ATSUSHI
No supe con exactitud cuál de todos los factores que nos rodeaban había sido lo que me había orillado a llevar a cabo aquel movimiento tan atrevido, pero lo cierto era que estaba asustado de mí mismo. No tenía un control pensante sobre mis acciones. Estaba actuando de manera demasiado impulsiva para mi gusto. Aún más que siempre. Ahora podía darme cuenta de que era algo más allá del fanatismo. Algo... una fuerza sin nombre o que se pudiera siquiera categorizar...
¿Sería lo avasallador de su presencia o quizá lo hipnótico de sus místicas pupilas dispares que parecían los ojos de un felino astuto deseoso de acorralarme en el primer rincón?
No podía aseverar nada con certeza, pero al parecer, mi gesto erotizado había sido aún más bien recibido de lo que habría podido esperar... ¿Sería entonces que eso que había percibido de su parte era cierto?
No... probablemente me estaba haciendo ideas en la cabeza. Ideas muy locas. Yo, un músico fan, ser del agrado de David Bowie... ¿de esa manera? Realmente esta noche sí que andaba más ambicioso de lo normal. Respiré, sonreí y tomé su insinuante respuesta como el chiste que había pretendido ser.
—¿Y que es lo que le a traído por aquí, David Sama? ¿Qué es lo que hace un hombre como usted en un lugar como este?
Su sonrisa de afilados dientes se ensanchó... Tantos dientes... Era como tener a un vampiro o un gran tiburón sonriendo frente a mí. Pero no me sentí intimidado pues éste era uno talentoso, genial y brillante, con un magnetismo más que animal que no hacía otra cosa que tentarme a provocarlo para así revelar cuál era la finalidad de su provocador llamado a mi persona...
Ahora me miraba con curiosidad. Lo podía sentir. Y yo deseé con toda el alma leerle la mente. Algo un tanto hilarante me decía que él deseaba hacer lo mismo conmigo. Sonreí de lado, satisfecho por la idea, pero no complacido. Ni yo sabía qué era lo siguiente que esperaba que sucediera.
—Quédate conmigo esta noche y te daré la exclusiva, Sakurai San —fue su rotunda respuesta mientras tomaba un trago de su bebida del justo lado donde yo había puesto los labios clavando en mis ojos una mirada indescifrable que hizo que se me erizara la piel.
Definitivamente no iba a irme a ningún sitio. El hombre de las estrellas acababa de imantarme a mi asiento...
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