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Encuentro

Hakuji apresuró el paso, quería llegar lo más pronto posible a casa, sonrió al pensar en las dos personas que de seguro lo estaban esperando para darle un sermón no más entrara, después de todo, él había prometido regresar temprano hoy. Dobló por el camino que a pesar de estar más oscuro que la boca de un lobo él conocía a la perfección y más adelante pudo vislumbrar la tenue luz proveniente de la casa adyacente al dojo donde pasaba la mayor parte de su tiempo. Ya quería ver a Koyuki san, y a su maestro por su puesto, le contaría a ese viejo como había pateado algunos traseros ese día, o quizás no, ninguno de los habitantes de aquella casa era muy fanáticos de escuchar sus historias violentas.

Al cruzar el umbral le sorprendió que nadie saliera a recibirlo, igualmente anunció su llegada y se dirigió al área de la cocina, donde era muy probable que padre e hija estuvieran ocupados, pero tampoco encontró a nadie allí. Hakuji se sentía ansioso ahora. Sin pensarlo más corrió a la habitación de la muchacha, Koyuki había estado mucho mejor de salud esos últimos meses, no era posible que algo malo le hubiera pasado...

Por suerte no tuvo que llegar tan lejos, en una de las habitaciones que estaban vacías, oyó la voz de las dos personas que ahora consideraba su familia. Keizo le daba instrucciones a su hija:

-Sostén las vendas de esa forma, perfecto, ahora...

¿Vendas? Se preguntó el joven, y las alarmas empezaron a sonar una vez más en su cabeza ¿Acaso su maestro había resultado herido?

Sin pensarlo dos veces, abrió la puerta casi echándola abajo.

-¡Maestro! Qué le...- se calló al ver que Keizo no ostentaba herida alguna, sino que era otra persona la que necesitaba cuidados.

Allí sobre el futón estaba un sujeto, al parecer bastante malherido a juzgar por la cantidad de vendajes que lucía.

-Lo encontré flotando en el rio al amanecer - explicó Keizo. - cómo puedes ver está bastante mal. De hecho, aun no sé cómo sigue vivo.

El chico suspiró aliviado, y acercó a los otros dos arrodillándose junto al herido.

- Probablemente no lo esté por mucho tiempo más... - dijo y tocó su frente. Estaba ardiendo. Miró a Keizo con un poco de molestia, ¿acaso ese viejo tenía como hobby recoger la basura que la sociedad desechaba? Salvar a un tipo flotando en un río, medio muerto, era algo que de seguro les mordería el trasero más adelante. Miró al hombre inconsciente, no aparentaba ser mucho mayor que Koyuki o él mismo, y su color de pelo era muy inusual. Decididamente aquella persona no era de por allí, ya habría oído a los lugareños comentar de alguien con esas características o lo habría visto el mismo en sus múltiples trabajos, alguien tan llamativo jamás pasaría desapercibido.

- Yo cuidaré de él, viejo, tu y Koyuki san pueden ir a descansar, seguro han estado ocupándose de él todo el día.

- Pero tu estabas trabajando también Hakuji san - protestó la chica apenada, ella en realidad no había hecho casi nada, aunque ahora estaba mejor de salud, ni su padre ni el otro chico la dejaban hacer mucho, solo se encargaba de pequeñas tareas, Koyuki realmente despreciaba su propia debilidad.

- No estoy cansado Koyuki san - respondió el joven con una sonrisa.

- Al menos come un poco, luego cambiaremos sus vendas - dijo el jefe de la familia. - ¡Koyuki preparó la cena ella misma!

A Soyama Hakuji se le iluminaron los ojos, la muchacha no era la mejor cocinera, de hecho sus platillos eran más bien sosos, pero no se le podía culpar, no había tenido una madre que le enseñara, tampoco había podido hacer mucho por ella misma durante mucho tiempo, y además, su padre y las cacerolas tampoco se llevaban bien, por suerte para todos era el joven Soyama quien casi siempre se encargaba de la cena, pero Hakuji no se quejaba, tampoco lo hacía Keizo, que la chica tuviera las fuerzas para cocinar era ya bastante motivo para celebrar, y no iban a romper sus ilusiones despreciando sus buenas intenciones.

-¡Oh! ¡Entonces gracias por la comida Koyuki san! - dijo animadamente y se dirigió a la cocina de la residencia, seguido de la chica, esta le sirvió un plato de arroz y una sopa de verduras junto a algunas sardinas cocidas. Hakuji lo probó y sonrió, Koyuki lo miraba con aprehensión. - ¡Es delicioso! - le dijo, y el rostro de la muchacha se iluminó de felicidad.

°°°

Cuando volvió a la habitación con su maestro, este ya se encontraba desvistiendo las heridas del paciente. Hakuji notó entonces la gravedad del asunto, el hombre en el futón tenía una perforación en el costado y el hombro izquierdos, su muslo derecho parecía haber sido sujetado por una inmensa garra por los cortes visibles, su torso estaba repleto de hematomas que estaban tomando un color oscuro, y maestro y alumno podían adivinar que bajo aquella piel habrían varias costillas rotas y quizás algún que otro órgano dañado, la posibilidad de una hemorragia interna era inmensa, pero ellos no podían hacer nada.

- Para este tipo de heridas debería estar sangrando más, ¿no crees Keizo san?

- Sí, lo noté también. A lo mejor no le queda mucha sangre dentro, dios sabe cuánto tiempo estuvo en el río.

- ¿Crees que un oso lo atacó? - preguntó el más joven.

- Probablemente, no fueron ladrones eso sí es seguro - dijo señalando una esquina de la habitación, allí sobre una pequeña mesa estaba una espada y una bolsa de dinero que se veía bastante pesada.

- ¿Un samurái?

El maestro asintió con la cabeza.

Empezaron a cambiar los vendajes de su torso, Hakuji paró por un momento al ver algo bastante raro en la piel del paciente que en ese momento temblaba por la fiebre. En su pecho izquierdo justo sobre su corazón y extendiéndose hacia su cuello y brazo izquierdos había una marca roja, como si la sangre que le faltaba a ese cuerpo se hubiera concentrado en aquella zona.

- ¿Un samurái con un tatuaje? - se preguntó en voz alta.

- Parece más bien una marca de nacimiento. - dijo Keizo al oír la pregunta de su aprendiz - entre su cabello, la tsuba de su espada y esa marca, este hombre debe creerse la encarnación del fuego o algo así...

- Con la fiebre que tiene no dudo que estalle en llamas dentro de poco - dijo Hakuji, con una risita. Su maestro no tardó en darle un golpe en la cabeza.

Terminaron de vendarlo y Hakuji le dijo a su maestro que se fuera a descansar, él se quedaría vigilando la fiebre del hombre, por mucho que lo intentaba no parecía querer bajar, eso era siempre un mal augurio, si no vencía la fiebre, esta probablemente acabaría con él.

°°°

Al tercer dia Hakuji ya estaba harto, el tipo no se moría, (no es que él quisiera que eso pasase) pero tampoco le bajaba la fiebre, incluso estaba sudando como lo haría cualquiera que estuviera en vías de recuperación, ¡pero no! ¡la fiebre seguía! El joven Soyama ya estaba considerando llevárselo y tirarlo al río a ver si al menos eso funcionaba.

-Hakuji san - la voz de Koyuki lo sacó de sus pensamientos.

-¿Si, Koyuki san?

- Disculpa, pero ya no tenemos más medicina - dijo la muchacha bajando la cabeza - tampoco he podido hacer más que esto... lo siento - dijo apenada poniendo el "almuerzo" frente a joven. Hakuji miró la sopa, donde flotaba miserablemente un pedazo de col.

-Padre salió hoy a buscar un trabajo, pero estos días ha sido imposible.

El muchacho levantó una ceja, es cierto, no estaban ganando lo suficiente y ahora tenían a otra persona necesitada de medicina en su hogar. Ese tipo estaba dando mucho trabajo. No le gustaba para nada la cara de preocupación de la señorita Koyuki, pronto empezaría a decir cosas como:

-Por nuestra culpa esa joven va a morir... - se le adelantó la chica, para sorpresa de nadie - es también culpa mía, si no fuera tan débil, también tendría un trabajo y Hakuji san y padre no tendrían que...

Hakuji la interrumpió poniendo una de sus manos delante la cara de la chica.

-¡No te preocupes, Koyuki san! Es más, ¿podrías cuidarlo por un rato?, es solo vigilar por si despierta, ya me rendí con la fiebre. ¡Ya sé, podrías leerle algo! - dijo.

La joven pareció alegrarse ante la idea de hacer algo útil y salió de la habitación a buscar un libro de seguro, no sabía que Hakuji lo había ideado todo para que no lo viera agarrar la bolsa del paciente y meterla entre sus ropas. Cuando regresó el chico se preparaba para salir.

-Me iré ahora, no le abras la puerta a nadie.

-Sí - asintió la otra y se sentó junto al desconocido a leerle su libro favorito, una historia muy cursi que Hakuji se sabía de memoria de tantas veces que él mismo la había leído a Koyuki. El solo recordar aquello le trajo sentimientos mezclados, ternura por los ojos de la chica cada vez que la leía para ella, y dolor de cabeza, porque para ser sinceros aquella historia era una mierda.

Hakuji iba muy orondo por el camino al mercado, sacó la bolsa deleitándose con su peso, la abrió para examinar su contenido y tuvo que cerrarla porque casi le da un infarto. La volvió a abrir y brincó de alegría, nunca en su vida había visto tanto oro junto... El sujeto de cabello llameante debía ser rico, eso era seguro, entre las ropas que traía y que él mismo se había encargado de lavar y coser, la hechura de su espada y aquella bolsa...el joven Soyama ya le tenía envidia, además el tipo era bastante apuesto, y parecía ser un guerrero formidable también, seguro tenía una gran mansión y varias concubinas, y nadie en aquel pueblo, ni siquiera el propio Hakuji podría competir con él, seguro cuando se recuperara, todas las auras tiñosas de la aldea vendrían volando a él en bandada, probablemente Koyuki también caería, ¿qué tal si el tipo era un desalmado? ¿Y si se llevaba a Koyuki a su mansión y luego la desechaba, dejándola en la calle...? todos los espadachines que había encontrado en su camino habían sido despreciables. ¡Hakuji no permitiría eso! No dejaría que ese hombre sedujera a la pobre Koyuki, ni que engañara al tonto de su maestro. Antes de que eso sucediera, ¡él gastaría bastante de su oro!

°°°

Cuando Hakuji regresó, se sentía muy feliz, en una mano cargaba las compras que había hecho y en la otra balanceaba la bolsa de dinero. Entró silbando a su hogar, y se dirigió a la cocina cuál sería su sorpresa al ver que allí junto al fuego tres pares de ojos lo miraban con evidente diversión.

-¡Hakuji san! ¡Nuestro huésped despertó!

Los ojos de Hakuji se fijaron en la mirada dorada - carmesí y el rostro sonriente que lo saludaba.

-Mucho gusto! Mi nombre es Rengoku Kyojuro, ¡espero que podamos llevarnos bien! - dijo el desconocido, bueno, no, Kyojuro. "mierda" se dijo el único alumno de Keizo ¡hasta el nombre y la voz del sujeto le sentaban perfectamente! - ¡te agradezco mucho por haberme cuidado todo este tiempo! - continuó Kyojuro sin dejar de sonreir, se le veía muy feliz ahí sentado.

- Ah...me llamo Soyama Hakuji, eh... un placer...- dijo el chico, nunca se le habían dado bien estas cosas, simplemente socializar no era lo suyo. La reacción del otro fue muy distinta a lo que esperaba Hakuji, la gente normalmente lo veía como un delincuente o un chico atrevido sin modales, y casi nunca dejaba una buena impresión en la gente la primera vez, pero este chico pareció encenderse como una vela ante su pobre excusa de saludo, sonriendo y asintiendo con la cabeza.

- ¡Un placer conocerte al fin Soyama san! ¡El señor Keizo y la señorita Koyuki me han hablado mucho de ti!

Koyuki miraba la interacción con una sonrisa, ¡quizás Hakuji al fin podría hacer un amigo! Él era tan serio y trabajador, pero también era joven, debería ir por ahí a pescar, a cazar, o a los festivales, como le relataba su padre que había hecho en su juventud, no debía estar siempre trabajando o entrenando en el dojo. Ella si pudiera, también quisiera hacer todas las cosas que las chicas de su edad hacían, pero su cuerpo débil se lo impedía, para suerte de Hakuji él estaba completamente sano, así que podría hacer todo eso si tan solo tuviera un amigo. ¿Quizás el señor Rengoku querría serlo?

°°°

Keizo había llegado esa tarde a su hogar para encontrar a su hija hablando con el joven que había rescatado del río hacía menos de una semana, el chico estaba sentado en el futón y charlaba animadamente con Koyuki, ella reía por las ocurrentes historias. Al entrar a la habitación el joven había intentado levantarse, pero por suerte lo habían detenido. Igualmente, Rengoku Kyojuro que era como se llamaba le agradeció muy efusivamente por haberlo rescatado. Cuando padre e hija le preguntaron si recordaba qué le había pasado, el joven les había dicho simplemente:

-Fui enviado a eliminar un demonio en un pueblo llamado Murasame, resultó ser muy fuerte, lo contuve hasta el amanecer y logré cortarle la cabeza al final, ¡pero logró lanzarme por un risco en sus últimos momentos! ¡Y aquí estoy! - dijo con una sonrisa triunfal.

Padre e hija se miraron, ¿acaso habían traído a un pobre desquiciado a su hogar? pero el señor Rengoku no parecía estar mal de la cabeza, ¿quizás se golpeó muy fuerte y tragó mucha agua del rio y por eso mezclaba la realidad con la fantasía?

- ¡Oh! ¡Está bien si no me creen! ¡Que existan personas que no sepan de la existencia de los demonios me llena de felicidad! ¡Significa que el cuerpo de cazadores de demonios está haciendo un buen trabajo! - dijo el huésped mirándolos con sus grandes ojos bien abiertos.

Keizo se encogió de hombros, el joven parecía un buen tipo, su respuesta y toda su actitud en general era demasiado honesta. Su instinto le decía que el tal Rengoku era alguien de fiar a pesar de su fantasiosa historia de demonios...

Se quedaron charlando los tres bastante rato, y las suposiciones del maestro de Soryuu fueron más que confirmadas. Rengoku Kyojuro no solo no les exigió nada a pesar de poder hacerlo pues era visiblemente un bushi y de una clase social superior, tampoco rechazó la pobre comida que le ofrecieron exclamando: ¡Umai! cada vez que probaba bocado.

-Da gusto verlo comer Rengoku san.

-¡Umu! ¡Gracias Keizo san! ¡Sin duda la comida de la señorita Koyuki es deliciosa!

Koyuki se sonrojó, que alguien más que su padre o Hakuji san dijera que su comida era deliciosa la complacía enormemente, quizás los otros dos no lo decían simplemente por amabilidad o lástima por ella entonces...

El mayor de los tres miró a su huésped, el joven Rengoku parecía estar disfrutando la sopa realmente, incluso pidió más. Bueno, su hija no era la mejor cocinera, pero de seguro no era la peor tampoco, probablemente donde "los cazadores de demonios" la comida sería incluso peor.

-Hakuji san cocina mucho mejor que yo...- dijo la chica.

- ¿Hakuji san? ¿Es su hermano?

- Oh... bueno... no.

- Lo encontré, le di una paliza y lo traje a casa. Es un buen chico con un pasado un poco... complicado. Quisiera pedirle que no lo juzgue por ello cuando lo conozca.

- Umu! ¡Por supuesto! Además, al verlos a ustedes, ¡no puedo creer que Hakuji san sea una mala persona en lo absoluto!

Keizo se echó a reir, y Koyuki sonrió dulcemente también. ¿Qué haría Hakuji al conocer a esta persona? El mayor se preguntaba. Su discípulo era como un pequeño y arisco gato y este otro daba toda la impresión de ser un cachorro feliz, siempre moviendo la cola de un lado a otro.

°°°

Volviendo al momento actual Keizo se percató de algo. ¡Allí en la mano de su discípulo se balanceaba la bolsa de su invitado! Al parecer Rengoku no se había dado cuenta aún.

Se levantó de donde estaba y se la arrebató de las manos, luego les mandó a a su hija y al ladronzuelo a que se fueran a hacer la cena.

Rengoku Kyojuro miraba el intercambio un poco sorprendido.

- ¿Keizo san? - dijo al ver al jefe de la familia arrodillarse frente a él e inclinarse hasta que su frente tocara el suelo.

- ¡Por favor disculpe a mi discípulo! - dijo el hombre poniendo la bosa de dinero frente a él - lo hemos ofendido. No tengo ninguna excusa para su comportamiento, pero ¡por favor perdónelo! ¡Le pagaremos lo que el tonto de mi aprendiz tomó!

Kyojuro miró a Keizo en el suelo, horrorizado, estas personas que lo habían cuidado tan bien, que a todas luces eran buenas personas y que además habían salvado su vida, no tenían por qué disculparse con él. El joven Hakuji y la señorita Koyuki seguro también se sentían mal, todo por su propia incompetencia. Kyojuro habló:

- Keizo san, por favor, ¡levante la cabeza! ¡No tiene por qué disculparse! Hakuji san solo actuó como cualquiera lo hubiera hecho!

- ¡Pero mi discípulo nunca más se había atrevido a robar!

- ¡Soyama san no robó nada! - lo interrumpió Kyojuro intentando que el otro levantara la cabeza- usted mismo vio las bolsas en sus manos, ¡todo lo que trajo eran medicinas y comida! ¡Si yo hubiese estado despierto le hubiera pedido que hiciera eso mismo! ¡El joven Soyama actuó de esa forma pensando en el bien de su familia, incluso pensando en mi bien! ¡Es realmente admirable! ¡A pesar de saber que podía ser castigado, su discípulo tomo la decisión más acertada! Soy yo quien esta avergonzado de mí mismo, de haber despertado antes podría haber evitado causarles tantas molestias y ocasionar este malentendido - y ante los ojos asombrados de Keizo y de los otros dos jóvenes que estaban viendo todo ocultos desde la puerta que daba a la cocina, Kyojuro se echó al suelo también - ¡Por favor perdóneme!

Soyama Hakuji no podía creer lo que estaba oyendo, ese sujeto en verdad estaba dejando pasar todo como si nada, bueno, como si nada no, ¡se estaba culpando a sí mismo y llamando admirable a que tomara su bolsa sin permiso! Otro samurái tendría su cabeza por mucho menos. Y lo que era peor, ¿por qué se estaba inclinando? ¡Sus heridas se abrirían! Salió disparado hacia el paciente y lo levantó de un tirón.

- ¡Se te abrirán las heridas! ¡Idiota!

Kyojuro lo miro anonadado al igual que Keizo. Hakuji se puso completamente rojo al ver lo que había hecho. Koyuki se llevó ambas manos al rostro para ocultar su sonrisa.

- ¡Yomoya, yomoya! - exclamó Kyojuro para luego soltar una carcajada.

El mayor de la casa se echó a reir también. Y Hakuji simplemente quería que se lo tragara la tierra.

- ¡Iré a hacer la cena! - exclamó molesto. Y salió de la habitación pisando con fuerza.

- ¡Te lo encargo Soyama san! - exclamó Kyojuro, el otro chico sí que tenía carácter. No es que le molestara para nada, a Rengoku Kyojuro siempre le gustaron las personas de gran pasión. Ver a una familia como aquella lo llenaba de un cálido sentimiento.





Notas:
Tsuba: guarda de la katana.
Bushi: Término más digno con el que los caballeros japoneses se llamaban a sí mismos. La palabra samurái era utilizada por otras clases sociales para designarlos.

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