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Capítulo 21

La tarde había caído y los chicos, entre risas aún enérgicas, descendían de las montañas para refugiarse en la posada y descansar unos momentos con la idea de luego seguir disfrutando de algunas actividades más antes de volver nuevamente a sus clases habituales.

Cuando lo hicieron, todos estaban extrañados por la ausencia de sus lindas compañeras, que desde su llegada, no habían mostrado rastro. Por supuesto esa duda fue resulta cuando Aizawa fue en solitario a averiguar que había ocurrido.

Al regresar junto a su revoltoso grupo de alumnos, este tenía un rostro más irritado y estresado de lo normal; temieron lo peor.

—Es que no me lo puedo creer —suspiró cansado—. Les digo "no hagan estupideces" y a veces pienso que lo hacen a propósito —murmulló con fastidio.

—¿Qué sucedió Aizawa? —interrogó Iida con su técnica forma de hablar—, ¿Las chicas están bien?

—Sí, están bien y en sus cuartos descansando —explicó masajeando el puente de su nariz—. Pero están ebrias, no sé cómo, pero consiguieron alcohol y terminaron en ese estado.

No tardó mucho en oírse las expresiones de sorpresa por parte de los jóvenes, porque, entendían que los problemas podrían venir de ellos... pero las chicas.

Ellas muchas veces son más sensatas que ellos, sin duda.

—Como sea, ya saben cual fue el trato —soltó el profesor de repente—. Vuelvan todos a sus cuartos, mañana volveremos a la academia.

Es verdad que los muchachos se sentían frustrados por volver incluso si había un día más de tiempo, mas no pudieron culpar a las jóvenes por ello, después de todo, siempre habían sido comprensibas con ellos.

Así que resignados a su destino, uno por uno fue camino a sus habitaciones para al menos descansar correctamente y volver el día siguiente.

Claro, todos menos uno, que tenía otros planes para esa noche.

Donde nadie iba a ver.

Cuando llegó la hora, su presencia ya se encontraba por delante de aquella puerta. Incluso si había llegado hace unos minutos atrás, seguía plantado sin mover ningún músculo.

Por su mente pasaban tantas cosas y no sabía si su cabeza lo iba a traicionar una vez estén frente a frente. No sabía, y no quería hacer algo de lo que pudiera arrepentirse.

Tocó por fin la puerta unas cuentas veces y esperó impaciente alguna respuesta, siquiera un sonido. Pero nada, no había nada. Eso lo frustró de sobremanera e incluso más de lo que pensó. No obstante, quiso mantener la calma ante todo.

Tomó aire en sus pulmones e intentó relajar sus tensados músculos, debía tranquilizarse. Pensó que lo más probable es que se encontrara dormida sin más, por lo que quiso regresar a su dormitorio para aguantarse hasta el día siguiente.

Pero para su suerte, no tuvo que hacerlo. La puerta se abrió.

—¿Qué sucede? —preguntó la joven un tanto entorpecida—, ¿Shoto?

Éste aún se mantuvo de espaldas unos breves segundos, al analizar la voz de la fémina pudo entender que había tomado unos tragos. No tantos, pero si los suficientes como para no permitirle hablar con total fluidez.

Se giró sobre sus talones para encararla y la divisó un tanto desorientada como también confundida por su presencia. El bicolor se fue acercando a ella con cautela hasta que su cuerpo sólo estuvo a centímetros de ella, intimidándola por la gran diferencia de altura.

—¿Qué pasa? —cuestionó dudosa.

—¿Tomaste un baño? —interrogó de la nada cuando sus fosas nasales habían sido inundadas por el perfume de su Shampoo.

—Eh... sí... ¿y eso qué?

La agitación y el caluroso ambiente eran los predominante en la situación. La joven no podía creer lo que estaba ocurriendo y con solo visualizarlo ya estaba perdiendo el juicio.

El bicolor no le daba descanso alguno con sus besos, y aprovechaba a diestra y siniestra plantandolos en su piel desnuda, aprovechando que ella ya sólo tenía su ropa interior. Aunque él aún llevaba sus pantalones, la vista de su bien trabajado abdomen cubierto con una muy fina capa de sudor, era exquisito.

Suspiró entrecortadamente cuando sus labios rozaron su abdomen e iban ascendiendo con besos mojados, mientras que una de sus manos, fueron haciendo suaves caricias que, atrevidamente subían hasta uno de sus pechos. Siendo su meta el tocarlos en un estimulante masaje, que por cierto, logró y con ello hizo temblar a la menor.

El trayecto de sus besos fue llegando a su final cuando estuvo en su cuello, y aprovechando la posición de la misma, comenzó a poseerla para sí. Yui estaba que no podía más y eso que apenas habían hecho nada.

Pero su cordura se fue a la mierda en el instante que sintió las yemas de sus dedos rozarle la parte del tórax, para tratar de escabullirse por de bajo de la tela del sostén. 

Las cosas iban a llenar a más y ese delgado límite entre ambos iban a ser traspasados, claro, de no ser porque la puerta comenzó a ser golpeada con insistencia, logrando que tuvieran que detenerse.

—¿Quién podría ser? —murmulló la joven un tanto irritada mientras se acomodaba sus prendas y trataba de volver a la normalidad, mientras que su compañero se encontraba sentado en la orilla de la cama, totalmente indiferente a la situación.

Algunos alumnos de la clase se habían presentado a buscar a aquellos jóvenes para realizar una fogata secreta, después de todo, estaban convencidos de que no podían irse del lugar sin antes pasar un momento de grupo como debía de ser.

Fue complicado que el bicolor quisiera ir, pero al final de cuentas, no tuvo mas opción que aceptar a la invitación y reunirse con los miembros faltantes. Y así estuvieron en círculo siendo calentados por las llamas que habían realizado para el encuentro secreto.

Todo iba bien y entre risas comenzaron relatando las famosas historias de terror para sacar uno que otro grito de sobresalto por parte de los menos resistentes a esas cosas.

—¡Todoroki, es tu turno! —exclamó Denki luego de contar la suya.

—Yo no sé contar historias —dice sin prestar mucha atención, mientras que con una de sus manos, sostenía una rama que jugaba entre el fuego.

—¡Vamos, todos hacemos el intento! —añadió Mina, insistente.

—No.

Yui miró de reojo a su compañero y relamió sus labios dudosa, si él no quería hacer algo, no había nada en el mundo que lo pudiera hacer cambiar de opinión. Y es por eso que cuando más le insistieran, su irritación aumentaba.

Pero quería oírlo y se estaba arriesgado demasiado en hacerlo.

—Sería bueno escuchar alguno que conozcas —murmulló, dudosa—. ¿No hay alguno que sepas?

El chico la miró de soslayo y se mantuvo pensativo ante la situación. Suspiró profundamente cuando una historia llegó a sus recuerdos.

—Supongo que sí.

—¡Genial! —exclamó la chica rosa ante la afirmación.

—¿De qué se trata, Todoroki? —interrogó Midoriya.

Se tomó unos segundos al ser seguido por las miradas expectantes de sus compañeros, lo cual, ciertamente le fastidió. Pero sabía que ya no podía dar vuelta atrás.

—Había una vez, un niño que permanecía atrapado en una cueva, él junto a su adorada madre —comenzó narrando mientras su mirada seguía sumida en las llamas de la fogata—. Se preguntarán, ¿intentaron escapar?, ¿lograron escapar?

Algunas de las chicas asintieron.

—Ellos sí intentaron escapar, pero un demonio los mantenía presos en ese infierno —siguió—. El niño aborrecía a ese demonio... sus noches eran tormentosas cuando debía observar como su madre era objeto de juego e incluso, a veces, él lo era.

Algunos siguieron con sus expresiones confundidas pero interesadas en el relato, mientras que otros, no podían evitar relacionar esa historia con algo más.

—Un día el demonio cumplió su objetivo y consumió por completo a esa hermosa mujer... en cuerpo, en alma —dijo sin expresar emoción alguna en sus palabras—. Después de tanto sufrimiento, ya nada quedaba de ella. Entonces, el pequeño se reveló en contra del demonio, estaba cansado.

Yui tragó secó mientras seguía escuchando, le era imposible no hacerse imágenes mentales de la situación.

—Prefirió la muerte antes que una vida de agonía. Pero el demonio no lo mató —expresó en un suspiro—. El niño anhelaba morir, pero sin importar lo mucho que lo intentara, no moría e incluso el demonio no pretendía matarlo.

—¿Por qué el niño no podía morir? —cuestionó Ashido, algo incómoda.

—Simple, un demonio no puede morir.

—¿Demonio? —preguntó Uraraka, desconcertada.

—Sí —expresó levantando por primera vez su bicolor mirada—, el niño sin saberlo, era el engendro fruto de las barbaridades que el demonio realizó en contra de su bella madre.

—¿Qué sucedió con el niño cuando se dio cuenta de que era un demonio? —preguntó Yui a un lado de él.

Ante la pregunta de aquella chica en particular, el bicolor sonrió ligeramente sin despegar sus labios y continuación, giró para mirarla con unos ojos intensos y brillantes.

—Quizás en lo que se convirtió el pequeño niño, fue a un peor que aquel demonio —respondió con su voz ronca.

—¿En... qué se convirtió? —volvió a hablar, presa en los ojos bicolores del mayor.

El chico iba a responder esa pregunta para dar por terminada la historia, pero en ese ínterin, Aizawa se hizo presente entre los jóvenes obligándolos a volver en sus habitaciones.

La joven fue por un camino separado al de él ya que los por sectores divididos. Aprovechando el camino a su cuarto, se quedó pensando que aquella historia podría tener más significado del que parecía.

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