Capítulo 11: Colapso mental
Punto de Vista de Sucrette:
Han pasado un par de semanas, dentro de poco se vendrá la última ronda de exámenes del semestre. Puedo caminar con el bastón dentro de mi casa y uso la silla dentro de la universidad de manera autónoma para desplazarme. Me siento mucho más liviana, eso sí, el especialista me indicó que no me confíe tanto al caminar porque estoy tomando sedantes muy fuertes y recién cambié la receta, puedo tener efectos secundarios fuertes si no reposo como corresponde.
Por otro lado, Lerhay ha aceptado juntarse de vez en cuando a pasar el rato con los gemelos y conmigo antes de irse a trotar. Logramos romper parte de su faceta fría, se muestra mucho más manso. Todavía no nos quiere decir su nombre real ni nada revelador. Sigue poniéndose mañoso cuando nos quedamos a solas, dice que es por mi bien que no nos vean compartiendo juntos. ¿Bien de quién? ¿Mío? No sé. Le parece mil veces mejor que nuestros compañeros piensen que se junta con nosotros porque Alexy lo está cortejando a que tenemos alguna clase de cercanía profunda entre los dos. No quiero cuestionar nada, cuando lo presionan se pone mal y, desquitando ese detalle, llevamos buen ritmo, supongo.
Fuera de la misión que involucra conocerlo a profundidad, estoy contenta de que hoy las chicas lo hayan invitado a almorzar, pues es feo ver a un chico andar solitario todo el tiempo y que nadie se preocupe por incluirlo. Ni siquiera sabíamos que estaba tomando un curso de dos años de literatura hasta que lo mencionó ahora mientras comíamos.
Y, el otro elefante en la habitación por la cual hice tanto berrinche: Estoy en proceso de superación de Ken. El primer paso fue dejar de pensar en él como una deidad que vendrá a por mí y verlo como un chico de mi pasado, que soy digna de amor provenga de dónde sea y deje de cerrarme. Por eso... creo que estoy empezando a sentir cosas por el chico militar, desconfío de que sea una buena idea aún, pues es muy pronto o no sé. Es extraño pensar en alguien que no sea Ken.
— Nah, ¿sabes qué, Lerhay? Nos caíste super bien —Comentó Kim—. Tal vez deberías ir al gimnasio con nosotros —Apuntó a Alexy y Armin, los cuales parece que siguen yendo por su trato.
— Uhh, podría ser —Esbozó una sonrisa obstinada el castaño.
— Sí, a nosotras también nos agradaste mucho —Añadió Priya—. En la facultad se había hablado mucho de ti.
— Y te juzgamos mal —Complementó Rosa.
— ¿Ah? ¿Por qué? ¿Qué pensaban de mí? —El chico militar se sentó rígido tras esas frases.
— Bueno, eh, se estuvo hablando en los pasillos sobre tu altercado con Amber —Excusó, nerviosa, Iris.
— Nos dio algo de miedo, la verdad... —Susurró Violeta.
— Sí, pero nos equivocamos —Insistió la pelirroja.
— Le diste lo que esa bruja merecía, aunque los medios fueron caóticos —Asentí con las palabras de la peliblanca.
— Ni a mí se me hubiera ocurrido un golpe así de bajo a su orgullo, yo con suerte me atreví a rayarle el portón de su casa —Carcajeamos por las ocurrencias de la chica hindú.
— Sí, bueno, eso se me ocurrió sobre la marcha —Él se rascó la nuca y dirigió una mirada rápida hacia mí, lo que hizo que yo bajara la cabeza y el calor de mi cuerpo fuera a parar a mis mejillas. Luego de ello, él rodó los ojos, con esa cara de amargado.
— Es bueno que te integraras, nos preocupaba mucho que nadie en tu carrera te hable y te la pases solito —Alexy le dio una palmadita en el hombro—. Si nos dijiste que llegaste este año a la universidad y nadie te habla...
— Es que —Hizo una mueca—, en realidad yo mismo decidí aislarme —Exhaló fuerte—... Entré a este curso corto de literatura más como una cosa de crecimiento personal y por cumplir una misión —Encogió los hombros, parecía tan natural de repente—. Ya tuve una vida militar exitosa y prefiero usar los años de retiro en algo que me aporte algo.
— Ojalá tener esas ganas de estudiar luego de matarme en un campo de batalla —Intervino Armin en su voz monótona—. Veo cómo está de arruinado mi hermano mayor y se me quita toda gana de salir de casa.
— Pues, hermanito, yo valoro ese espíritu de querer salir adelante —El peliazul le dio un codazo.
— Disculpa, mencionaste que estás en una 'misión', ¿a qué te refieres con eso? ¿Es literal o es jerga de la armada? —Iris lucía preocupada.
— O sea, sí, es literal. A veces nos llaman a expediciones después del retiro precoz, en mi caso, en lo que estoy ahora es recuperarme de la misión anterior —Levantó el pulgar.
— Y... ¿de qué trataba la misión anterior?
— Eso es confidencial del Estado, Iris, no puedo decirlo —Parecía relajado en su conversación y hasta, adorable.
Me costaba comer y prestar atención al mismo tiempo, parecía un interrogatorio del cual mi cerebro requería almacenar las respuestas.
— Oye, ¿y Amber está involucrada en tu misión o cómo te enamoraste de ese adefesio?
Me atraganté bebiendo agua con la interrogante de Kim, this bitch acaba de soltar la bomba que siempre quise y asumo, todo el mundo quiso decir. No soy una mujer celosa, sin embargo, esa relación amorosa parecía mezclar agua con aceite. Armin me dio un toque para traerme a la realidad, ¿tan disociada me veo en esta conversación? Soy la única que no ha hablado. Hasta Violeta ha dialogado.
— Digamos que... —Lerhay realizó una pausa que atentó contra mi quietud— Conozco a Amber desde antes de entrar a la universidad y ella me generó traumas bastante feos. Tomé venganza como fin el romperle el corazón, aunque lo de su maquillaje lo improvisé sobre la marcha, pues estaba acorralado en su casa.
¿Traumas con la rubia? ¿Cómo es eso?
— ¿Qué te hizo? Dios, esto se pone cada vez más interesante —Ni que digas, Priya.
— No puedo decirlo —Balbuceó decepcionado antes de que conectáramos miradas.
¿Qué? Abrí los ojos como platos. Estoy pasmada.
Cadete Lerhay, con sus almendrados ojos verdes, esa nariz adorable y la voz más suave que oiré en mi perra vida. La cara de Ken la sobrepongo encima y calza. Mis amigos saben mi historia, ¿cómo no ven lo evidente? ¿Por qué soy la única agitada?
— ¿Fue algo grave?
— Más o menos, Priya.
Me cuesta respirar...
— Debió ser algo horrible para dañar a un tipo tan duro como tú —Opinó Alex.
— ¿Ella no te reconoció cuando se reencontraron?
— Se supone que Amber ni ninguno de nosotros conocemos tu verdadero nombre —Acotó Rosalya.
— La vida en la milicia te cambia un poco —Forzó una risa el castaño.
Estoy hiperventilándome. Dios, la presión en mi pecho regresó y mi pie se agita con violencia bajo la mesa. No estoy sufriendo un ataque de pánico, ¿verdad?
— ¿No tienes alguna herida de guerra, mi lindo cadete?
— Jódete, Alexy —Le dio la espalda tras decir eso.
— Agradecido de que ya no me gustes, no podría estar con alguien que basa su outfit y personalidad en la armada... ¡Muy anticuado! —Las chicas rieron.
— ¡¿Y quién te dijo que yo quería contigo?!
Ok, no voy a negar que es hilarante su expresión de enfado pasivo. El revolver de mi estómago se apaciguaba con las estupideces de mi mejor amigo.
— Esos pantalones dejaron de usarse desde los años cuarenta.
— No voy a cambiar sólo porque tú me lo dices.
— Tal vez una ida de compras conmigo no te hará mal, así te consigues una novia —Guiñó.
— ¿Y por qué querría una novia? —Cruzó los brazos.
— Ajá, saliste puto igual que yo.
— Ughh, no, me refería a que... —Las demás seguían riendo, yo regresé a la seriedad. Eso fue hiriente.
— Ya, déjalo —Se metió Priya—. No a todo mundo le interesa buscar pareja. Yo no supero a mi ex novia, Olivia, por ejemplo.
— A veces tener buenos amigos es suficiente —La pelirroja sonrió con ternura.
— Mi hermanito ya asumió que se va a morir virgen por el LOL —Armin se atragantó con su comida por el comentario de su gemelo y por poco se nos va para el otro lado.
El alma se me fue del cuerpo en el instante en que Lerhay me contempló fijo:
— ¿Y tú, Sucrette?
Tiene sentido que me fuercen a participar por mi inusual silencio, no obstante, ¿por qué le importa saber qué opino? ¿Me preguntó en qué situación amorosa me encuentro? Quiero vomitar, odio ser el centro de atención cuando él toma el mando. El recuerdo de Ken me está matando, no puedo ver a otra persona en este momento. Imposible negarme que son personas dif...
Lerhay chilló espantado, echándose para atrás.
— ¡Upsie! —Excusó el peliazul, que acababa de derramar su botella de agua sobre su pantalón militar— Ahora no puedes usar ese pantalón, ¡tendré que comprarte uno!
El castaño arremangó su pantalón hasta las rodillas.
— No pasa nada, en un rato más toca ir a trotar y tengo ropa de recambio en mi casillero, estoy bien así —Alzó ambos pulgares, sonriendo orgulloso de oreja a oreja.
Rosalya, Iris, Priya, Kim y Violeta abrieron la boca, en un gesto que parecía horror absoluto. Contemplé las pantorillas, que era el sitio que a ellas les impactaba y yo me paralicé, él notó mi incomodidad y consultó:
— ¿Ocurre algo?
— Alexy, ve a mi casillero y tráele un pantalón de Leigh, seguro le queda —Ordenó en un tono frío y autoritario la peliblanca. Parecía que vio un fantasma, igual que yo.
— ¿Por qué tienes ropa de tu novio en tu casillero? —Contraatacó Alexy.
— E-esa cicatriz se ve peligrosa...—Observó Violeta.
Opino lo mismo. Es demasiado gráfica. En mi cabeza hubo un quiebre y anhelo huir de aquí.
— ¿Contra quién te enfrentaste? —Kim alzó una ceja, lucía incrédula y pasó a tomar un rol curioso.
— Oh, no, eso no fue en un combate —El chico militar es consciente de mi incomodidad y parece que lo contagié.
— Luce como una fractura abierta más que de un ataque —Teorizó la chica hindú.
— ¿Qué es eso? —Interrumpió la de cabello tonalidad lavanda en un aura de inocencia.
— Es cuando se te sale el hueso para afuera.
Reaccioné de vuelta a la realidad.
— Ken... —Murmuré apenada.
Lerhay volteó tras mi llamado y tragó saliva al percatarse de lo que acabo de descubrir.
— ¿Huh? —Musitó en voz baja.
Este despertar fue más agresivo que el que tuve en el gimnasio, pues se fue escalando y no puedo continuar fingiendo que estoy bien.
Van a descubrirme llorando y no debo. Mis ojos cristalizados luchan vehementes contra mi autoregulación. Demasiadas personas, yo...
Me levanté de mi silla de ruedas.
— ¡Sucrette, tu pie! —Gritó Rosa.
La ignoré y empecé a correr por mi vida, oh, intentando correr. Pegaba saltos extraños entretanto recargaba mi peso en el pie saludable. Las lágrimas caían a montones. Dios, un lugar seguro, eh, eh...
— ¡Los sedantes te hacen creer que no sientes dolor, cuidado! —La potente y chillona voz de mi mejor amiga retumbaba en mis tímpanos como un tambor mientras yo seguía a lo mío, requería refugiarme donde sea— ¡Chicas, espérenme! ¡Voy a ver que esté bien! ¡Alexy, tráele el puto pantalón a Lerhay!
Entré al edificio de mi facultad cojeando y tiré todo mi peso contra la puerta del baño de mujeres, debido a que no podía abrir la puerta, aquello ocasionó que me desplomara contra el suelo y bramé adolorida. Me coloqué en posición fetal y saqué todo lo que guardaba, si yo no veo al resto, ellos no existen. Rugí casi reventando mis cuerdas vocales. Siento que me voy a morir. Esto es horrible. No puedo con mi existencia en este momento.
— ¡Lo siento mucho! —Esa era Rosa, que pareció tardar en alcanzarme— Reconocí el tipo de cicatriz y supe que te recordaría a Ken, ¡le dije a Alexy que le trajera un pantalón y no hizo caso!
— ¡Rosa, YO lo reconocí! —Corregí entre sollozos— ¡Es él! ¡Es Ken!
Ella ayudó a colocarme de pie, sosteniéndome de su torso y yo emitía quejidos similares a un animal agonizando.
— No, linda, es la adrenalina del momento —Acarició mi mejilla—. Calma.
— ¡Rosalya!
— Le pediré a Iris que traiga tu silla —Agarró su teléfono y marcó a la pelirroja.
— ¡Rosa, escúchame! —Exigí desesperada— ¡Calza a la perfección! ¡Sus ojos, nariz, apellido... El altercado con Amber! ¡Sus galletas favoritas! —Tragué saliva pues mi garganta se secó y me ahogué por un segundo— ¡LA JODIDA CICATRIZ!
Reventé de nuevo y mi amiga retuvo mis movimientos erráticos.
— Tranquila, hablaremos cuando te sientes en tu silla —Limpió las lágrimas de mi cara y sorbí la mucosidad de mi nariz enrrojecida—. Ahora, contaré hasta tres e inhalarás profundo, ¿de acuerdo?
Hicimos ejercicios de respiración contenida mediante números, ello permitió que mi respiración volviera a la normalidad y mi pulso cardíaco desacelerara un tanto, seguía agitada y temblando, pero aterricé segura en este plano terrenal. Al rato, Iris vino con mi silla y mis cosas colgadas de los manubrios.
— ¿Cómo estás, Su?
Iba a responder justo cuando me ayudaron a tomar asiento y al reposar mi pierna lesionada, un punzante dolor me recorrió que derrumbó mi mundo hacia la completa obscuridad.
Abrí los párpados forzosa, confundida, tratando de recordar y me asusté porque me di cuenta de que me había desmayado, ¿por cuánto? No lo sé.
— Calma, ¿puedes escucharme? —Di una respuesta gestual positiva ante la pregunta de Rosa— Deben ser los medicamentos nuevos que estás consumiendo —Iris asintió—. Tienes que quedarte a descansar a tu casa.
— ¿Y... mis demás clases? T-te-tengo dos clases en la tarde...
— Alexy te mandará fotos de sus apuntes. Necesitas descansar.
— Sobreexigiste tu pie al venir hasta acá —Señaló la pelirroja—. Lo mejor que puedes hacer es reposar, Su.
— Iris, dile al resto que iré a dejar a Sucrette a su casa, que ella sufrió una crisis y es mejor que esté en un lugar seguro.
Se implantó un mutismo prolongado durante el camino a casa. De ánimo me siento mejor, aunque mi pobre cuerpo va a colapsar en cualquier instante. Opté por romper el hielo yendo directo al grano:
— Rosa, Ken fue quien me rescató en mi accidente y se vengó de Amber.
— Estoy tan impactada como tú, amiga... No sé qué decirte al respecto, tenemos que procesar toda esta información primero... Yo siempre te dije que lo olvidaras y ahora resulta que volvió como una persona opuesta.
— Él no me ha olvidado...
— Toma las cosas con calma, Su, no quiero que salgas herida, poco sabemos de él y de su vida militar que debe ser turbia. Él debe estar sanando su pasado, tú eres parte de éste, pero no significa que todavía le gustes como hace diez años.
— Y yo le importo, después de estos años...
— Necesitas enfocarte y descansar, amiga, el lunes lo conversarás con él.
Es verdad, la última vez que lo afronté en un estado de histeria, acabó mal. Hay que ser pacientes. Tengo el fin de semana para pensar, ¡mierda, demasiado tiempo! ¡Y tengo que estudiar para los exámenes! ¡Ugh!
Unir las piezas del rompecabezas trajo más dudas todavía, él sabe que lo descubrí, ahora... ¿Qué hago?
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