Él había nacido en Inglaterra y yo le admiraba como jamás podré admirar a otro artista. El padre del Glam, cuya canción más icónica ya me había programado mentalmente, habría de cantar en un escenario a manera de... No, no lo sé... ¿Un tributo a la admiración que le tenía? El hombre del espacio era mi ídolo, ¿y él lo sabría? La idea me llenaba de ansiedad... Puesto que estaba aquí. ¿Cómo? ¡En el mismo bar que yo! Del otro lado del mundo, a unas mesas de distancia...

Saqué un cigarrillo y lo encendí, en el vórtice del temor y la ansiedad. Si no me movía de la mesa, él jamás advertiría mi presencia... ¿Cómo podría? Los chicos se divertían y yo me quemaba en mi fanática diatriba interna... ¿Y si en lugar de sentirme intimidado me ponía de pie y le saludaba? Digo, no es que el tipo me fuera a comer... Aunque sí tenía fama de comer... de todo... Bueno, ese no era el punto definitivamente... Quizás después de un par de tragos me daría suficiente valor para hablarle... El tipo era una eminencia de la música y además de atractivo era tan interesante que inquietaba...

¿Cómo no ponerse nervioso? David Bowie en el lejano Oriente... nosotros deambulando en recovecos de puntos geográficos, ansiando probar nuestra suerte, él... bueno, no sé qué lo traería por aquí... Vaya acontecimiento...