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ATSUSHI


Las horas parecían haber sido detenidas por la gracia de algún místico y diabólico sortilegio. Él y yo lo habíamos conjurado juntos. Nos habíamos convertido en los amos y señores del tiempo, alargando las horas con musical maestría a fuerza de devoradores besos y mordiscos devastadores teñidos de una ansiedad del color de la más deliciosa tonalidad carmín. Del crescendo de gemidos y jadeos acompasados en tándem perfecto como seguramente se encontraban nuestros corazones en nuestros agitados interiores...

Nuestros cuerpos habían danzando en sincronía por toda esa casi "inocente" habitación que con el infernal deseo que nos quemaba en vida habíamos mancillado, convirtiéndola en una jaula donde dos bestias hambrientas jugaban a arrinconarse para su mutua saciedad. Él había ganado. Yo lo había dejado ganar. Se lo debía a la religiosa devoción que le tenía. Aquella que sin que él lo supiera, rozaba y arañaba a lo más macabro y perverso de mis fantasías. Montarlo o que me montara ya no era cosa importante.

Lo importante era compartir aquel momento ardiente que ambos habíamos ansiado como adictos en abstinencia. Tenernos en soledad para poder atacarnos. Mordernos las bocas, lamernos y pasear nuestras manos ávidas por toda nuestra mutua anatomía, apretando, gruñendo...

Ahogarnos en el placer que podíamos darnos el uno al otro. Eso era precisamente lo que habíamos hecho y seguíamos haciendo sin pudor ni remordimientos. Justo como yo lo había deseado y esperado. Nos comíamos vivos... o más bien, David era quien ahora me devoraba frenético y fuera de sí, despedazándome con la fuerza devastadora de su ser que invadía cada centímetro del único lugar por el que no había podido entrar antes de conocernos en persona.

Puesto que él ya era la musa máxima de mi inspiración... Se había metido por mis ojos antes que cualquier sitio...seduciendo a mis retinas y conquistado con su canto a mis oídos impregnándose así en mi mente y tatuando su imagen de manera indeleble en mi alma... Y como si eso no le hubiera sido suficiente, ahora se adueñaba de cada centímetro de mi ser, asegurándose en cada sensual vaivén de sus caderas contra mí de que jamás pudiera olvidarme de él ni de aquella noche de tórrido disfrute que estábamos compartiendo.

Nuestro mutuo sudor hacía que la fricción fuera un incendio y una inundación de lujuriosa humedad. Lo sentía ponerse cada vez más grueso de excitación, crecer dentro de mí, obligando a mi cuerpo a cerrarse a su alrededor cada que salía y a dilatarse para su falo cuando entraba. Chocando sus pelotas casi con las mías y rebotando contra mis nalgas apretándolas y amasándolas... Gimió de un modo delicioso cuando lo mordisquee desde dentro con la fuerza de mis músculos pélvicos causando con aquel sonido que la punta de mi miembro vibrara humedeciéndose de nuevo.

—Atsushi... mi hermoso Atsushi... —Me dijo en un ebrio barítono, con la garganta apretada y casi sollozando de placer junto conmigo.

Levanté el trasero para él. Quería que lo gozara, que me disfrutara, que, así como yo nunca más podría olvidarme de esta noche de ensueño, él tampoco pudiera hacerlo por ningún motivo. El dolor combinado con el placer apenas me dejaba pensar, respirar siquiera... La mezcla de sensaciones era enloquecedora y aunque en ese momento ya había dejado de gritar el aire apenas me llegaba a los pulmones.

—Te duele, mi hermosura... ¿Te hago daño? Sé que te hago daño cariño... Por favor perdóname... perdóname... pero estoy metiéndotelo todo y estás tan apretado, tan rico... Ahhhh no puedo parar, no quiero hacerlo... Eres una delicia... —Jadeó adolorido, herido de lascivia como si estuviera siendo sometido en contra de su voluntad por sus más bajos instintos. Así que, pese al dolor, decidí jugar un poco con la situación.

Con su sensual y culpable diatriba, alentando al fetichismo y a su lado oscuro y cazador. Estaba seguro de que ese sería nuestro final. Ambos íbamos a estallar con aquello, sonreí para mis adentros y comencé a jalonearme levemente como intentando que se saliera de mí, liberándome así de su posesivo abrazo si es que lo lograba...

—Ahhhh, ahhh, David... Por favor...me duele...más despacio, ahhh, por favor...

Rogué con lágrimas que no eran fingidas y sentí cómo su abrazo se ciñó a mi alrededor como banda de acero. Su risa baja y ronca se derramó por mi cuello haciéndome cosquillas en la espalda causándome un jadeo de deleite.

—Estoy dándote lo que me pediste, niño mío, no te soltaré ahora, tómame, tómalo todo...

—Ahhh, Ahhh no, por favor, estás matándome... Por favor, más suave... por favor... —lloriqueé para enloquecerlo. Y lo logré. Pues sus potentes movimientos se hicieron aún más rápidos y profundos como si me taladrara.

Grite y él ya no se molestó más en cubrirme la boca. Sin embargo, aún con su locura desatada no se convirtió en un monstruo troglodita, no. Aunque su ritmo desesperado se hizo vicioso me acomodó con una rapidez que me asombró, levantando del colchón de un modo en que él aún se mantenía detrás de mí, pero en el que mi erección ya no estaba aprisionada, si no que quedaba totalmente a expensas de una de sus manos, la cual enseguida se apoderó de ella, poniéndose enseguida a trabajar, apretando con firme delicadeza decidido a darme el onanismo más diabólicamente rico experto e increíble de mi joven vida.

Jamás una chica me acarició ni me dio placer como él lo estaba haciendo. Sus embestidas y el ritmo en el que me enfundaba y desenfundaba la piel estaban en igual sincronía. Definitivamente éste no era el intergaláctico Starman que había tenido una amena conversación conmigo bromeando con elegante elocuencia. Éste definitivamente era Aladdin Insane. Mi chico loco espacial que me consideraba un manjar aun siendo un hombre como él mismo, que me sentía y me sabía totalmente suyo...

El cielo... ¡Era el cielo...! O probablemente lo más cercano que llegaría a conocer de él... pero... ¿quién podía querer el cielo si lo tenía a David? Volteé a mirarlo girando un poco el torso y ahora fue mi turno de volverme un poco loco. Tenía la frente perlada de sudor y los ojos azules con las pupilas tan dilatadas que casi eran del mismo tamaño. El cabello salvaje cayendo sobre su rostro... tan bello...delicioso...

Sus músculos se contraían y tensaban en cada estocada y sus filosos dientes estaban clavados en su labio inferior en una mueca ansiosa que ya le había visto antes en video clips... pero esta vez no era actuada. Era por mí. Para mí. Sus labios rosas tan finos como pétalos de flor eran masacrados. Tenía que salvarlos...

—Ahhh, Ahhh, muérdeme a mi David, muérdeme un poco... —Le supliqué, y enseguida su boca aterrizó sobre mi cuello, sus dientes se clavaron en mí... dolían...dolían como el mordisco de un vampiro sobre la inocente doncella, pero su lengua húmeda y viscosa curaba todos los males que pudieran aquejarme, llevándome al borde del precipicio.

—Sí, sí, David, sigue, sigue así, dámelo todo, ¡hazme venir... hazme venir...! —bramé histérico a punto de explotar en el orgasmo más descomunal de mi existencia hasta el momento, pero inesperadamente para mí, David se salió de mi interior y, en un acertado y bien calculado movimiento, me hizo rodar sobre el colchón quedando esta vez boca arriba, con las piernas abiertas y la piel erizada en estremecimientos angustiosos que me recorrían desde el estómago hasta el miembro que casi parecía pulsar, húmedo y deseoso clamando por mi pronta satisfacción.

—No voy a perderme tan hermoso espectáculo, At Chan, quiero ver cuando tu miel se derrame por mí... —Me dijo sonriendo y pasándose la lengua por el labio inferior, saboreándose ya lo que venía, ubicado en el espacio en medio de mis piernas, tan cerca de...

Estaba tan sexy con el rubio cabello pegado a la frente y esa sonrisa maliciosa... si él se atrevía a... no iba a poder contenerlo más..

—Por favor no, David...yo no...

—¿No qué?... ¿No a esto? —dijo diabólico tomando la dureza de mi espada samurái con una mano que no titubeó y abrazando con su lengua toda la filosa punta.

—David San...no... —supliqué una vez más, pero su boca no me tuvo piedad y esta vez me succionó completo, llevándome hasta su garganta...

Era tan suave, húmedo y tibio...como el interior de una apretada, rosada y dulce fruta escondida en medio de femeninos muslos. Su cabeza subió y bajó sobre mi suave, lentamente, devorado mi arma hasta la empuñadura.

—Ahhhhh, Ahhhh, Ahhhh.

Era todo lo que podía expresar, convertido en una gelatina hecha de temblores y espasmos de lastimero placer igual a un gato deseoso y maullante, hasta que... hasta que no pude contenerme más y, sintiendo que mi blanco néctar estaba casi en la cima de mi volcán, luché por abandonar su sabrosa y torturadora boca. Él lo sabía. Tenía que saberlo... Sabía que me vendría y sin embargo... Sus manos me abrieron las piernas de par en par y me aferraron, posesivas... Hasta que... alcancé el pináculo de las estrellas...

El Major Tom había venido por mí...o más bien, yo por él... retorciéndome como poseso me derramé por completo en su preciosa boca...y él no había dejado escaparse una sola gota. O eso creí a media luz... Lo miré totalmente avergonzado, seguramente con las mejillas coloradas, pero sonreí tímido cuando pude ver una gota perlada resbalando por la comisura de sus amados labios...

—Oh David... —Gimoteé tembloroso y todavía tan erecto que me causaba dolor.

Bowie esbozó una sonrisita enternecida, mirándome con ojos brillantes, la cual, desgraciadamente, me hizo volar, causando que mi corazón latiera con un sentimiento impropio y muy confuso en aquel fogoso y sexual momento...

—Cariño, dime... ¿Cómo puedes ser tan lindo? Oh, Atsushi... vas a matarme... —se quejó incrédulo tomándome de las piernas y levantándomelas hasta los hombros, con lo cual mi trasero saltó hacia adelante quedando totalmente expuesto para él. Y entonces adiviné lo que pasaría... ¡Yo también lo miraría correrse!

Tomó mi miembro sin pedir permiso y lo masajeó un par de veces, llevándose así un poco de mi lubricación en su mano hasta el lugar donde deseaba enterrarse completo...

Me preparó con una delicadeza conmovedora y volvió a enfundarse por entero dentro mío... tan cerca... tan cerca de mí... entrando y saliendo, lentamente pero fornido... Me abrazaba, se aferraba a mí y yo a él... Aquella posición tan cercana convertía el acto que hasta hace poco había sido algo salvaje y para saciar el primitivo instinto que nos había convidado a aquella habitación en algo íntimo e indescriptible...

Creí que escondería su rostro en mi cuello impidiendo que lo viera... pero... no lo hizo. Por el contrario... Traté de ser yo quien se escondiera mientras él me invadía y se adueñaba de mí... pero... él... él no me lo permitió...

—Oh hermoso, ¿a dónde crees que vas...? Ven acá... —dijo agarrándome la cara con una mano para acercar nuestras bocas y capturar la mía en beso de lengua que me puso completamente duro y en trance.

Tan excitados los dos. Humeando de calentura... y David aún dentro de mí...

Clavé mis manos en su espalda, apretujé sus hombros enterrando los dedos en su carne, totalmente expuesto, vulnerable y suyo.

—Ahh...David... estás tan dentro... sí... sí... ¡Fuck me! —fue todo lo que pude gritar antes de que su palpitante falo se descargara por entero dentro mío, con un gemido de David que me pareció un cántico en honor a la depravación más exquisita, chorreando toda su viscosa pasión hasta cubrirnos a ambos en su seminal delicia.

Lo abracé. David temblaba tanto como yo al estallar... Vulnerable como cualquier ser humano ante la rendición a la plenitud de la complacencia... Aquel abrazo fue mi entera perdición, porque entonces supe a ciencia cierta y con total claridad que era lo que verdaderamente sentía yo por él. Más allá de la fervorosa admiración que le profesaba a sus alter egos, a su arte, sus ideas, a su trabajo y su mente maravillosa, yo lo había engatusado porque quería destapar al hombre que se escondía tras las mil mascaras... porque... quería amarlo. A él, al verdadero él. Yo, Atsushi Sakurai...tenía como amor platónico a ni más ni menos que al camaleón del rock and roll... el grandioso David Bowie...

La idea me estremeció de los pies a la cabeza dejándome mudo... Y él... él por su parte siguió ahí, sin romper nuestro abrazo, es más, casi pareció acomodarse en él, dejando que por unos minutos su corazón latiera contra el mío en una íntima y dulce conversación...

¿Pero qué me creía que estaba haciendo permitiéndome a mí mismo aquellas ideas y aquellos sentimientos que bien sabía que en el planeta realidad no encontrarían reciprocidad y solamente me harían sufrir? ¿Acaso me había vuelto totalmente loco? Él volvería a Inglaterra o a donde quiera que le llevara su fama... y esto... esto habría sido solamente una escala en su viaje... Otra noche más de placer con un fanático para su lista de aventuras...

Yo... sería solamente uno más... El pensamiento me dolió como una patada en el estómago. Se iría, le perdería, pero, pero es que no le tenía... Él y yo solamente habíamos pasado un buen rato... La habíamos pasado tan rico, pero, para él... seguramente lo nuestro había sido... sólo otra noche más... Pero...pero... ¿En qué estaba pensando? ¿Cómo podía ser tan mocoso y tan tonto? Respiré hondo, sintiendo un extraño dolor emocional con el que no estaba en lo absoluto familiarizado...

¿Así es como se sentían las chicas cuando presentían que iba a irme y a dejarlas? ¿Acaso esto era el maldito karma?

—¿Qué pasa, At? estas muy callado... —Me preguntó su voz con cierta precaución al oído mientras me acariciaba la mandíbula con sus labios...

Yo...yo no podía contestar... Mierda, no podía decirle, no podía ser tan patético...

—Cuéntame, qué pasa por esa cabecita tuya... ¿Mmm? —Insistió él con mimo, haciendo que mi barrera temblara con tan solo la profundidad exquisita de su voz...

—Na...nada... yo... creo que... que... quie... quiero darme un baño... —Tartamudeé como estúpido deseando que me tragara la tierra.

—Ahora nos lo daremos... juntos, querido... —Me dijo con una autoridad paternal que me descolocó. Me estaba poniendo las cosas muy difíciles...

—Pe... pero... yo no...

—Shhh, sin protestas, descansa un poco —Mandó, fundiéndose su pecho en mi pecho... Casi me permití suspirar...

Casi...

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