Capítulo 2
Siento un gran dolor en mi cabeza y una vacío en mi corazón, estoy acostada en el suelo rodeada de la basura que quedó de hace unas horas, me levanto aún ebria y consciente de mi situación actual, me incorporó en una silla y veo de nuevo mi triste realidad, la puerta no deja de sonar, me acerco a ella y encuentro a los hombres de la capilla funeraria.
—Buenos días, señorita venimos a trasladar a su familia a la iglesia.
—Está bien, pasen.
Me arden los ojos y los tengo demasiado hinchados así que voy por mis lentes, esos que me gustan mucho y que mi papá me compró en un bazar, antes de cerrar la puerta tomo mi bolso, mi abrigo y me dirijo a mi coche, espero recargada en el cofre mientras van trasladando los ataúdes de mi familia a las carrozas, veo como los hombres se dirigen a sus asientos y emprenden camino, no sin antes darme una señal para que los siga, de hecho tengo que prestar bastante atención al camino ya que desconozco donde se llevará a cabo la misa funeraria, la hermana de mi mama es la persona que se está encargando de todo.
Una cuadra antes de la iglesia estaciono en un supermercado y compró una botella de whisky, antes de llegar a la caja la botella ya está abierta, caminó con la botella en una mano y la otra en mi bolso, no me había percatado que estaba descalza, la calle es empedrada y mi niña del pasado sale a relucir sin ningún quejido al sentir las piedras en la planta del pie, cruzó en dirección a la iglesia, al llegar me poso frente aquella estructura enorme estilo gótico, a distancia justo frente a la puerta de la iglesia veo de nuevo los tres ataúdes que atormentan mi existencia, ¡ah! y a mi familia o las personas que se dicen ser "mi familia".
Siento las miradas de todos, están esperando que entre con ellos. Una persona que nunca había visto en mi vida se acerca a tomarme del brazo y a querer quitarme la botella pero me rehúso, y adrede le doy un buen trago, la luz me lastima los ojos me alegro tanto de tener los lentes de sol, subo las escaleras con las piernas temblando hasta acercarme a la dirección de las tres cajas de madera, el padre comienza hablar, hablar y hablar y por supuesto no prestó atención sólo veo el interior de aquella iglesia que con adornos dorados, flores y olor a incienso rodean el ambiente en este momento, volteó para observar los cuadros de todos esos santos, la virgen que se postra en la pared con un enorme marco de madera y justo en medio y en lo alto aquella cruz donde se encuentra el sujeto que me ha quitado a mi familia. Una de mis primas se acerca a mí, hace mucho que no la miraba.
—Hola, Joe —me mira con lástima. —Cuánto lo siento prima, mi más sentido pésame.
—Gracias —no lo necesito, pienso.
—Toma, ponte estos tacones me los acabo de cambiar, es mejor a no traer nada. —Los coloca en el suelo justo frente a mí.
—No es necesario Jennifer, estoy bien así.
—Insisto —se inclina para ayudarme a ponérmelos.
—Solo porque no me quiero ver como una loca —le digo, aunque yo sé que si me veo así.
Trato de colocarme de una forma recta pero mi cuerpo y mi mente no se encuentran bien emocionalmente ni fisiológicamente. Me dirijo entre los ataúdes y emprendo caminata dentro de la iglesia, los tacones que me acaban de prestar rezumban en la iglesia vacía entrando con música que para mi gusto suena demasiado alegre, la alegría estará fuera de mi alcance por mucho tiempo, el padre me mira no solamente con lástima sino con algo de resignación, él sabe que, aunque yo esté ahí físicamente, mi mente no lo está, así que no pierde su tiempo y comienza con la ceremonia. Me siento justo en la banca que se localiza al lado de ellos, sigo bebiendo de la botella a cada minuto, por un descuido mi bolso cae y todas mis cosas se esparcen por el suelo de mármol, mi prima que se encuentra a mi lado se levanta de rápidamente y comienza a guardar las cosas, ahora es ella quien la sostiene.
No dejo de pensar en que va a hacer de mi vida desde este momento, cuando estaba en la preparatoria pensaba todo el tiempo en mi futuro, en el departamento que deseaba, el estar en la universidad, el coche que me compraría, los lugares que conocería, pero nunca se me paso por la mente qué pasaría si me alejaba de mi familia, estar tan lejos de ellos. Cuando cumplí 18 años me decepcione tanto ya que no logre entrar a la universidad de Medicina, así que tuve que tomar la decisión de elegir otra escuela y termine en un internado en la Academia de la Fuerza Aérea, estuve internada 4 años completos y desde que salí todo el tiempo fue dedicado a dar servicio a mi país, venía poco a casa pero lo disfrutaba bastante, me emocionaba irme de vacaciones con mi familia y disfrutar de una distracción dejar atrás los golpes, la sangre, balas y demás, mi familia era mi vuelta a una realidad menos tormentosa.
Tiempo después enferme y me tuve que retirar del campo por un tiempo, me detectaron un astrocitoma "Tumor cerebral" me extirparon el cáncer y continúe con radiación y quimioterapia, es una de las razones por las que mi cabello es tan corto como el de un hombre, estuve en tratamiento 2 años y volví a campo gracias a uno de los médicos que me atendió, yo no tendría por qué regresar, por lo general a los militares que por cuestiones del destino les detectan alguna enfermedad y se recuperan, por seguridad del sujeto y del cuartel deben continuar con sus servicios en oficina apoyando desde un escritorio, por suerte yo conseguí pasar las pruebas físicas y psicológicas y de esa forma mantuve mi trabajo, meses después recibí una llamada de mi vecina diciendo que mi familia se encontraba en el hospital por un accidente de auto, ni siquiera me tomé el tiempo de pensarlo, tomé mis cosas y salí corriendo como loca al aeropuerto a tomar el primer avión a Florencia para después tomar una tren a Prato la ciudad donde crecí, espantosa manera de regresar a casa.
Cuando menos me doy cuenta la misa a finalizado, el padre ofrece la bendición y les indica a los hombres de la funeraria que procedan, camino hacia los ataúdes, acarició los detalles de la madera y viene de nuevo esa frase a mi cabeza "Esto no está pasando", seguramente debe ser un sueño, comenzamos a caminar hacia la salida y escucho llanto en todos lados, mis tías están en el ataúd de mi papá y mi primas en el de mamá, el de mi hermana está rodeado de tantos jóvenes que no logró reconocer a alguien, me quedó en la puerta esperando a que se aparten de los ataúdes ya que me sigue resultando molesto, no es que quiera ser egoísta, pero no creo que esas lágrimas sean sinceras ninguna de estas personas se dignó a visitarlos o mínimo a llamar y preguntar por su salud, así que estas actitudes me asquean.
—Es momento de marcharnos señorita —me comenta el señor de la funeraria.
—¡Por favor! —le respondo con ironía.
Vuelve a ocurrir lo mismo, espero fuera de la Iglesia a que trasladen los cuerpos a las carrozas para dirigirnos al panteón, pero cuando camino hacia mi auto veo a mi prima sentada en el asiento del copiloto, ¡Como demonios se subió! Me siento y cierro la puerta de golpe, estoy con una ira incontrolable.
—¡Qué demonios haces aquí! —le grito.
—Subí al coche contigo.
—¡Eso ya lo sé! Pero ¿Por qué? Yo no te pedí que me acompañaras.
—Necesitas a alguien que te acompañe en tu dolor, eres mi prima, mi media hermana, te quiero y estoy contigo.
—Te necesitaba hace 5 días, así que hazme el favor de bajarte de mí auto.
—No pienso hacerlo, no me importa que te molestes conmigo, no te puedo dejar ir sola así nada más.
No puedo lidiar con gente estúpida en este momento, conecto mi teléfono al estéreo y le subo todo el volumen escuchando Thunderstruck - AC/DC, le doy un buen trago a mi Whisky y me doy cuenta de que ya se va a terminar mi botella, ella me hace gestos, pero no me importa se subió a mi auto así que se aguanta. Me quito los horrendos tacones y se los arrojó a la cara, ¡Tremendas porquerías! Me pongo el cinturón, enciendo el auto, bajo el cristal y respiro antes de arrancar, en todo el camino Jennifer no para de gritar y de pedirme que conduzca más lento, que me estoy saliendo del límite, que me pase el alto y cosas por el estilo, me está colmando la paciencia.
—¡Ya basta! Joe, detén el auto estás conduciendo como loca, nos vas a matar —exclama alterada.
La ignoró y sigo conduciendo.
—¿¡Me estás escuchando!? Te encuentras ebria nos van a poner una multa, ¡Por dios! —grita.
Por mi parte suelto una carcajada, es la primera vez que me río desde hace días, paró en seco en una licorería y compró una botella de vodka, le tomó un buen trago y vuelvo a mi auto, Jennifer me mira con una cara que no logro descifrar, en unos minutos llegamos al panteón y vuelve aquella punzada en el corazón, hay más personas aquí o es que ya estoy viendo doble.
—Dame esa botella Joe, ¡Qué vergüenza! ¡¿Cómo te atreves a estar así en el funeral de tus papás y de tu hermana?! —dice Jennifer.
—¿Cómo dijiste? ¿Escuche bien... era la palabra vergüenza? Observa lo mucho que me atrevo.
Camino en dirección de toda esa gente estorbosa, sé que mi caminar no es de alguien sobrio, es muy notorio que estoy ebria pero no me importa, me tropiezo un par de veces, pero por suerte llegó sin ningún tipo de ayuda.
—¡Ya llegué familia! —grito a todos los presentes. —Quiero decirles algo desde lo más profundo de mi corazón...
—Siéntate Joe, estás haciendo el ridículo —dice mi tía, la más chismosa.
—¿¡Qué!?¿¡Qué!? ¿Acaso yo estoy haciendo el ridículo? Discúlpeme, tía —me entra un eructo. — Pero acaso ¿Ya no ve bien? ¿Los ridículos no son ustedes? ¡Se la han pasado llorando todo el puto día! Cuando jamás ¡Jamás! Quisieron a mi mamá, ¡Mi abuela nunca la quiso! Según ella mi mamá valía menos que mi papá, que él no merecía estar con una persona de la clase baja, y aparte con una mujer fea, que responde a eso, ¿¡Eh!? Tú y toda tu familia son unos hipócritas, yo no te quiero y ellos tampoco —apunto a los ataúdes. —Eres una mujer que lo único que le interesa es el ¡Chisme! Criticar a más no poder, tu sangre se carcome si no destilas tu veneno.
—¿Como te atreves a decir esas palabras sobre mí? Es claro que estas ebria, es un mal momento para hablar contigo.
Suelto una carcajada, la segunda risa del día de hoy.
—¡Por supuesto que no! Es el mejor momento... ¿Sabe por qué? Porque no me interesa que ustedes sigan estando en mi vida, lo único que me ataba a ustedes se encuentra en esos ataúdes, ya no tengo porque ver sus espantosos rostros, saber de sus aburridas vidas, porque no me interesa, lo que más ame se me fue, ya no hay razón para estar en paz, así que ¡Puedo rayarles la madre a todos los presentes! ¿Con quién quiere que comience? Es sencillo tengo para todos.
—Hija mía, la tristeza, el odio y el rencor que sientes por la pérdida de tus familiares no lo dirijas a tu única familia —me dice el padre. —Tienes que sanar tu alma, perdonarte y perdonar al prójimo.
—¡Perdonar padre! Dios me ha quitado lo único bueno en mi vida, ¡Estoy sola! Esta gente no me quiere, y eso obvio que yo tampoco, así que permítame sacar todo lo que tengo, porque mis ofensas se las tienen bien merecidas —le grito con lágrimas en los ojos.
—Recapacita hija, ¡Enfócate! Ha llegado el momento de la despedida, ven siéntate, daremos comienzo al entierro —lo dice con una voz super relajante.
Estoy sentada justo al lado del padre, observó el movimiento de sus labios, aunque no presto atención a lo que dice, me relaja. Por un momento pierdo la conciencia y me quedo dormida, minutos después despierto de golpe asustada de que ya hubieran pasado horas, pero no, ahora están hablando los invitados, mencionan algún momento agradable que pasaron con algún miembro de mi familia y todos aplauden y así continúan hasta que llega mi turno, me niego a decir palabra alguna ya que lo mucho que yo los quería se los dije en vida así que lo que diga en este momento solo sería para que lo escuchará la servidumbre.
—¡No los bajen! —les digo a los empleados del panteón. —Se pueden retirar, esto ya terminó —les digo a los estorbos, "Mi familia". Todos me miran muy extraño. —Si, les estoy diciendo a ustedes, ¡lárguense!, ¡fuera! No los quiero ver aquí —todos comienzan a irse. —¡Otra cosa! Solo quiero decir algo antes de que se marchen, si alguien realmente estimó a mi familia o alguno de ellos y en cierto momento tuvieron alguna conexión agradable... se los agradezco de corazón, gracias por su presencia.
Todos comienzan a marcharse mi tía me dice algo, pero lo único que sale de mi boca es un insulto que la deja en shock, los empleados del panteón se alejaron para que yo pueda despedirme, pero lo único que hago en llorar, abrazar los ataúdes, besar la madera, mojarlos de lágrimas y suplicar que despierten, después de varios minutos tengo dejar que estas personas hagan su trabajo, me colocó frente a ellos, doy un trago a mi vodka y le arrojó una rosa a cada uno.
—Adiós, adiós, adiós nos volveremos a encontrar, los amo, los voy a extrañar, no saben la falta que me van a hacer, los amo, adiós, ya los extraño, cuídenme porque hago muchas tonterías, los amo infinitamente, adiós —no puedo dejar de llorar, repito las mismas palabras una y otra vez hasta que la tierra los cubre por completo.
Me quedo observando la lápida con los nombres de mi familia por varias horas hasta que cae la noche, me levanto como puedo subo a mi auto, y ni siquiera sé a dónde ir, mi casa es el único lugar donde no puedo pasar la noche el día de hoy, no lo resistiré, así que comienzo a manejar sin rumbo hasta que me estacionó en un restaurante de la zona rosa, bajo de mi auto, me aliso el vestido, me pasó las manos por el cabello y por supuesto con los lentes de sol, yo sé que no es de día y mucho menos hay sol, pero no estoy maquillada y mis ojos están muy hinchados. Camino hacia dentro del establecimiento sintiendo las miradas en todo momento, me acerco a la barra y le pido al barman un whisky, la música está bien, el lugar es lindo, muy elegante para mi gusto, pero lindo, se nota que no cualquier persona disfruta de una cena en este lugar.
—¿Algo más que necesite, señorita? —me pregunta el joven que atiende la barra.
—Estoy bien, gracias.
En ese momento todo cambia, entran varios hombres gritando y dando órdenes acompañados de mujeres muy ostentosas, parecen prostitutas de calidad, los ubican en una zona preferencial, una de sus acompañantes me mira por unos segundos, examina mi apariencia y le susurra algo a su amiga y esta se comienza a reír.
—¿Se te perdió algo? —le reclamo.
Justo cuando me va a responder, la puerta del restaurante vuelve abrirse, todo el restaurante deja de comer, de platicar, de lo que sea que estén haciendo para admirar al imponente hombre que avanza con lentitud y elegancia a la zona preferencial, luce un traje azul marino, zapatos de diseñador y un reloj que vale más que mi casa, es increíblemente guapo, tiene cuerpo de atleta, es imposible no babear por alguien así. Cuando se percata de mi mirada acosadora posa sus ojos azules en mí, no puedo con la mirada tan fuerte que tiene, me giró de inmediato a la barra, por el reflejo del vidrio que se encuentra frente a mi veo que sigue mirándome lo cual me provoca un nerviosismo que mi cuerpo no puede controlar.
—Me puede servir otro trago, joven —le digo al barman.
—Por supuesto, señorita.
—Usted sabe... ¿Quiénes son todos ellos? —apunto con mis ojos hacia la dirección de la mesa envuelta en alboroto por la presencia del hombre misterioso.
—Claro que sí, es la familia Berlusconi.
—¿Berlusconi? Nunca había escuchado de ellos.
—Es una de las familias más importantes del país, son como los Windsor de Italia.
_Tengo toda mi vida viviendo en Italia, y es la primera vez que escucho ese apellido.
De repente me llega una punzada terrible en la cabeza, que provoca que derrumbe el vaso y me lleve las manos a la cabeza.
—¡Señorita! ¿Se encuentra bien? —escucho hablar a lo lejos al joven. —¡¿Señorita que le sucede?!
El dolor no para, mi cuerpo no reacciona, creo que me voy a desmayar esto no me había pasado desde... durante el "cáncer". No, no puede ser, ¡Esto no me puede pasar! Lo más seguro es que estoy siendo paranoica.
—¡Llama a un médico! —escucho a un hombre gritar a lo lejos, de hecho, son demasiadas voces. —¡La joven está mal, se mira muy pálida! Creo que se encuentra en estado de shock —la que hablo justo ahora es una mujer.
—Es... pera... estoy bien —le digo al barman, mientras difícilmente hago que las palabras salgan de mi boca.
Trato de levantarme del asiento para que vean que no es nada grave, el barman tiene cara de asustado y todos los clientes del restaurante están a mi alrededor, como esperando a sujetarme si es que vuelvo a perder el conocimiento.
—Tranquilo chico estoy bien, una disculpa por el mal momento, ¿cómo te llamas?
—Fabrizio, bella signora.
—Bien Fabrizio, sírveme otro buen whisky, que el otro lo derrame —se ríe nervioso y asiente.
—Sírvele de mi botella —añade alguien. Esa voz... Es la persona que gritó hace un momento.
De hecho, se encuentra detrás de mí, para cuando me doy la vuelta él se dirige a su sillón en el área preferencial, por un instante me llega el olor de una loción exquisitamente agradable.
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