Capítulo 12: Mezcla de sentimientos violentos
Advertencia: Este capítulo incluye violencia explícita y otros que puedan perturbar la sensibilidad.
-----------
Punto de Vista de Sucrette:
El fin de semana estuvo horrible, pues me la pasé estudiando y mi tiempo libre no fue grato. Debido a la crisis que sufrí, mi pie lesionado se hinchó y esta semana debo usar obligatoriamente mi silla en todos lados con asistencia externa pues debo esperar a que se pase la hinchazón, en medicina general me entregaron más analgésicos a la lista de pastillas que consumo a diario y a rezar que mi recuperación siga siendo fructífera como iba antes.
No dejé de pensar en Ken... En Ken Lerhay, que lo perdí de vista por diez años y regresó a mi vida, salvándome el día de mi accidente y pendiente de mi bienestar desde las sombras, además de generar una personalidad fría.
Es militar... Como su padre, tiene sentido, aunque lo lógico es que hiciera el servicio a los dieciocho, no el formar carrera militar desde mucho antes y menos el retirarse. ¿Qué ocurrió en su ausencia?
Hoy es lunes. Primer examen de la ronda final y estoy nerviosa, tal vez, si es que tengo valor, afrontaré al castaño para que hablemos de esto. Tuve el tiempo para ponerme guapa con un vestido y jugar con mi maquillaje. El examen me podrá dejar como una burra, pero jamás como fea.
Los gemelos pasaron por mí y tomamos direcciones diferentes al arribar, ellos fueron hacia la sala de estudios para repasar horas antes del gran acontecimiento y yo preferí merodear el edificio en busca de Rosalya para obtener algún consejo.
Recibí un mensaje suyo diciendo que venía en camino, por lo que me quedé estática en el primer piso, cerca de la oficina de la federación de estudiantes de la facultad.
— Oye, estúpida, ¿por qué usas esa silla de ruedas si el viernes todos te vieron corriendo? —Alcé la vista y me quité los audífonos de mis oídos tras escuchar esa frase de Amber.
Ella estaba con las manos en la cintura en su típica parada de superioridad.
— Eres una falsa, por eso ahora estás sola, nadie te quiere —Complementó Li riéndose.
— No voy a molestarme en explicar qué es una silla ambulatoria a quienes pasan sus exámenes haciéndole favores a los profes —Espeté con firmeza.
— ¿Ah, sí? — La rubia se acercó a mí y me agarró del brazo, tirándome hacia arriba, yo ejercí fuerza hacia abajo, oponiéndome— Por lo menos yo no finjo una discapacidad para llamar la atención.
— Eso es caer bajo —Dijo Charlotte rodando los ojos.
— ¿Ya se te declaró el gamer que no se baña?
— ¿Y el violento del ex de Amber? Ese también anda pegado a ti.
— No sé, pero Nathaniel me recibió muy bien en tu casa y lo tengo invitado a la mía hoy hasta la noche —No suelo responder hostil, sin embargo, dadas las circunstancias y el estrés, tiré la piedra.
Y siento que sepulté mi tumba, ugh, no puedo ponerme así de chula por la vida justo cuando mi pie parece una mole.
— ¿Qué dijiste, perra estúpida?
Me agarró del cuello de mi vestido y la castaña de coleta alta ayudó a que me suspendieran por el aire, mientras Li botó de una patada mi silla. Mi primera reacción fue arrojarme al piso y arrastrarme, adolorida, en dirección a la oficina de su hermano, la cual estaba situada a un par de metros.
— ¡Regresa acá! —Chilló y pisoteó mi mano, con la que me ayudaba a gatear— Vas a aprender a cuidar tus palabras, eh.
— ¡Déjenme! —Alcé la voz, a ver si dentro del aula me oían— ¡¿Acaso no se sienten penosas por reírse de una persona en silla de ruedas?!
— Cállate, sabemos que puedes caminar. Levántate y corre como hiciste el viernes, idiota.
Entre las tres empezaron a patearme, como último recurso cubrí mi cabeza con mis brazos y tapé mi estómago con la pierna sana, entretanto gritaba a ver si alguien de la federación venía a mi rescate. Las aulas están a partir del segundo piso y están en clases, mierda, estas sopencas eligieron el mejor horario para aprovecharse de mí.
— Amber, qué mierda te dije el otro día —Una voz firme e imponente apareció.
— Oh, no, tú no de nuevo —La rubia dejó de agredirme y sus secuaces la imitaron.
— Te dije que no volvieras a reírte de las personas discapacitadas, ¿recuerdas? —Abrí los ojos y me percaté de que Lerhay se acercaba a nosotras en cámara lenta.
— Sí, e-eso recuerdo... —Su voz se tornó temblorosa.
— ¿Y qué estás haciendo?
— ... —Retrocedió, notablemente angustiada— Llamaré a mi hermano para que te denuncie.
— Amber, dime de frente: ¿Qué estabas haciendo?
Li y Charlotte agarraron mi silla y corrieron en el instante en que el chico militar alcanzó a la rubia y la cogió agresivo de la muñeca, apretó.
— ¡Suéltame! —Se sobó el brazo, debió dolerle.
— Vuelves a tocar a Sucrette y te mato aquí mismo —Declaró con una mirada vacía.
— ¡Deja de tocarme!
— Te lo repetiré una sola vez —La tiró encima suyo, acortando la distancia y de este modo, ejerciendo más poder sobre ella—: Vuelvo a verte cerca, siquiera, de Sucrette y voy a matarte. ¿Entendiste?
— Ken... —Musité desde el suelo.
No quiero que se meta en problemas y menos generar una escena mayor donde salga afectado, la única que debe pagar es ella. Él se sorprendió, dirigiendo la mirada hacia mí, que tengo la boca sangrando y los ojos llorosos. Su expresión facial pasó de furia a aflicción en un instante. La dejó ir.
— Te salvaste.
Se arrodilló frente a mí y me tomó en sus brazos, mi agresora huyó cobarde. Él me cargó como princesa hasta llegar a unos asientos del primer piso, donde me posicionó sobre su regazo, frenando la hemorragia con la manga de su camisa. Antes de pedirle disculpas por ensuciar su ropa, se apresuró en decir:
— Kentin... Me llamo Kentin —Acarició con suavidad mi mejilla.
— Lo sabía... —Susurré antes de echarme a llorar.
Me contuvo fehaciente con sus brazos y yo reposé mi cara sobre su hombro. Con una mano deslizaba sus dedos por mi cabello. Nos mantuvimos así por un momento. Los latidos de su corazón calmaron las aguas. Siendo honesta, no me interesaba el que mi silla esté perdida y sea incapaz de caminar, porque lo tenía a él y parecía que no quería ejercer más la faceta de hielo conmigo.
— Ll-llévame...
— ¿Huh? —Me contempló curioso.
— Por favor, llévame al baño, necesito lavarme la cara... —Pedí avergonzada.
— ¿S-segura? No puedo entrar ahí y tú estás débil, ¿no quieres que llame a...?
— Por favor —Supliqué ocultándome en su cuello.
Kentin exhaló y volvió a cargarme como princesa hasta el baño de mujeres, menos mal, por el horario, no había nadie. Me dejó sentada sobre el lavamanos. Me lavé la cara para retirar el maquillaje corrido y esperar que me deshinche tras la llorada. Él se quedó ahí parado, observándome sin decir nada.
Hice un par de ejercicios de respiración en busca de calmarme pues seguía con el pulso acelerado por lo que acababa de vivir.
— Dime, ¿estás bien?
— No —Moví la cabeza hacia los lados, además. Esbozó una mueca en decepción.
— Oh... ¿Qué puedo hacer por ti?
— Mira —Comencé a relatar mis inquietudes—: Amber me agredió, perdí mi silla. Estuve diez años sin saber de ti, extrañándote como nunca y cuando te reencuentro, haces muchas cosas por mí, pero eres frío y te alejas cada vez que quiero estar contigo, ahora que descubrí que ocultabas tu identidad me siento inútil porque pudiste vengarte de Amber y yo nunca he podido hacer algo al respecto contra ella, porque soy una miedosa...
Parpadeó, atónito por mis palabras, pues le di más énfasis a él que a la agresión.
— Sucrette, no eres miedosa, en lo absoluto... Es difícil enfrentar sola a un grupo de tres cuando una de ellas tiene al presidente de la federación respaldándola, y más ahora que estás en silla de ruedas —Agarró mi mano y acepté el gesto—. Perdóname por haber sido distante contigo... —Bajó la cabeza, lucía dolido— Sabía que, tras vengarme de Amber, ella iría directo hacia ti y quise mantener distancia. Por eso he estado desde las sombras, lo hice por protegerte e igual ella se fue en tu contra, te fallé.
La angustia en él se notaba, parecía que rompería en llanto y sostuvo mi mano temblando.
— Tú haces tantas cosas lindas por mí, y yo no estoy a tu nivel... ¡No te merezco, Ken! —Sollocé y sorbí la mucosidad nasal de mi nariz— He estado enamorada de ti por tantos años, fantaseando con ser útil para ti porque no hice nada tras tu accidente y ahora que te tengo de vuelta, sólo soy un estorbo...
— Su, cariño, no digas eso... Jamás vas a ser un estorbo para mí, yo... yo... —Frenó de golpe y reaccionó— Espera. ¿D-dices que tú estás...? —Se señaló a sí mismo.
— Sí.
Abrí los ojos como platos en el instante en que cogió mis mejillas con ambas manos y plantó un beso intenso en mis labios. Me dejé llevar y cerré mis párpados, rozando con el pulgar una de sus manos.
Por fin, puedo decir que sus besos eran tan dulces como sus intenciones, como su voz cuando soy su centro de atención. ¿Es esto lo que llaman gustarte alguien? Porque yo lo siento más intenso que nunca.
Tomó distancia, sin dejar de admirar mi boca, balbuceó encantado:
— Por favor, no digas nada ahora...
Y volvimos a devorarnos con demasía. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y él me levantó de las caderas, apegándome contra su torso. Esos diez años de distancia pasaron factura y no frenaríamos, mi corazón explotaría.
Acabamos encerrados en un cubículo, con él besando mi rostro por todos lados y yo acariciando su nuca. Tengo una sonrisa de tonta porque sus muestras de afecto me hacían cosquillas, aparte, no me creía lo que estábamos viviendo. El mundo era nuestro, sólo nosotros existíamos y nada más, en un espacio seguro para dejar escapar lo que siempre deseamos. Unimos nuestros labios en un gesto apasionado y el roce de su lengua me estremeció de cuerpo completo. De repente, olvidé por completo lo que ese grupo de brujas me hizo...
— Sucrette —Habló una voz que estaba situada afuera de nuestro cubículo, ¡era Rosa! —, encontré tu silla de ruedas afuera, tirada en el área verde de la facultad.
Quedamos paralizados por sus palabras y lo único que podía oírse, eran nuestras agitadas respiraciones por el reciente frenesí.
— Pregunté por ti en la oficina de la federación y Melody dijo que te vio herida llorando en una banca y que un chico te vino a acompañar al baño.
Mierda, Melody estaba en la oficina, habrá escuchado todo el escándalo, ¿y eligió no hacer nada? Pudo haber sido mucho peor si Kentin no aparecía para defenderme.
— Sé que estás en ese cubículo y reconozco esos pantalones militares —Lerhay y yo nos miramos rojos como tomates—, no voy a cuestionar nada hasta que te sientas más calmada. Dejaré tu silla aquí y me iré, nos vemos para el examen.
Deslizó la silla frente a mi cubículo y nos mantuvimos estáticos hasta que escuchamos la puerta principal del baño cerrarse. Suspiramos, y mi acompañante abrió la puerta del cubículo, me dejó sentada en mi silla. Parecía tan avergonzado como yo de lo que acabábamos de hacer.
— ¿Tienes examen ahora? —Asentí y chequé mi celular.
— En ocho minutos.
Si mi mejor amiga no entraba, probablemente... No quiero imaginar qué hubiera pasado entre los dos. Lo seguro es que hubiera llegado tarde al examen y mi silla pudo robársela alguien para venderla si no me la traían.
— Te parece si... —Aclaró su garganta— ¿Te parece si hablamos de esto después de tu examen?
— Está bien...
— Puedes dar tu examen, ¿cierto? —Examinó mi mandíbula. La patada de Amber me dejó las encías inflamadas.
— Sí, sí... Me siento cansada, eso es todo —Mentí.
— Bien... —Tomó los manubrios de mi silla— Iré a dejarte a tu salón y me sentaré al fondo por si necesitas ayuda o te pasa algo —Nos miramos a través del espejo y su lenguaje corporal de incomodidad, timidez, me mataban de amor.
— Gracias, Ken...tin —Debo acostumbrarme a su nombre de pila.
— Te quiero, Sucrette —Dijo con cariño cuando salimos del baño.
— Y yo a ti...
El rumor de que mi silla se perdió corrió por el edificio completo, mi mirada cansada y la actitud repelente de Kentin ayudó a que nadie se nos acercara a preguntar en el camino a mi sala, a pesar de que lo cuchicheaban como si nada.
Los gemelos nos contemplaron y se quedaron callados, apuesto a que mi cara de culo es suficiente para espantar a cualquiera.
Rendí el examen con ganas de vomitar, las cosas como son. Demasiada información de golpe y saber que Kentin estaba sentado al fondo del salón, vigilándome, revolvía mi interior aún más. ¿No tendrá clases que atender? La adrenalina bajaba en mi anatomía y las patadas empezaron a sentirse a lo largo de mí. El aire de la sala estaba viciado y me mareaba. Hice el acto de ventilar con mi mano izquierda.
Él pasó por mi lado y disimulado dejó caer una nota con letra diminuta. Caminó hasta el profesor y entregó su 'examen' en blanco, lo admiraron en confusión:
— Disculpe, jamás lo había visto en mi clase antes y su examen está vac...
— No soy de aquí, vine a hacer la hora —Dio la vuelta y se fue como si nada.
Aproveché esos segundos en que el docente estaba distraído y mis compañeros reían, para leer el papelito:
"Tengo que hacer unas cosas ahora, nos vemos en los pastos de la facultad de ciencias para conversar. Si te sientes mal, por favor dile a los gemelos para que me avisen. Te quiero mucho❤️ "
Y abajo estaban anotadas las respuestas del ítem de alternativas. Levanté la ceja, ¿cómo es que las sabe? ¿Estuvo hurgando en los exámenes de alguien más? Comparé rápida cada letra con lo que llevaba y sólo dos letras no calzaban con lo que llevaba hecho, por lo que puedo confiar, ¿no?
Dios, que ganas de llorar tengo por el tumulto de emociones. Respondí como pude el resto y me quedé en mi lugar hasta que Alexy terminara para que me sacara de la sala, no me siento capaz de dirigir mi silla ahora. Eso sí, mantendré silencio sobre mi sufrimiento porque quiero hablar con Lerhay, quiero saberlo todo, necesito sacarme esta presión.
— ¿Puedes dirigirme a los pastos que están frente a la facultad de ciencias? —Pedí con ojos de cachorrito— Me siento cansada tras el examen y debo ir pronto.
— ¿Qué tienes que hacer allá, mi niña? —Se colocó su mochila en los hombros.
— Lerhay me pidió hablar después del examen.
— Verdad, estaba sentado al fondo del aula, ¿qué pasó? Los vi juntos muy deprimidos, Rosa me contó por Whatsapp que pilló tu silla tirada lejos de ti... —Fuimos hacia los casilleros de la facultad a buscar mi mochila.
— Es una larga historia, necesito esclarecer las cosas con él primero...
— ¿Prometes darme todos los detalles después? —Asentí— ¡Excelente!
Con mis cosas apoyadas en los manubrios, fuimos hasta dicha dirección, donde Kentin me esperaba con otra ropa y reposando bajo un árbol, en el pasto.
— ¡Hola, mi cadete lindo! —Saludó el peliazul, el castaño se sobresaltó al notar que venía acompañada.
— Ugh, olvidé que te golpearon y existía la posibilidad de que necesitaras ayuda para llegar hasta acá, que tonto soy, debí ir a buscarte a tu sala. Lo siento, Sucrette.
— ¡¿QUÉÉÉ?! —Exclamó horrorizado mi mejor amigo, el cual me examinó de cuerpo completo— ¿Estás bien, Su? ¿Qué te pasó?
— Alexy —Lo frené antes de que continuara su interrogatorio—. Te dije que luego hablamos de esto. Tengo otras prioridades ahora —Aparté mi seriedad con objeto de dedicarle una sonrisa tímida al otro chico.
— Está bien... Cuídense. Si necesitan algo, me llaman a mí o a Armin, estaremos hasta las seis en la universidad en la sala de estudios.
Asentimos y él se retiró.
— ¿No tenías clases hoy? —Asintió.
— No te preocupes, usé el tiempo en asegurarme de que podías rendir tu examen y luego fui al gimnasio para hacer una rutina corta y arreglarme antes de verte. Puedo recuperar esa clase cuando quiera.
Que lindo y dedicado, me ruboricé por ello.
Agarré fuerza de no sé dónde, para impulsarme con mis brazos temblorosos y me levanté de mi silla, me agaché y él me tomó para que pudiera acomodarme en el pasto a su lado.
— Estoy bien.
— ¿No necesitas ayuda? —Negué y me posicioné sobre su pecho— ¿Estás cómoda?
— Demasiado...
Me abrazó y, de repente, todo se fue a negro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro