Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

4.

Disclamer: Los personajes, casi todos los lugares y parte de la trama no me pertenecen a mí sino a la gran Rumiko Takahashi. Este pequeño fanfic de miedo fue escrito para divertirme, celebrar Halloween y entretener al resto de los fans ranmaniaticos.

.

.

.

Nota de la Autora: Escribí este fanfic para el Halloween del año 2019 y lo subí a otras plataformas pero no a wattpad, no recuerdo por qué. Así que creo que ha llegado la hora de sacarlo a la luz del todo, jeje. Estaré compartiendo tres capítulos al día hasta el 31 de Octubre. Espero que os guste, a los que aún no conocíais esta historia y a los que sí, que disfrutáis esta relectura para finalizar el mes.

.

.

.

.

.

Absolutamente Aterrador

.

.

.

4.

Ranma se saltó las primeras horas de clase en el instituto para acercarse al Neko Hanten y descubrir qué le había pasado a Shampoo. Akane le animó a ir a visitarla, incluso le obligó a prometer que sería amable si es que la amazona se encontraba enferma o indispuesta. Pero eso sí, le advirtió que si no estaba de vuelta a tiempo para ayudarles con los preparativos del festival tendría serios problemas. Y esa última advertencia la hizo balanceando su sólido mazo entre sus manos. Faltaban solo unos pocos días para Halloween y el pasaje de terror de su clase debía estar terminado para entonces.

Ranma prometió que llegaría a tiempo.

Aquel día el Neko Hanten volvía a estar cerrado. La puerta de cristal tenía el cerrojo, habían guardado el toldo e incluso habían bajado la persiana metálica. Ranma se asomó por una de las estrechas rendijas que ofrecían una vista del interior y solo alcanzó a ver las sillas sobre las mesas y el comedor desierto.

Es bastante extraño. Aunque Shampoo estuviera enferma, Mousse o la vieja momia de Cologne podrían haber abierto el restaurante. A no ser que la indisposición de Shampoo sea algo más grave.

Ranma llamó golpeando la persiana con su mano y alzando la voz. Pronunció los nombres de todos los que allí habitaban, pero nadie acudió a su llamada. De modo que el chico rodeó el edificio y buscó una ventana abierta que diera a las habitaciones de la vivienda que se sostenía sobre el restaurante, ya que no pensaba irse de allí sin saber qué había ocurrido. Cuando la encontró, dio un salto y se coló con elegancia y sigilo a la casa. Estaba en una habitación sobria, con pocos muebles y objetos, que rezumaba un olor agrio muy particular.

¡Uhh! El olor de la momia, reconoció, llevándose una mano a la nariz. Debía ser el dormitorio de Cologne, pero por suerte ella no estaba allí.

Se acercó a la puerta que daba a un pasillo y echó un vistazo, al instante oyó pasos acelerados al otro lado. Se trataba de Mousse, ataviado con sus habituales ropajes chinos iba dando zancadas descoordinadas de un extremo a otro cargando con un montón de objetos que trastabillaban en sus brazos. Estuvo a punto de resbalarse sobre las escaleras y bajar rodando, pero mantuvo el tipo de una manera magistral (poco habitual en él) y desapareció rumbo al piso inferior.

Ranma clavó su mirada en la habitación de la que había salido el pato. No escuchó ningún sonido en ella, pero algo le dijo que debía acercarse. Procuró no hacer ruido cuando asomó un ojo por el diminuto espacio abierto que había dejado la puerta. Tal y como había sospechado, se trataba de la habitación de Shampoo.

La joven estaba metida en su cama, con las sabanas cubriéndole hasta la barbilla. Apenas se movía y su piel brillaba a causa del sudor. Sí que parecía estar enferma, aunque no herida, cosa que le alivió. Se echó hacia atrás y golpeó la puerta con los nudillos para pedir permiso.

—¿Mousse?

Qué frágil oyó la voz de la gran guerrera amazona. Empujó la puerta y coló la cabeza dentro.

—No, Shampoo —murmuró con una leve sonrisa. Entró del todo en el cuarto en el mismo momento en que la chica giraba la cabeza hacia él—. Soy Ranma.

>>. Oí que estabas enferma y quería saber cómo...

—¡¡Vete!! —gritó ella de repente. Ranma, que había comenzado a acercarse lentamente a la cama se quedó quieto, aún con una pierna estirada.

—¿Qué?

—¡¡Marchar tú!! ¡Ya! ¡¡Fuera, fuera!! —Shampoo se incorporó sobre el colchón mostrando una imagen de sí misma desconocida. No solo estaba más pálida y ojerosa de lo normal, sino que su bella cabellera purpura estaba hecha un revoltijo sobre sus hombros y llevaba un camisón empapado en sudor. Pero esos detalles no fueron apenas apreciables porque lo más llamativo era su expresión de pánico. Agarró las sabanas para taparse casi hasta la nariz dejando al descubierto solo sus ojos, enormes, brillantes y asustados, que le miraban solo a él.

—¡¡Irte tú, Ranma!! ¡Ahora mismo!

—Pero, ¿qué te ocurre, Shampoo? —Ranma, perplejo, intentó dar un paso más hacia ella, pero entonces la chica se puso a berrear como loca y él volvió a detenerse.

—¡¡No acercarte más!! ¡¡Por favor!!

La china parecía terriblemente asustada, pero él no entendía por qué.

—¿Se puede saber qué...?

—¡¡Atrás, atrás!! —Shampoo agitó una mano hacia él para indicarle que se fuera mientras que con la otra se cubría. Entonces, clavó sus ojos desesperados en la puerta—. ¡¡Mousse!! ¡¡MOUSSE!!

El chico pato apareció en el umbral de la puerta jadeando, pero increíblemente rápido. Por una vez, llevaba puestas sus gafas gruesas como el cristal de una acuario.

—¡Shampoo! ¡¿Qué?! ¡Dime que necesitas!

Miraba con tal intensidad a la joven de la cama que Ranma estuvo seguro de que a él ni le vio. Pero Shampoo le señaló con una mano temblorosa.

—¡¡Sácalo, sácalo de mi cuarto ahora mismo, Mousse! ¡Por favor!

Ranma nunca había oído a Shampoo hablar en chino delante de él, pero casi pudo imaginar lo que había dicho porque al segundo siguiente, Mousse cayó sobre él, lo enganchó por los brazos y con innecesaria fuerza lo arrastró fuera de la habitación.

El artista marcial estaba demasiado confuso como para oponer resistencia así que fue arrastrado hasta el comedor del restaurante y prácticamente arrojado sobre una de las mesas. Después Mousse subió las escaleras de nuevo, saltando los peldaños de dos en dos, pues la chica seguía gritando histérica. Tardó varios minutos pero logró silenciar el llanto y volvió a bajar.

Ranma no se había movido un milímetro del lugar donde le había dejado.

—La has hecho buena —Le reprochó. Mousse suspiró pasándose una mano por la nuca—. No sé qué has hecho, pero me ha hecho jurar que te había echado del restaurante —Por el contrario, bajó un par de sillas de una de las mesas y las colocó cerca la una de la otra. Con un gesto despegado le indicó que se sentara a su lado.

—Pero, ¿qué...?

No llegó a hacer la pregunta, pero el joven chino le contó toda la historia.

Hacía dos noches, mientras él recogía el comedor y Shampoo la cocina tras el cierre, algo ocurrió. Mousse no sabía exactamente qué había sido pues no pudo verlo, pero de repente oyó gritar a Shampoo como nunca lo había hecho antes y pensó que algo o alguien la estaba atacando. Se colocó sus gafas, sacó sus armas ocultas y corrió a buscarla, pero cuando la encontró junto a las escaleras estaba completamente sola, en el suelo y llorando.

—No ha querido decir una palabra de lo que pasó, pero debió ser algo terrible —le explicó Mousse—. Las amazonas de mi tribu son fuertes y orgullosas, aun cuando sienten miedo o dolor lo ocultan y siguen peleando.

>>. Shampoo es de las más poderosas. Debió ser algo muy horrible para dejarla en este estado.

Ranma asintió tras escuchar el relato. Se reclinó apoyando la espalda en la silla y sus ojos se movieron hacia la puerta que daba al interior, pensativo.

—¿Dónde está Cologne? —preguntó.

—Se marchó a China hace dos semanas y aún no he podido comunicarme con ella.

—O sea que estás tú solo para cuidar de Shampoo —entendió Ranma y el otro asintió. Parecía realmente agotado por el modo en que se apoyaba sobre sus codos y encorvaba todo su cuerpo. La mirada desvaída de sus ojos indicaba, quizás, la preocupación que sentía—. ¿Ha estado así desde entonces?

—Tiene ratos mejores y ratos peores. A veces se altera sin ninguna razón y hay que consolarla, otras veces permanece descansando en silencio pero no duerme mucho. También me cuesta que coma, y no quiere salir de la cama —Mousse hizo una mueca—. Así que tengo que encargarme de ella a cada instante.

>>. No es que me queje, por fin siento que Shampoo se permite depender de mí, y ya no es tan arisca conmigo, pero...

—¿Pero?

Mousse suspiró y se sacó las gafas. Apretó los párpados y clavó sus pupilas claras en las de Ranma con increíble precisión tratándose de él.

—Haría cualquier cosa por ella, lo que fuera. Y no temo soportar sus desprecios o insultos —Volvió a ponerse las gafas y miró hacia el piso de arriba frunciendo el ceño—. Pero no me gusta verla así.

Para Ranma, esas palabras fueron abrumadoramente sinceras. Tanto que incluso le oprimieron por dentro. Tenía a Mousse por un tipo atolondrado, obsesivo y muy teatral, pero tras oírle (y observarle) no le quedó ninguna duda de hasta qué punto amaba a la amazona. Admiró el modo franco y seguro en que era capaz de expresar sus sentimientos.

Fue la primera vez que Ranma se sintió intimidado por él.

Necesitó varios minutos para reconducir la conversación tras semejante confesión.

—Pero, ¿por qué se ha puesto tan nerviosa al verme? —Quiso saber Ranma—. Reaccionó como si me tuviera mucho miedo.

—No lo sé. Es la primera vez que lo hace —Se encogió de hombros—. Desde el ataque no ha visto a nadie más salvo a mí y a Ukyo.

—¿Y con vosotros actúo así también?

—La verdad es que no.

—¿Qué le he hecho yo?

—Te repito que no lo sé, Saotome. ¡Apenas entiendo nada de lo que está pasando!

Ranma recordó, aunque no quería darle más importancia, la historia que le había contado Ukyo.

—¿Y no viste a nadie merodeando por aquí después aquello? ¿A alguien extraño o desconocido?

—A nadie —respondió Mousse, tajante. Y a Ranma le irritó que le hablara de esa forma tan cortante.

—¿Acaso no has investigado nada? ¿No quieres encontrar al que le hizo esto a Shampoo?

—¡Pues claro que sí, Saotome! ¡Pero no he tenido tiempo para nada desde hace dos noches! ¡Me paso casi cada instante a su lado!

—¡¿Y eso por qué?!

—¡¡Porque está muy asustada!! —Mousse se puso en pie, enfadado y arrastró la silla hacia atrás haciendo un fuerte ruido. Ranma estaba acostumbrado a verle furioso y frustrado, pero lo que leía en su mirada en esos instantes era algo distinto. En verdad parecía preocupado por ella y esa clase de angustia da lugar a una irritación mucho más violenta que cualquier otra. El desprecio con que le miró fue perturbador—. No lo entiendes porque Shampoo no te importa.

>>. Imagina que fuera Akane la que estuviera en ese estado.

Ranma sintió un pinchado en el corazón. Su mente le ofreció esa imagen casi al instante, aún en contra de su voluntad y sintió que el estómago se le encogía. Además notó una aterradora incomodidad porque Mousse hubiese planteado esa posibilidad con tanta naturalidad. ¿Es que acaso sus sentimientos más íntimos estaban expuestos para ese pato medio ciego?

Mousse esbozó una sonrisa ladina al ver como el otro se ruborizaba.

—¿Te crees que no es evidente para mí? —le soltó, satisfecho—. Nuestras circunstancias no son tan distintas y reconozco esos sentimientos.

Ranma fue a decir algo que acabara con la vergüenza que sentía, pero un grito proveniente desde el interior de la casa los interrumpió.

—¡¡Mousse!!

El susodicho se irguió y se recogió su larga cabellera negra a la espalda.

—Tengo que irme —anunció con sencillez. Se acercó al otro y le miró muy serio a través de sus gafas—. Si quieres descubrir al culpable por tu cuenta, hazlo. Pero no vuelvas a molestar a Shampoo, necesita reposo y tranquilidad —Ranma abrió la boca para quejarse pero Mousse sacó algo de su bolsillo y se lo tendió—. Puedes usar esto para empezar.

—¿Qué es?

—Una carta. La encontré cerca de Shampoo aquella noche y nunca antes la había visto —Explicó Mousse—. Por un momento pensé que era tuya, pero las iniciales no correspondían.

—¡¡Mousse!!

—¡Ya voy, Shampoo! —El chino le tendió la mano—. ¿Tenemos un trato?

>>. ¿No volverás a molestarla?

A Ranma no le parecía bien obedecer órdenes de Mousse, y mucho menos alejarse de un problema que parecía tener que ver con él pero, lo que ahora veía en los ojos de su amigo era una súplica sincera, así que decidió tomarse aquello como una petición de ayuda y aceptó.

Asintió con la cabeza y le estrechó la mano.

Mousse desapareció al segundo siguiente.

.

.

Ranma regresó al instituto a primera hora de la tarde para ayudar en el pasaje de terror tal y como le había prometido a Akane.

Ella le estaba esperando y en cuanto le vio se interesó por el estado de Shampoo, pero Ranma seguía demasiado impresionado como para hablar de ello, de modo que le respondió con un escueto: está bien y ella le creyó. Sus compañeros le requirieron para las tareas que exigían más fuerza física y el chico pudo pasar el resto de la tarde atareado y con la mente ocupada en cuestiones mucho más simples.

El esfuerzo de ir de aquí para allá cargando cajas, listones de madera, llevando pesadas herramientas o simplemente sujetar la escalera mientras otros colgaban adornos terroríficos fue lo suficiente pesado como para desahogar un poco del estrés que sentía.

Él solito vacío un aula entera en menos de media hora; sacando sus sillas, sus mesas, ¡hasta la pizarra! Y lo llevó todo y lo apiló en uno de los almacenes para equipamiento deportivo que tenían en el patio. Cuando acabó, suspiró acalorado a pesar de que seguía haciendo frío.

A última hora de la tarde casi todo estaba hecho, era increíble pero parecía que el pasaje de terror estaría listo para el festival. Todo el mundo estaba entusiasmado y felicitándose los unos a los otros, por lo que Ranma se escabulló de nuevo hasta el almacén. No se sentía muy satisfecho, pero no quería amargar a nadie.

Además necesitaba reflexionar un poco sobre todo lo que estaba pasando.

El almacén le pareció un buen lugar, nadie iría a buscarle allí. Se trataba de un cuarto oscuro, de paredes de metal donde el viento rebotaba creando sonidos quejumbrosos a su alrededor. Demasiado frío y tétrico como para que alguien más apareciera por casualidad. Se sentó en un rincón y posó su mirada sobre unas cuantas cajas amontonadas que había en un rincón para dar libertad a sus pensamientos.

La primera conclusión a la que llegó fue que no entendía nada de lo que estaba pasando.

Alguien atacaba a Shampoo, la dejaba sumida en un estado de pánico tal que no parecía ella misma y por alguna razón desconocida, era a él a quien temía. Por otro lado, Ukyo afirmaba haber visto a una chica que llevaba años muerta cerca del Neko Hanten.

¿Qué relación había entre todos esos hechos?

Ranma sacó la carta que Mousse le había dado y se animó a verla de nuevo. En el sobre habían escrito "A mi prometida".

Shampoo debió pensar que era mía, comprendió. Pero, por supuesto, no lo era. Dentro del sobre solo había una siniestra fotografía de una anciana (que tampoco conocía de nada) y unas iniciales: A. F. Por más que pensaba no se le ocurría nadie cuyo nombre coincidiera con esas letras. Otra cosa que no parecía encajar con todo lo anterior.

¿Podía estar seguro de que la persona que había enviado ese sobre era la que había atacado a Shampoo? ¿Y que aquellas eran sus iniciales? ¡Sería imposible que pudiera hallar al culpable con tan pocas pistas!

Lo único que tenía claro es que no podía hacerse un lado como si nada. Lo ocurrido tenía que ver con él también, por eso le habían hecho creer a Shampoo que él había enviado el sobre y ahora ella le tenía miedo. Y si habían tratado de involucrarle en ese asunto, era responsabilidad suya descubrir la verdad y encontrar al auténtico culpable para que pagara por todo.

Dobló las rodillas para apoyar, después, la espalda contra un enorme contenedor lleno de pelotas de baloncesto. El calor había abandonado su cuerpo dejando un rastro helado sobre su piel al descubierto que hizo que se estremeciera. Fuera, el rugido del viento era cada vez más violento, golpeaba el metal que recubría el almacén y hacia que las paredes vibraran con cada acometida.

Un nuevo sonido le alertó de que la puerta se había abierto y una corriente de aire le golpeó en el rostro cuando ésta volvió a cerrarse. Al abrir los ojos, Akane le miraba desde arriba, envuelta en una de las mantas que algunas de las chicas se habían traído al instituto para paliar el frío.

—¿Qué haces aquí escondido? —le preguntó. Su nariz estaba roja y su pelo revuelto a causa del viento.

—Que yo no me escondo.

—Te están buscando para llevar unos biombos a la parte trasera del pasaje.

—¿Es que nadie más puede hacerlo? ¡Estoy molido de tanto cargar cosas!

Akane frunció el ceño.

—¿Estás bien, Ranma? —El chico cerró la boca antes de que se le escapara algo inadecuado y asintió con la cabeza, pero eso no pareció convencer a la chica que le miró de arriba abajo con sospecha. Chasqueó la lengua y señaló—. ¿Otra vez sin tu abrigo?

>>. ¿Cuánto hace que estás ahí sentado?

—No sé, un rato.

—¡Estarás congelado! —Akane se quitó la manta de sus hombros y se la puso a él por encima. Ranma se ruborizó al notar el calor de la chica en la prenda, pero rápidamente protestó.

—¿Qué haces? Ahora serás tú la que... —Akane le sonrió y decidida, se agachó para sentarse entre sus piernas. Pegó la espalda al torso del chico y tiró de los extremos de la manta para que los cubriera a ambos. El aire que permanecía atascado en los pulmones del chico escapó de su garganta junto a unas pocas palabras más—; pase frío.

—Ya está —Se echó hacia atrás, recostándose contra él con suavidad—. Ninguno tiene frío —resolvió. Ranma asintió de forma automática, aunque ella no lo vio porque trasteaba para sacar un librito de su bolsillo—. Ahora vamos a elegir el disfraz que te pondrás para el festival de una vez por todas.

>>. Solo faltan unos días y eres el único que aún no tiene.

Ranma resopló.

—¿Es necesario?

—Sí. Necesitaremos tiempo para coserlo.

—¿Quién lo coserá?

—¿Cómo que quién? ¡Pues yo, claro!

—Ah —Ranma calló un momento y con una vocecilla dudosa, añadió—. Así que... tú lo coserás.

—¿Hay algún problema con eso? —Akane volvió el rostro hacia él y sus ojos brillaron amenazantes por un segundo. Ranma dio un respingo y le palmeó un hombro, despreocupado.

—No, no, no... ¿qué problema va a haber? —Soltó una risita y desvió la mirada.

—Bueno, ¿qué te parece el disfraz de vampiro? —sugirió la joven, de mejor humor, unos minutos después. Ranma lo miró por encima de su hombro y supo que estaría ridículo vestido con una capa y falsos colmillos puntiagudos.

—¡Eso no da nada de miedo!

—Pues yo creo que los vampiros son muy aterradores —Akane hizo una mueca como si estuviera acordándose de algo. Un escalofrío barrió su cuerpo pegado al del chico—. No me gustaría nada encontrarme a uno en mitad de la noche.

Eso no pasará, puesto que no existen, pensó Ranma, pero evitó decirlo para no desencadenar una nueva pelea.

Siguieron repasando el catálogo de disfraces entre los dos pero les resultó complicado ponerse de acuerdo; mientras que Akane se decantaba por los más aterradores, Ranma se fijaba en los que le parecían más sencillos de confeccionar. No quería que cuando estuviera asustando a los visitantes del pasaje, de pronto, las costuras de su traje se rompieran y quedara semi desnudo frente a ellos. Cosa que bien podía ocurrir si era Akane quien lo cosía.

Mientras ella pasaba las hojas del librito de adelante atrás en busca de algún disfraz que hubieran pasado por alto, Ranma observó su perfil con una pequeña sonrisa y se atrevió a mover sus brazos, muy despacio, para rodearla por debajo de la manta. Después, él mismo relajó su cuerpo, apoyándose en el contenedor, con el peso de la chica sobre él.

Se sintió en calma, como si de pronto todo estuviera bien. Era agradable bajar la guardia por un momento, no es que hubiera olvidado lo que le había pasado a Shampoo, solo quería descansar un momento. Un solo instante de tranquilidad. Pero su mente se resistía a quedarse en blanco, y por algún motivo, le recordó su charla con Mousse y lo que este le había dicho.

Imagina que fuera Akane la que se encontrara en ese estado.

Ranma frunció el ceño girando la cabeza hacia otro lado. Incluso para sí mismo sintió el ridículo impulso de negar esas palabras o lo que significaban, pero no tuvo ánimo para hacerlo. Se había sentido demasiado hastiado para mentir frente a Mousse y ahora le pasaba igual.

Y es que Ranma empezaba a estar demasiado aburrido de pretender, de fingir, de estar siempre alerta por si le escuchaban decir algo, por si le sorprendían mirando algo, de que alguien (de algún modo) adivinara sus pensamientos. Antes había sabido por qué debía hacerlo, pero ahora le asaltaba la misma duda una y otra vez.

¿Por qué?

¿Por qué tiene que ser así?

Llevaba tanto tiempo obedeciendo a esas ideas y viejos temores que ahora solo estaba confuso. Su cabeza quería seguir actuando como de costumbre, quizás porque aquello a lo que estamos acostumbrados nos parece bueno y seguro. Pero empezaba a tener otro tipo de impulsos, deseos. Y no era solo él, se había dado cuenta de que a Akane le pasaba igual. No actuaba como siempre. Y de hecho, el cambio parecía estar operando en ella de un modo mucho más natural y decidido.

En el fondo Ranma la envidiaba. Ella parecía mucho más libre para actuar como quería, en cambio él seguía atrapado en... ¿el miedo?

¡No! A mí no me da miedo nada.

Akane le estaba hablando de nuevo y no había escuchado una palabra. Sus brazos se apretaron un poco más en torno a la pequeña cintura, pero no demasiado. Suspiró bajito e inclinó la cabeza sobre la de ella hasta sentir la suavidad de su cabello en su mejilla.

Akane ni siquiera se inmutó.

¿Tenía algo de malo lo que hacían?

¿De dónde procedía esa incomprensible sensación de que no estaba bien?

—Akane.

—¿Eh?

—A Shampoo le ha pasado algo.

La chica bajó el librito y giró un poco la cabeza para mirarle.

—¿Qué le ha pasado? Si antes me has dicho que estaba bien.

En realidad, había dudado en sí contarle toda la verdad. No quería reavivar la historia del fantasma, pero descubrió que sentía demasiado culpable como para guardar silencio. Como si en verdad hubiera sido él quien asustó a Shampoo. Tenía un nudo en el estómago y supo que necesitaba compartir con alguien lo que había visto y solo la tenía a ella.

Así que le contó todo. Lo que Mousse le dijo que había ocurrido hacía dos noches, el estado en que encontró a Shampoo, su extraña reacción de pánico al verle. En el último minuto decidió omitir el detalle de la carta que parecía haber sido enviada a su nombre. No obstante, tras escucharle con gran atención, Akane terminó haciendo la asociación que el chico temía que hiciera.

—¿Crees que haya sido todo cosa de esa chica fantasma? ¿Anne la pálida? —le preguntó, frunciendo las cejas—. Podría ser un espíritu en pena de verdad.

—Los fantasmas no existen.

—¡Pero Ukyo la vio!

—Debió confundirse —insistió Ranma—. Aunque fuera de verdad ella, ¿por qué atacaría a Shampoo? ¡Ni se conocían! —Meneó la cabeza enérgicamente—. No es posible.

—¿Es que este asunto no te da ni un poquito de miedo?

Ranma torció el rostro.

—A mí no me da miedo nada —respondió, fanfarrón—. ¡Y menos un fantasma!

Akane apretó los labios en un mohín que Ranma pudo ver con claridad a pesar de que seguía de espaldas a él. De ningún modo estaba dispuesto a creer que un fantasma fuera el responsable de nada.

¡Era absurdo!

Y si consideraba esa posibilidad, jamás resolvería ninguno de los misterios que rodeaban ese macabro suceso.

—¿Por qué crees que Shampoo podría tenerme tanto miedo? —preguntó sin poder evitarlo. Akane se irguió y se dio la vuelta para mirarle de frente—. Reaccionó como si yo le hubiera hecho algo horrible —Los ojos de la chica se estrecharon—. O como si yo fuera el monstruo más aterrador de todos.

—Shampoo no le tendría miedo a ningún monstruo —opinó Akane—. Es una amazona.

Sí, llevaba razón. Ranma se tocó la cara, confuso y una nueva duda afloró en él.

—Tú no me tendrías miedo, ¿verdad?

Akane se echó a reír tan deprisa y con tantas ganas que Ranma se ruborizó, un poco molesto. Se carcajeó durante varios minutos y cuando acabó tuvo que frotarse los ojos para limpiar las lágrimas.

—¿Miedo, yo? ¿De ti? —Akane volvió a reírse y el chico se cruzó de brazos.

—Tampoco creo que sea tan gracioso.

Ella meneó la cabeza y por fin se calmó un poco.

—¡Pero si eres la persona menos aterradora que conozco! —Le soltó, burlona. Ranma fue a protestar porque esa afirmación le parecía muy exagerada siendo él un artista marcial imbatible como era, pero Akane le puso las manos en las mejillas y se las aplastó como si fuera un niño pequeño—. ¡No asustarías ni a un bebé!

¿Qué no asustaría ni a un bebé? Pensó, frustrado. ¿Y me lo dice ella, que se asusta por cualquier cosa? ¡Se va a enterar!

Ranma iba a recordarle, de un modo bastante desagradable, todas y cada una de las cosas que le daban miedo y no pensaba parar hasta que Akane se sintiera tan avergonzada como él lo estaba en ese momento.

Pero las manos de Akane dejaron de aplastarle las mejillas y simplemente se quedaron ahí, rozando su piel con suavidad. Dejó de reír, y su sonrisa burlona se suavizó hasta convertirse en una más pequeña y dulce. Los dos quedaron prendidos en una mirada que se alargaba, atravesando los rugidos del viento.

Akane...

—Ranma —murmuró ella en voz baja—. ¿Te acuerdas?

El chico no supo de primeras a qué se refería. ¿Habían estado alguna vez encerrados en un almacén antes? Bueno, una vez estuvieron en un armario, quizás hablaba de eso.

Otra vez Akane había tomado su rostro con la misma suavidad con que lo hacía ahora y lo había conducido hasta el suyo para fingir un beso frente a un montón de personas.

¿Estaría pensando en ese día?

No lo sabía, pero asintió con la cabeza y sonrió. Akane se sonrojó, contenta. No apartó las manos sino que muy despacio tiró de su rostro haciendo que el corazón del chico se acelerara de repente.

¿Lo haría? Esta vez no había ninguna cinta de por medio.

¿Akane? Pensó él, perplejo.

La chica lo atrajo con suavidad hasta sus labios y Ranma tembló ante el contacto. Cerró los ojos e intentó calmarse, dejarse llevar aunque no supiera cómo actuar. Esperó y temeroso de estropear aquello, decidió seguir a Akane, que parecía más segura que él.

Su prometida le acarició con sus labios, con evidente torpeza, pero de un modo tan dulce y vehemente que no importaba. Sus manos se deslizaron hasta la nuca del chico para estrecharle y por fin Ranma reaccionó, sintió un hormigueo en sus propias manos y que necesitaba moverlas, así que rodeó la espalda de la chica para atraerla más hacia él. Ese gesto, que pareció ser bien recibido por ella le dio algo más de confianza para responder al beso con más libertad.

Cuando Akane se retiró unos centímetros y suspiró, Ranma entreabrió los ojos para mirarla y se sintió pletórico al ver la bonita sonrisa que ella le enseñaba. Pero entonces, por el rabillo del ojo creyó ver que algo se movía en las sombras y sufrió un espasmo.

Parpadeó una vez y cuando volvió a mirar, una figura alta, pálida y con el rostro cubierto por una larga melena rubia mojada y llena de suciedad había aparecido de la nada, y estaba justo sobre Akane.

El chico reaccionó atrapando a su prometida con más fuerza y tirando de ella hacia su cuerpo. Akane ahogó una exclamación por la sorpresa pero después dejó escapar una risita. Ranma parpadeó de nuevo y la figura se desvaneció igual de rápido.

No estaba ahí. Pero, ¿la había visto de verdad?

¿Me lo he imaginado?

—Ranma —Akane se apartó para mirarle—. Deberíamos irnos a casa ya.

>>. Cuánto más tarde se haga, más frío pasaremos.

El chico asintió, entendiendo a medias lo que le dijo. Sí, a casa. Eso fue todo lo que oyó. Mejor marcharse cuanto antes de ese lugar.

La ayudó a ponerse en pie y le puso la manta por encima. Después la cogió por los hombros y se dirigieron a la puerta. Antes de salir, el artista marcial echó un último vistazo al interior del almacén pero no había nada fuera de lugar. Aun así sintió un escalofrío y se apresuró a cerrar la puerta tras ellos.

—¿Estás bien? —Le preguntó Akane con una ceja arqueada.

—Sí —respondió, aunque mentía—. Todo está bien.

No era cierto.

Esa cosa que le había parecido ver, ¿qué era? ¿Un fantasma?

¡No! ¡Los fantasmas no existían! ¡Y aunque existieran a él no le darían miedo!

Aunque esa cosa tan pálida, sin rostro y sobre Akane; solo había sido un segundo pero Ranma había sentido verdadero pavor al verla.

.

.

Probablemente fue debido a eso que esa noche apenas pudo dormir.

Tuvo los sueños más extraños e inquietantes de toda su vida, uno tras otro, que le hacían despertarse cada pocas horas y siempre que abría los ojos, alterado, sentía su cuerpo dolorido por el intenso frío que se estaba apoderando también del dojo.

Lo peor era que no podía recordar lo que soñaba.

Solo fue capaz de recordar el último sueño de la noche, distinto de los demás. Soñó que Akane se escabullía de su habitación y se introducía en su futón para huir del frío. Soñó con mucha precisión la sensación de su pequeño y moldeado cuerpo apretándose contra el de él, y que las manos de su prometía se metían bajo la camiseta de su pijama, muy cálidas y le acariciaban el torso para despertarle, y que cuando sus miradas se encontraban en la oscuridad, ella le besaba igual que había hecho en el almacén, solo que mucho más cerca y mucho más tiempo.

Pero solo fue un sueño.

Por la mañana, Ranma se despertó muerto de frío, de vergüenza, cansado y solo.

.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro