Capítulo 4
Estoy parada justo en medio de la calle frente a mi casa, de pronto las nubes comienzan a reunirse, sopla un fuerte viento provocando remolinos que elevan los objetos a mi alrededor, el bote de basura de mi vecina, las sillas para tomar el sol, la casa del perro y otras cosas más. Hace un viento frío y tétrico, camino por toda la calle y no hay nadie, ni una sola persona, continuó hasta llegar al café donde me solía pasar las tardes leyendo y se encuentra solo, llamó a Don Beto el dueño del café y no hay respuesta comienzo a tener un poco de miedo, sigo llamando a todos y nadie responde, salgo de nuevo a la calle y todo se vuelve oscuro, a lo lejos escucho el aullido de algunos lobos, corro en dirección a mi casa ya que escucho las patas de la manada acercándose, van atraparme, me van a matar, voy a morir de una forma muy cruel, de pronto siento el peso del animal en mis hombros, el hocico del lobo rozando mi cuello y todo se detiene, me levanto de pronto y entra por mis ojos una luz demasiado irritante, volteo a todos lados en busca del animal y no hay nadie, estoy sudando, tengo que calmarme.
Tranquila Joe, ¿Qué es lo que está pasando? ¡Piensa! Observo todo el lugar, sin duda es un cuarto de hotel, es blanco muy blanco, a mi izquierda hay un enorme ventanal con las cortinas abiertas donde entra la luz del mediodía, la cama es enorme, sábanas blancas, edredón de plumas de ganso y una alfombra color beige, trato de ponerme de pie y descubro que estoy completamente desnuda, busco mi ropa, pero no la veo por ningún lado, camino en dirección a la puerta que se encuentra a mi derecha. Es el baño, me miro en el espejo y ¡Oh por dios! ¡Me veo terrible! Tengo unas ojeras espeluznantes, la cara roja y sucia de... ¡No tengo ni idea! y no quiero ni imaginármelo. Salgo de nuevo a la habitación y no hay rastro de mi ropa, busco en el armario y solo encuentro una playera blanca, es mejor a nada, me visto y busco en los cajones del buró por suerte encuentro mi celular y mis llaves, ¡Genial! No me robaron eso, salgo de la habitación, pero ni siquiera sé en qué lugar estoy.
No tengo ni idea de que pasó anoche, presiono el botón del ascensor y escucho las voces de varias personas que se dirigen hacia mí, así que decido ir por las escaleras, bajó casi corriendo, son alrededor de 5 pisos. Cuando llego a la planta baja corro hacia la salida, el hombre de recepción me habla, pero no logro escuchar lo que me dice, en la calle todo mundo se me queda viendo, ¡Qué me ven estúpidos! Comienzo a apretar el botón de la alarma de mi auto, pero no suena, significa que no llegue aquí en él, así que no queda de otra, tendré que tomar un taxi.
En cuanto viene uno acercándose levanto la mano para que se detenga. Abro la puerta de inmediato y me subo.
—¿Para donde me dirijo señorita...? —me mira el taxista de arriba para abajo.
—Via Alessandro Lazzerini—respondo.
—Muy bien, ¿Noche difícil? —dice el taxista.
Lo ignoró.
Llegamos a mi casa y le pido que me espere para pagarle el viaje, busco entre las macetas la llave de repuesto, abro mi casa y siento el golpe de nuevo, ¡Bienvenida a tu realidad! Tomó el dinero, le pago al taxista y me encierro en mi nueva vida. La casa está muy sucia, hay flores y veladoras por todas partes, huele a tristeza y soledad, incluso parece que se volvió una película en blanco y negro, voy a la cocina en busca de alcohol pero no hay nada, me tiro en el sofa y observo toda la tarde la enorme fotografía que mandó a imprimir mi tía de mis padres y mi hermana.
Necesito mantenerme ocupada en algo, ahora que lo pienso necesito ir por mi auto si no mal recuerdo lo deje anoche en el restaurante, así que me dirijo a mi habitación tomo algo de ropa y me voy a tomar una ducha, necesito limpiarme toda la porquería que tengo encima, de un momento a otro me miro en el espejo, tengo moretones y varias mordidas por todo mi cuerpo, trato de recordar un poco, sin duda tuve sexo anoche ya que me duele todo el cuerpo, y no solo por las marcas que me dejo, los músculos de mis piernas están muy sensibles, no fue una noche común sin duda este hombre es un experto.
Me cambio con un pants gris, una camisa blanca y mis tenis favoritos de toda la vida, me pasó los dedos por el cabello para peinarme un poco, no encuentro los lentes que me regaló mi padre, espero no haberlos extraviado, así que es turno de los Christian Dior, salgo de la casa y respiro el aire fresco, está comenzando el otoño es mi época favorita del año, me detengo en la cafetería de don Beto le pido a Isabel la chica que atiende la barra, un café Americano, y por supuesto una rebanada de mi pastel favorito "Chocolate", es extraño decir que estoy disfrutando demasiado de mi café y mi pastel, prácticamente me lo estoy devorando, no he comido desde no sé qué día, y ayer me emborraché como nunca, tengo sed y hambre como un perro callejero. Cuando llegó al restaurante me surge un flashback, me veo a mí misma sentada en la barra con un joven... no le puedo ver bien el rostro, pero me veo feliz, ebria pero feliz, se escucha mi risa y como le doy un abrazo.
—¡¡Bella signora!!—de repente alguien me saca de mi recuerdo.
—Hola... —pienso tratando de recordar su nombre.
—Fabrizio, bella signora.
—¡Oh cierto! Disculpa Fabrizio, estoy adaptándome a la realidad—le sonrío.
—No se preocupe señorita, estaba muy preocupado por usted, bebió demasiado y se fue con él, así nada más, cuando usted misma me dijo que sentía miedo por esa familia.
— ¡¿Qué?! ¿Con quién me fui? ¡Por qué lo permitiste! —Exclamo de manera dramática. —No te voy a negar la verdad, lo que pasa es que no recuerdo nada, me duele todo el cuerpo sin duda me dieron una paliza.
—No me diga eso señorita, se atrevieron a lastimarla
—¿Atrevieron? Pues, ¿Cuántos eran?
— ¿Cómo? ¿No lo recuerda?
—¡Sabes qué...! Mejor no me lo digas, no quiero ni saberlo, fue una noche de embriaguez y nada más, sírveme otro trago.
—¡¿Qué?! Como se le ocurre, no voy a hacer eso son las 3 de la tarde.
—Soy un cliente Fabrizio, ¡Hazme caso!
—Porque mejor no pide algo de comer y ya después con gusto le sirvo los tragos que quiera.
—Qué te importa, sírveme un ¡Whisky! —le grito golpeando con fuerza la barra.
Observo mi alrededor y todos nos están mirando.
—Está bien, pídeme lo que sea y mi whisky.
—¡Por supuesto! —dice Fabrizio con una sonrisa de oreja a oreja.
Me quedo de nuevo toda la tarde con el chico de la barra. Después de comer si me sirvió los tragos que quería, ahora me estoy dando cuenta que no tengo amigos, ahora mi único amigo es un barman y es porque le pagan. Vuelvo a lo mismo, a estar ebria de nuevo y llorar cuando me acuerdo de mi familia. No puedo soportarlo más así que le pido un cigarro a Fabrizio y me salgo a fumar al pequeño parque que está justo enfrente del restaurante. Me siento en una banca y dejó que el aire fresco me envuelva junto con la noche, observó a una pareja caminando con su hijo pequeño tomados de la mano, el niño está muy contento, pasan justo frente a mi, la mujer me sonríe y vuelve al juego con su hijo, estoy tan sola, necesito volver al trabajo es la única actividad que me mantendrá ocupada y acompañada, son solo compañeros de trabajo, bueno algunos son nuevos reclutas, desconocidos pero minimo no estaré sola. Entro de nuevo al restaurante, y Fabrizio me sirve de nuevo un trago, sigo bebiendo sin parar creo que me iré de nuevo a casa en taxi.
—Fabrizio puedes pedirme un taxi y darme mi cuenta, pero antes de eso añade una botella, que yo sigo la fiesta en casa.
—Enseguida señorita.
—Se retira tan pronto ¿Señora? —habla una voz desconocida.
Giro a mi lado izquierdo, lugar donde proviene dicha voz. Es una mujer de unos 50 años aproximadamente, elegante, sofisticada, baja de estatura, tiene el cabello rubio, piel blanca y unos ojos azules que me hacen recordar a alguien, pero no recuerdo exactamente a quien.
—No soy señora, y si, ya me voy.
—Entiendo, una disculpa, espero verla pronto por aquí.
—¡Ajam! Si claro—respondo con desdén.
Veo como se acerca a Fabrizio a susurrarle algo al oído, tienen una pequeña conversación mientras ella me observa de mil formas, después asiente y se retira.
—¿Qué te dijo Fabrizio? ¿Estaban hablando de mí?
—No, señorita no se preocupe.
—Como dices eso, ¡Dime! Sé que me estas mintiendo, ella no dejaba de verme.
—No puedo decirle aquí, Ya se va ¿No? Mi turno termina en 20 minutos, si gusta esperar yo puedo acompañarla a su casa.
—¡Como quieras!
Después de esperar a Fabrizio, salimos del restaurante y caminamos por las calles de la ciudad, la verdad es que mi casa queda muy cerca.
—¿Me vas a contar?
—Usted... ¿Siempre es así de fría?
—¿Disculpa? —me detengo de repente. —Apenas me conoces, que grosero de tu parte.
—No se trata de eso señorita, pero contesta de una manera tan cortante, es demasiado bonita para tener este carácter.
—No debería importarte, es mi vida y así soy yo, y no voy a cambiar.
—¿En serio? No la miré de esa forma con mi jefe, se portó hasta cariñosa.
—No seas idiota, estaba ebria y ya no hablemos de eso, cuéntame lo de la mujer esa.
Fabrizio sonríe un poco.
—¿Recuerda que le conté sobre la familia Berlusconi?
—Si, claro que lo recuerdo.
—Verá, la señora es Antonella Berlusconi, es una de las dueñas del restaurante y miembro importante de esa familia, es una de las hijas del señor Marcello Berlusconi la persona que fundó todo este imperio, su hijo fue quien realmente heredó todo esto, pero murió hace 10 años y ahora quien se encarga es el hijo del difunto, el joven del otro día. Pero la tía y otros miembros de la familia siguen presentes para cada decisión que se tome.
—¡Wow! Sabes mucho sobre esa familia.
—Estoy en la barra señorita, todos los chismes se cuentan ahí.
Sonrió un poco.
—¿Y eso que tiene que ver con lo que esa mujer te dijo de mí?
—Me pregunto si usted ya había visitado el restaurante anteriormente, lo más seguro es que quería ofrecerle el famoso trago y después hacer de las suyas.
—Sigues con eso, seguramente son solo chismes, tal vez son gentiles y se suele confundir con malas intenciones.
—Yo no creo eso, lo he visto.
—Espero que no, por el bien de cualquier persona que visite el lugar.
Después de un rato de seguir platicando llego a mi casa y Fabrizio sigue su camino a su departamento, me quito los tenis, los arrojó a cualquier lado y me tumbo en el sofá. Abro mi botella de whisky y comienzo a beber, no puedo evitar pensar en aquella mujer, se veía muy imponente, su ropa sin duda de diseñador, su maquillaje tan ligero y elegante y por supuesto sus ojos... me recuerdan a alguien, pero ¿A quién será? Entre más avanza la noche y se va terminando la botella comienzo a recordar un poco de la noche anterior, recuerdo que me bese con alguien en el restaurante. ¿Habrá sido con aquel joven que disfrutaba tanto reírme? También recuerdo un poco al momento de estar en la habitación del hotel, los besos que nos dimos, el fuerte aventón a la cama y la forma en que me arrancó la ropa, pero su rostro... no puedo recordarlo, Fabrizio dice que yo estaba muy cariñosa con su jefe, lo más probable es que fuera ese hombre. Pero, entonces es pariente de la momia señora, si es así todo concuerda que se trata del Señor Berlusconi.
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