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Capítulo 6: Conociendo al cadete Lerhay

Punto de Vista de Sucrette:

Al día siguiente, en el almuerzo, nos reunimos entre varias personas para discutir la noticia más caliente del momento: ¡Amber lo pierde todo!

A mi lado estaban los gemelos junto a Rosalya en una mesa grande, al otro lado estaban sentadas Priya, Iris y Violeta. Cada uno degustaba su comida con un toque de salseo increíble. Después de clases, Amber y su novio discutieron en casa de ella, donde él terminó la relación y rompió su teléfono y una valija de maquillaje carísima antes de huir por la ventana. Me imagino que al pobre le habrán llovido críticas, aunque no puedo evitar pensar que es un héroe por atreverse a ponerla en su lugar, tanto como arruinarla por dónde más le duele.

— Chicos, Amber subió historias LLORANDO y no he dejado de reír desde anoche —Comentó la chica de origen hindú.

Yo también las vi y la rubia exigía que vayan a pegarle a su ex novio por hacerle ese daño. Una parte de mí pide que, por favor, no le pase nada malo a él... Y otra parte me dice que parece ser el tipo de persona que podría arreglárselas, digo... ¡Huyó por la ventana! He ido a la casa de Amber y Nathaniel, para hacer eso, tienes que tener una resistencia de acero.

— Realmente fue gracioso, esa bruja merece lo peor —Opinó Rosalya—. Sin embargo, no deja de picarme la cabeza de qué puede hacerlo reaccionar así a ese tipo, lo encuentro muy violento el cómo lo hizo.

— Sí, se me hizo bastante tóxico... —Murmuró Violeta cabizbaja.

— Así me gustan a mí —Habló Alexy y no estoy segura si iba de broma—: Bien tóxicos y que me ahorquen.

Todas reímos menos Violeta y su hermano, este rodó los ojos. Este chico militar no ha dejado de generar ruido en mi cabeza: sabemos de él desde hace muy poco y todo lo que sabemos de él son aspectos muy alocados, sin contar las cosas que ha hecho por mí, esa vez que me habló con una voz tan dulce... Dios. No llamaría 'gustar' a lo que siento y es muy parecido, pues, mi amor todavía se lo lleva Ken. Él era todo lo contrario. No se metía con nadie, era tranquilo y torpe.

De repente, sentí que me transporté al pasado, al día en que me envió su primera carta en clases. Era tan tímido para expresarse que su primer acercamiento a mí fue mediante ese medio. Decidí contestarle con una carta también. Recuerdo sus mejillas tornarse de color rosa al recibir mi nota y su sonrisa de oreja a oreja mientras la leía. Su mano temblando mientras agarraba su lápiz para escribir una nueva nota.

O... Ese día en que lo vi mirándome fijamente en clases y yo le sonreí, él desvió la vista, volvió a hacer contacto visual y me devolvió el gesto.

También, a diario me invitaba a comer galletitas de chocolate junto a él en el recreo, sentados bajo un árbol.

Dios, yo le gustaba y lo dejé ir por tonta, por cobarde.

— ¿Nos acompañas, Sucrette? —La voz de Alexy me hizo saltar de vuelta a la realidad.

— ¿Perdón? No te escuché.

— Quiero aprovecharme de que el ex de Amber debe estar con el corazón roto para ir a coquetearle, pero no quiero ir yo solo, necesito apoyo moral. Armin va a ir.

— No prometo prestar atención —Fue lo que comentó el gamer.

— Vamos, va a ser divertido, hermanito.

— No me interesa tu vida amorosa.

— Mmmm, ya, ¿por qué no? —Respondí yo con retraso, antes de que se pongan a pelear. Armin no lucía muy convencido.

Tal vez ahora pueda conversar con este chico y agradecerle por su donación, y lo de Amber también, a lo mejor nos cuenta su versión de la historia. Puede que yo esté siendo ingenua, no obstante, no creo que él sea genuinamente malo.

Terminamos de comer y guardamos nuestras cosas, Armin llevó mi silla y el peliazul caminaba por delante, inspeccionando el campus en busca de nuestro objetivo. Iris mencionó que el castaño suele trotar en este horario, así que tarde o temprano lo veríamos pasar.

Y tuvimos razón, divisamos al muchacho que iba trotando calmado por el campus, estaba usando una camiseta sin mangas de lo que parecía una banda de metal y debo admitir, que sus enormes tríceps eran cuanto menos... llamativos. A mi mejor amigo casi se le cae la mandíbula.

— ¡Hey, chico militar! —Llamó mientras sacudía su mano para indicar nuestra ubicación: Al lado de una fuente en unas bancas, bueno, yo a un costado de la banca. El objetivo se dio la vuelta— ¿Puedes venir un momento?

Caminó en dirección nuestra, por dentro quise chillar de la emoción.

— Hey, ¿qué pasa? —Habló en un tono de voz monótono.

— ¿Quieres sentarte a pasar el rato con nosotros?

Nos miró de reojo a los tres, aunque percibo que tomó más tiempo su inspección en mí. Se encogió de hombros.

— No veo por qué no —Tomó asiento en la banca, al centro, estando Alexy en a su lado, al otro Armin y al extremo yo.

— ¿Cómo te dejó la funa de Amber? ¿Alguien ha venido a molestarte?

— No que yo sepa, sé que han estado hablando todos de mí y realmente no me interesa —Rodó los ojos.

— Ohhh, que bien —El peliazul se rascó la nuca y cambió de tema—. Por cierto, yo soy Alexy, él es mi hermano Armin —Este apartó su consola para saludar—, y ella es Sucrette.

— Un gusto, chicos —Saludó con una pequeña sonrisa, aunque por la forma en que está sentado, puedo sentir que está... ¿Incómodo? ¿Nervioso?

— Y... Bueno, la duda del millón, ¿cómo te llamas?

Por primera vez, lo vi sonreír mientras desviaba la mirada hacia el otro lado del campus.

— Eso no importa. Todos me dicen 'cadete Lerhay' o sólo Lerhay.

Tiene el mismo apellido que Ken... Su nariz es igual de adorable, sus ojos son preciosos como los de Ken, este... ¿Serán parientes? No creo, ¿o sí?

— Wow, ¿y eso por qué? ¿Hiciste el servicio militar o algo así?

— Ocho años de servicio —Alzó las cejas en una vibra más prepotente.

— Naaah, pero que machote —Lerhay emitió una pequeña risa tras ese comentario, mi estómago se revolvió, soy incapaz de describir cómo él me hace sentir— Vi que estabas trotando hace un rato, a mi hermanito y mí también nos gusta hacer ejercicio, hace poco empezamos a ir al gimnasio de la universidad —Fua, pero que mentiroso.

— ¿En serio? Yo entreno ahí todos los días, no los había visto.

— Podríamos entrenar juntos alguna vez —La mirada sugestiva de mi amigo daba a entender la segunda intención, aunque creo que su crush no lo captó.

— Uhh, claro, ¿por qué no?

Pegué un salto de impresión pues Armin reposó su cabeza sobre mi hombro al mismo tiempo que jugaba una partida de Mario 64 en un emulador de la consola, no esperé que hiciera eso, estamos acostumbrados a que él esté encerrado en su metro cuadrado sin prestar mayor atención, lo he notado más apegado a mí y me parece un agradable gesto.

El castaño quedó observando al pelinegro por un prolongado lapso.

Sigo insistiendo en que seguro lo conozco de algún lado y el que tenga tanto dinero para irlo tirando en mi fiesta es algo que me pica. Nos miramos fijo por el suficiente tiempo que hizo entender a los gemelos que sucedía un hecho inexplicable.

— Creo que iré a comprar un agua, el trotar me dejó agotado —Vociferó y tuvo la intención de levantarse, Alexy lo frenó.

— Yo voy, te compro el agua y lo que quieras, mi cadete lindo, ¿qué más quieres?

— Vuelve a decirme así, y te parto tu madre —A pesar de que sonaba irritado, no estaba ni la mitad de lo inquieto de ayer, parecía más una broma pasiva-agresiva.

El peliazul le lanzó un beso, Lerhay refunfuñó.

— ¡Ya regreso! —Exclamó yéndose por un momento.

— No creí que realmente se ofreciera —Me dijo.

— No te ofendas, Alexy es todo un personaje entre nosotros.

— Eso veo.

— Por cierto... —Emití una risa un pelín apenada— Muchas gracias por la donación que hiciste para mi tratamiento, espero que en tu casa no la estén pasando mal por haber invertido tanto dinero...

— Oh, no es nada, mi familia está bastante bien acomodada y tú situación merecía más ese dinero —Cuando el chico militar terminó de pronunciar aquello acercándose más hacia mi cuerpo, Armin dejó de recostarse en mí, se echó para atrás, encerrado en su mundo—. ¿Cómo ha resultado el tratamiento?

— Bien, seré usuaria de silla de ruedas ambulatoria hasta que pueda mantenerme con la bota.

— Espero que todo vaya para mejor.

— Muchas gracias...

¿Le hablo sobre Amber? No quiero infestarlo con mis traumas del pasado, sin embargo, me siento en la obligación moral de agradecerle por lo que hizo.

— ¿Sabes? —Abrí la boca sin pensar, mierda, capté su atención, no puedo dejarlo así— No sabes lo agradecida que me siento por lo que le hiciste a Amber.

Armin se cohibió en su asiento, parecía estar casi en posición fetal.

— Ella fue muy cruel conmigo y con mi mejor amigo en el colegio, nos hizo mucho daño... Saber que la pusiste en su lugar, usando las reglas de su juego y saliste victorioso, este... —Suspiré profundo— Siento que una parte de mí empezó a sanar.

Mi pecho se sintió liviano tras liberar los pensamientos acechantes.

La cara de Lerhay se ruborizó por completo. Apretó los labios entre sí y pasó sus dedos por su cabello, evitando el contacto visual y tenía dibujada la sonrisa más tierna que pude apreciar.

— G-gracias... —Susurró entre balbuceos— Yo, yo sabía que algo andaba mal y si es por a-ayudarte, mejor.

— Ummm... Perdona, el accidente me dejó un par de lagunas mentales —Confesé a su vez que fruncía el ceño.

— Descuida.

— Estoy segura de que te conozco de algún otro lado, ¿nos conocemos?

— Pues, no que yo sepa —Realizó una mueca—. Te conocí esa noche en que me topé con las chicas. Tal vez me viste en el campus trotando y por eso te parezco conocido.

Es lo que todos dicen y les creo una mierda.

— Puede ser...

— ¿Por qué decidiste romper con esa bruja? —Interceptó Armin, aún en su extraña posición. ¿Estuvo prestando atención? Y, sobre todo: ¿de verdad le interesaba nuestro tema de conversación para meterse?

— Porque, bueno, está mal reírse de las personas en situación de discapacidad —Sonó tan natural y calmado. No reconozco a la bestia que contaban en el chisme.

Ahora la de cara roja soy yo.

— Hiciste todo ese escándalo... ¿por mí?

— Ugh, no te creas... Había más problemas privados con Amber desde hace tiempo. No soy ningún 'superhéroe'.

Hirió esa oración, soy consciente de que por la manera en que lo dijo, no estaba irritado, y, de todos modos, parecía demasiado frío a la ternura que emanó su anterior actuar. Algo no me calzaba. Estoy confundida.

— Tranqui —Forcé una risa con objeto de evitar que este momento fuera más incómodo.

Justo a tiempo regresó Alexy con una botella de agua y unas galletas de... chocolate. Eran las que le gustaban a Ken. Ugh... Repentinamente, Lerhay regresó a esa faceta dulce.

— Gracias, no pensé que irías en serio a comprarme algo por tu cuenta —Aceptó el gesto en una actitud mucho más pasiva, tal vez no sonrojado como cuando le conté lo de Amber.

— Queremos integrarte al grupo, por eso invito —Levantó el pulgar, el castaño hizo lo mismo.

Ellos prosiguieron hablando entre los dos, por mi lado, opté por husmear la partida del pelinegro y al darle esa atención, regresó a recostarse sobre mi hombro. Mi mejor amigo tiraba indirectas y nada, no le captaban. En un instante juré que Alexy le dio un toque coqueto en la nariz mientras Lerhay comía una de las galletas. Tuve que girar mi rostro para asegurar. La cara del chico militar se mantenía neutra.

— ¿De casualidad no tiras para el otro lado?

ALEXY, HIJO MÍO. Entiendo que frustra que no te sigan el juego ni que te rechacen por ser muy ingenuo, ¿era necesario...?

Lerhay levantó la ceja, incrédulo y posterior a ello, parecía irritado, frío.

— Que sea militar no simboliza nada, amigo, deja de ver tanto porno.

— ¡Oww! ¡Mi lindo cadete ya me ve como un amigo!

— ¡Jódete!

Dejé escapar una risotada. Mi estómago se revolvió de nuevo. Su carita es tan apretable cuando... Arghh... ¡Soy la peor amiga del mundo! Estoy viendo la bondad de Ken en un chico que es lo opuesto sólo porque fue amable conmigo y puedo conectarlo a mis traumas. Sucrette Myers, eres un desastre. Debo ser más racional.

Para mi última clase en la tarde, Armin cargó mi silla hasta el aula y nos sentamos juntos. Todavía me cuesta involucrarme con la materia producto de mis lagunas mentales, en casa he repasado y en la sala de espera antes de traumatología también, no quiero decaer por culpa de algo que ya no cae en mi responsabilidad.

— Yo iré a dejarte hoy —Indicó el gamer cuando finalizó la clase y empezamos a guardar nuestras pertenencias—. Eso sí, ¿me esperas un momento? Quiero ir al baño.

— Claro, ningún problema.

Dejé que él fuera al baño, decidí salir del salón y avancé con mi silla hasta situarme a un par de metros del baño de hombres, a un par de pasos Nathaniel y Melody conversaban. Cuando el rubio notó que yo estaba allí, mencionó a su acompañante:

— Disculpa, seguimos hablando en la oficina, debo hacer algo importante ahora.

— Te acompaño, Nath.

— Es algo privado, Melody.

— No importa, sabes que puedes confiar en mí —Sonrió de oreja a oreja.

— Melody, nos vemos en la oficina —Cubrió su rostro con la mano—. No voy a repetírtelo — Ella hizo un puchero.

— Está bien, Nath. Nos vemos en la oficina...

La castaña dio la vuelta hacia dicha ubicación y el hermano de Amber se colocó frente a mi silla.

— ¿Puedo hablar contigo?

— ¿Pasó algo? —No veía el punto.

— Te vi en el horario de almuerzo cerca de ese chico Lerhay, conversando.

— Ah, sí. Alexy lo invitó a pasar el rato para que no estuviera tan solo.

— ¿Sabes lo que le hizo a mi hermana, cierto? —Nathaniel se presentó entre preocupado y picado— Es un tipo peligroso y tóxico, no quiero saber que estás saliendo con él o algo así, los vi hablando a solitas con Armin hecho una bola queriendo escapar.

— Alexy había ido a comprar, por ello había como cierta tensión —Elijo confiar que eso era—. A Alexy le gusta Lerhay y quería apoyo moral.

— Ok, prométeme que si se te acerca o algo, lo vas a reportar con la federación.

— Nath, no creo que sea para tanto —Expresé desinteresada—. Ni con Castiel que tiene un historial criminal haces esa clase de comentarios.

— Sí, pero lo que hizo en nuestra casa cuenta como un delito y no quiero que te haga lo mismo, sobre todo ahora que estás en una posición vulnerable.

— ¿Sabes por qué él hizo eso?

— ¡¿Lo estás defendiendo?! —Gritó ofendido.

— Nath, tranquilízate —Inhalé hondo antes de seguir hablando—. Fue una simple pregunta, no estoy defendiendo el destruir la propiedad privada. ¿Sabes qué hizo Amber que él tuvo que acabar haciendo eso? Quiero saber la situación que viste en tu casa ese día.

Silencio.

— Sucrette, te recuerdo que estás en silla de ruedas y cualquiera va a querer usarte para su beneficio. Yo reconocí a este chico como una posible amenaza para la convivencia universitaria y sólo quiero que vivas tu tratamiento en paz.

No respondí.

— Como presidente de la Federación de Estudiantes de la Facultad de Humanidades, y alumno de Periodismo, un curso mayor que tú y el gestor de todas las redes que tenemos, es mi labor resguardar la seguridad para los estudiantes y tú eres un foco de posible discriminación, sabes que he hecho varias cosas para que pudieras adaptarte a las clases. Y si veo a ese patán rondando...

Quería gritarle, ¿acaso no sabe que Amber me agredió? ¿Me dice que yo defiendo a un delincuente mientras él encubre a quien le rompió la pierna a Ken hace diez años y salió sin sanciones? Esa perra es maldad pura y se la devolvieron, tiene su merecido.

— Perdón, ¿me demoré mucho? —Habló Armin saliendo del baño.

— No, ¿vamos yendo? —Coloqué ojos de cachorrito.

— Sí... Chao, Nathaniel, ojalá decretes más 'horarios protegidos' para tener más tiempo de jugar.

— No hago asambleas para que tú te pongas a vagar —Contradijo.

— Adiós, Nath —Me despedí,  irónica.

No iba a descargar con Armin esos problemas, el que se sacrifique para ir a dejarme a mi casa y subir conmigo esa cuesta es suficiente calvario. Su incomodidad cuando hablé a solas con Lerhay se olía a kilómetros, pobrecito. Necesitamos pasar tiempo de calidad para compensar.

Imposible que él no se diera cuenta de que quedé resentida, en el camino consultó:

— ¿Estabas peleando con Nathaniel?

— Me hizo sentir que defendía a Amber, y tú sabes cómo me ha tratado desde que entramos a la universidad y usó de excusa que la gente quería usarme y él quería protegerme.

— Ummm, no entiendo mucho... Este, ok, eh... Estoy pensando cómo hacerte sentir mejor, déjame elegir el cuadro de diálogo correcto.

Reí. Que ocurrencia, maldita sea, no me resisto a sus comparaciones.

— Nadie malintencionado se te acercará mientras mi hermanito y yo estemos para ti. Nos comprometimos en llevarte y sabes que soy capaz de apagar mi consola por cuidarte hasta que pises tu casita.

— Gracias, Armin, espero que el pendejo de Nathaniel comprenda eso.

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