yo. Erika lo hizo.
—¡No metas a mi hija en esto!
Erika, en un movimiento firme y fuerte, se interpuso entre la vara e Irina – mirando fijamente a su madre, intentando encontrarla en alguna parte de su ser. Pero ella sabía que Natasha Romanoff había cambiado mucho desde la Guerra Civil y aquel día, aquel día que vio morir a su hija adoptiva entre sus brazos – eso era una pesadilla que se repetía cada noche, cada noche hasta ahora: Erika Barton estaba viva, su hija estaba viva pero el dolor irreconocible de saber que siempre estuvo viva y no saberlo, le dolía demasiado.
—Mamá—murmuró Erika y tocó la vara con su guante, intentando de que su madre bajase la guardia—. Yo le pedí ese favor. Necesitaba eso, necesitaba esto, en realidad. Necesitaba tiempo.
—¿Acaso no tienes idea de la repercusión de tus hechos?—respondió Natasha mirando a su hija—. Tú no sabes lo que es el dolor de una madre que pierde a su hijo, eso...eso no tiene nombre.
—Debía hacerlo—insistió la rubia con lágrimas en sus ojos—. No quería formar parte de una caída de la cual ya no habría vuelta atrás. El exilio fue mi mejor oportunidad y...solamente decidí usarla.
—Clint y yo lloramos por días—añadió Romanoff y bajó la guardia por completo—. Dios, incluso velamos un ataúd que ni siquiera tenía un cuerpo.
Erika Barton soltó una lágrima y la dejó correr por su mejilla de manera silenciosa, al mismo tiempo que atraía el cuerpo de su madre adoptiva hacia el suyo, envolviéndola en un abrazo. Irina miró silenciosamente la escena, sintiendo un profundo alivio al ver que una puerta tan conflictiva ya estaba cerrada. La rubia miró a Steve y él la miró a ella, ambos mantuvieron sus miradas al otro en un instante pero Sam interrumpió aquel momento.
—Equipo, ya estamos aquí.
Irina caminó hacia el asiento del piloto, pasando al lado de Steve rápidamente y observó la base de los Vengadores a lo lejos. Una puerta se había cerrado, pero ahora debían ocuparse de problemas más grandes.
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editado ✓
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