La vida huye
LA VIDA HUYE
II
Quiero atar el tiempo entre mis brazos,
aún no me quiero ausentar.
Quiero retener mi vida aún unos segundos,
quiero quedarme a tu lado, vida,
quiero seguir disfrutando de este mundo.
¿Por qué?
¿Por qué mi tiempo ha pasado?
¿Por qué es que debe pasar?
¿Por qué la vida se esfuma
si yo no la quiero dejar?
Vida, quédate a mi lado.
No te ausentes.
Aún quiero disfrutar de tu presencia,
dibujar cada segundo con sonrisas,
respirar cada minuto de tu gloria,
impregnar de recuerdos las horas a tu lado
y recorrer los caminos cogido de tu mano.
Vida, no me dejes.
¿Por qué te quieres marchar?
¿Mi cuerpo no te retiene?
No.
No te guarda en mi persona
que se está resquebrajando y se quiebra,
y tu aprovechas
y te escapas entre las brechas
de manera arrolladora,
sin arrepentirte,
sin ningún tipo de dolor o contrición.
Te filtras, vida,
como el agua entre las rocas,
como la brisa que penetra sutilmente
por las rendijas de las grietas
en los muros y en las sombras.
Te escapas audaz de mi cuerpo,
como ese prisionero ansioso por la libertad,
como la esencia de los perfumes
que no podemos retener y que empapan,
suaves y callados,
todo nuestro ser de su fragancia,
todo nuestro espíritu de sus aromas.
Te fugas vida, de mi ser,
con prisas,
dejando abiertos de par en par
los portones de la eternidad.
Permites la entrada irresistible
de tu enemiga,
que se abre paso implacable
tomando el dominio
de todo lo que dejas al marcharte,
de toda mi esencia,
de todo mi ser.
Y la muerte toma potestad sobre ti, vida,
te vence impetuosa sin ningún pesar,
sometiéndote entre sus brazos,
exigiendo tu derecho y evitando
escucharme y atender mi suplicar.
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