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1.

Disclamer: Los personajes, casi todos los lugares y parte de la trama no me pertenecen a mí sino a la gran Rumiko Takahashi. Este pequeño fanfic de miedo fue escrito para divertirme, celebrar Halloween y entretener al resto de los fans ranmaniaticos.

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Nota de la Autora: Escribí este fanfic para el Halloween del año 2019 y lo subí a otras plataformas pero no a wattpad, no recuerdo por qué. Así que creo que ha llegado la hora de sacarlo a la luz del todo, jeje. Estaré compartiendo tres capítulos al día hasta el 31 de Octubre. Espero que os guste, a los que aún no conocíais esta historia y a los que sí, que disfrutáis esta relectura para finalizar el mes.

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Absolutamente Aterrador

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1.

¿Por qué estoy aquí?

¿Qué ha pasado?

Tengo la sensación de estar sola en el mundo. ¿Es real este sentimiento? ¿A dónde se han ido todos?

Apenas veo nada, solo sombras y oscuridad. Hace frío y mi cuerpo está empapado, el pelo se me pega a los hombros y a la espalda. ¿He estado en el agua? No me acuerdo bien ¿Me caí? O tal vez... ¿Me tiraron?

¡Sí! Ellos me tiraron al agua y se rieron de mí. Ahora me acuerdo.

Fueron ellos.

Después de burlarse de mí, de hacerme la vida imposible, me arrojaron al agua y yo...

No puedo recordar cómo regresé a tierra.

—Yo te traje hasta aquí.

Al oír esa voz doy un respingo. Ha sonado por todas partes, y sin embargo, el silencio de este lugar sombrío no se ha roto. Giro sobre mí misma pero sigo sin ver nada. Es increíble lo ligero que noto mi cuerpo, algo raro me está pasando.

—Yo te saqué del agua, ¿no lo recuerdas? —pregunta la voz.

—No... no sé

—No importa. Es normal que estés confundida —La voz me habla con suavidad, casi con ternura. ¿Es la voz de un ser querido? No la reconozco, además nunca tuve demasiados seres queridos—. Yo te indicaré lo que debes hacer para vengarte.

—¿Vengarme? —Repito, sacudiendo la cabeza—. ¿Por qué habría de vengarme?

—¿Por qué, dices? ¿Acaso te mereces esto que te han hecho?

No sé a qué se refiere. ¿Habla de ellos? ¡Los que me tiraron al agua!

Eso no estuvo bien, pasé mucho miedo. Todavía noto un cosquilleo furioso por mi piel, y que algo me oprime el pecho.

Sentir miedo es lo peor, siempre lo he pensado. Porque llevo sintiendo miedo desde que era muy pequeña y nunca he podido acostumbrarme a esa sensación; al estallido de la adrenalina zarandeando mi cuerpo, a los dolorosos retorcijones en mi vientre o a la sensación de descontrol que se adueña de mi cabeza.

Odio el miedo.

Sí, los que me han infundido ese miedo deberían pagar por ello.

—Deben pagar por ello —dice la voz. ¿Está en mi cabeza? Quizás pueda leerme la mente—. Y puedo ayudarte pero primero debes descubrir quién es realmente el culpable de todo.

—Quien es realmente culpable.

—La persona responsable de que estés aquí —explica la voz—. ¿Quién te ha traído hasta aquí?

Intentó recordar sus caras con desesperación pero mis recuerdos son un caos. ¿Quién fue? ¿Cuáles eran sus nombres? Me toco la cara, incluso la piel de mi rostro esta fría, casi congelada. Puedo oír sus voces riéndose de mí, seguro que aún tengo las marcas de sus dedos en mis brazos y en mis piernas de cuando me arrastraron a la oscuridad.

¡Sí, recuerdo la oscuridad! Y ese sonido... ¡Agua!

Pero también algo más, algo terrible.

¿Quién fue? ¿Quién es el culpable de que algo así me pasara?

—Espera —Recuerdo a alguien. Un rostro distinto. No se ríe, solo muestra una mueca burlona y confiada.

¿Fue él? ¿Él es el culpable?

—Él tuvo la culpa de lo que los otros te hicieron.

¡Tiene razón! ¡Él fue el culpable! Ahora me acuerdo.

—¿Recuerdas su nombre? —me pregunta y yo asiento con la cabeza, sin dudar.

—Ranma Saotome —respondo. Al decir ese nombre me invade una súbita sensación de rabia. ¿Cómo pude olvidarlo? ¡Él tuvo la culpa de todo!—. ¡Fue él! ¡Él es quien debe pagar!

—Bien —La voz ha sonado mucho más cerca, casi a mi espalda. Me giro lo más rápido que puedo y al principio me parece ver que el suelo que hay a mis pies tiembla, pero entonces oigo un ruido. Suena a algo viscoso, como remover una pasta grumosa en una fuente. Esos chasquidos sordos me repugnan y retrocedo un paso sin apartar los ojos del suelo—. Se lo haremos pagar —Oigo la voz casi sobre mí pero me cuesta prestarle atención ahora.

No es el suelo el que se mueve sino la sólida capa de bichos que lo cubre. ¡Son bichos! ¡Miles de ellos! Unos sobre otros, amontonados y apretados entre sí tiemblan, como si algo dentro de ellos palpitara.

De nuevo, esa familiar sensación que trae consigo el pánico me invade.

¡Tengo que huir!

—No, tranquila —La voz me habla de nuevo, pero ya no sé de donde proviene—. El miedo es bueno.

>>. Ya lo verás.

Quiero huir. Intento huir. Pero para cuando intento dar un paso, la temible masa de insectos ya ha alcanzado mis pies y los ha hundido bajo su peso caliente y húmedo. Están vivos sobre mi piel. Empiezan a subir por mis piernas abrasándolas y yo chillo de dolor y de asco. Bajo los brazos para tratar de apartarlos, pero también se apoderan de ellos. ¡Están por todas partes! Me agito, con toda la fuerza de mi cuerpo, para despegarlos de mí y pierdo el equilibrio. Caigo hacía atrás, mi cuerpo choca con esa masa que palpita y se mueve. Están sobre mí y se me revuelve todo. Los insectos suben por mi espalda y corretean por mi estómago, por mis hombros, mi cuello; oigo sus furiosos gruñidos en mis oídos.

El pánico me ahoga, boqueo en busca de aire pero temo que también se cuelen en mi boca.

No puedo respirar.

¡Me ahogo!

—El miedo es bueno —vuelve a repetir la voz—. Pero tienes que dejarte ir.

No entiendo, ¿Dejarme ir? Algo se me mete en el ojo derecho. ¡Un bicho ha saltado sobre él! Cierro los dos, respirando por la nariz y siendo consciente de que los insectos me están devorando. ¡Me devoran! Pero lo peor es el miedo, la angustia, los temblores, el sudor.

Si no tuviera miedo. Si tan solo por un segundo no tuviera miedo, podría soportarlo.

—Déjate ir... Solo déjate ir.

¿Dejarme ir? ¡Sí, deseo dejarme ir y no sentir más miedo!

—El miedo es bueno.

¿El miedo es bueno?

¡Está bien, es bueno! ¡Me dejaré ir en el miedo si todo acaba de una vez!

Esos pensamientos, de algún modo, hacen que mi cuerpo se relaje. Las piernas, los brazos, el torso, la garganta; y la tensión y el dolor de la rigidez se desvanecen. La angustia se va calmando y solo noto un cosquilleo que lame mi piel. Mis pulmones se expanden y al fin puedo respirar. Ya no siento que me hundo, sino que floto. Los insectos siguen sobre mí, abriendo agujeros en mi ropa, enredándose en mi pelo, incluso cruzando mi rostro de la frente hasta la barbilla, pero me atrevo a entre abrir los labios.

El pánico está retrocediendo y a su paso solo deja paz.

Abro los ojos y me topo con la oscuridad, pero ya no me inquieta.

—El miedo es bueno —insiste la voz y yo asiento con la cabeza—. Ahora lo sabes, ¿no te gustaría demostrárselo a los demás? —La voz suena mucho más cerca, dentro de mí. No importa, eso también es bueno—. Y eso es lo que nosotras haremos con Ranma Saotome —Eso casi ha sonado como mi voz. ¿He hablado? No, nosotras hemos hablado. Esa idea me arranca una sonrisa—. Vamos a darle un susto absolutamente aterrador.

—Sí —Mis labios se mueven, pero la voz suena igual que antes—. Hasta que llore de puro terror.

Después, decido no hablar más. Los insectos también callan, aún sobre mi piel. O tal vez ahora ellos son mi piel. Lo que sea, ya no tengo miedo. Me siento plena.

Estoy lista para llevar a cabo mi venganza.

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