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Deseo


Hakuji no entendía lo que sentía en esos momentos, bueno, no solo en ese preciso instante sino cada vez que Kyojuro se iba y regresaba de sus misiones. Ya Keizo y hasta el padre del pilar se habían burlado de él diciéndole que parecía su esposa. Lo regañaba cuando llegaba herido y más cuando su amigo ponía su estúpida sonrisa de “discúlpame Hakuji”. La verdad es que lo sacaba de sus casillas.

Tampoco le caían muy bien los amigos del pilar, ni su maestro tampoco, a decir verdad. La razón era simple: se le pegaban mucho a Kyojuro. Demasiado. Sobre todo, el tipo albino de dos metros que era el pilar del sonido. Si ya tenia tres mujeres, ¿qué diablos tenía que hacer pasando la noche en la casa de los Rengoku? ¿qué hacía abrazando a Kyojuro a cada rato? ¡Que se fuera con sus esposas!

También estaba el otro tipo, el pilar del agua, este le caía mejor, de vez en cuando venía y entrenaban juntos, Tomioka incluso le dijo que él podría ser un cazador sin ningún problema. Pero, aunque le cayera bien, no soportaba la cantidad de atención que su tonto amigo siempre le daba.

Hakuji respetaba mucho al señor Kamado, era el tipo mas fuerte que él había visto, y Kyojuro se lo confirmó con mucho orgullo diciéndole: “¡el señor Kamado es el espadachín mas poderoso en la historia de la cofradía!” También tenia un carácter parecido al del señor Keizo, lo cual lo hacía respetarlo más, pero aun así… ese hombre se llevaba a Kyojuro con él cuando quería, o venia a dormir junto con su discípulo, y muchas veces luego de una visita a la residencia Kamado, el primogénito de los Rengoku aparecía con marcas muy extrañas en su piel. Marcas muy sugerentes, y Hakuji no quería ni pensar en qué significaba aquello.

Cuando le preguntó una vez mientras ambos tomaban un baño el otro solo le respondió:

– ¡Me las hice luchando con Tanjiro dono jajajaja! – luego se encogió de hombros y el tema no volvió a tocarse.

Hakuji tenía sus teorías, después de todo esa clase de relación no era para nada extraño, un guerrero tomaba a un aprendiz, un hombre más joven, justo como Kyojuro… y ese aprendiz generalmente era también su amante *, no no no no no… se dijo… no puede ser…

– Bueno, el rumor ha corrido por la cofradía desde siempre… pero nada se ha confirmado… ¿Por qué te importa? – le dijo Tengen mirándolo con diversión.

Hakuji pegó un salto.

– ¡Qué haces aquí! – exclamó. Ah, también odiaba a ese tipo porque aparecía de la nada como una sombra. En los momentos menos oportunos. Como en esta ocasión, en la que estaba hablando solo.

– ¡Vine a ver a Rengoku, por supuesto! No creerás que vine a verte a ti… Eres algo extravagante, ¡pero no tanto como para llamar la atención de Uzui sama!

– Como sea, Kyojuro no está…

– Ya me di cuenta, tienes tu cara de amargado. Siempre tienes esa cara cuando él no está. Jajaja, ¡es muy gracioso!

Hakuji gruñó en respuesta.

– ¿Entonces? ¿Qué te importa la relación de esos dos? ¡Es bastante más común de lo que crees!

Era cierto lo que decía el idiota peliblanco. ¿qué le importaba a él? si su amigo quería ser el amante de Kamado eso no era asunto suyo.

– Además, – prosiguió Tengen – ¿que no estabas comprometido? ¿No era tu futura esposa la nueva enfermera de Kocho? ¡Es bastante linda!

– ¡La señorita Koyuki está bien fuera de tu alcance! – le advirtió, Uzui se echó a reír.

– Ya tengo a mis esposas, ¡no te preocupes! Aunque no sé, es un poco delgada para mi gusto… quizás si tuviera más trasero…

– ¡Cállate, pedazo de imbécil! ¡Qué haces hablando de esas cosas! ¡Ni siquiera se te ocurra pensar en algo tan vulgar como eso y menos mencionar a Koyuki san en la misma oración!

– ¿Eh?? ¡¿Nunca lo has pensado?!

– ¡Por supuesto que no!

– ¿Ah???!!! ¿En serio?

– ¡Puedo tener estas marcas, pero no soy un pervertido!! – lo miró desafiante el joven Soyama.

– Pero ella es tu novia, ¡van a casarse algún día! ¿No me digas que nunca has pensado con lujuria en ella?

Hakuji abrió mucho los ojos. La respuesta era obvia: No. Nunca había pensado en ella con ese tipo de cosas en la cabeza. La señorita Koyuki era una persona muy importante para él, haría lo que fuera por ella, la había cuidado desde que era una niña y no hacía mas que disculparse y llorar, había peinado su cabello y lavado su ropa, había estado a su lado cuando la fiebre era tan alta que no sabía si sobreviviría o no la noche, y habían compartido momentos muy felices juntos. Hablaban de muchas cosas y se llevaban bien. Él la amaba.

Pero Hakuji nunca se había imaginado su vida con ella más allá de vivir siempre juntos, comer tres comidas al día y protegerla hasta el final. Para él, eso había sido suficiente. Nunca pensó con lujuria en ella, la amaba sí, pero ahora que pensaba en ello no sabía bien cómo qué la amaba.
Una criatura como él que solo había conocido el amor de su padre hasta que conoció a los que ahora consideraba si familia se devanaba la cabeza tratando de entender. Algo que estaba claro para él era que. los hombres eran criaturas despreciables, él lo había visto, las mujeres eran generalmente las mejores víctimas para esos desgraciados, mujeres y niños que no tenían nada, como él.

Hakuji sin embargo era un hombre joven, y aunque su cuerpo tuviera los problemas matutinos típicos de los hombres de su edad, los resolvía entrenando, o dándose un baño de agua bien fría, no había tiempo para mucho mas en el dojo de Keizo.

Ahora esos problemas se habían incrementado, pero él generalmente los callaba de igual forma que antes. También su cuerpo no podía dejar de calentarse cuando entrenaba con Kyojuro, sobre todo cuando entrenaban Soryuu y terminaban enredados en el tatami, y uno trataba de someter al otro. Para Hakuji era lo natural, estaban peleando y la temperatura subía demasiado, también podría ser culpa de la descarga continua de adrenalina que permitía el uso de la respiración de concentración total constante.

Y luego, si el problema no se resolvía por su cuenta y él tenia que ensuciarse las manos, las únicas imágenes que venían a su cabeza eran cabellos dorados y rojos como el atardecer y ojos como el mismo fuego. Imágenes de su amigo cazador y él entrelazados en una acalorada pelea, Kyojuro con el cabello revuelto y las gotas de sudor resbalando desde su cuello a su pecho… la forma en la que diría su nombre al ser subyugado contra el suelo, y el sonrojo en sus mejillas…

Hakuji salió corriendo de allí ante la mirada atónita de Tengen.

El pilar del sonido se encogió de hombros. De todas formas, ya tenía que irse. Ese tipo era muy gracioso hablando solo en el engawa jajaja, le diría a Kyojuro, eso era seguro.

•••

Esa tarde el discípulo de Keizo apenas probó bocado. Todos estaban a la mesa menos Kyojuro, una suerte, porque no sabia con qué cara iba a mirarlo, ya le daba bastante vergüenza que Koyuki estuviera allí. Su charla con el pilar del sonido le había dado mucho en qué pensar.

Si él tenía esa clase de pensamientos obscenos por su amigo, ¿cómo podría verlo a los ojos, o a su prometida? los había traicionado a los dos, uno confiaba en él para casarse en un futuro, aunque hacia meses que no hablaban de ello, y el otro confiaba en él como su amigo más cercano, uno al que trataba como a un hermano. Hakuji quería golpearse la cabeza contra una piedra.

Lo peor era que no solo sentía lujuria por Kyojuro, su corazón latía con mas fuerza cuando estaba con él, su sola presencia iluminaba sus días y ni siquiera tenían que hablar para entenderse a la perfección. Quería estar junto a Kyojuro, que nada cambiara entre ellos, y a la vez quería más, ¿qué más? Se preguntaba… lo quieres todo, le dijo la voz en su cabeza, su propia voz. La voz que a veces le susurraba que lejos de su vista, Kyojuro podría ser devorado y no quedaría ni rastro. Si, lo quería todo, pero no podría tenerlo.

Koyuki era una buena persona, su padre y ella creyeron en él cuando nadie mas lo hizo, les debía su vida. Ella era un ángel que merecía a alguien bueno como ella misma, alguien como Kyojuro. Él incluso llegó a pensar en retirarse del camino, si ellos dos llegaban a sentir algo el uno por el otro. Jamás podría competir con Kyojuro. Sin embargo, para su deshonra, le molestaba la sola idea de que a su amigo le pudiera llegar a gustar ella, o ninguna otra persona. Y su sangre hervía cuando alguien hacia algún avance hacia el pilar de las llamas, que nunca parecía notar las segundas intenciones. Hakuji era una vergüenza, ¿cómo podía albergar esa clase de sentimientos? ¿Qué haría con ellos? La respuesta era simple. Nada, no haría nada. Kyojuro probablemente era el amante del señor Kamado y él mismo ya tenia una prometida a la que no quería lastimar nunca.

Había sido un tonto, ahora lo entendía perfectamente.

Hakuji era un hombre de palabra, había prometido a la señorita Koyuki casarse con ella y lo haría, si ella lo deseaba, y había prometido a Kyojuro velar por su familia si algo le sucedía.

El caso era que él no quería que nada le sucediera a su amigo. Siempre se sentía como un inútil cuando el otro volvía herido. Por muy pequeño que fuera el rasguño, se sentía como un fracaso. Él quería proteger a Kyojuro, pero a diferencia de con Koyuki, Keizo o Senjuro, eso no era tan fácil. El mayor de los hermanos Rengoku era un pilar, un guerrero entrenado desde su nacimiento con el único objetivo de matar demonios, así había sido durante generaciones en aquella familia. No podía protegerlo, no estaba a su lado para hacerlo, y probablemente Kyojuro lo consideraría una falta de respeto hacia su persona.

La única forma posible de estar a su lado y escudarlo del peligro era siendo él también un cazador de demonios. Le habían dicho en varias ocasiones que con su fuerza podría ser uno, y si ya dominaba la respiración de concentración total constante tenia la mitad del camino cubierto. Solo tenia que buscar un cultivador adecuado que le enseñara algún estilo, aunque él siempre preferiría el Soryuu. Luchar con espadas no era lo suyo.

Cuando comunicó sus intenciones, en general recibió muestras de apoyo. Solo el padre de Kyojuro chasqueó la lengua y negó con la cabeza. A pesar de extrañarles su repentina vocación Keizo y Koyuki lo apoyaron, ella se veía preocupada, pero él les aseguró que estaría bien, era muy fuerte después de todo. Senjuro también lo alabó.

No esperó que la joven hija de Keizo lo siguiera a la cocina y le preguntara:

– Hakuji san, – dijo Koyuki – ¿ya hablaste con el señor Kyojuro sobre eso?

– ¡Aun no le he dicho, se me ocurrió hoy! – respondió él mientras fregaba los platos – ¡probablemente le guste la idea!

– No estoy tan segura…

– Aun si no le gusta, no tendrá mas remedio que aceptarlo. No me importa su opinión.

– Creo que debería importarte, ya que vas a hacerlo por él, – le dijo ella mirándolo fijamente a los ojos – toda esa idea, es porque quieres protegerlo, todos lo sabemos. Está en tu naturaleza Hakuji san. Pero te pido que pienses en mi padre, y en lo que le prometiste al señor Rengoku… y a mi… si algo te pasara, no sabría como…

– Koyuki san, no te preocupes, – el joven tomó una de las manos mas pequeñas entre las suyas – soy muy fuerte, ¡no me pasará nada!

– No eres invencible, ni inmortal – replicó la chica, luego miró a su prometido, – de todos modos no soy la persona con la que deberías tener esta conversación – murmuró, giró la cabeza y allí en el umbral estaba el pilar de las llamas.

– ¡Lo siento! ¡No fue mi intención interrumpir! – dijo el joven cazador, mirando las manos unidas de los otros dos. Quería que se lo tragara la tierra.

– No te preocupes Kyojuro, no interrumpías nada.

– Así es Rengoku san. Tengo que ir a estudiar un poco ahora, y Hakuji tiene algo importante que decirle.

– Ah ¿sí? – dijo el pilar entrando en la cocina – ¿puede ser después de cenar? ¡Tengo mucha hambre!



Nota:
*Se refiere al shudo, una práctica común y vista con normalidad en la sociedad samurái de Japón. Consistía en las relaciones homosexuales entre un hombre joven y su maestro. Luego empezó a ser mal vista con influencia occidental y del cristianismo durante la era Meiji, llegando este tipo de practicas a ser sancionadas a finales del siglo XIX en adelante.

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