Yo no era más que un señor adulto junto a él, y sin embargo, el joven sonrojó mis partes. Mientras los personajes de mala reputación se degustaban unos buenos billetes con las bailarinas exóticas, el chico tomó la iniciativa, probablemente fuera por mi gesto anfitrión. Cuando se me acercó, mi amigo Robert Smith comenzó a sonar en la rocola, y mientras decía "estoy perdido en ti", la atmósfera tomó lentamente otro color. 

Suelo ser avasallante, pero su paso era firme y me interpeló pensar que venía hacia mí sabiendo que probablemente me habría reconocido. Era extraño; la sensación no era sólo de admiración hacia el artista que empezaba a gustarme, sino que también el saber que yo le gustaba y que su música y caracterización la había inventado tomándome de base, me generaba excitación.

Me alegré de que dejara sobrando a sus compañeros y viniese solo. Entonces llegó y yo no sé ni qué postura sentada traía, pero mis ojos debieron mirarlo con intensidad ya que provoqué un cierre en los de él. Me saludó en mi idioma y me dio escalofríos escuchar su acento japonés. Le quedaba sensualmente gracioso. Casi le permití decir su nombre, pero supe que le costó no ralentizarse.

—¿Sabes quién soy? —me sorprendí de que dijera mi nombre de pila, y me arrepentí de preguntarlo en mi esperanzada sorpresa, aunque no sonó tan lindo como en mi imaginación y me arrepentí de aquello.

Debió pensar que era un engreído...

Pero apretó sus ojos rasgados y sonrió con esa comisura que había podido verle en las pantallas. Puede que suene cursi que lo diga, pero era hermoso, por momentos blanco y liso, por momentos moreno como mexica. Las luces de neón sobre su piel jugaban a transformármelo entre psicodélico y estoico. Masculino, oscuro, delicado. Yo no era más que un señor adulto de 37 años junto a él, un joven a penas iniciando en la música y en la vida, y sin embargo, logró sonrojar mis partes....