CAPÍTULO 22: SUSURROS EN LAS SOMBRAS
Ha pasado una semana desde que me transfirieron a esta prisión preventiva. Me dijeron que hoy pasaré a una más estable donde cumpliré unos meses de condena mientras mis abogados pelean la apelación. Alice dice que no estaré más de seis meses, Mike que cuatro con mucho.
No me ha ido mal, no es como en las películas, no hay hombres enormes con tatuajes o cicatrices intentando violarme. Nos levantan a las seis de la mañana, tenemos que asearnos, cambiarnos por el uniforme de diario. Desayunamos, hacemos alguna actividad manual o ejercicios, salimos al patio a tomar sol, almorzamos y volvemos a actividades hasta la cena. Hay muchas cosas que hacer, talleres, televisión, juegos y una pequeña biblioteca. El tiempo pasa lento, es cierto, pero no es tortura estar aquí.
Ahora no sé cómo será el nuevo lugar.
No he visto a Bella, Alice dice que solo dejan pasar a los abogados pero yo he comprobado que otras personas hablan con sus parejas y sus hijos. Quizás ella no quiere venir a verme ni traer a Nessie, le agradezco eso porque no quisiera que mi hija me viera aquí, encerrado.
Es mejor para ambas que me recuerden allá en casa y que crean que me fui de viaje, es lo mejor.
Intento portarme lo mejor que puedo. Aprendo lo que me ponen delante, como la comida sin hacer remilgos, soy cortés con los guardias y no me meto con nadie. Espero que en el lugar al que me llevarán sea así de tranquilo.
Las horas pasan y después del desayuno soy llamado en la fila. Me llevan a otra área donde no había estado, oficinas de los administradores de ese lugar. Me hacen firmar papeles, poner mi huella digital y me mandan a sentar en una banca. Espero allí más de dos horas, cerca de mí hay dos tipos que también están en lo mismo, ellos hablan entre sí sin darme importancia. Sólo escucho sin querer la palabra "Tacoma" y recuerdo que Alice me habló del lugar a donde quizás sea transferido. No sé dónde queda, ni si está muy lejos. Espero que no, aunque eso ya no importa.
Me llevan en un autobús muy parecido al que usan los niños que van a la escuela, solo que este es blanco.
Al llegar nuevamente firmo, me toman el dedo para lograr la huella digital y paso por una especie de estudio pequeño para la fotografía.
Un guardia de seguridad me da el uniforme naranja encendido, muy llamativo tan distinto al gris que usé en el anterior lugar.
Las reglas son las mismas, despertar temprano, comer a las horas, hacer deporte y trabajar. Exigen que debemos trabajar y estudiar aunque el pago sea el mínimo. Aún no sé qué trabajo pueda hacer aquí.
Me llevan a mi celda, esta vez es compartida, siento algo de temor de descubrir a mi compañero. Estuve quedándome solo estos últimos días, la idea de dormir al lado de algún delincuente me atemoriza.
Cambio mis ropas y me quedo allí hasta que me indiquen algo, prefiero obedecer todo lo que me dicen sin protestar y no hacer preguntas.
— ¡Hey!— me saluda un tipo bastante extraño.
—Hola— le respondí con cordialidad. No deseo tener problemas con nadie, mucho menos con mi compañero.
—Soy Alistair, ocupo la cama de arriba, espero que no ronques— es todo lo que me dijo subiendo a su litera de un salto. No volvió a hablarme para nada, agradecía sus silencios, la mayor parte del tiempo que pasaba despierto en la celda, estaba leyendo libros de historia. Extraño en un convicto.
En las noches como hoy, antes de conciliar el sueño, después del extenuante día, pienso en qué estará haciendo Bella. Estará acostando a Nessie, leyéndole los cuentos que tanto le gustan, quizás consintiéndola con una taza de chocolate caliente. Entonces imagino que quizás Black está con ellas y un extraño sentimiento de rabia se apodera de mi estómago. Siento la bilis en mi boca, agria y desagradable.
¡No!
Yo no debo ir por ese camino, fue el coraje, el enojo y la ira lo que llevaron a Edward por el camino más fácil, convirtiendo su vida y la de los que amaba en un pequeño infierno.
Debo soportar con valor.
Sé que no durará para siempre, expiaré las culpas unos meses hasta que mi nombre esté limpio y yo tenga la oportunidad de vivir mi vida y tomar mis propias decisiones. Habré dejado la sombra del astuto y despiadado Edward Cullen.
El primer taller que escogí es el de la imprenta, se imprimen y confeccionan bolsitas de papel para una marca de lencería que antes he visto. No hay mayor trabajo para mí que pegar los cartones, apenas estoy aprendiendo. Aunque, luego de 4 horas de estar en la misma posición empiezo a sentir mis músculos agarrotados. Así concluí mi primera jornada, cansado pero contento por haber completado la cantidad que me pidieron.
Empiezan a pasar los días, lento al principio, con remordimientos, desesperación, intranquilidad pero pasan. Mi compañero es tan callado que me motiva a hacer lo mismo. Pensar, respirar... y dejar ir lo que no puedo cambiar.
Mis padres vinieron el fin de semana a verme, no puedo expresar la alegría que me dio verlos allí, esperando por mí. Esme traía una tarta que Bella me había preparado, la miré largo rato imaginando el tiempo y la dedicación que le llevó hacerla.
—Edward, nosotros le hemos aconsejado que es mejor que no venga— me dijo mamá con la cabeza gacha.
—No sabíamos cómo sería el lugar, no creímos que exponerlas...— intenta explicar papá.
—Está bien— les sonrío. –Es lo mejor, no es un lugar apropiado para Bella o Nessie. ¿Saben si ella aún sigue enojada conmigo?— les pregunté pues la última vez que la vi, durante el juicio, me rogó que haga lo que los Vulturi querían y así no acabar entre rejas. Pero eso iba a poner en peligro la Villa Cullen, fui demasiado impulsivo pero no me arrepiento.
—No creo que esté enojada— dijo mi madre sin embargo sé que algo me oculta.
— ¿Papá?— pregunté mirando a Carlisle.
—La verdad Edward es que Bella ha estado muy alejada de nosotros. Ya no nos visita...
— ¿Qué? ¿Cómo que no los visita si vivimos en su casa?— pregunté asustado, entonces caigo en cuenta que ya ha pasado casi un mes. ¿Bella se ha ido de casa?
—Ella... se fue con Charlie— confirma mamá. –Al día siguiente que fuiste recluido, Bella tomó sus cosas, a la niña y se fue. Nos dijo que prefería mantenerse alejada por un tiempo.
—Comprendo— vuelvo a esquivar sus miradas. Me ven con pena, lo puedo sentir. Mi mente es un caos de ideas, algunas más absurdas que otras.
¿Qué estás haciendo Bella? ¿Ya te olvidaste de mí? Me pregunto una y otra vez sin encontrar respuestas.
La visita termina y ellos se marcharon prometiendo regresar aunque les pedí que no le digan nada a Bella, sólo que le dieran mis saludos y mis besos para mi hija si ella preguntaba. No puedo llamarla, aún no. Tendré acceso a un teléfono más adelante, no sé cuándo.
Invierto todo mi tiempo en trabajar, leer, estudiar y ejercitarme. He notado durante las comidas que hay grupos muy marcados de presidiarios. Están los ladrones, extorsionadores, esos son los que más escándalo hacen pero no se meten con la gente de mi zona. Somos el grupo de los homicidas, si bien yo no maté a nadie, me han recluido por tentativa de asesinato, así que técnicamente soy peligroso.
El primer mes pasa sin novedad, me di cuenta que soy bueno para los trabajos manuales, ya me dejan usar una de las máquinas para perforar el cartón y algunos papeles.
Mis padres vienen a verme cada quince días y se los agradezco, siempre traen alguna comida casera, me dicen que lo envía Bella pero empiezo a dudar que siquiera ella los visite y le mande aquellos deliciosos dulces para mí. No puedo decir que este encierro me vuelva loco, de hecho me parece un tiempo para reflexionar y poder poner ideas en orden. Solo espero que Bella no se olvide de mí, que me espere y me extrañe tanto como yo a ella. Echo de menos a mi hija, me gustaba contarle cuentos para dormir, acariciar su cabecita mientras intentaba conciliar su sueño.
El tercer mes llega y con él, nuevos reclusos, mentiría si dijera que no me da miedo. Hasta ahora todo marcha relativamente bien, uno de los asaltantes trató de intimidarme una vez pero los demás lo detuvieron, mi fama me precede. Soy un convicto por intento de asesinato.
Grande fue mi sorpresa al ver que alguien que conozco aparece entre los nuevos reos. Es Masen, aquel asesino a sueldo que Edward había contratado... su... mi padre biológico.
No quería hablar con él, ni su cercanía pero sabía que por más que lo evitara, tarde o temprano iba a buscarme. Y así lo hizo al día siguiente durante la comida se sentó a mi lado como si nada, yo solía comer con algunos compañeros a los que solo conocía de nombre, ellos alertados por la presencia de Masen, se mantuvieron en silencio.
—Edward— llamó mi atención. Lo miré sin expresiones, luego seguí comiendo como si nada. –Estoy aquí por encargo de los Vulturi— confesó. –Te quieren muerto— me soltó como si fuera lo más normal decir que viene a matarme.
—Que novedad— respondí sin deja de comer.
—Edward, no voy a hacerte daño— dijo acercándose más a mí.
—Mire señor— me giré a verlo porque la verdad, estaba cansado de todo lo que hasta el momento he vivido. Tener que dar la cara por los actos de otra persona, que me traten como si fuera él. –Haga lo que quiera, no me voy a esconder— volvió a mirarme de aquella forma tan extraña.
—Así que no estás derrotado— sonrió.
—Claro que no. Esto es temporal, sé que voy a salir pronto, sea lo que sea que encuentre afuera, sabré que hacer. Espero.
—Necesito hablarte...
—No hay nada de qué hablar. No soy el que busca así que no me interesa— dije abandonando mi charola en la entrada del comedor. Me fui a encerrar en mi celda, pensando en quien era realmente ese hombre que me causa tantos pensamientos encontrados. No lo odio, en realidad no sé qué sentir por él. Sé que causó que yo esté aquí, de algún modo. Pero eso me lo merecía, no yo pero sí... siempre Edward, el otro Edward.
Lo evité lo más que pude, me buscaba en las comidas, en las duchas, en el patio mientras caminaba. Se apuntó en el mismo taller que yo, para terminar de atormentar mi estancia en ese lugar. La imprenta era lo que más me gustaba y ahora tendría que soportar a ese sujeto allí también.
Estaba encolando papeles cuando lo sentí sentarse a mi lado. Ya no podía posponer el momento, si quería hablar, debía dejarlo que diga lo que tenga que decir hasta que se canse.
—Eres como te recuerdo... antes de que yo... lo lamento en verdad.
—No le entiendo— no lo miré, dejé que siguiera porque no estaba de humor.
—Te lo confesaré todo, un viejo como yo tiene muchas cosas con las que carga pero no quiero que esto sea una de ellas. Sé que puedo hacerlo bien esta vez— suspiró. Lo miré de reojo, realmente creo que sí me parezco a él, sus ojos son de un verde más opaco, luce cansado y demacrado.
—Escucho...
—Fui yo, Edward. Yo... quien poco a poco, te envenené.
— ¿Qué?— le presté un poco más de atención sin descuidar mi labor.
—Me acerqué a ti buscando tal vez una extensión de mí mismo, sabía que eras brillante, habías sido el mejor alumno desde niño, tenías una beca para la universidad y no cualquier universidad... lo tenías todo y yo quería formar parte de tu vida. Pero no soy una buena persona, no fui un buen padre y tampoco pude ser un buen amigo. Te encontré con demasiadas dudas y fui paso a paso, intoxicándote.
— ¿A qué se refiere?— pregunté completamente extrañado.
—Eres como un lienzo en blanco, tal como te encontré cuando... eras apenas un niño cuando me acerqué a ti la primera vez.
— ¿Edward... digo, nosotros nos vimos desde que era niño?
—Sí. Solía seguirte porque me recordabas tanto a tu madre. Esos ojos, son de ella, aún la recuerdo — suspiró. — Yo quise proyectarme en ti, eras tan...increíble. Inteligente, astuto, sagaz. Sabía que serías un abogado como ningún otro y por eso fui ganándome tu confianza. Al principio se lo comentaste a tus padres adoptivos, ellos me echaron a la policía pero luego te volví a encontrar y esta vez callaste nuestros encuentros. Me dejaste formar parte de tu vida, me dejaste aconsejarte, ir deslizando mi ponzoña... ¡Cuánto lo siento!
—Entonces... es por eso que él...
—Sé que no recuerdas nada, ninguna de nuestras conversaciones, tratos o encuentros. O nuestros trabajos. Fui deslizando en ti parte de lo que yo quería hacerle al mundo, mis frustraciones, mis rencores. Hubo un día en especial en el que me llamaste para que te acompañe en tu primera borrachera. Habías visto a tu madre y al padre de tu novia...— sonrió como si aquellos recuerdos le causaran nostalgia. –Yo estuve allí, susurrándote en las sombras lo que quería que escuches. Como una araña, empecé a tejer mi red para que cayeras. Fue difícil y me tomó mucho tiempo pero logré que fueras el mejor abogado, el más brillante, implacable...
— ¡El más infeliz bastardo que ha existido!— le grité. No podía creer lo que me decía, era repugnante.
—Lo sé. Me di cuenta cuando empezaste a pagarme. En un inicio era como un consejero que obtenía beneficios, amedrentar testigos o jurados. Lograr poner fuera de servicio algún colega para que tú te aprovecharas de su mujer... Pero luego me diste un empleo a tiempo completo y como mi jefe tenías la potestad de mandarme a callar o castigarme incluso— se queda mirando al vacío. –Me rompiste la mano una vez y allí supe que el mal que sembré había dado frutos.
—No lo puedo creer— murmuré. — ¿Qué clase de monstruo le hace eso a su propio hijo?— reclamé, la imagen de mi pequeña niña llegó a mi mente. Aquellos ojitos verdes llenos de inocencia, su sonrisa tan cristalina.
—Yo lo hice. Y no estoy orgulloso de eso, mi vida no fue fácil pero no es excusa. Perdí a mi Elizabeth, la única persona en este puto mundo que me amó. La dejé sola porque estaba purgando condena, no pude estar con ella cuando se accidentó ni cuando murió. No sabía cómo acercarme a ti, como hacerte mi hijo... ¡No sabía cómo ser padre!
—Lo que le hiciste a Edward no es de un padre— reclamé. –Yo no entendía qué es lo que le pasó, ahora me doy cuenta. En realidad él se parecía mucho a ti, escogió el camino errado, decidió seguirte y mira como acabó.
—Incluso envenené el amor que le tenía a su esposa... Yo propiciaba los encuentros con Black y luego le pasaba los informes a Edward para mostrarle que su mujer lo engañaba.
— ¡Basta!— grité. — ¡Ya basta! Vas a lograr que te odie— amenacé.
—Él me odiaba, lo sé. Sabía que yo envenené su vida, me trataba como a un perro, no a uno al que se quiera.
— ¿Por qué haces esto? ¿Por qué me lo cuentas?— pregunté.
—No quiero que pase lo mismo...
— ¡Yo no soy él!
—Claro que no. Y me aseguraré que no lo seas... hijo—puso su mano sobre mi hombro, me miró unos segundos y me dejó allí, en medio del taller, con esta sensación de asco en la garganta.
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Holis nuevamente, me costó reconectar con este fanfic pero aquí lo tienen, nuevo capítulo muy cerca del final. Ya no quiero seguir alargando más esta historia. ¿Saldrá Edward pronto de la cárcel? ¿Qué creen que está haciendo Bella? ¿Lo cambió por Jacob o lo estará esperando?
Gracias por leer
PATITO
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