Capítulo 3: Reencuentro con amigos
Punto de Vista de Sucrette:
Hoy es la fiesta de recaudación de fondos para pagar mi tratamiento de traumatología y recuperar algo de lo que tuvieron que costear mis padres para mi operación. La cual fue un éxito, ¿el problema? Me siento terrible. No he dejado de llorar durante todo el día, me percibo como una carga para el resto que debo mendigar por ayuda y clemencia, además, ahora estaré usando una silla de ruedas hasta nuevo aviso. Puedo ponerme de pie, no obstante, es imposible mantenerme o caminar siquiera. Hoy en la mañana tuve mi primera sesión de traumatología y el especialista me explicó que seré usuaria ambulatoria de silla de ruedas por unos meses, lo que significa que tendré la capacidad de desplazarme, sin embargo, por períodos cortos y es más seguro que salga a la universidad con mi silla, y si voy a la terapia constante, podré recuperarme rápido.
Jamás me había dado cuenta de que este mundo no está hecho para las personas en situación de discapacidad física, no puedo desplazarme sola porque requiero usar demasiada fuerza en mis brazos para recorrer ciertos terrenos, lo que me hace dependiente del resto... Es humillante.
Todos mis amigos vendrán hoy a preguntarme qué pasó y siento vergüenza, estoy devastada.
Por impulso, agarré las tijeras de la cocina y empecé a recortar mechones aleatorios de mi cabello teñido de rosa. No me siento yo en lo absoluto...
— ¿Sucrette? —Oí una voz familiar y me sobresalté, dejando caer las tijeras y limpié mis lágrimas a la rápida— ¿Qué pasó?
Era mi mejor amiga Rosalya De Meilhan, tan linda con su cabello blanco platino hasta la cintura, acompañada de su novio Leigh Ainsworth, un exitoso diseñador de modas con su tienda de ropa de lujo en el centro de la ciudad. Ambos tan perfectos con su ropa estilo victoriana y bien arreglados, en comparación al mamarracho que soy yo. Hubiera sido mejor que este último no me viera así de mal y sólo mi amiga tuviera que consolarme, para que la situación no fuera tan incómoda.
— Tu mamá nos dejó pasar porque queríamos darte un regalo y ayudar con la fiesta. ¿Estás cortándote el cabello?
— No me mires así... —Musité con torpeza.
— Vamos a ayudarte.
Ambos dejaron sus cosas sobre mi cama, Rosa salió sin avisar y Leigh me habló:
— Te confeccionamos un vestido para hoy, queremos que te sientas mejor —Me entregó el regalo y abrí la bolsa.
Se trataba de un vestido azul pastel, largo y delicado, de esos que se usan en las ceremonias para beber té, pero mucho más detallado con un estampado de flores en la falda.
Sorbí la mucosidad de mi nariz.
— Muchas gracias, no debieron...
— Debes estar muy agobiada, es lo menos que podemos hacer.
— En serio, gracias...
Mi amiga regresó con dos cuchillos afilados, le entregó uno a su pareja:
— Leigh, tú arreglas la parte de atrás y yo la de enfrente —Ordenó con firmeza—. Oh, ¿te gustó tu regalo? Nos quedamos toda la noche cosiendo.
— Son un amor, chicos... —La peliblanca me quitó el vestido y lo tendió sobre la cama.
— No es nada, Su, vamos a tratar de rescatar tu peinado ahora.
Con los cuchillos fueron desgarrando mechones dando un efecto grafilado y me dejaron un peinado corto y ligero. Me alegro mucho de sus buenas intenciones y que no quisieran meter la mano en la herida por el momento. Al finalizar, Leigh se retiró hacia la sala de eventos del complejo de departamentos para darnos un rato de privacidad a las dos.
Ella me ayudó a colocarme el vestido y eligió accesorios tanto como unos zapatos de tacón bajo.
— Que linda tu bota ortopédica, ¡combina con el vestido! —Señaló— Vas a ser la más linda hoy.
No evité sonrojarme por ello, es tan amable...
El ver esa bota me hace recordar a Ken, pues él tuvo su accidente en esa misma pierna, me siento reflejada en él y en cómo no pude hacer nada al respecto. Lo extraño mucho, me pregunto qué será de él. ¿Cómo habrá afrontado su cirugía de reconstrucción? Lo imagino a él solitario en su cuarto...
Por otra parte, recordé lo que me dijo Laeti, me contó que encontró en mi universidad al chico que detuvo la máquina de dejar mi pierna irreconocible. A pesar de que ella insista en que deba salir con él a una cita, yo de todas formas quiero comunicarme para agradecerle, es lo correcto. No entiendo por qué renuncio tras mi accidente, aunque, tiene sentido, presenciar de primera mano mi herida debió ser horrible. Ni yo vi cómo estaba mi pierna porque estaba boca abajo contra el piso.
Cuando acabamos de arreglarnos, Rosa llevó mi silla por el ascensor hasta que arribamos a la sala de eventos, allí estaban Leigh, Alexy y Armin decorando. Avancé hasta los gemelos y los saludé con lo cálido abrazo.
— Su, ¡no sabes cuánto nos preocupaste! ¡Hasta Armin estuvo sin jugar pendiente de que dieras señales de vida! —El último en ser nombrado se puso rojo como tomate.
— Tampoco fue para tanto, sí jugué en mi Nintendo Switch... ¡Pero nos hiciste pasar un susto!
Sonreí.
— No pude usar mucho mi celular en el hospital, lo siento. ¡Les agradezco mucho por venir y ayudar!
Justo tras pronunciar aquello, llegaron las chicas con un montón de comida ya preparada en bandejas y bebestibles. Saludé a Iris, Priya, Violeta y a Kim moviendo gestualmente las manos. No creí que ellas quisieran encargarse de la comida, mis padres ya habían adelantado bastante trabajo anoche. Aquel gesto me hizo sentir querida. Las chicas me hicieron preguntas acerca de mi operación, de la cual no recuerdo mucho porque me colocaron anestesia general. Además, he tenido la cabeza en las nubes, no puedo sacar a Ken de mi mente, pensé que había superado su accidente y a él, como interés romántico.
— ¿No es verdad que se ve hermosa con ese corte de cabello? —Destacó Rosalya— Auspiciado por mi bebé Leigh y yo, igual que el vestido.
— Tu rostro se ve mucho más radiante —Señaló Violeta con una pequeña sonrisa tímida.
— Vas a generar furor cuando regreses a clases, niña —Acotó Kim.
— Oh, no tengo muchas ganas de regresar a clases, la verdad... —Confesé cabizbaja.
— ¿Por qué? ¿Te sientes muy adolorida? —Priya lucía preocupada.
— No tanto, eh... Es que, me da vergüenza andar con la silla y que todos me miren mal...
Se sentó un silencio sepulcral. Ay, no... que bochorno.
— Nadie va a mirarte mal, Sucrette, y si eso pasa, vamos a ir todas a partirle la madre a quien lo haga —La actitud tan firme de Rosa la admiro, quisiera ser como ella.
— Sólo una terrible persona sería capaz de molestarte por ir en silla de ruedas —Añadió Iris.
Si supiera la cantidad de gente que me ha tenido como un fenómeno en la calle últimamente... Ni hablar de ciertos personajes crueles dentro de la universidad, como Amber. Ruego que ella no venga o me moleste en clases.
Después de ello, continuaron ordenando el lugar y colocamos música. Algo de mí me daba la impresión de que sobraba en mi propia fiesta porque, ¿qué puedes hacer estando sentada mientras el resto está de pie o baila? Como que estoy en un desfase de poder con respecto a quienes yo percibía como mis pares. Lo bueno es que nadie me dejó sola ni un momento, siempre llegaba alguien a hacerme preguntas de mi accidente y cuestionaban al chico que apagó la máquina, ¿quién sería? Nuestra facultad es bien unida, algunos compartimos clases como Alexy, Armin y Rosa conmigo, los demás son de otras carreras u otras generaciones de estudiantes que nos conocimos mediante juntas, que de repente Laeti diga que ese castaño misterioso me salvó y es parte de nuestro edificio, o al menos parte de la universidad, dejó a todos con dudas.
Las personas empezaron a llegar, Castiel trajo una guitarra acústica y junto a Lysandro estuvieron cantando un par de canciones. Este es mi tercer año de universidad, en el primero, antes de endeudarme, recuerdo conversar mucho de música con estos chicos, sin embargo, por diferentes asuntos, se distanciaron un poco y ahora me junto más con los gemelos ya que compartimos todas las clases. Agrada saber que puedo confiar en el resto, aunque haya distancia.
Kim estaba a la caja mientras Violeta y Priya servían a los demás, yo estaba junto a ellas observando el ambiente. De repente, llegaron Nathaniel en compañía de Melody, cargando una caja.
— Hola, buenas —Saludó el rubio.
— Nathaniel, ¡bienvenido! —Sonreí contenta por su venida. Con él armamos grupos de estudio dentro de la facultad y organizamos actividades— ¡Hola, Melody!
Ella forzó una sonrisa que me pareció bastante falsa. Es la secretaria de la federación de alumnos de la facultad de humanidades, Nath es el presidente, ambos andan juntos la mayor parte del tiempo.
— Hicimos una colecta durante la semana para ayudarte, aquí hay de todo; dinero, mercadería, mensajes de apoyo de algunos compañeros... —Me entregó la caja y la recibí, dejándosela a Kim que manejaba el dinero.
— Dios, son unos soles —Extendí mis brazos y sólo Nathaniel aceptó mi gesto afectivo, la castaña no dejaba de fulminarme con la mirada. Quisiera cuestionar ello y no tengo ganas.
— Ojalá que te recuperes luego, igual sabes que puedo ayudarte con los apuntes y esas cosas —Asentí y él se dirigió a su acompañante—. Oye, Melody, voy a comprarme un hot dog, ¿quieres uno también? —La castaña asintió.
— ¡Por supuesto! —Exclamó sonriendo de oreja a oreja.
— Ok, ya te lo traigo.
Dio la vuelta y Melody, con los ojos bien abiertos, me susurra:
— Espero que vuelvas a caminar luego, para que Nathaniel deje de hablar de ti durante todo el día.
— Ah... ¿Gracias? Supongo —Fruncí el ceño, entre que no estaba de buen ánimo y estoy postrada en esta silla, no tenía ganas de pelear. Prefiero pensar que no lo dijo malintencionada.
Al rato, los hermanos Keenan trajeron unas sillas y se posicionaron a mi lado. El pelinegro no dejaba de jugar en su consola portátil y por otro lado, el peliazul portaba una porción de papas fritas de la cual se estaba alimentando.
— ¿Quieres una? —Ofreció y acepté— Ay, mi niña, no sabes lo que pasó estos días que faltaste a la universidad.
— ¿Le vas a contar lo del milico? —Le leyó la mente Armin y su gemelo le dio la razón— Me tienes podrido con esa historia.
— ¿Un militar? —Dudé, no esperaba que Alexy contara una historia fuera del ámbito universitario.
— Exmilitar más bien —Me corrigió y mordió una papita—. Con Armin estamos yendo al gimnasio de la universidad a ver si me pillo un novio musculoso y si es que este niño rata empieza a ejercitarse más.
— Y los dos vamos fallando —Carcajeé por ese comentario.
— El punto: Hay un chico con uniforme militar y Dios me oiga, mi chica, daría lo que fuera para que viniera a esta fiesta para ofrecerle un par de besos.
— ¿Es muy guapo? —Pregunté para mostrarme interesada en el tema.
— Ardiente, hermoso, divino —Corrigió—. Me dio vergüenza hablarle, pero te juro que me dejó flechado.
— ¿Sabes algo más de él aparte de que es lindo?
— No, pero vamos viendo en el camino —Encogió los hombros.
— Mira, eso es un avance más que Armin en los objetivos.
— ¡Oye! Te estoy prestando atención —Me recriminó el gamer.
— ¿Sabes cómo lucía el chico o estabas jugando cuando eso pasó?
— Uh.... —Balbuceó un rato y luego rodó los ojos.
La conversación fluyó hacia otro lado, Armin me compró una Coca Cola y unas salchipapas, dijo que sería muy tonto que yo gaste mi propio dinero para destinarlo a mi tratamiento y acepté su gesto sin más. Nunca lo había visto tan atento hasta ahora, dentro de lo que acostumbra, no suele participar mucho en las conversaciones ya que está enfocado en jugar antes de otra cosa y que quiera salir a hacer ejercicio en compañía de su pariente me parecía una idea fantástica, si mis piernas estuvieran 'operativas', los acompañaría encantada.
Cuando estaba por acabar mis salchipapas, llegaron Rosa e Iris, que se notaba que habían bebido alcohol por sus miradas. Yo por ahora no puedo hacerlo por los medicamentos que estoy tomando y la verdad es que tampoco pierdo mucho, es una fiesta pequeña de caridad, no una para tirar la casa por la ventana.
— ¡Vamos a dar una vuelta! —Exclamó la pelirroja.
— ¿A dónde? —Consulté.
— Por el barrio, supongo, para que te acostumbres a usar tu silla —Complementó Rosa.
— Mmm... Está bien, vamos.
Tuve un lapsus mental e hice el gesto de tener la intención de levantarme para acompañarlas y Armin dejó caer al suelo su consola para retenerme con un brazo, lo hizo algo brusco pues no me estaba observando.
— Carajo —Refunfuñó recogiéndola y quitando el polvo con la manga de su camiseta—. ¿Estás bien? Pensé que te ibas a caer de la silla.
— Oh, sí, sí... Me fui para adelante —Mentí para no quedar como una tonta.
— Yo te llevo —Iris agarró los manubrios de atrás y me guio hacia la salida.
No sé hasta qué punto fue buena idea aceptar, ya no había vuelta atrás en todo caso.
— ¿La has pasado bien, Sucrette?
— Sí, Rosa, muchas gracias por el vestido. Ya lo estrené —Apunté a una mancha de aceite en la falda por ser una marrana que no sabe comer. Rieron ambas.
— Un poco de suavizante y se le quita —Aconsejó Iris.
Estaba oscuro, más o menos entrada la noche y la calle solitaria lo daba a entender. A una calle del complejo de departamentos en que vivo, hay una bajada hacia la avenida principal. Yo vivo al lado de la universidad casi, sin embargo, estoy obligada a que alguien vaya a dejarme porque es imposible que suba o baje esta cuesta por mi cuenta.
— Sería divertidísimo si nos tiramos cuesta abajo —Pensó Rosa en voz alta.
OH, OH...
— ¿Y si Sucrette se cae? —Eso, Iris, dile que es una mala decisión.
— La agarramos en el aire, ¡Vamos! ¡Seguro en la entrada en la universidad encontramos más gente que vaya a la fiesta!
— Que en paz descanse yo —Me persigné antes de que ellas tomaran impulso con mi silla.
Y se lanzaron junto a mí por la cuesta, me aferré a la silla de modo sobrehumano. Chillamos juntas en una mezcla de emoción y horror. La brisa despeinándome y levantando mi vestido, las luces de los autos en la avenida... Tantas imágenes transcurrieron por mi mente en esos diez segundos de bajada. ¡Mierda, mis salchipapas! ¡Se me cayeron!
Arribamos en la avenida y gracias a Rosa que colocó sus pies para derrapar, nos hubiéramos estrellado contra los coches.
— Esa mierda estuvo de locos —No pude evitarlo, le di la razón con una risita.
— ¡Mis papas! —Chillé apuntando el desastre que quedó vertido en la parte de arriba— ¡Que triste!
— Nooo —Exclamó la pelirroja—. Te vamos a comprar otras cuando regresemos, ¡lo prometo!
A un par de metros de distancia, divisé a un chico castaño que usaba una chamarra con capucha junto a unos pantalones militares y botas de combate, realmente intimidaba con esa ropa y yendo solo por la calle subiendo la cuesta. Su rostro me parecía familiar, a lo mejor él es el muchacho que Alexy mencionó ser su nuevo 'crush', porque no sé de dónde más podría ser, además, correspondía a la descripción que mi amigo me entregó.
— ¿Ocurre algo, Sucrette? —Iris se veía preocupada.
— Eh, sí... ¿Conocen a ese chico de allá? —Lo apunté— Trato de recordar quién es y no puedo, creo que es el crush de Alex.
— Oh, sí, es el tipo al que le dicen 'el cadete', ¡es de nuestra facultad! —Rememoró Rosa—. Que raros gustos tiene Alexy.
— Sí, se ve muy intimidante...
Yo lo encontraba lindo. Omití mi opinión del tema.
— Invitémoslo —Insistió Rosa—. Alexy lo va a agradecer.
— ¿Qué hará rondando cerca la universidad a estas horas?
— A lo mejor va a la fiesta, ¡ojalá! —Incrementó el tono de su voz tosiendo antes— ¡Oye, chico militar!
Él detuvo su paso y giró a vernos, se sorprendió al divisarnos como tal.
— ¡Mi amiga tuvo un accidente feo y estamos haciendo una fiesta para pagar su tratamiento! —Me señaló, yo forcé una sonrisa tierna— ¡En el edificio de arriba, sala de eventos! ¿Puedes ir a pasarte?
Se acercó a nosotras a pasos calmados.
— ¿Qué le ocurrió? —Dijo curioso.
— Tuve un accidente laboral —Respondí nerviosa.
— ¿Podrías pasar a cooperar a la fiesta, por fis? —Rosa actuaba obstinada.
— Que mal... Espero que te recuperes pronto —Pasó de la peliblanca y me hablaba a mí de frente.
— Gracias... —Desvié la vista al suelo y sonreí atontada por su tono tan dulce, opuesto a cómo iba antes.
— ¿La fiesta es en ese edificio? —Indicó con el dedo mi condominio, asentí— Me pasaré un ratito a cooperar, entonces —Sonrió y mi estómago se revolvió. Wow. Debo decir que fue adorable. Caminó varios pasos, alejándose y dio su mensaje final— ¡Adiós, chicas!
— ¡Adiós! —Exclamaron mis amigas, yo sacudí la mano.
Ugh... ¿Qué fue eso? ¡Está mal mirar al crush de tu amigo! Bueno, no estoy segura todavía de que sea el amor de Alexy, aunque, el que fuera tan amable y dulce de repente hizo que un hormigueo me recorriera la espalda. ¿Cuántas personas más en esta universidad usan uniforme militar como ropa casual?
Aquello me distrajo un buen rato de mi creciente miedo de regresar a clases en silla de ruedas.
En la entrada de la universidad acatábamos la atención de las personas y recibimos más limosnas que gente interesada en la fiesta, lo cual igual nos sirve. Una hora más tarde, regresamos a la sala y seguimos disfrutando hasta que todos se fueron.
Mi mamá me contó que llegó un sujeto que donó quinientos dólares en su cuenta bancaria como si nada, ¿pueden creerlo? Mis padres tienen algo de miedo pues podría ser un narco, digo, ¿quién va y se deshace de tanto dinero como si nada? Espero saber pronto más de este tema, o sino, me va a comer la cabeza.
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