Punto de Vista de Sucrette:
Hoy es lunes, primer día tras las vacaciones de invierno. Como grupo de amigos decidimos hacer una junta para beber y divertirnos, debido a que por fin tengo permitido consumir alcohol producto del cese de mi tratamiento farmacológico. Los gemelos se sacaron la casa. Apenas terminamos nuestras clases, Armin corrió a su residencia para ordenar y Alexy junto a Rosa, Kentin y yo pasamos a la tienda de ropa de Leigh.
Llevamos un buen rato aquí.
— ¿De verdad todos tus pantalones son los de la milicia? —Cuestionó el peliazul a ya sabemos quién— ¿No quieres que te compre unos? —Insistió por millonésima vez.
— No, gracias —Kentin rodó los ojos.
— Deberías tener, aunque sea, uno para que Sucrette sepa que te cambias de ropa.
Me aguanté la risa. Sé que él es limpio, no más que sus gustos en moda son muy simples y repetitivos.
— ¡No metas a Su en esto!
— ¿Ya son novios? —Preguntó, suave en mi oído Rosalya.
— No lo sé, ¿tal vez? —Contesté.
— Ya están haciendo cosas sucias, se mandan fotos marranas, ¿y no son novios?
Le pegué un codazo para que controle sus palabras. Sí, le conté lo que pasó con Ken en mi casa y de que nos quedamos con ganas de más, que continuamos mediante chat en la noche.
— No me ha pedido que sea su novia —Excusé.
— ¿Y tú no tienes boca?
— Uh...
— ¿Al final supiste qué onda con el programa de ciencias en que trabajó y tiene en común con el hermano de los chicos?
— No tengo ni la menor idea.
— ¿Sabes que los militares experimentan con humanos, verdad?
— ¡Rosa! —Otro codazo— Me estás metiendo miedo.
Kentin no sería capaz de experimentar con prisioneros, ¿o sí? No, él es demasiado amable y dulce para hacer eso.
— ¿Cómo crees que se ve tu marido? —Alexy alzó la voz y los observé. Le había puesto unos pantalones cargo a Ken.
— Owww, te ves muy bonito —Le dediqué una sincera sonrisa y el castaño se sonrojó.
— ¿No te gustan mis pantalones militares? —Realizó un puchero.
— Claro que sí, bebé.
Los chicos hicieron ademanes para molestarnos.
— Pensé que habíamos venido a comprar cosas para la junta —Kentin fingió toser para llamar nuestra atención.
— También, pero es implícito el comprar ropa —Aclaró Alex.
— Y yo aprovecho de ver a mi lindo Leigh.
La peliblanca fue hacia la caja para hacer cursiladas con su novio, yo miré fijo a mi mejor amigo:
— ¿Crees que Armin ahora sí hizo aseo?
— Tiene qué.
Tardamos mucho más en la tienda de ropa, igual que la otra vez, en comparación a la ida al supermercado. Compramos snacks y cervezas, luego al Papa John's por unas pizzas.
La casa de los gemelos lucía impecable, eso sí, en una esquina estaba el pelinegro, con un rostro de sufrimiento eterno, haciendo flexiones de brazos y a un costado, el hermano mayor contaba en voz alta.
Saludamos a Evan y Kentin lucía sorprendido, el mayor entre nosotros también reaccionó así.
— ¿Kentin?
— ¿Evan?
— ¡Cuánto tiempo, niñito! —Se aproximó a él y le dio un abrazo amistoso— Ya no luces enfermo.
¿Cómo? ¿"Enfermo"? Él me contó algo de que debía recuperarse de ciertas cosas, ¿a eso se refiere?
— ¿Se conocen? —Interceptó Alexy.
— Éramos mejores amigos en el ejército —Explicó Lerhay en un aparente desinterés.
— Wow, que pequeño es el mundo.
— Pasen, chicos, pónganse cómodos —Apuntó Evan.
— ¿Armin está bien? —Consulté, el pobre estaba jadeando como un enfermo pug.
— No quiso hacer aseo, así que lo mandé a limpiar rápido y a hacer flexiones, perdonen el inconveniente... —Nosotros acomodamos las bolsas en el comedor por mientras, riéndonos— ¡Otro set! ¡Uno, dos...!
Echamos algunas cervezas a helar en el refrigerador y abrimos las que estaban listas para ahora. El castigo de Armin finalizó y advirtió antes de retirarse de mala gana:
— Iré a darme una ducha, por si a alguien le importa.
Cerca nuestro se paseó Evan con una petaca de Whiskey.
— Vaya, veo que ya no usas tu uniforme —Apuntó a que Kentin vestía los pantalones cargo que mi mejor amigo le regaló a la fuerza—. Supongo que no todos quedamos tan traumados.
— De hecho... —Interceptó Ken.
— Le compré yo esos pantalones, hermanito —Aclaró Alexy—. ¿Te gustan? Ya me tenía podrido con su uniforme.
— Sí, parece algo que tú usarías.
Reímos todos menos Kentin.
— ¿Quieren? —Ofreció su brebaje alcohólico. Negamos —¿Kentin? ¿Ya no bebes?
— No tragos fuertes —Dio un largo sorbo a su lata de cerveza.
— ¿Eras un alcohólico en la guerra, Kentinito? —Molestó el peliazul.
— ¡No fui a la guerra!
— ¿Pero sí eres alcohólico?
— Tampoco —Gruñó por lo bajo.
— He oído mucho que los soldados beben whiskey para pasar el dolor —Comentó Rosalya.
— No te duelen los ataques si estás borracho —Bromeó Evan antes de retirarse hacia el balcón, allí se instaló a beber en solitario mientras fumaba un cigarro.
Mi, casi, novio se le notó un tanto incómodo durante esa breve conversación. Mejor no hacerle preguntas invasivas. Optamos por seguir bebiendo y comiendo pizza, le guardamos dos pedazos a Armin antes de trasladarnos a la sala, donde colocamos un DVD de la Masacre de Texas, donde el pelinegro se reincorporó a nosotros.
— Hablemos del elefante en la habitación —Murmuró con la boca llena de pizza helada—: ¿Cómo conociste a nuestro hermano?
— Oh, estuvimos en el mismo programa militar por varios años —De nuevo regresó a esa faceta inquieta que le cuesta disimular.
— ¿Eran amigos?
— Uhhh, digamos que sí, algo así como un hermano mayor, más bien...
— Debieron pasar buenos momentos —Dije queriendo animarlo.
— Aaaalgo así —Extendió bastante la primera palabra.
Andaba mal.
— ¿De qué trataba el programa de ciencias? —Se metió Rosa, yendo directo al grano.
— Experimentación humana.
Silencio incómodo. La anécdota de amistad entre los dos soldados dejó de ser tierna.
— Y... ¿en quién experimentaban?
— Pues... en mí —Alzó ambos pulgares para romper el hielo—. Por eso me retiré a los veintiuno, y recibo compensación del Estado.
— No, pero, ¿estás bien?
— ¿Qué te hicieron?
Invadieron con preguntas personales, yo me mantuve callada.
— Nah, nada realmente preocupante.
— A Evan cada cierto tiempo lo llaman para participar en programas, ¿a ti no? —Alexy lucía preocupado.
— No, porque yo fui sujeto de prueba y él asistente de laboratorio. Él puede descansar hasta que el Estado lo necesite. Yo estaré libre hasta que me dé la gana.
— Nuestro hermano... ¿Te hizo daño?
— No, fue el mejor amigo que pude desear en ese lugar —Sonrió emotivo antes de suspirar.
— Oigan, ¿quieren jugar Smash? —Menos mal Armin supo controlar el ambiente y aceptamos su propuesta.
Bebimos más cervezas y nos jalamos las greñas en cada ronda de batalla. Como siempre, el gamer era el que nos ganó casi todas y eso que colocamos de regla el cambiar de personaje en cada pelea para evitar favoritismos. En el fondo, sentía una presión desagradable en mi estómago y hasta ganas de llorar. Me costaba concentrarme debido a la imagen mental que me hice de lo que contó Kentin.
Sus problemas de salud, que desconozco, son producto de experimentación humana. ¿Cómo reaccionas a eso? Sé que los demás no quieren formar momentos incómodos, sin embargo, ¿por qué no lucen tan afectados como yo? Necesito saber más, y soy consciente de que es delicado y él no querrá soltarlo o hará como hace poco: pretender que no fue para tanto.
La siguiente actividad que hicimos fue colocar música y bailar. Bueno, en mi caso, estaba apoyada en Ken para mantener el equilibrio. El resto se adecuaba a la canción que era de carácter juguetón. Por otro lado, respecto a nosotros, percibí una conexión especial.
Su cuerpo era cálido y me miraba de ese modo que me encanta. El alcohol debe influir, porque este momento perfecto me llenaba el alma y no puedo controlar mis impulsos melosos. Este baile es nuestro.
Me alegraba, después a estos meses complejos, llena de medicamentos, dependiendo de una silla y de la amabilidad de mis amigos, ahora puedo '''bailar''' y beber alcohol, hacer juntas con mis amigos, estoy saliendo con un chico maravilloso... Estoy agradecida.
Ken bajó su vista hacia mis labios y me movió hacia su torso, para que quedara inmóvil ante su tacto y me besó de un modo... ¿Sincero? ¿Puro? Soy incapaz de verbalizarlo. Fue intenso.
— ¡Consíganse una habitación! —Chilló Rosa y nosotros nos separamos, rojos como tomates.
Por una cuestión de respeto habíamos decidido evitar los besos frente a nuestros amigos, nuestro límite eran los abrazos. Es decir, a nadie le gusta ser un florero de mesa. Y en este instante no quiero apartarme de su lado, me es imposible aguantar las ganas de besarlo, es lo único que necesito, es un deseo intrínseco que apuñala por dentro.
— ¿Para cuándo la boda, Kentinito?
— Jódete, Alexy.
Adoro las discusiones entre esos dos.
La fiesta transcurrió con normalidad, bueno, dejamos de bailar al rato porque comenzaba a cansarme de estar parada, fuera de eso, la cosa estuvo normal. Cuando anocheció, decidimos irnos porque mañana hay clases. Nos despedimos y ya habíamos separado el rumbo de Rosa cuando Kentin propuso:
— Sé que tenemos clases mañana, y tus padres deben estar ocupados —Empezó—, pero... ¿Puedes quedarte un rato? Vamos a comer algo, yo pago... Necesito hablar —Especificó y asentí.
— Le avisaré a mi mamá por mensaje que llegaré un poco más tarde, vamos.
— Sé que quedaste preocupada, estoy alcoholizado, requiero conversarlo.
— Cuéntame lo que puedas, Kentin, no te sientas forzado —Aclaré.
Fuimos a una cafetería y pedimos unos tés de frutas con galletas, a ver si se nos baja la borrachera, aún me siento eufórica.
— ¿Quieres hablarme de tu vida militar...? —Dije cuando llegó nuestra orden, ya que desvariaba de tema y parecía evadir. Él asintió.
— Fue... —Bajó la mirada— Fue muy difícil.
Aquí no pude ocultar mi impresión, porque... su relato fue escabroso.
Su padre lo abandonó a su suerte en el internado militar, donde pasaba fallando las pruebas porque le costaba adaptarse al demandante estándar de allí y sus compañeros pasaron de reírse, a torturarlo físicamente. Los golpeaban de a grupos, robaban su ropa, saboteaban su progreso, lo obligaban a hacer cosas desagradables que no quiero replicar. Creo que lo peor fue cuando me dijo a pleno detalle la ocasión en que abusaron sexualmente de él y nadie hizo nada al respecto, al contrario, fue símbolo de burlas.
Se quebró al terminar con esa historia. Sostuve su mano para darle a entender que estaba aquí, a su disposición.
— Estaba d-desamparado, Su, sólo quería morir... —Extendí mi mano y limpié sus lágrimas.
Tras año y medio, donde mostró avances sorprendentes tras ese trágico episodio, fue trasladado al programa de ciencias YY, pues vieron que tenía una capacidad de resiliencia y sanación acelerado, distinto al común. Aceptó dejar sus estudios para dedicarse a ello porque eso implicaría que dejaría de ser débil y ya nadie le haría daño, al menos eso es lo que él consideraba correcto en ese entonces.
¿Realmente vale el arriesgar tu vida y salud a cambio de dejar de sufrir por tu pasado?
Inyectaban hormonas, supresores y antibióticos para contrarrestar efectos indeseables, con objeto de crear soldados más 'duros' a futuro e idear un plan específico para las futuras generaciones de cadetes. Lo sometieron a pruebas físicas duras y a períodos de sanación constantes.
— Debes entender que beber whiskey era la regla para sobrevivir, el dolor era insoportable —Exhaló, yo posicioné mi mano en su hombro.
— ¿Tuviste problemas con...?
— Más o menos. Era casi una medicina, más que un escape, como lo hizo Evan en su momento.
Y respecto al recién nombrado, mencionó que lo conoció como un asistente de laboratorio y fue el único que lograba calmarlo en sus arranques de ira. Fue duro al inicio, pero justo a su criterio.
— Era por mi bien. Se portó como un idiota estricto y lo necesité para sacar fuerzas. Por dentro, él fue la familia y los amigos que anhelé.
Vivió como una máquina, carente de emociones y existencia hasta que se retiró seis años después. Evan logró aterrizarlo: ayudó a sobrevivir y traspasar el abismo, en vez de someterse a éste.
Eso me hizo ruido. Explica por qué a veces le cuesta interpretar las bromas y solía andar solito por la universidad, casi negándose a las interacciones humanas. Me lo expresó:
— Me sentí como un monstruo.
Sorbió su mucosidad y su llanto cesó, mucho más calmado, prosiguió:
— Ahora tengo una buena relación con mi padre y acepto lo que viví y que eso no condiciona mi futuro, yo busco estar tranquilo ahora —Declaró firme—. Pero primero debía encargarme de destruir a quienes me llevaron a la ruina, con tal de tener mi consciencia limpia, y de asegurarme de que tú estuvieras bien, porque fuiste la única que confió en mí cuando éramos niños y yo no valía nada.
Sin darme cuenta, yo había comenzado a lagrimear.
— Ay, no... No pretendía hacerte... —Tomó mi muñeca, preocupado.
— Descuida, solo... —Sequé mi mejilla— Me emocioné un poco...
— Linda...
—Tú prosigue.
— La única desventaja es, bueno, tengo que ir a chequeos médicos constantes, he llegado a tener apariciones de tumores benignos en el páncreas, pero se desprenden rápido.
— ¿Qué?
— Quizás desarrolle cáncer cuando sea viejo, mientras me mantenga ejercitado y durmiendo bien, estaré tranquilo por ahora.
—¡No me digas eso!
— ¿Por qué?
— ¡No quiero que te mueras! —Mi temperamento aterrado debe olerse.
— Ay, Sucrette, casi toda la gente se muere de cáncer, en mi caso ya lo tengo asumido... —Rodé los ojos, ¿cómo habla de su salud de esa manera? — Será en mucho tiempo, yo lo único que quiero, Su, lo único que quiero es pasar mis días contigo. No puedo ocultarlo más.
De repente, escuché las palabras que durante años fantaseé:
— Sucrette, ¿quieres ser mi novia?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro