A tiempo
Kyojuro corrió lo más rápido que pudo, gracias a su habilidad y a la respiración de la llama pudo llegar a tiempo.
- ¡No beban! - gritó.
Koyuki y Keizo lo miraron extrañados, habían preparado una sopa y la chica estaba a punto de probarla, se quedó con el tazón a medio servir en la mano, su padre por otro lado había comentado que tenía mucha sed y justo iba a beberse un cuenco con agua, lo bajó enseguida antes de que el líquido tocara sus labios.
- ¿Rengoku san? - preguntó la muchacha.
- Es veneno - respondió Rengoku. Un leve estertor recorrió su cuerpo y lo asaltaron unas increíbles ganas de toser. Se cubrió la boca con la mano y al terminar la retiró cubierta de sangre.
Las otras dos personas en la habitación se horrorizaron y soltaron lo que sostenían, yendo junto a él, el padre lo ayudó a sentarse y le dijo que iría a por un médico, la hija corrió a buscar algún paño para limpiar a su huésped trayendo algunas medicinas también. ¿Cómo podía haber sucedido algo como eso? ¿quién podría haber envenenado su única fuente de agua? ¿Por qué? ahora el señor Rengoku que tanto los había ayudado estaba sufriendo y podría morir sin ayuda.
- No es necesario que vaya a buscar un médico Keizo san, puedo detener el avance del veneno hasta que mi cuervo regrese con un antídoto, no creo que el médico pueda hacer nada por mi después de todo...- explicó Kyojuro.
Keizo no quería oir cosas como aquellas, ¿cómo que parar el avance del veneno? Por muy poderoso que fuera Kyojuro si su ave se demoraba y el antídoto llegaba tarde... no quería ni imaginarlo.
- Pero podría pasar más de un día, no, iré a buscar al médico, no puedo dejarte en estas condiciones Rengoku san - protestó.
- Está bien, soy un Hashira, estoy acostumbrado.
El joven se levantó y se dirigió fuera de la casa, los otros dos lo siguieron, al llegar a unos arbustos trató de inducirse al vómito, no era algo para nada agradable, pero debía sacar de su sistema cuanto veneno pudiera, vomitó todo lo que pudo, hasta quedarse temblando apoyado contra aquel árbol intentando controlar las náuseas, padre e hija lo llevaron al interior de la vivienda y lo ayudaron a limpiarse y recostarse. Keizo apretó los puños, poco le importaba que Rengoku fuera un probado espadachín, o que estuviera acostumbrado a cosas como esa, ese chico no lo merecía, si Rengoku no hubiera estado allí con ellos... el hombre sintió un escalofrío recorrerlo, su hija, él mismo... habían esquivado a la muerte esa vez, pero al costo probablemente de la vida de otra persona.
- Koyuki, cuídalo, no lo dejes solo, iré a buscar al doctor.
Su hija asintió con determinación, ella nunca había cuidado de nadie, pero no dejaría que nada le sucediera a su benefactor. Si algo le pasaba a Kyojuro, si él moría... negó con la cabeza, el señor Rengoku era muy fuerte, había sobrevivido a cosas peores, o eso dijo, no caería por eso, ¿cierto?
Keizo se dirigió lo más rápido que le permitieron sus piernas al pueblo, avisó a los vecinos, no fuera a ser que el resto de pozos también hubieran corrido la misma suerte. La noticia se esparció como pólvora, que un samurái hubiera sido envenenado en Kigasaki era lo mismo que atraer las desgracias, y más si esa persona era el alegre y llamativo señor Rengoku que siempre había sido generoso y amable y que siempre estaba dispuesto a ayudar a quien sea que lo necesitara. Definitivamente era un mal augurio. Por suerte ningún otro pozo había resultado envenenado, y para su desgracia el maestro de Soryuu no pudo encontrar al doctor, este se se marchó a un pueblo cercano pues había sido requerido por pacientes graves allá.
Derrotado volvió a su casa, no podía hacer más que esperar y hacer que el joven Rengoku estuviera lo más cómodo posible. Recordó amargamente las palabras de uno de los estudiantes del dojo vecino, eso le pasa por juntarse con un criminal, había dicho con sorna, acercarse a ese tipo de gentuza nunca termina bien, el que lo acompañaba sonrió asintiendo, pues probablemente eso había pasado por culpa de alguna cosa que hiciera la sabandija de Hakuji. Keizo no se detuvo a responderles. Rengoku era fuerte, él sobreviviría, pero Hakuji, cuando su aprendiz volviera... era una suerte que no hubiera estado. Sin embargo, esa tranquilidad se evaporó cuando su vecina le reveló quienes podrían haber sido los causantes:
- Los vi salir temprano, a Ishikawa san y tres más, salieron apresuradamente, me pareció muy sospechoso, pero ellos siempre se pelean con Hakuji kun, pensé que los habían ahuyentado de nuevo.
Keizo sentía nauseas, era horrible solo pensarlo. Aquellos jóvenes, ¿por qué harían algo tan cruel? Lo tenían todo, y ¿aun así querían quitarles a ellos lo único que tenían? ¿Primero su hogar y ahora sus vidas? ¿Qué haría ahora? ¿Cómo podría decirle a Hakuji? Su discípulo era serio y trabajador, pero también volátil, la ira era algo que el joven siempre había tenido problemas para controlar, y más ante las injusticias, sabía que el chico vivió una vida llena de atropellos hasta que él lo recogiera y lo trajera a vivir con ellos, Rengoku Kyojuro era su único amigo, el único que no lo juzgó nunca, y al que Hakuji miraba con admiración, al ver a esa persona lastimada ¿cómo reaccionaría? no quería que ocurriera otra desgracia.
•••
En la residencia, el pilar de la llama había redactado un mensaje, su mano temblorosa había hecho los trazos descuidados y por dentro Kyojuro se sentía avergonzado de lo mala que estaba siendo su letra, pero al menos los trazos eran legibles, la señorita Koyuki le había facilitado un frasco con el agua del pozo y él ató el trozo de papel al pequeño recipiente para entregárselos a su fiel Kaname, el cuervo lo miró preocupado, y luego de graznar un par de veces levantó el vuelo.
Kyojuro no lo sabría, pero además de visitar a Kocho Shinobu, Kaname también tendría otro destino de vuelo.
•••
Hakuji casi derrumba la puerta al entrar, Koyuki y Keizo lo esperaban, el joven casi llora por el alivio, su prometida y maestro estaban bien, el terror casi lo hizo doblarse y vomitar, no podía estar lo suficiente agradecido con los dioses por mantenerlos a salvo, pero entonces, si ellos estaban a salvo, ¿qué pasó?
- Koyuki san, Keizo san, están bien, que sucedió... la vecina, ella dijo que...
Padre e hija se miraron angustiados.
- Rengoku san... él...
Hakuji sintió que la sangre abandonaba su cuerpo. No, no, no Kyojuro, justo había estado pensando en él... no podía ser.
- ¿Qué pasó con Kyojuro?- dijo apretando los puños.
Envenenado, no por demonios, envenenaron el pozo... que cobardía, un hombre como Kyojuro, tan honesto y brillante, en peligro de morir por una treta tan baja como esa.
Hakuji no esperó más, necesitaba verlo. Allí en la habitación donde siempre se alojaba cuando venía de visita, Kyojuro estaba con los ojos cerrados, acostado sobre el futón, su ceño estaba fruncido, en un gesto de molestia o dolor, Hakuji se arrodilló junto a él, tocó su frente con su mano, justo como cuando se conocieron, el hombre en el futón estaba ardiendo, y el joven Soyama no pudo evitar hacer una mueca.
Hakuji salió de su lado, se dirigió a la estancia principal, la voz en su cabeza solo tenía preguntas: ¿quién lo hizo? ¿Quién envenenó el pozo?, ¿quién intentó dañar a su familia? ¿Quién lastimó a Kyojuro?
Ni Keizo ni Koyuki querían decirle, ¿por qué? Hakuji no era tonto, por sus miradas podía adivinar que algo sabían, o al menos sospechaban, no le decían nada por temor a lo que él pudiera hacer, y hacían bien en temer, porque si él descubría al causante de aquello, de seguro correría la sangre.
- ¿Por qué no quieren decirme? ¿Han visto a Kyojuro? ¿Creen que lo merecía? - dijo con enfado.
- No tenemos pruebas de que fueran ellos Hakuji san! De todos modos, las autoridades deberían encargase de eso, Rengoku san es fuerte, él...- dijo la chica tratando de calmarlo. Frente a ella el chico nunca había levantado la voz siquiera, incluso alterado como claramente estaba no lo hacía.
- ¿Ellos? ¿Ishikawa y sus secuaces quieres decir? - Hakuji solo estaba adivinando, por mucho que despreciara a aquellos sujetos, al menos no serian tan cobardes como para hacer algo así, eran aspirantes a samurái, algún honor debían tener, él solo quería que a alguno de los dos se le escapara un nombre o alguna pista.
Koyuki abrió la boca para decir algo, y Keizo abrió mucho los ojos, aquellos dos no mentían para nada bien, y Hakuji se vio cegado por la furia.
¿Cómo se atrevían?
Hakuji, al que siempre habían llamado un niño demonio nunca lo había parecido más que en ese momento, padre e hija intentaron detenerlo, nada bueno saldría de una confrontación. Era en vano, Hakuji era demasiado fuerte, sus puños estaban tan firmemente cerrados que las uñas se habían clavado en su piel y lacerado su carne. No tardó en quitárselos de encima. Ellos eran su familia, pero no entendían.
Cobardes. Miserables.
Estaba ciego de ira. Siempre eran los malditos gusanos mezquinos, los que ante su debilidad recurrían a bajezas como esa, el brillante fuego del alma de Kyojuro apagado por unos debiluchos. Él no era un samurái, pero tenia su honor, envenenar el pozo de su familia para tratar de matarlo a él, era peor que haber sido apuñalado hasta la muerte en una esquina cualquiera.
Estaba a punto de cruzar el umbral de la casa cuando una voz lo detuvo. Sus pensamientos se aclararon y pudo ver en colores de nuevo.
- ¡Hakuji!
El joven estudiante de Soryuu se giró y allí de pie allí frente a él estaba su amigo, Koyuki y Keizo intentan acercarse para ayudarlo, pero el otro los detuvo levantando la mano.
- ¿Qué vas a hacer? - preguntó el pilar.
Haku entrecerró los ojos y apretó los puños. Pequeñas gotas rojas resbalaban desde sus manos al piso.
- ¿Qué crees que voy a hacer Kyojuro?
- No lo sé, tu dime... - Rengoku le dio una sonrisa cansada.
- Esos bastardos, voy a matarlos - levantó la mirada para ver a Kyojuro directamente a los ojos - voy a matarlos Kyojuro.
Kyojuro se echó a reir y luego empezó a toser de forma desagradable, como si algo se estuviera rasgando dentro de él.
Hakuji se acercó preocupado mas Kyojuro se enderezó, el pelinegro no se había dado cuenta hasta ese instante, pero Rengoku era más alto que él, no mucho, apenas un par de centímetros, pero su figura y su rostro, ahora completamente serio le daban un aire de majestuosa autoridad.
- No vas a matar a nadie, ni siquiera vas a salir de esta casa. - le dijo firmemente.
- ¿Como vas a impedírmelo Kyojuro? - siseó Soyama.
- No voy a impedirte nada, esperaba que tu solo tomaras la decisión. - lo miro con intensidad - porque si sales de aquí y asesinas a una persona por venganza, Hakuji, yo...
Hakuji no lo dejó terminar, casi gruñendo atrapó a Kyojuro por el cuello de su camisa.
- Eres un idiota.
- Sueles decírmelo.
- Si no hubieras estado aquí... la señorita Koyuki, Keizo san también...
- Pero estoy aquí.
Hakuji apretó más su agarre. La tela crujió bajo la presión de sus dedos.
- ¡Exacto! Estas aquí, esos cobardes trataron de matarlos, de matarte, solo porque no pudieron vencerme en una pelea justa, si hubieras muerto yo...- no podia soportar mirar a Kyojuro a los ojos, sin querer se le escaparon las lágrimas, y apoyó su frente en la intersección del hombro y cuello de su amigo, el sentimiento de impotencia, de haber llegado tarde, seguía allí; si Kyojuro no existiera en ese momento, si Koyuki y Keizo hubieran muerto, su vida habría terminado, lo sabía con seguridad.
- Lo sé, pero estoy aquí, - repitió poniendo una de sus manos sobre el hombro del otro - no debes rebajarte a su nivel, ellos son los asesinos, no tú. Eres mejor que ellos Hakuji. Tu eres una buena persona.
Hakuji quiso reir, una buena persona, ¡ja! Sin embargo, no pudo, ahí frente a él estaba Kyojuro, y si Kyojuro creía en él Hakuji haría lo que fuera para no decepcionarlo. No era una buena persona ahora, pero lo sería algún día, si no fuera por su amigo, no hubiera podido tener la oportunidad de cumplir la promesa que le había hecho a su padre. Kyojuro había protegido a su familia, cuando Hakuji no pudo, y ahora el joven quería protegerlo a él. ¿Acaso podría hacerlo? Poco a poco aflojó su agarre, abriendo los puños. Y para su mayor sorpresa se vio envuelto en un abrazo, solo duró un par de segundos, porque el pilar se separó bruscamente, doblándose por el dolor y respirando pesadamente.
Esos desgraciados tendrían que esperar, Kyojuro era su prioridad ahora.
Lo ayudó a volver a la habitación, casi cargándolo y metiéndolo en el futón, el cazademonios casi se muere de la indignación, pero al final solo le dio unas palmaditas en el brazo diciéndole que no habría problema alguno, que pronto Kaname traería el antídoto, y que con la respiración de concentración total impedir que el veneno te mate no era imposible.
- ¡Nunca había sido envenenado por un veneno humano antes! Bueno, quizas si, - dijo pensativo, en lo que Hakuji le traía agua para beber y de paso una camisa limpia pues esa la había manchado con su sangre al apretarla tan fuerte - cuando era niño, y no sabia nada de la cocina, intenté hacer ohagi para mi hermano, ¡es una suerte que fuera tan glotón y me lo comiera yo antes de poder dárselo! ¡Te juro que nunca estuve tan cerca de la muerte como en aquel momento!
- Deberías descansar Kyojuro - dijo el otro - ¿no estabas durmiendo antes?
- ¡Promete que no harás nada, al menos hasta que yo esté curado!
- ¿Para que puedas detenerme?
- ¡Umu!
Hakuji chasqueó la lengua.
- Promételo - dijo Kyojuro, su voz estaba apagada, y temblaba, parecía que solo estar consciente le suponía un gran esfuerzo, aún con la respiración de concentración total reteniendo el avance, el veneno seguía su curso. Sin embargo, los ojos de Kyojuro ardían con determinación, y Hakuji tenía la impresión de que su amigo no los cerraría hasta no haberle sacado aquel juramento. Sus promesas no eran la gran cosa, no había podido ni siquiera cumplir la más importante: proteger a su familia, otra persona lo había hecho en su lugar, no pudo proteger a Kyojuro, ¿de que servían sus promesas entonces? Incluso podría engañar a su amigo, decir lo que el otro quisiera oir y hacer lo que le viniera en ganas luego, pero nunca podría hacer algo como eso, y menos a Kyojuro, el hombre que admiraba, el amigo que quería y que lo miraba expectante con aquellos ojos llenos de voluntad inquebrantable, Hakuji prefería irse al infierno antes de traicionar a Kyojuro.
- Lo prometo.
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