9.
Disclamer: Los personajes, casi todos los lugares y parte de la trama no me pertenecen a mí sino a la gran Rumiko Takahashi. Este pequeño fanfic de miedo fue escrito para divertirme, celebrar Halloween y entretener al resto de los fans ranmaniaticos.
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Nota de la Autora: Escribí este fanfic para el Halloween del año 2019 y lo subí a otras plataformas pero no a wattpad, no recuerdo por qué. Así que creo que ha llegado la hora de sacarlo a la luz del todo, jeje. Estaré compartiendo tres capítulos al día hasta el 31 de Octubre. Espero que os guste, a los que aún no conocíais esta historia y a los que sí, que disfrutáis esta relectura para finalizar el mes.
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—Absolutamente Aterrador—
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9.
Ranma creía saber el punto exacto que mostraba aquella odiosa fotografía y decidió fiarse de su instinto y encaminarse hacia allí, antes que volver a mirarla y asegurarse.
Le daba escalofríos.
Por fin entendía el truco de las fotografías. Anne las enviaba a sus víctimas para torturarlas y crear una desagradable expectación en ellas. Les mostraba su mayor temor hecho realidad: a Shampoo le aterraba envejecer y debilitarse, a Ukyo perder su restaurante y todo lo que eso significaría para su modo de vida. Y a él, por supuesto...
Akane.
Esa foto no representaba a una Akane inconsciente junto al canal no, representaba a Akane muerta. Una Akane que se había ahogado sin que él pudiera salvarla, lo supo nada más verla y por eso, no necesitaba mirarla de nuevo. La simple idea era tan perturbadora que sentía escalofríos solo por llevarla en el bolsillo. Pero si llevaba razón, la única manera de ganar el jueguecito perverso de Anne era no perder los nervios. Si dejaba que el pánico le dominara, no podría salvar a Akane.
¡Puedo evitarlo, puedo salvarla! Se repetía una y otra vez para darse valor.
Pero necesitaba dejar la mente en blanco, o llenarla con las mismas bravuconadas y fanfarronerías que le inspiraban en sus otras peleas. Era un gran artista marcial. Se había enfrentado a miles de enemigos y siempre ganaba. Ella era solo una niña fantasma enfadada, ¿cómo no iba a vencerla?
Gracias a eso, consiguió calmarse un poco antes de llegar al canal.
—¡Akane! —La llamó, hinchando bien sus pulmones y berreando con todas sus fuerzas—. ¡Akaaaaneeeeee!
Recorrió el canal gritando y buscando en cada rincón. El agua bajaba aquel día con mucha fuerza, creando una atmosfera húmeda y fría a su alrededor. El viento soplaba, desgarrador, sin edificios ni casas cerca que sirvieran de escudo, su rugido infinito ensordeció cualquier otro sonido.
Por fin, vio una figura a lo lejos y su corazón se aceleró. Corrió hacia ella con decisión e impaciencia pero el asombro le paró en seco al encontrarse con una imagen terrible.
En primer lugar vio a Anne, de pie y terrible, unos metros separada de la orilla y vuelta hacia la dirección por la que él había aparecido. Le estaba esperando, claro, pero él apenas reparó en ella pues, rodeándola, había una enorme cantidad de insectos que se amontonaban, unos sobre otros, formando una columna que se estiraba sobre el agua enfurecida del canal, dibujando un arco de cuyo final colgaba una segunda figura: su prometida.
—Akane...
Estaba inconsciente, pero aún respiraba. Los insectos habían formado una monstruosa cadena uniendo sus repugnantes cuerpos que la sostenía sobre las aguas.
Ranma jadeó por la impresión. ¡Todo era por su culpa!
Intentó centrarse y dejar la culpa a un lado. Lo primero era salvar a Akane.
Le bastó un segundo de observar a esos bichos para saber que no eran normales. Parecían tener una fuerza sobrehumana y desprendían un aura tan oscura y poderosa que le hizo estremecerse. Emitían un zumbido repulsivo y sus ojos brillaban con una inquietante luz roja.
¿Demonios? Se preguntó.
Anne, por el contrario, se mantenía serena y sus ojos seguían siendo de un tono desvaído, aunque su expresión parecía más despierta que nunca.
Debe estar impaciente por destruirme.
—Eres muy rápido, Ranma.
—¡Déjate de tonterías! —Le espetó. Adoptó su clásica posición de combate y la desafió con la mirada—. Pienso vencerte, no me importa si eres un fantasma, un demonio o una chica desvalida.
>>. Lo haré y tú me devolverás a Akane.
Anne ni se inmutó, aunque calló varios segundos como si se estuviera pensando. Los insectos, en cambio, seguían gruñendo y agitándose unos contra otros. Parecían nerviosos o quizás hambrientos, pero Ranma se fijó en que no tocaban a Akane más que para sujetarla sobre las aguas que cada vez hacían más ruido.
El caudal del río estaba creciendo y la fuerza con que chocaba contra la estructura de piedra se había vuelto más salvaje.
—Yo no quiero pelear contigo, Ranma —dijo Anne llamando su atención de nuevo—. Ni vencerte.
>>. No estoy aquí para eso.
—¡¿Y para qué has venido entonces?!
Anne le observó. El sol estaba empezando a ponerse y sus rayos, que no incidían en ella, sí que parecían iluminarla de un modo misterioso. Las luces jugaban en su rostro pálido y por un momento a Ranma le pareció ver en él extrañas marcas y agujeros que al instante desaparecieron.
Pensó que Anne estaba buscando una respuesta pero estaba equivocado. Ella esperaba lo mismo de él y cuando se hartó, resopló hundiendo sus hombros y se giró para mirar a los insectos. Estos volvieron sus cabezas hacia ella al unísono.
—¡Espera, ¿qué vas a hacer?! —Ranma se puso alerta. Anne y los insectos se miraban mutuamente como si mantuvieran una conversación silenciosa. Entonces, de pronto, la tira de insectos que sujetaba a Akane descendió unos centímetros y el cuerpo de su prometida también lo hizo—. ¡Espera, quieta!
>>. ¡¡Para!!
—Akane no sabe nadar, ¿verdad? —murmuró Anne, sin dignarse a mirarle si quiera. Usó un tono melancólico al hablar—. Yo tampoco sabía, aunque no me habría servido de mucho atrapada en aquel espantoso barril.
El cuerpo de Akane descendió un nuevo centímetro, sus pies estaban a punto de rozar el agua.
—¡Quieta! —ordenó Ranma, desesperado. No, no iba a esperar más, solo a él se le ocurriría tratar de razonar con un maldito espíritu—. ¡No te permitiré que le hagas daño!
Ranma se lanzó hacia Anne con una velocidad incluso mayor que la que le había impulsado para llegar allí. La joven solo tuvo tiempo de girarse antes de que el chico cayera sobre ella con la pierna extendida, pero la patada atravesó al espectro y él aterrizó en el suelo. Giró sobre sí mismo, sin desfallecer y atizó un nuevo golpe.
Y volvió a fallar.
Pero Ranma era obstinado y más si la vida de Akane dependía de él, de modo que encadenó un golpe tras otro, siempre dirigidos hacia la delgaducha figura de Anne, y ni una sola vez logró golpearla.
—Soy un espíritu, Ranma —le recordó ella cuando el chico volvió a golpear el suelo con su puño—. ¿Crees que puedes hacerme daño así?
—¡¡Cállate!!
El muchacho no se rindió.
Echó mano de todas y cada una de las técnicas que había aprendido a lo largo de su vida y todas las usó contra Anne, pero ninguna dio resultado. Ni el ataque de las castañas calientes logró rozarla, ni el puño del dragón pudo alcanzarla. Ni una sola. Pero aun con todo, Ranma no se detuvo y siguió esgrimiendo todos sus conocimientos de artista marcial contra ella. Cuando estos se agotaron, tozudo, los repitió una segunda y tercera vez.
No consiguió nada y acabó agotado.
Con su último y más letal ataque, cayó al suelo sin poder evitarlo y sintió que la arena le arañaba la piel y su polvillo le inundaba la nariz.
Frente a sus ojos, escocidos por el sudor, aparecieron los pies blancos y desnudos de Anne. No había sombra bajo ella, porque era un maldito espíritu.
Pero tiene que haber una manera de vencerla, se dijo, a pesar de todo.
—No lo entiendes, ¿verdad? ¡No has entendido nada! —Anne parecía ahora frustrada, desalentada y hasta un poco decepcionada—. Esto solo ha servido para consumir mucho del poco tiempo que le queda a Akane.
—Akane —Con dificultad Ranma giró el rostro hacia ella y comprobó que la fila de insectos había bajado tanto que el cuerpo de su prometida estaba sumergido en el agua hasta la cintura. Aun así, ella seguía inconsciente—. ¿Por qué? Ella no te ha hecho nada.
>>. Es a mí a quien quieres matar, ¿no es cierto?
Anne resopló.
—¿Ves cómo no has entendido nada?
El cuerpo de Akane bajó de nuevo, el agua le llegaba por debajo del pecho.
—¡¿Qué es lo que quieres de mí?!
Akane bajó de nuevo y el agua le llegó hasta el cuello.
—¡Dímelo! ¡¿Qué quieres?!
Anne se inclinó a su lado y le miró fijamente, apartándose esa mata de pelo muerto y sucio de la cara.
—¿Estás asustado, Ranma? —Le preguntó.
—¿Qué?
—¿Tienes miedo ahora?
Los insectos soltaron a Akane y la chica se hundió del todo. Ranma gruñó, sacó fuerzas de donde apenas le quedaba un aliento, y logró ponerse en pie.
—¡¡Akane!! —Corrió hacia el borde del canal dispuesto a saltar para salvarla, pero antes de que pudiera llegar la masa de insectos de ojos rojos se arrojó sobre él y le aplastaron contra el suelo—. ¡¡No, soltadme!! ¡¡Soltadme!!
>>. ¡¡Se ahogará!!
Luchó contra ellos como pudo pero por más insectos que aplastaba o arrancaba la cabeza, aparecían otros que le sepultaban de nuevo. No separó los ojos del canal en ningún momento, la buscó con la mirada pero la chica no salía a flote.
¡No salía a flote!
Ranma chilló, colérico, y alzó su puño. Reunió parte de su energía y aún sin hacer la espiral, consiguió sacar de su cuerpo parte de la energía necesaria para quemar a esos asquerosos bichos que chillaron agonizante mientras caían en llamas, algunos explotaron esparciendo sus tripas y vísceras. Pero consiguió librarse de ellos.
Salió disparado al agua y se lanzó de cabeza. Apenas notó el cambio de su cuerpo que se volvió el de una pequeña pelirroja, buceó como un loco con los ojos muy abiertos buscando a la chica, sin pensar en nada durante varios minutos, ni siquiera en que se estaba quedando sin aire.
No, no saldría a la superficie hasta que no la hubiera encontrado.
Cuando los pulmones le ardieron como el infierno, la avistó a unos metros de él. Se había quedado enganchada con las raíces submarinas de un árbol.
Pataleó como un loco hacia ella y de un rápido movimiento la agarró, liberándola y después, sintiendo que su cabeza estaba a punto de estallar pataleó hacia la superficie.
Tomó una buena bocanada de aire al sacar la cabeza y después sacó la de Akane. La llamó varias veces pero ella no respondió. Antes de dejarse llevar por el pánico la condujo hasta la orilla y la sacó del agua cogiéndola en brazos. Pudo avanzar unos cuantos pasos hasta que sus piernas dejaron de funcionarle. La cargó contra él y miró su rostro, ansioso.
Anne arqueó las cejas al ver el cambio en su aspecto, pero no dijo nada. Se acercó a ellos y los miró en silencio.
—¡Akane! ¡Akane, despierta! —La zarandeó un poco pero la chica no respondió. Su cuerpo flácido y húmedo se resbalaba de entre sus brazos y Ranma tenía que cargarla una y otra vez—. ¡Akane, abre los ojos! ¡Venga, despierta!
>>. ¡Despierta, marimacho cabezota!
—No va a despertar —dijo Anne—. Mírala, está muerta.
—¡No, no lo está!
—Está tan muerta como yo.
Mentía, pretendía engañarle para asustarle y que sufriera. Pero él sabía que no era cierto, no podía ser cierto.
Akane no podía morir.
—¡Akane! ¡Despierta! ¡¡AKANE!!
Cualquiera se habría despertado con semejante grito, cualquiera que pudiera despertar. Ranma se dio cuenta entonces: Akane no respiraba, porque ya no vivía.
El chico resbaló sobre sus rodillas y sus ojos se fueron lejos, muy lejos, en busca de algo que no supo qué era. Solo quería ver algo distinto al horror que tenía delante, pero aunque lo encontrara, seguía sintiendo el peso del cuerpo de Akane sobre él. No podía huir de esa sensación, así que volvió a mirar su rostro tan pálido, brillante por las gotas de agua.
Está muerta, pensó su cerebro. Akane ya no volverá.
—Akane —murmuró, sobrecogido. Algo cálido cayó por su rostro, eran lágrimas ardientes que le quemaron la piel congelada de la cara. La apretó contra él y su cuerpo se convulsionó. Sintió como si algo afilado le atravesara de un lado a otro y se quedó sin aire, pero siguió llorando—. ¿Qué voy a hacer ahora?
>>. Sin ella yo no...
—¿Estás asustado, Ranma?
El chico aulló arqueando su espalda y cerrando los ojos. El cuerpo pesaba en sus brazos y al mismo tiempo no, era ligera como una pluma. Podía llorar y gritar pero seguía sin poder respirar, se estaba ahogando.
—¿Lo estás?
Entonces, abrió los ojos y miró al fantasma. Derrotado, asintió con la cabeza.
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Anne retrocedió, llevándose una mano a la boca y con los ojos abiertos como platos se quedó, pasmada, observando al muchacho (ahora muchacha, aunque no entendía qué le había pasado).
Lo había hecho, lo había admitido.
—Ha admitido que está asustado —repitió ella pasándose las manos, ahora nerviosa, por el pelo una y otra vez para apartarlo de su rostro—. No puedo creerlo. ¡Lo ha hecho!
>>. Entonces, ya está. He terminado.
Todavía no, dijo la voz. ¡Ahora, mátale!
Anne frunció el ceño. Había entendido a la perfección la orden pero aun así no comprendió.
Los insectos que seguían junto al canal estaban rehaciéndose, aquellos que Ranma había destruido estaban uniendo sus pedazos para volver a la vida y poco a poco el zumbido de sus voces comenzaba a oírse por encima del rumor del agua.
—¿Matarle, dices? —Anne torció el rostro.
Ahora no puede defenderse, ¡mírale! Anne obedeció, la voz que provenía de ella vibraba con absoluto fervor. ¡Está acabado!
La pelirroja abrazaba el cuerpo de la joven muerta, ahora eran casi del mismo tamaño, aunque él parecía incluso más diminuto encogido sobre sí mismo, con la cabeza tan gacha que su furioso flequillo rojo ocultaba su rostro. No parecía consciente de que ella o los insectos seguían allí, quizás ya no le importaba.
No, de hecho, parecía que nada le importara ya.
—Ese no era el plan —murmuró Anne, sacudiendo la cabeza.
¡Debes vengarte de él! ¡Por lo que te hizo!
—Ya lo he hecho —replicó Anne extendiendo sus manos. Los insectos dirigieron sus ojos rojos hacia Ranma, y como si tuvieran un único cerebro, empezaron a moverse todos a la vez—. ¡Está muerto de miedo!
¡No es suficiente!
—¡Él ni siquiera fue uno de los que me tiraron al agua! —protestó ella. Los insectos estaban por alcanzar la espalda del chico pero Anne los sintió como si fuera a ella a quien iban a devorar, otra vez. Sintió náuseas y se revolvió frunciendo el ceño—. ¡No, basta! —gritó con todas sus fuerzas y los insectos se detuvieron. La joven rebuscó en su interior la fuente de esa voz y trató de encararla—. Ya ha sido suficiente. Mi alma ya está en paz.
>>. ¡No te necesito más!
¡Claro que me necesitas, niña tonta! Gritó la voz. ¡Sin mí no habrías logrado nada!
—Es hora de que te vayas —determinó Anne cerrando los ojos—. Y yo también.
>>. Quiero descansar de una vez por todas.
Buscó esa presencia demoníaca que habitaba en su interior, la fea sombra que había anidado en su interior hacía ya tanto tiempo que parecía parte de su alma, aunque no lo fuera. Y por eso, cuando Anne la halló, no le costó demasiado atraparla y expulsarla de su mente.
La voz chilló, furiosa y los insectos también, pero su voluntad fue más fuerte y estaba decidida a librarse de ella para siempre. Anne se vio a sí misma como una presencia luminosa, agarrando a la sombra entre sus manos y después apretó hasta hacerla añicos. Sintió un fuerte dolor, como si la sombra le hubiera desgarrado parte de su alma para llevarla con ella, pero una vez que desapareció la joven solo sintió alivio y por fin, pudo dibujar una sonrisa verdadera.
Abrió los ojos. Los insectos no estaban, pero ella sí.
—Lo logré —susurró sorprendida. Se palpó la cara, los insectos no estaban ahí tampoco y su piel estaba tersa de nuevo—. Me he librado de ella —Junto al canal solo estaba Ranma, seguía en la misma posición, ajeno al resto del mundo, sin embargo Anne se acercó y le habló como si creyera que el muchacho la escuchaba—. Era un demonio, ¿verdad?
>>. Vino a mí después de mi muerte. Entonces yo estaba tan asustada y enfadada que quizás yo misma lo atraje. No quería estar sola, aún tenía mucho miedo. Y al principio fue bueno conmigo, me consoló, me explicó lo que había pasado y me ayudó a dejar de tener tanto miedo.
>>. Pero después todo cambió. Me convenció para que hiciera cosas horribles.
Anne alzó la vista y se acercó un poco más al chico. Inclinó la cabeza apartándose el cabello que ahora estaba seco y volvía a tener su tonalidad rubia de cuando era una niña.
—Siento haberte asustado tanto, Ranma —Le dijo—. No era mi intención llegar tan lejos. Solo quería que sintieras lo mismo que yo —Apretó los labios—. Nunca quise hacer daño a nadie.
El chico levantó un poco la cara y sus ojos rojos asomaron por fin. Parecía tan consumido por el dolor que ni siquiera había espacio para el odio en ellos.
—El miedo no es tan malo, ¿sabes? A veces es lo único que logra hacernos ver lo que nos importa de verdad —continuó Anne—. Supongo que no es más valiente quien nunca tiene miedo, sino quien a pesar de estar asustado, se levanta y lucha contra ello —Se incorporó y miró hacia arriba. Una intensa luz caía sobre ella provocándole un cosquilleo, como si una lluvia cálida recorriera todo su cuerpo, helado por tanto tiempo—. Tengo que irme ahora.
>>. Adiós, Ranma.
El cuerpo de Anne se llenó de esa luz y resplandeció. Esa intensa luminosidad fue borrando poco a poco su silueta hasta que desapareció. Nadie la vio ascender hasta el otro el mundo, ni siquiera Ranma que estaba delante.
Anne la pálida se borró del mundo sin dolor, sin tristeza y lo último que quedó de ella fue el sonido de una cantarina risa que se desvaneció muy deprisa y una ligera lluvia muy cálida que cayó sobre toda Nerima poco después.
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La lluvia cálida cayó también sobre Ranma devolviéndole su aspecto masculino, aunque él apenas fue consciente de ello.
Permaneció varios minutos mirando hacia arriba, incluso después de que la intensa luz se hubiera ido. El cielo entero se estaba oscureciendo, pues el día llegaba a su fin y su cuerpo parecía estar convirtiéndose poco a poco en piedra. En algún momento dejó de llorar y su cerebro, tuvo un segundo o dos de lucidez para preguntarse qué iba a hacer ahora.
¿Qué iba a hacer con Akane?
No puedo dejarla aquí, se dijo rotundo. Pero tampoco puedo llevarla a casa, ¿qué diré a los demás? ¿Cómo voy a explicarles...? No, ni siquiera quería pensar en ellos en ese momento. En realidad, le importaba muy poco lo que los demás sintieran. Apretó un poco más el cuerpo de su prometida y súbitamente lo decidió.
Me quedaré aquí con ella, se dijo. Miró una vez más el pálido rostro de Akane y apartó el pelo que le caía por la frente. No voy a dejarte sola. No, de ninguna manera. Se quedaría a su lado el tiempo que fuera necesario, hasta que...
Ranma sacudió la cabeza, no podía pensar en eso todavía. No quería pensar en nada o volvería la rabia y la desesperación.
No puedo creerlo repitió, roto de dolor. Ni siquiera tuve la oportunidad de ser valiente, tomar la iniciativa...
—Ni siquiera pude besarte yo a ti. Ni una sola vez.
Suspiró. Cada respiración era como miles de agujas clavándose en su pecho. Con cuidado posó a la chica sobre la hierba. Soltó su cabeza con suavidad aunque era un gesto inútil ya y le rozó la mejilla. Apretó los párpados.
El último beso, pensó, desconsolado. Apoyó las manos en el suelo y se inclinó sobre ella despacio cerrando los ojos sobre su rostro.
—Ranma, ¿qué pretendes hacer?
Abrió los ojos justo cuando su nariz rozaba la de ella y percibió su calidez, su rostro estaba rojo. Los ojos de Akane estaban abiertos, aunque un poco entornados porque le miraban avergonzados y confusos.
—¿Akane?
Ella parpadeó.
—¿Qué ha pasado?
Ranma, temeroso, se irguió despacio y la observó en silencio. No estaba seguro de si aquello era real o lo estaba imaginando su mente trastornada. La chica se enderezó también y frotándose la cabeza miró a su alrededor.
—Pero, ¿dónde estamos? —preguntó, desorientada. Sufrió un repentino escalofrío y se encogió sobre sí misma—. ¿Por qué estoy mojada? ¡Hace un frío horrible! —Le miró y le señaló—. ¡Y tú también lo estás!
>>. ¿No estábamos en el instituto?
—¡Akane! —exclamó él, pero no se atrevió a moverse. Al final alargó una mano y la posó en su hombro, palpándolo, asegurándose que era real. Movió su mano hasta el cuello de la chica, estaba cálido. Ella se sonrojó y cuando la mano del chico se movió un poco más hacia abajo, ella le soltó un mamporro.
—¡Pervertido!
Pero Ranma sonrió.
¡Le había dolido de verdad!
—¿Qué ha pasado? —exigió saber ella—. Lo último que recuerdo es estar en el pasaje del terror que hemos preparado con nuestra clase.
>>Pero, no recuerdo por qué estaba allí.
—¿No te acuerdas de la carta?
—¿Qué carta?
—¡La que te mandó Anne haciéndose pasar por mí!
—¿Quién es Anne?
—¡¡Anne, la pálida!!
—¿Eh?
—¡El fantasma, Akane!
La chica parpadeó y su expresión cambió de golpe.
—¿Fantasma? —Repitió, apretando sus puños—. Ranma, ¿acaso has visto a un fantasma de verdad?
No se acuerda de nada, adivinó, sorprendido. ¿Cómo podía haberse olvidado de todo?
En cualquier caso, decidió disimular lo mejor posible para no asustarla de nuevo.
—¡Claro que no! ¡Los fantasmas no existen! ¡Ya lo sabes!
Ella se quedó pensativa, no muy convencida con esa respuesta, pero a él le dio igual.
¡Qué extraño!
Entonces, Anne no solo no había hecho daño a Akane de verdad, sino que además había borrado sus recuerdos sobre ella. Como si no hubiera oído hablar del fantasma ni una sola vez en aquellos días.
Nunca quise hacer daño a nadie...
Eso había dicho ella.
Ranma se preguntó si, ahora que Anne se había marchado al otro mundo, tanto Shampoo como Ukyo también habrían olvidado sus experiencias con ella. Quizás sí, puede que estuvieran en sus respectivos restaurantes como si nada hubiese ocurrido. Bueno, como si nada hubiese ocurrido no, ya que él había visto el Ucchan's devastado por las llamas y Mousse también había sido testigo de todo lo ocurrido.
Metió la mano en su bolsillo y sintió un escalofrío al palpar la fotografía que Anne le entregó. Aún estaba allí. Luego todo había pasado de verdad, aunque Akane y las otras no lo recordaran con exactitud.
Pero yo sí me acuerdo y jamás lo olvidaré.
—Ranma, ¿qué es lo que ha pasado? —preguntó Akane. Le pasó la mano por el brazo con suavidad—. ¿Por qué pones esa cara?
>>. Es como si te hubieras llevado un buen susto.
El chico asintió.
—Sí, uno muy aterrador.
—Me parece que todo el asunto de Halloween y el pasaje del terror te ha afectado más de lo que creías —opinó ella y le regaló una pequeña sonrisa—. ¿No decías que no le tenías miedo a nada?
Sacudió la cabeza sacando la mano del bolsillo.
—Supongo que estaba equivocado.
Akane calló ante la innegable tristeza que aun reflejaba su semblante.
—Venga, volvamos a casa. Empieza a hacer mucho frío.
Se puso en pie con agilidad, como si nada malo le hubiese ocurrido. Ranma la imitó sin quitarle los ojos de encima, era increíble que estuviera bien, tan normal después de haber estado muerta o...
¡Ya no sabía si realmente lo había estado o solo había sido un truco de Anne para asustarle!
¿Qué importa? Se dijo, molesto. Para él sí que había real, demasiado.
Y por eso aún no lograba sacarse esa sensación acuciante de dentro. Tenía que hacer algo.
—Akane —Ella se volvió justo antes de echar de andar y le miró, pero Ranma se quedó mudo, parpadeando muy deprisa. Ella le tendió la mano y él, avergonzado de sí mismo, la cogió.
La chica dio un par de pasos y tiró de él, pero Ranma no se movió.
No. No otra vez, se dijo, mostrando una expresión decidida que nadie alcanzó a ver.
Dio un firme tirón de la mano de la chica que la hizo retroceder a trompicones hasta él. Ranma la recibió atrapando su rostro con la mano libre y sin más lo guio hasta el suyo y la besó con fuerza. Akane jadeó al principio por la sorpresa, pero no le rechazó. El chico la apretó contra así pero no era suficiente, así que sus manos la tomaron por la cintura levantándola del suelo. El cuerpo de ella quedó totalmente recostado sobre el suyo y a los pocos segundos, los brazos de Akane se enroscaron a su cuello.
El beso se prolongó lo mismo que los rayos del sol, demasiado largos y persistentes para ser finales de octubre. Iluminaron el canal arrancando destellos incandescentes y el sonido de sus aguas se volvió lento y armonioso. El viento ya no soplaba tan frío, incluso parecía traer algo de calor consigo.
Fue extraño, muy extraño.
Incluso las cigarras cantaron para ellos.
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Halloween.
Llegó el día del Festival en el Instituto Furinkan.
Las clases se suspendieron y las puertas del recinto se abrieron para que los visitantes pudieran disfrutar de las distintas actividades que los alumnos habían preparado, con tanto esmero, las últimas semanas, aun sin saber que había habido un fantasma rondando por sus pasillos.
La tétrica fiesta pronto acabaría, para alivio de algunos, y llegaría noviembre, un mes mucho más tranquilo. Pero por el momento, daba la impresión de que todo el mundo se lo pasaba bien con los disfraces, los sustos y las recetas a base de calabaza.
O, casi todo el mundo.
Cierto chico, que arrastraba una capa negra, no paraba de revisar su atuendo en uno de los espejos que sus compañeros habían colocado en un cuarto convertido en vestuario. Cada pocos segundos, sus ojos reparaban en algo nuevo de su aspecto y resoplaba con fastidio.
Estoy ridículo.
Y ése era un pensamiento muy descorazonador para Ranma, ya que no estaba acostumbrado a preocuparse por su apariencia. Siempre fue tan consciente de su gran atractivo que no era algo por lo que tuviera que preocuparse. Pero viéndose ahora, con estas pintas, se sentía humillado.
Los pantalones y la camisa blanca tenían un pase, aunque no estaba acostumbrado a ese tipo de ropa y le resultaba algo molesto. Pero la capa era horrible, y el modo en que le habían pintado la cara no daba miedo, sino risa.
Pero se lo prometí, pensó resignado. Frunció el ceño y se sacó los falsos colmillos de la boca.
—¡De esto ni hablar!
De muy mal genio salió del cuartito y atravesó, dando fuertes zancadas que hacían ondear su capa, el pasaje del terror hasta salir fuera de forma abrupta.
—¡Akane! —La llamó a voces. Varias de las personas que esperaban para entrar dieron un respingo al verle.
—¡¿Qué haces aquí fuera?! ¡Vuelve a tu puesto! —La chica, ataviada como una bruja le miró con severidad tras aparecer detrás de él. Le enganchó del brazo y le arrastró hasta el aula vacía que le había sido asignada como escondite para asustar a los pobres visitantes—. ¡¡Llevas la capa torcida!!
>>. ¡¿Y dónde están tus colmillos?!
—No pienso ponerme estas cosas, me hacen babear.
Akane resopló, cabeceando.
—Está bien —aceptó ella, enderezándole la capa a base de tirones—. ¡Nada de colmillos, pero vuelve a tu sitio!
Después se acercó a la puerta del aula y se asomó. Ranma se colocó junto a ella, aún molesto. Al otro lado todo, los visitantes cruzaban el pasaje en parejas o en pequeños grupos y chillaban asustados cada vez que una de las puertas se abría dando paso a un aterrador monstruo encantado de darles un buen susto.
El chico contempló aquel espectáculo desconcertado del todo. Había mucha más afluencia de personas de la que habían esperado en un primer momento.
—No entiendo a qué clase de persona le puede gustar pasar miedo —farfulló, descolocado. Grupos de chicos y chicas caminaban en la oscuridad, gritaban asustados cuando algo les salía al paso pero también soltaban una carcajada histérica cuando todo había pasado.
—Será la adrenalina —sugirió, Akane.
También había parejas.
¡Muchísimas, por supuesto!
Se fijó en una en concreto: la chica se aferraba con fuerza al chico que la escoltaba al recibir el susto, y parecía sufrir de veras por ello, por el contrario, el chico de turno seguía caminando con cara de bobalicón insoportable, dando la impresión de estar pasando el mejor rato de su vida.
Aprovechado, pensó él.
—¡Esto es humillante! —Se quejó Ranma haciendo alusión, una vez más a su atuendo. Akane puso los ojos en blanco—. ¡Soy un artista marcial!
—Hoy no. Hoy es Halloween y eres un vampiro.
—¡¿Y qué se supone que tengo que hacer?!
Akane le sonrió. Se estiró hacia él para besarle y le respondió.
—Tienes que ser absolutamente aterrador.
—Fin—
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¡Feliz Halloween, Ranmaniaticos!
¿Qué os ha parecido el final de este cuento de miedo? ¿Os ha asustado? ¿Os ha gustado? ¿Me he pasado un poco con los bichos y todo eso?, jeje.
Espero que hayáis disfrutado con la lectura o relectura en estos días previos a Halloween.
Os agradezco a aquellos que habéis estado leyendo y también los comentarios y votos que he recibido. ¡Gracias por estar ahí una vez más!
Os deseo a todos y a todas, un día y noche terroríficamente divertidos, no os paséis trasnochando y nos vemos en el próximo fic.
¡Besotes y abrazotes!
—EroLady.
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