Quince
Si tuviera que elegir una palabra para definir los días que se sucedieron después de que mis sentimientos por Jimin me eclipsaran sería, sin duda alguna, felicidad.
Me encontraba eufórico, con exceso de energía y más radiante que nunca. Dejé de tener pesadillas por las noches, de revivir mi trauma familiar y de pasearme por los rincones de las cuevas ideando planes contra los humanos y, en lugar de eso, me dediqué a recoger las piedras luminosas más hermosas que encontraba por entre las zonas rocosas. Quería fabricar la pulsera que, por tradición, se entregaba como obsequio a quien nos robaba el corazón.
—¿Qué has hecho?
Hoseok que, por desgracia, me conocía demasiado bien, no tardó en percatarse de que algo había cambiado.
—Y no me digas que recoges perlas porque estás feliz de haber hundido un puñado de barcos y quieres auto regalarte un adorno. —Meneó la cabeza a ambos lados—. Como verás, no me lo voy a creer.
—Sin embargo, es lo que he hecho. —Le dediqué una expresión inocente—. ¿Tu no estaría pletórico si hubieras descubierto entre los glaciares media flota enemiga y la hubieras destruido?
—Lo estaría pero eso no me haría meter la aleta en la zona más peligrosa de la zanja para recolectar piedrecitas.
—Eso es porque no te gustan los brazaletes.
—A ti tampoco —contraatacó—. A ver, venga, ¿para quién es? —inquirió pero, antes de que me diera tiempo a responder, continuó—: No, espera, mejor no me lo digas. Prefiero simular ignorancia y limitarme a consolarte después del fracaso que estoy seguro tendrás por vincularte con un humano.
Lo intuía, claro. A fin de cuentas, nos había visto en el laboratorio y había sido testigo de la relación que había entre nosotros. Sin embargo, por muy amigo mío que fuera, no se lo podía confirmar así que me limité a reír, a decirle que estar en ese tanque le debía de haber dañado una parte del cerebro y a dejarle ahí, mirándome como si yo fuera un loco perturbado, para seguir con el tema de las piedras.
Era cierto que conseguirlas era peligroso pues solían encontrase en zonas oscuras plagadas de organismos venenosos pero buscarlas me ayudaba a controlar la ansiedad que me suponía esperar a que las corrientes cambiaran y anunciaran el nuevo día. Solo entonces podía subir a la superficie.
Se sentía emocionante notar la presión desbocada en el pecho al salir del agua, los latidos apresurados del corazón mientras me vestía y la euforia en las frenéticas carreras que me echaba, zigzagueando por los recovecos de la cueva, hasta que llegaba al exterior y me chocaba con la expresión iluminada de Jimin, que siempre estaba allí.
—¡Yoon Gi! —Se me tiraba encima—. ¡Te he extrañado mucho!
—Y yo a ti.
Ese momento me encantaba porque era cuando le abrazaba y le levantaba sobre mi cabeza. Y él reía. Reía mucho al notarse crecer varios centímetros antes de inclinarse y dejarme caer un beso que me dejaba en las nubes.
Adoraba estar en tierra seca y refugiarme en esa casa de paredes reducidas y escasa iluminación porque a su lado todo era hermoso y sentía una inmensa paz. Amaba sentarme en la mesa y escucharle hablar de su infancia, de sus estudios y de sus amistades en Lilium. Apreciaba con toda mi alma el delicioso plato de algas caldosas que preparaba. Y me encantaba tumbarme sobre esa superficie suave llamada alfombra, que se acurrucara a mi lado y que el frenético deseo se me activara al rozar su piel.
No sabía nada sobre el amor humano pero aprendí a acariciar su cuerpo, a lamerle y a morderle hasta hacerle gemir. Aprendí a besarle como si quisiera devorarle, a desnudarle mientras le tocaba y él me tocaba a mí y a utilizar la prominente erección que su contacto producía en mi miembro para penetrarle y que jadeara de placer.
—Yoon Gi... —Su piel solía sudar bajo mis embestidas—. Yoon Gi... No pares...
Y procuraba no hacerlo. Pero a veces la excitación podía conmigo y necesitaba detenerme, que se sentara sobre mí y que fuera él el que se moviera. Era el modo de aguantar para gozar al máximo de esa sensación intensa y abrumadora que mi especie desconocía.
—¿Cómo nacen los tritones? —me preguntó en una ocasión, acomodado sobre mi pecho—. ¿Y cómo son las relaciones ahí abajo?
—El amor de pareja se limita al ámbito emocional —contesté—. Además, tenemos un paso previo muy importante llamado cortejo.
—¿Cortejo? —Jimin levantó la cabeza, con aire de máxima expectación—. ¿Qué es eso?
—Si alguien te gusta, debes darle un presente —expuse—. Si la otra parte lo acepta, después se tienen que abrazar y e intercambiar un beso bajo las corrientes, antes Tetis. En cuanto a los bebés, la fecundación se realiza expulsando esperma en la cola de la nereida. El embrión crece después en el vientre.
—Woaaaa... —Los ojos se le abrieron como dos platos—. ¡Se escucha muy épico! ¡Es tan sensacional! ¡Presentes y abrazos ante una diosa! ¡Parece salido de una película de fantasía medieval!
Busqué en mi diccionario mental. Película: ni idea de lo que era eso. Fantasía: algo inventado, que no existía. Medieval: de la Edad Media. Espadas. Caballos. Castillos. Gente que no se bañaba. Uf; definitivamente, me urgía actualizar conceptos.
—Y, Yoon Gi, ¿cuál es el presente? —Jimin, ajeno a mi pelea con las palabras, siguió—. ¿Qué es lo que se da?
—Esto.
Ahogó una exclamación al ver cómo le ataba la pulsera a la muñeca.
—Es... —Sus pupilas analizaron los brillos de colores, como si lo que observara procediera de otro mundo—. Precioso... —Me miró a mí, luego al abalorio y después de nuevo a mí—. Genial... E increíble... Y... ¡Ay! ¡Nunca había visto nada tan bonito! Y...
Le hice rodar por la alfombra y me situé encima, tan cerca que su aliento se fusionó con el mío.
—No lo hice con la idea de cumplir mis costumbre porque sé que no son las tuyas —susurré—. Pero sí quería que tuvieras algo mío.
—Sin embargo, me encantaría recibir ese cortejo. —Me acarició la mejilla—. ¿Habría alguna forma? ¿Aunque fuera en la bañera o algo?
—La hay pero tendrás que confiar mucho en mí y acompañarme.
—¿A dónde?
—Ya lo verás.
Aquello no entraba en mis planes y, además, me generaba una inseguridad abismal. Pero le amaba a tal punto que ni me planteé rechazar su petición, aunque eso supusiera hacer lo que más temía: exponer mi forma real ante sus ojos.
La historia de Agneta me bombardeó la cabeza mientras le conduje al interior de la cueva. El desprecio sufrido por mi bisabuelo me cortó la respiración al desprenderme de la ropa y meter los pies en el charco helado. Su llanto por el amor traicionado me hizo temblar al caminar por las piedras del fondo hasta que el agua me llegó por la cintura y me detuve.
—¿Qué sabes de la leyenda de los hielos, Jimin? —No me atreví a levantar la vista del líquido—. ¿Qué te han contado?
—Que la humana rechazó al tritón y que éste maldijo Absolom con la glaciación. —La respuesta resonó en eco—. También dicen que la asesinó.
—Fue ella la que usó la lanza y se la clavó en el costado en el momento en que él se mantenía arrodillado y le imploraba regresar.
—¿Regresar? —Las cejas de Jimin se arquearon, sin comprender—. ¿Regresar a dónde?
—Aquella mujer se enamoró de la forma a humana del rey así que decidió dejar a los suyos y descender a las profundidades. —Me volví hacia él—. Pero, claro, no se molestó en analizar su verdadera imagen hasta que estuvo allí.
—¿Estás diciendo que puedo bajar al océano?
Jimin obvió el asunto de Agneta, dio un salto y, cuando me quise dar cuenta, ya se había metido en el agua y corría hacia mí por entre las piedras.
—¿Me vas llevar a las corrientes del cortejo? —continuó—. ¿Vamos a cumplir con la tradición ante Tetis y abrazarnos? ¡Oh, qué emocionante! —Empezó a tiritar—. Frío pero muy... —Los dientes le castañearon—. Emo... Cio... Nante...
La risa se me escapó. Ni siquiera en los momentos que pretendía que fueran serios era capaz de controlar su efusividad.
—No deberías haberte metido así y aún menos correr —le indiqué—. El suelo está resbaladizo y te vas a enfermar.
—¡Yo no me enfermo nunca! —No se detuvo—. Esto lo he hecho mu... Chas... Ve... Ces...
Perdió el equilibrio. Poco faltó para que la oscuridad del agua lo engullera. No lo hizo porque regresé a mi estado original y me impulsé con la aleta para llegar a tiempo y sostenerle.
—Gra... —Sus pupilas marrones se clavaron en las mías—. Cias.
—Te dije que no corrieras.
—Sí... —Su mano me rozó las escamas de la mejilla—. Lo siento.
—Te impresiona, ¿no? —adiviné—. Supongo que ahora te pareceré extraño. —Di un coletazo, a fin de asegurarme de que sus ojos se movieran hacia mi cuerpo de pez—. Quizás no te agrade.
Sentir el contacto de sus labios en las escamas y sus dulces caricias en la cicatriz del hombro me dejó de piedra.
—La verdad, no veo mucha diferencia. —Me echó los brazos al cuello, con las pupilas brillantes de emoción—. Eres Yoon Gi y te amo.
Un peso enorme se me liberó de los hombros.
—Yo también te amo —respondí—. Por eso te lo daré todo. —Y añadí—: Cierra los ojos.
Busqué sus labios y, sin despegarme de su aliento, le abracé con fuerza, cogí impulso y le arrastré conmigo al fondo de las profundidades.
Se asustó un poco. Lo noté porque me apretó y porque tembló como una pequeña hoja azotada por el viento. Sin embargo, su fe en mí se hizo notar pues no pataleó ni hizo amago alguno por liberarse ni subir a tomar aire los segundos que me llevó apelar al don de la diosa.
—Ya puedes mirar.
—¿Se...? —Jimin no se movió—. ¿Seguro?
No pude evitar echarme a reír. Había apretado mucho la cara y lucía como un pequeño ser indefenso resignado a morir.
—No te preocupes —insistí—. Todo está bien.
Abrió un ojo. Se descubrió rodeado de agua y el impacto le hizo dar un bote y revisarse la nariz y la boca, sorprendido.
—Te he insuflado el poder de la diosa que solo yo, como rey, poseo —aclaré—. Bienvenido a mi hogar.
N/A: Por fin que podido traer actualización. Lamento mucho la demora. Nunca me había tardado tanto en actualizar esta historia pero es que me han operado y ha sido una intervención algo delicada de la que me está costando recuperarme. Espero ir retomando poco a poco la normalidad y traer la siguiente actualización en el ritmo habitual.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro