Avanzando poco a poco
Pasó casi medio año desde que llegaran a Edo, las cosas habían cambiado bastante, en primer lugar y el cambio más visible era Rengoku Shinjuro, el hombre había mejorado notablemente y ahora solo bebía en raras ocasiones, y nunca solo. Ahora cuando Kyojuro lo encontraba con un vaso de sake al llegar de sus misiones, siempre estaba acompañado por el señor Keizo. Aunque su padre y Hakuji no se soportaran, al menos su trato al más joven había mejorado algo, al menos ya no se saltaban al cuello como antes, Kyojuro nunca esperó que aparte de Kamado dono hubiera otra persona que pudiera incitar tanto la ira de su padre.
Quizás se debió al primer encuentro entre los dos, cuando recién arribaron a la ciudad y se hospedaron en la casa de los Rengoku.
Normalmente, a Rengoku Shinjuro no le importaba mucho quién estuviera colado en su casa siempre que no hiciera mucho ruido y no fuera el tal Kamado. A Hakuji no le importaba mucho el viejo alcohólico que se escondía en el ala oeste de la mansión y que nunca daba señales de vida.
Koyuki y Keizo habían salido a recorrer la ciudad y él se había quedado a ayudar al pequeño hermano de Kyojuro, o debería decir su copia... algo muy raro había en esa familia... El hecho es que Shinjuro, que rara vez se mostraba, había salido de su rincón buscando más sake, como de costumbre, y lanzando improperios contra Senjuro, Kyojuro llegó en ese preciso instante y la situación se fue a peor, con el patriarca de la familia llamando a su hijo un montón de palabrotas e insultos. Kyojuro que no entendía nada, tenía una cara de confusión absoluta, mientras le decía a Senjuro que se retirara de la habitación.
Eso no hizo más que empeorar el estado de ánimo del mayor de los tres, que como era costumbre al parecer, intentó golpearlo con la jarra vacía.
Hakuji intervino en el último segundo. Él había estado cortando la maleza del jardín y llenando los depósitos de agua, cuando oyó los gritos, temía que algún demonio se hubiera colado en la casa, cosa que descartó enseguida pues el sol estaba en su punto más alto. No era un demonio, pero la situación no era mejor... aquel maldito tipo estaba a punto de golpear a Kyojuro. Eso no iba a permitirlo, daba igual si luego lo echaban de aquella casa.
Le agarro la muñeca al mayor de los Rengoku haciéndola crujir, ante la atónita mirada de los dos hermanos de cabellos dorados, el padre y el invitado, intercambiaron un sinnúmero de golpes, Kyojuro no se creía lo que estaba sucediendo frente a sus ojos.
Al final lo único que se le ocurrió fue noquearlos a ambos, dejándolos inconscientes.
Luego, cuando despertaron, tuvo que disculparse seriamente con ambos.
– ¡Hakuji! ¡Me siento terriblemente avergonzado por lo que sucedió hoy! ¡La actitud de mi padre no fue correcta, en su nombre te pido disculpas!
– Kyojuro, ¡no quiero que me pidas disculpas! Tú... ¡No puedo creer que ustedes estén relacionados!
El pilar de las llamas suspiró con aire cansado.
– Hakuji, mi padre... era... es un buen hombre, fue un gran pilar de la llama que sirvió durante muchos años al cuerpo de cazadores. La muerte de mi madre lo afectó mucho. Él aún no supera su duelo...
– ¿¡Crees que eso justifica algo!? No voy a perm...
– No estoy tratando de justificar sus acciones, solo quería explicarte, pensé que quizás tú, más que nadie, podría entender...
El joven Rengoku dijo eso mirando al suelo.
– ¡No soy como él! – dijo Hakuji furioso y levantándose de su lugar para marcharse.
– ¡No es eso lo que quise decir! Espera... Hakuji...– Kyojuro lo siguió y le tomó de la mano impidiéndole la retirada.
Soyama se giró hacia él, con el ceño fruncido.
Kyojuro respiró hondo. Sabía que muchas veces lo que decía resultaba en malentendidos, hasta su compañera Kocho le había dicho que él estaba en otra longitud de onda diferente al resto de los mortales, se lo había dicho parte en broma y parte en serio. Quizás debería expresarse mejor, y ser más directo de lo que ya era.
– Lo que quiero decir, es que tú pasaste por una situación parecida, perdiste a alguien cercano y naturalmente te afectó mucho – a estas alturas de la vida, ya se conocían bastante bien y Hakuji hacía tiempo que le había contado como había pasado la mayor parte de su niñez, así como el porqué de sus tatuajes. – estuviste cavando un hoyo de ira y resentimiento antes de poder levantarte. ¡Creo que lo mismo podría suceder con mi padre! ¡Creo que Hakuji, que salió adelante pese a todas las dificultades, sería un buen ejemplo a seguir por cualquiera!
El chico de pelo negro bajó los hombros, derrotado, como cada vez que intentaba ganar algún argumento de índole moral con su amigo. Pero ni siquiera le hacía falta hablar mucho, Kyojuro solo tenía que abrir un poco más sus grandes ojos y fruncir el ceño, como un perro apaleado, y ya Hakuji le perdonaría todo.
– Cuando me advertiste que tu padre era un poco problemático y que debería tener paciencia, no pensé que fuera tan malo.
El pilar respondió con una risita y rascándose la cabeza.
– Jajaja, bueno...
– De igual forma no voy a permitir que te ponga una mano encima, o a Senjuro...
– ¡Está bien! ¡Te agradezco tu preocupación! ¡Pero las cosas pueden lograrse sin violencia! ¡Hablando, por ejemplo!
– ¿Qué vas a razonar con un borracho? – chasqueó la lengua Hakuji – además, ¿cómo que sin violencia?! ¡Tú! ¡Tú nos golpeaste! ¡Nos dejaste inconscientes!
– ¡Es que no me dejaban hablar! ¡Ninguno de los dos me escuchaba! – dijo Kyojuro cruzándose de brazos y mirando hacia no se sabía dónde, muy satisfecho con su razonamiento.
Hakuji abrió la boca para decir algo y la cerró incrédulo. Luego se echó a reír. Estuvo en eso un buen rato, y Kyojuro lo miraba preocupado, no entendía que le causaba tanta gracia.
•••
Otro cambio notable era la confianza de los más jóvenes.
Senjuro y Koyuki eran muy similares, ambos tenían personalidades amables y apacibles, voz suave y muchas ganas de probar que al menos servían para algo. También ambos carecían de confianza en sí mismos.
Por mucho que Kyojuro intentara convencer a su hermanito de que daba igual si podía usar un arma o no, el chico aún se castigaba y recriminaba por su falta de habilidad.
La hija de Keizo era igual. Por mucho que su padre y Hakuji también intentaran asegurarle que ella tenía valor, la chica, que hasta ahora solo había soñado con sobrevivir el día siguiente, no dejaba de sentirse como un estorbo o una carga. Incluso siendo la esposa de Hakuji san, pensó ella, solo sería un peso muerto para él. Por eso no habían hablado del matrimonio en todo ese tiempo.
El cambio comenzó cuando Kyojuro llevó a ambos a la mansión de las mariposas. Allí conocieron a Kocho y a sus ayudantes. Ese día el hospital que ella manejaba estaba carente de personal y los dos ofrecieron su ayuda, el pilar de las llamas les aseguró que no habría problema alguno, él mismo les haría saber al señor Keizo y Hakuji, además de a Shinjuro del paradero de los otros dos.
Esa situación se repitió en varias ocasiones, pero el cambio realmente floreció cuando los dos comunicaron su voluntad de querer estudiar para unirse al cuerpo de cazadores como parte del equipo médico un día.
¡Kyojuro estaba tan feliz por su hermano! Senjuro se mostraba más decido y entusiasta, menos temeroso y su amable semblante brillaba con determinación.
Keizo y Hakuji estaban igual y miraban a la muchacha con orgullo.
– ¡Es bueno que hayas encontrado tu camino, hija!
– Gracias padre, ¡venir a la capital ha sido una gran idea!
– Estoy muy orgulloso de ti, Koyuki san – dijo sinceramente su prometido. Ella solo sonrió con las mejillas rojas todo el tiempo.
•••
Otro cambio, aunque menos perceptible ocurría en el mismo Rengoku Kyojuro, ahora se movía con más soltura y peleaba con más ferocidad. Su estilo de pelea que siempre era llamativo y elegante, contenía un toque de alegría extra cada vez que la espada carmesí realizaba un corte.
– Estás más feliz últimamente Kyojuro...
– ¡Umu! ¡Podría decirse que sí! ¡Una espada debe tener una buena funda! ¡Y un hombre debe dejar su casa en buenas manos!
– Hmmm... tienes razón – asintió Tomioka Giyuu, pensando en la persona que siempre lo esperaba en casa.
•••
Y el último cambio se daba en Hakuji.
No era un cambio muy brusco realmente. Era parte de su personalidad más bien. Hakuji estaba molesto.
La razón era bastante simple: en ocasiones, Kyojuro regresaba a casa herido.
– ¿Acaso no sabes esquivar los golpes? – le había dicho una vez dándole un coscorrón.
– Ah... pero si lo esquivaba la persona que estaba protegiendo hubiera salido herida...– intentó defenderse el pilar. Mal por él. Hakuji se puso más molesto aún y le pegó unas cuantas veces más.
¡Esa actitud era lo que más lo ponía furioso!
Kyojuro iba por ahí, matando demonios y rescatando imbéciles. Poniendo su vida en la línea por algún desconocido. Era un pilar, así que la mayoría de las veces iba solo... qué tal si un día...
¡No! Él no tenía permitido ni siquiera pensarlo. Kyojuro era fuerte. No moriría tan fácilmente. Él se aseguraría de entrenar con su amigo hasta que sus habilidades estuvieran pulidas al máximo.
– Sé que ya te lo he dicho, pero ¡eres realmente buen enfermero! Podrías ir con Senjuro y la señorita Koyuki a la mansión de Kocho, estoy seguro de que les encantaría tenerte allá. – Había dicho el primogénito de los Rengoku una vez.
– Nah, ¿quién va a quedarse cuidando de la casa y el dojo? ¿Y quién curará tus heridas cuando regreses? – respondió Hakuji.
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