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iii. una visita furtiva


EL HIMNO DE LOS CAÍDOS,
capítulo tres: una visita furtiva!



          IRINA MORGAN MIRABA ATENTAMENTE COMO ROMAN APILABA UNOS CUBOS DE VIBRANIUM, como ella, de manera tan inocente, se entregaba a los brazos de su madre para una nueva aventura. Irina sabía que estaba corriendo un gran peligro, sin embargo, la princesa Shuri Udaku le había dicho que todo estaba bien y que ellas estarían bien. Steve no estaba allí con ellas en ese mismo momento, pero a Irina no le importó: ella sabía que podría con esto y podría proteger a Roman con sus poderes y a toda costa. Ella observó deliberadamente a su bolso de viaje – el cual, de todas formas, era pequeño – y empacó lo esencial para su pequeña hija y para ella. Roman soltó una pequeña risita al caerse los cubos y miró a su madre con aquellos ojos color agua.

          Irina juró ver a Steve en aquellos ojos. Roman era idéntica al capitán en muchas formas, aunque no se lo creía. La joven sonrió y cerró su bolso rápidamente, para abrir un holograma con la foto de su esposo. Irina miró fijamente a la pequeña rubia antes de decir—Roman. Ven aquí, bebé.

          La pequeña rubia obedeció sin protestar y se levantó con un poco de dificultad para luego correr hacia su madre con gran habilidad, terminando por tambalearse contra la pierna de la rubia. Irina negó con la cabeza mientras alzaba a su hija en brazos y señaló la foto de Steve Rogers—¿Sabes quien es él?

          Roman observó la foto con atención y asintió con la cabeza. Era realmente obvio que ella recordaba a su padre. Morgan sonrió de lado y miró a su pequeña rubia—Él es Steve, tu papi. ¿Puedes decir 'papi'?

          —Pa...pi—expresó ella con un poco de dificultad y terminó por aplaudir—. ¡Papi!

          Irina besó la mejilla de su hija a modo de recompensa y miró la foto de Steve antes de apagar el holograma. Caminó junto con su pequeña en brazos hasta la cama que compartía con el capitán y agarró el pequeño bolso de viaje. Roman observó sus acciones de manera curiosa e Irina le miró de reojo—Saldremos a dar un paseo. Iremos a visitar a un viejo amigo.

          Y ese viejo amigo era Tony Stark.

          Irina deseaba verlo con tanta fuerza, que después de la guerra civil, todo había cambiado de manera radical y ella debió esconderse gracias a los acuerdos: por el equipo y por Steve – quien no estaba junto a ellas ahora. Irina apagó cada luz de la habitación y salió con Roman (y cargando su bolso). Los pasillos seguían custodiados por la guardia leal de T'Challa (el nuevo rey de Wakanda) pero ninguna se inmuto e intentó detener a Irina. La rubia decidió pasar por el laboratorio para despedirse de Shuri, pero no la encontró allí (cosa que realmente la extrañó) y se dirigió hacia el hangar donde tenía una pequeña nave furtiva. Allí encontró a Shuri, junto a su hermano: T'Challa.

          Ella sonrió e hizo el saludo para el príncipe, quien se inclinó. Irina miró a la princesa—¿Estás segura que esto es lo correcto?

          Shuri chasqueó la lengua—¡Claro que lo es! Nadie sabrá que estás moviéndote entre continentes.

          T'Challa miró fijamente a la rubia—Las aguas ya se han calmado, Irina. La tormenta ya no está, se ha ido.

          Morgan apretó los labios—Espero que así sea.

          —¿A dónde irás?

          —Le debo una visita y una explicación a Tony—respondió Irina mirando hacia abajo y sonrió con tristeza antes de mirar a los hermanos Udaku—. Y, además, darle mis sinceras felicitaciones por su compromiso con Pepper.

          Shuri se acercó y abrazó a las dos rubias de manera frágil—Diviértanse, ¿de acuerdo? —luego miró a Roman—. Y tú hazle caso a tu mami. No te gustará verla enojada—Irina le palmeó a forma de advertencia—. ¿Viste eso? Ahora está enojada.

          T'Challa la apartó—Creo que es suficiente—y abrazó a la rubia con fuerza, sorprendentemente utilizando delicadeza—. Buen viaje y ten cuidado. Ese transporte furtivo contiene todo tu equipo de misiones. Por si acaso.

          Morgan suspiró—Estaremos bien, lo prometo.

          T'Challa terminó separándose de ella—Saluda a Tony de mi parte. Ahora vete.

          Irina sonrió y se dio media vuelta para entrar en la pequeña nave furtiva. Roman miraba a los hermanos Udaku y los saludó con su mano pequeña, ellos sonrieron de manera genuina al ver como la pequeña se acomodaba entre los brazos de su madre. Morgan encendió la nave y acomodó a su hija en los asientos de atrás para poder despegar tranquilamente. La rubia alzó la nave en el cielo y despegó rápidamente del hangar del palacio, perdiéndose en las nubes africanas y abandonando Wakanda en cuestión de minutos. Irina miró a su hija por el rabillo del ojo y se encontró con al pequeña en estado de extrema quietud – sus orbes azules cerrados y respirando de manera calma. Ella sonrió y miró al frente, intentando de mantener en equilibrio lo último que quedaba de su propia paz.




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Base de los Nuevos Vengadores, Nueva York.

          Irina pudo vislumbrar la base de los Vengadores a kilómetros de distancia. Un claro sentimiento de nostalgia se encontró albergado en su pecho, sintiendo una cólera celestial al recordar aquel lugar como su hogar. Roman podría haber crecido allí de manera libre, rodeada de otros héroes, de otras cosas – ella podría haber conocido esta vida de otra forma, pero el destino siempre jugó malas pasadas a la familia Rogers-Morgan y eso era bastante inoportuno. Irina tragó saliva, intentando de pensar en las palabras adecuadas que le diría a Stark. Han pasado casi tres años, ¿cómo podría hablarle?¿Cómo serían aquellas palabras luego de un mal entendido entre pares?

          Todo había cambiado. Irina había cambiado. El destino, de alguna forma, y a pesar de que Irina siempre odió las acciones del destino, les había dado la oportunidad para redimirse entre ellos. Irina lo haría, una y mil veces. Tony Stark era la puerta que tenía a su pasado, la puerta que era tan cercana a sus padres y no quería perderla. La joven aterrizó en una de las plataformas y observó que varios soldados salían a cubrir la puerta. Irina no tenía miedo, Roman tampoco. Así que decidieron bajar de manera lenta y calmada. Irina extendió su mano hacia Roman, quien la tomó con toda la confianza del mundo y su madre presionó el botón de las compuertas.

          Estas se abrieron lentamente, mientras que las dos Morgan caminaban lentamente para baja de la nave. Ambas rubias fueron recibidas por alrededor de veinte agentes, quienes apuntaban hacia ellas como si fuesen hostiles. Irina levantó su mano en son de paz y bajó su bolso de viaje. Roman se escondió detrás de ella y miró asustada a los soldados. Irina reconoció una voz al instante.

          —¿Qué está sucediendo aquí?

          Irina no había olvidado aquella voz socarrona e irónica, la cual hacía chistes malos o intentaba describir un problema matemático o físico-cuántico. Tony Stark apareció entre los soldados, quienes lo dejaron pasar de manera torpe y sus ojos avellanas se concentraron en las dos figuras femeninas en el punto de mira. A la rubia le faltaba el aliento, su lengua se había trabado y se quedó paralizada. Era él, Tony Stark, luego de dos años, frente a ella. Irina quería decir algo, moverse o gesticular. ¿Pero que iba a hacer después de no verlo por mucho tiempo? La rubia lo extrañó de una y mil maneras, extrañaba verlo así. No pudo evitarlo, no pudo evitar que una lágrima solitaria saliese de sus ojos y rodara lentamente por su mejilla.

          Tony tampoco había hablado. Encontrar a Irina Morgan fue como si una daga se clavase en su corazón mil quinientas veces. Ver aquellos ojos verdes le trajo tantas memorias felices y nostálgicas – una cólera imperdonable por haberla dejado ir, por haberse puesto en su contra y por haberla alejado de él. Tony se acercó rápidamente a ella, alzando la mano para que todos los soldados bajen sus armas y se dispersen, observando como ella soltaba una única lágrima y la envolvió en sus brazos. Irina también lo abrazó, con tanta fuerza y con tanto dolor, la alegría era inmensa. Había vuelto a casa.

          —Estás aquí—murmuró Tony intentando de no quebrarse—. Estás aquí...

          Irina asintió soltando un par de lágrimas—Lo siento...Lo siento muchísimo.

          Tony apretó más el cuerpo de Morgan contra el suyo—Ni te atrevas. Yo soy el que debe pedirte disculpas—se separó de ella—. No debí alejarte. Es bueno verte aquí, cielo.

          Irina sonrió de manera absolutamente genuina y asintió. Roman se abrazó a la pierna de su madre, mirando al hombre de ojos café con curiosidad. Tony observó al pequeño intruso – en realidad, intrusa – y luego alzó una ceja.

          —Y creo que me he perdido de mucho—se agachó y observó a la pequeña rubia, quien volvió a esconderse—. ¿Quién es ella?¿Una mini tú?

          Morgan se mordió el labio mientras rodaba los ojos, Tony no perdió el tiempo de alzar a la pequeña en brazos – Roman protestó ante la acción, ya que no conocía a Tony – y ambos se encaminaron hacia la entrada de la base de los Nuevos Vengadores.




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