Capítulo 5: Allanamiento de propiedad
Punto de Vista de Amber:
Pasé todo el horario protegido de nuestra facultad encerrada en el baño llorando, ¿quién se cree este imbécil para gritarme y humillarme frente a mis amigas? Peor aún, ¡quedé como una débil frente a Sucrette! Lerhay me ha visto reírme de otras personas, no reclamó cuando le robé las fotocopias a Melody de la tarea de Estadísticas II, ¿por qué de repente explotó cuando le di un toque a la inválida? Ni siquiera la herí, no le hice nada.
Llevamos tantas semanas saliendo a las afueras de la universidad y el primer día que me dejó presentarlo a las chicas, en que podemos pasar tiempo en el campus, y todo se arruina. No puedo creerlo. No quiero que me deje por esta estupidez.
Cuando me aburrí de llorar, las chicas me ayudaron a retocar mi maquillaje.
— Sin ofender, Amber, pero tu novio es un quejica. No estábamos haciendo nada malo —Habló Charlotte por primera vez en todo este rato.
— Me asustó mucho que te agarrara así —Confesó Li—. ¿Nunca había hecho eso antes?
— No, nunca... —De mi cartera saqué un poco de papel higiénico, me limpié la nariz antes de continuar— Tengo que hablar con él. Parecía una persona demasiado distinta al chico dulce que conocí.
— ¿Vas a continuar con un chico que un poco más y te pega? —Charlotte alzó la ceja.
— Estoy segura de que algo más le molestó. ¿Debería ir a verlo en el gimnasio o debería llamarlo? —Hablé mirando directo a mi amiga asiática, pues la otra parecía no querer entenderme.
— Llámalo, por ahí no puede hacerte daño, amiga —Respondió Li.
Durante el horario de almuerzo gasté la mitad de la batería de mi iPhone 11 porque él no contestaba mis llamadas, estaba por perder la compostura de nuevo cuando recibí un mensaje suyo de WhatsApp:
Mi amorcito lindo ❤️ 13:45
Estoy ocupado entrenando
Amber 13:46
Podemos hablar?
Estoy demasiado triste
Y sola
Mi amorcito lindo ❤️ 13:52
¿A qué hora termina tu última clase?
Amber 13:53
A las 4 y media, por?
Mi amorcito lindo ❤️ 13:58
Ok, nos vemos en la entrada principal entonces
Amber 14:00
Me vas a dejar a mi casa?
Mi amorcito lindo ❤️ 14:06
Bien
Amber 14:06
Y te quedas conmigo en mi casa?
Mi amorcito lindo ❤️ 14:07
Como quieras
Amber 14:08
Graciaaaas
Te amo mucho 💕
visto ✅✅
— Li, ¿qué te parece ese mensaje?
— ¿Vas a dejarlo pasar a tu casa?
— Yo creo que sí, estarán mis padres y Nathaniel, ya lo conocen, ¡no me va a pegar o gritar frente a ellos! —Rodé los ojos— No va a actuar como un imbécil si llega a enojarse más, ¡no puede!
— Va a estar todo bien, amiga, tal vez necesitaba su espacio y ahora quiere conversar todo más fluido.
— Tienes razón, tal vez estuve llorando por nada y estoy exagerando...
— Ahí estaré para limpiarte los mocos mañana —Añadió Charlotte.
— No estás aportando mucho —Chillé.
No suelo ser una persona nerviosa, sin embargo, mi última clase la pasé con el estómago apretado y percibía ganas potentes de vomitar, odio sentirme así, quiero solucionar esta discusión luego, no hay nada peor que ver al chico que te gusta enfadado contigo, gritarte y que luego te ignore. Ese 'visto' en mi último mensaje dándole a entender mis sentimientos fue cruel. Él no es así.
Caminé sola hacia la entrada principal, no quería que las chicas se metieran más en el asunto. Allí los saludé con un beso en los labios, el cual no correspondió y se echó despacio hacia atrás. Empezó a caminar y le seguí el pasó.
— Lerhay, ¿qué mierda fue eso? ¿No quieres besarme en público ahora? —Reclamé.
— ¿Cómo estuvo tu día? —Cambió de tema, empleó un tono de voz monótono y aburrido.
— Pésimo, por tu culpa.
— Oh.
Seguí hablándole y no obtenía respuestas, eso sí, se mostraba interesado en llegar hasta mi casa.
— ¿Por qué no me respondes? Por favor, no me hagas esperar más.
— Hablemos en tu cuarto, es algo privado —Espetó y asentí.
— ¿Tienes algo importante que decirme?
— Sí.
Llegamos a mi casa, saludamos a mis padres y Nathaniel nos quedó mirando extrañados, es la segunda vez que viene de visita, normalmente hablamos afuera en el portón. Pasamos a mi cuarto y al cerrar la puerta, lo confronté:
— ¿Por qué me trataste así frente a la inválida? Me hiciste dejar como una débil.
— Estabas riéndote de una persona accidentada —Se encogió de hombros.
— Siempre te ha dado lo mismo cuando insulto a otras personas, ¿qué te molestó tanto que me gritaste? ¿Sabes lo horrible que me hiciste sentir? ¡Lloré todo el horario protegido!
— Te excediste.
— No es así, vi tu cara; el cómo la mirabas, ¿qué te traes?
— No sé de qué me hablas.
Me quedé callada, esperando que añadiera algo y eso fue efectivo, pues, suspiró y dijo:
— Sabes que estuve ocho años en la milicia.
— Ajá.
— He visto gente que ha quedado igual o peor que ella, no me parece correcto hacer burla de ello, es una parte sensible que no paso.
— Me huele a mierda tu excusa.
— Piensa lo que quieras.
— ¿Cómo?
— Ya te expliqué y creo que es suficiente. Si no me crees, es tu problema.
Estoy furiosa, sin embargo, no me conviene que él también lo esté. Mejor sigo sus reglas del juego para llevar las cosas a como eran antes.
— Bien, estás en lo correcto —Me acurruqué en su hombro. Su cuerpo estaba tan tenso—. No volveré a molestar a Sucrette por estar en su estúpida silla, ¿feliz?
— Sí—Voltee y tenía una pequeña sonrisa dibujada sobre sus labios.
— Eres tan lindo —Acaricié su mejilla y él rodó los ojos—. ¿Prometes que no me gritarás así de nuevo mientras seamos novios?
— Lo prometo.
Posterior a ello, le di un beso muy apasionado. Todavía parecía tenso, acaricié sus hombros a medida que disfrutaba del gesto romántico y él parecía no seguir el juego del todo, pero tampoco actuaba frío como antes. Bajé mis manos recorriendo su torso y en el instante en que acaricié su abdomen por debajo de la camiseta, me apartó y colocó una mirada seria.
— Mi trabajo ya está hecho.
Fruncí el ceño.
— ¿Qué?
— Terminamos —De repente, caminó por mi cuarto hacia la ventana y la abrió hasta atrás.
— ¡¿Cómo?! —¿Escuché bien? — ¿Qué mierda estás haciendo?
Me siento demasiado impactada para moverme siquiera.
— Lo que debí hacer hace tiempo: Recuperar diez años de mi vida.
¿De qué está hablando?
Él es veloz, agarró mi maleta de maquillaje Dior avaluada en más de mil dólares que me regaló mi papi hace una semana.
— Lerhay, suelta mi maleta. Sabes que costó caro.
— ¿Sí?
Abrió el seguro.
— Te estoy hablando, no toques ningún producto de ahí dentro
— A sus órdenes.
Arrojó la maleta abierta hacia el patio. Aprecie la escena en cámara lenta: Las bases de maquillaje y labiales en envase de vidrio estrellándose en miles de pedazos contra la cerámica, ensuciando de miles de colores... Las sombras y rubores en polvo desvaneciéndose con el aire...
Regresé a la realidad. Grité a todo pulmón horrorizada.
— ¡Mamá! —Llamé por ayuda.
Él se acercó a mí y coloqué mis brazos cubriendo mi cara, reaccioné segundos más tarde, no había hecho eso para agredirme, sino, ¡para robarme el celular! Lo tiró por la ventana también. Grité de nuevo y saltó hacia el marco, sentándose allí.
— ¿Qué es este escándalo? —Papá entró al cuarto, agitado.
Lerhay me guiñó un ojo y se despidió gestualmente con la mano antes de saltar. Mi padre y yo nos asomamos por el marco entretanto él huía por el patio, mi pariente al percatarse del desastre que acababa de pasar ordenó:
— ¡Nathaniel, persigue a ese delincuente!
— ¡¿Qué?! —Respondió mi hermano alterado.
— En el patio, ¡ve, rápido!
Aprecié la escena de Nath yendo al patio, el cual no pudo aportar mucho ya que mi ahora exnovio saltó por el portón. Jalé de mi cabello en cólera. Mi maquillaje, tanto que costó. Y mi iPhone Pro Max, no, ¿qué haré ahora? Las lágrimas regresaron.
— Dame un momento, querida —Mi papá se retiró de allí y yo le seguí.
Fuimos al patio, donde él abofeteó a Nathaniel y yo apresurada manosee los productos, en busca de algún objeto que no se haya trizado en el impacto. Nada. Inutilizable. Los labiales en barra no subían. Los iluminadores perdieron su forma, los delineadores sin punta...
— Ve y limpia este desastre, idiota. ¿Cómo vas en la misma universidad que Amber y no notaste que ese patán de su novio era un delincuente?
— J-jamás lo he visto en el edificio, papá, lo juro...
— De ahora en adelante, vas a revisar a cada uno de tus compañeros que se relacionen con Amber y no permitirás que entren a esta casa hasta pasar la prueba.
— Sí, papá —Bajó la cabeza.
Nath buscó un trapero y la escoba, junto a un limpiador, yo no me moví de mis posesiones arruinadas. Él, al cabo de un rato, colocó su mano en mi hombro.
— Lo siento mucho, hermanita. Debí hacer algo al respecto...
— Me siento desnuda, Nath, no tengo nada, ¡nada! —Sollocé con la voz desgarrada.
— ¿Me das permiso de botar esas cosas? N-no me dejan limpiar si siguen goteando...
— Adelante —Di un paso atrás y me senté en la cerámica, a unos metros de la escena del crimen.
— Creo que no recuerdo —Habló a su vez que barría—, ¿alguna vez mencionaste el nombre de ese chico? Siempre te referiste a él como "mi amorcito".
— Lerhay, es su apellido.
— ¿Y su nombre?
No respondí.
— ¿No sabes? —Asentí por la vergüenza— ¡¿Estuviste casi un mes en una relación con un sujeto desconocido que ni siquiera te dijo su nombre?!
— ¡Es militar! —Justifiqué— Resguardan legalmente los nombres de algunos cadetes y prometió decirme su nombre en un futuro.
— ¿Tú sabes a qué tipo de militares les resguardan la identidad? —Negué— A los que participan en misiones violentas. O te mintió, o es un tipo turbio. ¿Qué haría un militar de élite en nuestra facultad? Estaría retirado, Amber, aparte... ¡¿Tan joven y retirado?!
— Su uniforme parecía legítimo —Contradije cruzando mis brazos, desviando mi rostro hacia el lado.
— ¿Qué pasó que reaccionó de ese modo?
— Hoy hice una broma y me gritó en el campus, ¡frente a mis amigas! —Rememoré— Ignoró mis llamadas por horas hasta que me dijo que hablaríamos después de mi última clase, vinimos hasta aquí y pensé que hicimos las pases, y... Terminó conmigo, haciendo todo este escándalo.
— ¿Todo por una broma?
— Mencionó algo de recuperar sus años perdidos —Fruncí el ceño—. Parecía un desvarío suyo, secuelas de la guerra, me imagino.
Mutismo.
El llanto regresó y cubrí mi rostro con ambas manos, la rabia y la tristeza me consumen.
— Espero que esto te sirva de lección para la próxima vez que empieces a salir con chicos —Nathaniel me abrazó y acepté el gesto, apoyando mi rostro en su hombro—, y que también sepas que joder con militares es cosa seria, si es que de verdad la historia que te contó es real.
— Gracias, hermanito —Limpié mis lágrimas con mi puño.
— Prometo investigar lo que pueda de él, ¿sí?
— ¿Podemos levantar cargos?
— No podemos si no sabemos su nombre, haré lo que pueda.
— Como sea...
Me encerré en mi cuarto. A las horas, cuando mi rostro se deshinchó de la pena, me maquillé por tercera vez en el día y tomé mi iPad para hacer una vídeo-llamada con las chicas, a explicarles lo que acababa de suceder, Charlotte abrió los ojos como platos:
— ¿Ese enfermo hizo, qué?
— Lo que oíste, tonta.
— Es un puto psicópata, Amber, tienes que poner cargos como puedas.
— Necesitamos saber su nombre primero. Su apellido no basta.
— ¿Te imaginas te mintió con su apellido también? —Comentó Li, tenía sentido.
— Mierda, no digas eso, que me asusto.
— Tenemos que idear un plan, amiga.
— Y recuperar algo del dinero de mi maleta, ¡chicas, era Dior!
— Mi corazón llora con el tuyo, Amber —Tan linda Li—. Mmm... ¡Podrías hacer una fiesta de recaudación de fondos igual que Sucrette!
— ¿Supiste que un enfermito donó quinientos dólares? —Charlotte me hizo atragantarme con mi propia saliva por esa noticia.
— ¿CÓMO?
— Como oíste, andan diciendo que un idiota fue a la fiesta a donar toda esa plata, tomó una cerveza y se fue.
— A lo mejor también te visita a ti, Amber, ¡probemos suerte!
Lo evalué por un rato.
— Chicas, ayúdenme a organizar la fiesta, ¡necesitamos ese dinero ya!
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