Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 8: Un recuerdo en el gimnasio

Punto de Vista de Sucrette:

Pocos días después, casi terminando mi semana de kinesiología y descanso en casa, de nuevo tuve una invitación para unirme a una aventura, ¿y saben? Amo el peligro, sólo cuando sé que podré regresar a descansar plácida en mi cama, con mis articulaciones hinchadas por el sobreesfuerzo del día.

— Quiero que me acompañes al gimnasio de la universidad, a ver culitos —Fue directo al grano Alexy, yo carcajee.

— ¿Y dónde quieres que me quede? No puedo hacer mucho ahí —Recalqué.

— Necesito que alguien cuide de Armin mientras yo coqueteo con otros chicos.

— Oh, creo que puedo hacer eso. ¿Cuándo iríamos?

— Ahora.

— ¡¿CÓMO?!

— Mandaré a Armin a buscarte, ponte guapa a ver si te consigues un sugar daddy que te pague el resto del tratamiento.

El chico militar lo hizo sin dobles intenciones, pensé.

— Dale, convenceré a mi madre de salir por mientras.

— Nos vemos, entonces.

— Chaitooo.

— Chaitooo.

Corté y me senté en la cama, inclinándome hacia el respaldo, donde tomé mi bastón y cojeando en pasos lentos avancé hasta el cuarto de mis padres.

— Uhhh —Titubeé nerviosa—... Alexy me invitó a hacerle compañía en el gimnasio. Quiere que me quede cuidando a su gemelo.

— Pero, mi niña, no puedes hacer cosas en el gimnasio.

— Sí, sé, vamos a estar tranquilos jugando en la consola mientras Alexy entrena.

Va a entrenar, no especifiqué cómo ni el qué.

— Ya, cuídate mucho, el otro día llegaste muerta de la casa de Rosa.

— Sí, sí —Asentí frenética—. Me portaré bien, lo juro. Armin vendrá por mí y me viene a dejar.

— Ok. Avísame cuando vengan de vuelta.

Le di la razón y en mi cuarto me cambié de ropa, me coloqué una minifalda suelta rosa pastel y una blusa floreada con un pequeño escote en el pecho, de maquillaje usé algo ligero puesto que el aire del gimnasio suele ser pesado y tampoco disponía de tanto tiempo. Para mi sorpresa, el timbre de mi departamento sonó justo cuando acabé de arreglarme.

Desplegué mi silla y tomé posición, avancé hacia la puerta y la abrí sin pensarla mucho.

 Abrí los ojos como platos al ver hacia arriba al chico gamer portando un ramo de rosas.

— Hey —Saludó, lucía incómodo.

— Holii —Sonreí de oreja a oreja—. ¿Cómo has estado, Armin?

— Umm, bien. ¿Y tú? ¿No quedaste muy mal por la terapia de hoy? —Negué— Oh, que bien... —Aclaró su garganta— Te las traje, eh, para ti.

Acepté el gesto, confundida, ¿qué le ocurrió al chico sarcástico que odia salir de su casa?

— Owww, ¡no debías molestarte! —Extendí los brazos y compartimos un abrazo.

— Alexy me contó que tuviste una semana difícil —Rascó su nuca, desviando la mirada.

— Iré a dejar las flores a mi cuarto y vamos, ¿ya?

El camino fue tranquilo, le platiqué acerca de la fiesta de Amber y lo incómodo que es trasladarme en el apartamento con el bastón, me escuchó atento.

Primera vez que entraba al gimnasio de la universidad, para haber tantas personas, era lo suficientemente grande para que existiera sana convivencia. Saludé a Alexy y nos quedamos sentados en una esquina vacía, alejados de las máquinas.

— ¿Tienes a alguien en mente? —Consulté con cara de culo.

— No, quiero que me ayuden a elegir.

— No quiero participar de ello —Interceptó Armin, colocándose audífonos entretanto se metía de lleno a su juego.

— Ok, aunque no veo a nadie que vista a la moda mientras se ejercita —Observé a detalle a los chicos.

— Ummm, ¿qué te parece ese chico asiático?

— ¿No te gustan más fuertes?

— Puedo tunearlo a mi pinta —Guiñó.

— ¿Y no mejor fijarte en alguien que ya sea lo que te gusta?

— Estoy siendo abierto de mente por necesidades de fuerza mayor.

— ¿Cómo cuáles...?

— Culiar.

Solté una carcajada, Armin gruñó.

— Casi me mato —Excusó.

— Te estoy viendo, hermanito, te molesta que hablemos de chicos.

No respondió.

— ¿Y ese moreno de allá?

— Sí, está guapo, parece más de tus gustos.

— ¿Será gay?

Alcé la ceja, tratando de analizar los estereotipos en aquel personaje.

— Se ve demasiado amargado para ser gay.

— Oh, a mí me encantan así... —Rodé los ojos, me causan gracia sus ocurrencias.

De repente, la cabeza del pelinegro cayó encima de mis rodillas, admiré su rostro y estaba dormido. Estiré mi cara porque no esperé esa reacción, menos mal que aterrizó en mí o sino, pasaba de largo.

— Este tonto, se quedó toda la noche jugando.

— Se le veía medio inquieto antes —Acoté, quitándole la Nintendo Switch y dejándola apagada sobre mi regazo.

— Era sueño. En fin, ¿quién crees que te tenga más cara de gay acá?

— Ehh... —Titubeé por unos segundos, indecisa, acariciando el cabello de su hermano— Mira, si haces cara de confundido frente a las máquinas —Comencé a hipotetizar—, seguro que el muchacho que se te acerque a ayudar va a gustarle contra el muro.

— Tienes un buen punto, Su —Rascó su barbilla.

— Oye —Oímos una voz fuerte y grave intervenir en lo nuestro—, ¿qué hace una tabla en silla de ruedas usando escote en el gimnasio? ¿Acaso no sabes que para usar escote y hacer ejercicio tienes que tener algo que mostrar y poder usar esas piernas inútiles?

Identifiqué al pelirrojo de melena. Fruncí el ceño.

— He entrenado más que tú esta semana, Castiel —Recriminé en voz alta.

Alexy y yo demostrábamos con nuestro lenguaje corporal una posición de ataque, por otro lado, el chico que me hostigaba lucía burlesco. Pegué un grito de susto cuando le llegó un pelotazo directo en la sien, que casi lo botó al suelo.

— ¡Oye, idiota! —Exclamó rechinando los dientes.

— ¡Lo siento, amigo! —Esa voz... Voltee, Dios, ¡era Lerhay! Sonreía tan adorable.

Trataré de ignorar por un segundo el hecho de que iba sin camiseta.

— No soy tu amigo, pendejo —Castiel Velmont nos dio la espalda, dándole todo su enfoque al que lo hirió recién.

No soy estúpida, ni tampoco ilusa, ese impacto fue apropósito. Aquí no se entrena con balones, las canchas están más lejos.

— Ay, mi lindo cadete, ¡te ves muy sexy así! —Ese era el pelizul, hablando en un tono demasiado agudo y afeminado.

— ¡Alexy, no te metas en esto! —Reí porque Lerhay se sonrojó.

— Uy, son novios —Bufó entre risas el que recibió el pelotazo.

— Casssy —Una quinta persona entró a nuestra discusión, el ojo bicolor de ropas victorianas parecía harto de este hecho—, vamos, nos van a ocupar las máquinas.

— Ya —Exhaló con fuerza—. Tienes suerte de que llegó Lysandro, niño picado a GI Joe.

— ¿Perdón? —Lerhay parecía genuinamente ofendido.

— Vamos, Cassy —Apuró el peliblanco.

— Voy —El pelirrojo lo alcanzó y el par de amigos comenzaron a entrenar juntos en una máquina para estimular los bíceps.

El castaño emuló una mueca y optó por alejarse, desconozco a dónde pues mi mejor amigo me distrajo:

— Fua, ¿será gay Lysandro que le habló tan amorosito a Castiel?

— Ah, pues... —Pestañeé, admirando al peliazul bien seria— Te juro que no tengo idea. Nina parece que es una relación de un solo lado, jamás he visto a Lysandro seguirle el juego.

— Ah, caray, debo averiguar —Se colocó de pie—. Cuida del niño mientras yo hago el trabajo sucio.

— De acuerdooo —Extendí esa última vocal en un aura juguetona.

Debo decir que la discusión fue divertida, aunque las palabras de Castiel me dolieron. En nuestra anterior amistad hacía bromas y era sarcástico, sí, ahora parecía dar insultos gratuitos. Tipo, no siento que tengamos la misma confianza de antes para que me diga esas cosas.

¿Estoy exagerando? ¿Serán los medicamentos? ¿El accidente me puso demasiado sensible? Digo, este suceso me ha demostrado mucho la calidad de la gente: Amber que estuvo calladita por mucho, decidió encararme cuando me quedé sola. Armin está mucho más atento y hoy me trajo flores. Rosa piensa en mí para que siga viéndome hermosa, aunque no tenga ganas de arreglarme. Alexy me hace reír con sus ocurrencias y sabe cómo distraerme. Kim, Iris y Violeta colaboraron vendiendo y preparando comida en mi fiesta sin que nadie se lo pidiera. Laeti invitó a todos mis seres queridos y fue la primera en ir a verme el día de mi accidente. Priya organizó la venganza en casa de Amber... Me siento afortunada después de todo.

Tras mi soliloquio, proseguí acariciando la suave cabellera oscura del gamer mientras admiraba el ambiente. Jamás fui de hacer deporte ni ejercicio, y es lo que me está pasando factura desde que soy usuaria de silla de ruedas. Espero que cuando me recupere pueda ejercitarme como Kim o tal vez practicar alguna disciplina que me tenga en movimiento.

Divisé al chico militar haciendo barras no muy lejos de donde nos situamos. Dios bendiga a lo rápido que olvida y supera Alexy, ¡me siento menos culpable al reconocer lo jodidamente guapo que se ve! Es casi hipnotizante el cómo sus abdominales marcados se contraen mientras está arriba de la barra.

Laeti más de alguna vez me ha dicho que salga con el castaño que donó mucho dinero en mi fiesta, que debo 'devolverle al favor', sea cual sea la forma. El modo en que me defendió de la rubia, que me confesara que se vengó de ella gracias a mí, la dulzura de su voz... Oh, Dios, estoy sintiendo cosas que me hacen erradicar el recuerdo de Ken, porque lo veo en él y al mismo tiempo, me encanta su espíritu de alma solitaria que ronda por la universidad haciendo ejercicio.

Mi mirada pecaminosa subió hacia sus brazos, que, debo decir, es mi parte favorita de él —además de sus brillantes ojos verdes de ensueño—, y, como si se tratara de un puñetazo en mi cara, mi cabeza pasó de picar a recibir miles de estímulos violentos. Mordí mi labio inferior y arrugué la nariz. Su rostro, especificando, su nariz redondita, y esos ojos almendrados, con el párpado ligeramente caído, me recuerda, me... me...

Carraspeé, atónita e inconscientemente, estaba jalando del cabello de Armin por la tensión que acumulaba mi cuerpo. Roncaba. Menos mal. Aparté mi mano de mi amigo y la llevé a mi boca, en la punta de la lengua tenía algo que mi cerebro con lagunas mentales quería enseñarme y nada razonaba.

De nuevo mi atención fue hacia sus brazos, que podrían venir a darme una bofetada para despertarme y lo agradecería, tal vez así dejaría de babear. Pasé, otra vez, de los pensamientos apasionados al dolor de cabeza por el vacío de mi consciencia, debo... ordenar... los... patrones... y... entender... que...

Los guantes.

Sus putos guantes.

Mis piernas se estremecieron, el tornillo de mi tobillo malo hasta lo percibí tensarse en el instante en que un montón de información atravesó mi cabeza. La voz no me sale y requiero gritar.

Desconsiderando las consecuencias de mis acciones, aceleré mi silla de ruedas botando a Armin contra un estante de mancuernas, no le tomé importancia y seguí a lo mío, sin despegar mi foco de atención de Lerhay. Debo increparlo, si no lo hago, siento que moriré. La presión en mi pecho y mi respiración agitada me hacen creer eso.

— Cadete Lerhay —Llamé su atención cuando arribé a un costado de la barra—, creo que ya recuperé la memoria.

Posterior a que pronunciara aquello, él me miró horrorizado y bajó apresurado, cogió su camiseta y se cubrió el cuerpo con la prenda. Pareciera que lo acabara de acusar de un crimen. Su anatomía era rígida como una piedra y miraba hacia la salida de reojo, ¿querrá escapar, acaso?

— Estás usando los guantes de seguridad de la empresa que encuaderna los libros —Solté mi descubrimiento.

Silencio.

— Eres la persona que me salvó el día de accidente, ¡Laeti me habló sobre ti! —Exclamé en una emoción desesperada, siento que quiero llorar de felicidad— ¡Y además viniste a mi fiesta a donar mucho dinero, me salvaste de Amber...!

— Oh, princesa, estoy seguro de que te equivocas de príncipe —Fingió una risa—. Yo no conozco ninguna empresa que encuaderna libros, eso es demasiado específico.

— Estaba sentada allá —Apunté el sitio en que el pelinegro ahora descansaba—, mirándote, y vino a mí el recuerdo de ti, pateando la cortadora de papel, para que dejara de atravesarme la pierna.

— ¿Ya...? —Dio un paso hacia atrás.

— Estás utilizando los guantes de esa empresa, tiene el logo impreso en los nudillos. Laeti me dijo que renunciaste al día siguiente y no devolviste el uniforme.

Lerhay suspiró.

— Sí, ¿y? —Habló antipático, daba la impresión de que iba derrotado— No es la gran cosa.

— En serio, gracias... Por ti, la movilidad de mi pierna logró rescatarse y mis padres han podido pagar mi tratamiento sin preocupaciones, por ti podré volver a caminar. Estoy en eterna deuda contigo, no sabes cuánto...

— Que bien por ti, yo no pienso que hice la gran cosa —Repitió, callando mi discurso. Lucía cabreado—. Si me permites, estoy entrenando ahora.

Apreté mis labios en impotencia. ¿Qué le pasaba?

— Si hay algo que pueda hacer por ti, como agradecimiento, sólo dímelo —Declaré en un hilo de voz inaudible, dolida por su actitud.

— Estoy entrenando, necesito mi espacio, gracias —Volvió a quitarse la camiseta y se subió a la barra como si nada.

Me recordó a cuando se enojó con Amber, no llegó a ese nivel de violencia, sin embargo, la potencia de su voz hería. Retrocedí sin saber qué más decir al respecto.

— Y dile a tu amigo que deje de dormir sobre las mancuernas, hay gente que necesita usarlas para algo útil.

— N-no es su fuerte el deporte —Mencioné queriendo ser graciosa, más para mí misma que para él, pues, no quería ponerme a llorar ahí.

— Eso veo —Fueron sus palabras antes de ignorarme por completo.

Me dirigí hacia las pesas y sacudí el cuerpo aturdido del gamer, mi rostro estaba tenso, no lograba ocultar la pena. Él despertó después de un rato, con los ojos inyectados en sangre y una mirada perdida.

— ¿P-puedes ir a, a dejarme a m-mi casa? —Tartamudee aguantando las lágrimas.

En menos de un segundo, se levantó y tomó mi mejilla, preocupado.

— ¿Alexy ya está listo? —Negué.

— M-me siento mal, qui-quiero descansar...

— ¿Pasó algo? —Acarició mi cara con suavidad, aparté la vista avergonzada. Una lágrima se deslizó.

— Me duele el pie por la sesión de hoy, e-eso es todo... —Forcé una sonrisa.

— Ok... —Miró en dirección a su hermano que lucía ocupado con Lysandro y Castiel— De ahí le aviso a Alexy, vamos.

Creo que si le cuento lo que Lerhay me hizo lo enfadará más de lo que aparenta, él ni siquiera quería venir aquí y tiene sueño, actuaba mañoso... Mejor no molestarlo, suficiente fue con que se molestara en traerme flores.

— ¿Pasó algo mientras dormía? —Preguntó entretanto salíamos del establecimiento educacional.

— No, sólo sentí dolor...

— Tu cara me decía lo contrario, parecía que romperías a llorar y antes estabas tranquila —Acotó en una voz cuidadosa.

— Sí, pasó algo... —Inhalé profundo.

— ¿Alguien te hizo algo? ¿Amber? —Negué rotunda.

— ¿T-te acuerdas cuando mencioné que quedé con lagunas mentales?

— Cómo olvidarlo.

— Recordé el día de mi accidente, o sea, el rostro de quién me salvó.

Se detuvo a mitad de la subida hacia mi casa, casi nos fuimos para atrás, menos mal me sostuvo.

— ¿Quieres hablar de ello?

— Fue Lerhay.

— ¡¿El militar?! —Escupió sacado de onda y seguimos avanzando— ¿Qué hacía ahí en ese momento?

— Laeti me dijo que entró a trabajar el mismo día que yo y renunció el día siguiente de mi accidente, sin devolver el uniforme. Y hoy lo vi usando los guantes de la empresa.

— ¿Por qué todo lo que envuelve a ese tipo es extraño y parece estar pegado a ti?

— No tengo ni idea.

— ¿Le has preguntado?

— No... —Mentí, no quería preocuparlo. Sus ojeras me decían que quiere irse a su casa como dé lugar.

— Bueno, imagino que debió ser duro recordar ese día. Necesitas tiempo para procesarlo.

Mierda, que correcto. Quizá, Lerhay reaccionó así porque me dirigí como una loca desesperada a interrumpir su entrenamiento, debería pensar mejor mis palabras y hallar un momento adecuado.

— ¿Quieres hablarme más de ello?

— No, g-gracias...

— Está bien, en caso de cualquier cosa, puedes llamarme e iré corriendo para socorrerte.

Mis mejillas tomaron un color rosado.

— G-gracias, en se-serio, Armin, sé que odias salir de tu casa y te la pasas yendo de aquí para allá por mí.

— Este... No es nada, Sucrette, eso hacen los amigos... supongo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro