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Capítulo 10: Ojos abiertos e iluminados

Punto de Vista de Sucrette:

Debo confesar que fui una malagradecida de mierda al volver a ponerme a pelear con Nathaniel, pues, sin esperar nada a cambio, me recibió en su casa, me defendió de Amber, ayudó en mi proceso de estudio y pude quedarme a cenar con su familia. Todo había resultado de maravilla hasta que se rió de mis emociones y hasta se burló cuando mencioné a Ken. Eso me hirió y no me resistí en mi actuar.

Él tiene buenas intenciones y ha hecho mucho por mí, por otro lado, ¿estaré mal realmente? ¿De verdad estoy cometiendo un error al querer conocer los motivos de Lerhay para ayudarme? ¿Acaso nadie ve lo evidentes que son esas señales que da? ¿Acaso está mal que un amigo mío, Armin, quiera ayudarme con mi traslado hacia la universidad porque vive al lado y sabe que es muy pesado bajar esa cuesta yo sola? ¿Por qué es un chiste que me siga gustando el mismo chico de mi infancia todavía y aún espere por su regreso?

Requería conversar con alguien de confianza y elegí a Rosa. Los chicos no suelen tomar en serio cuando les hablo de cosas amorosas.

Mi regreso a clases se vino con un examen, menos mal esa sección la compartía con Rosalya, pues así no tendría que ir a buscarla dentro del edificio. Teníamos libre hasta después del período de almuerzo, ahora estábamos en el horario protegido diario en que Nathaniel hace sus asambleas.

— Por favor, alejémonos del aula de reuniones —Rogué mientras aceleraba y la peliblanca me seguía—. Ya he peleado mucho con Nath.

— Oh, me imagino, me dijiste que andaba hablando pestes de Armin.

— No quiero recordarlo...

— Bien, ¿qué tal el examen, entonces? —Consultó en el instante en que salimos al campus.

— Uff, horrible, casi se me quema el cerebro escribiendo el ensayo de la última plana, pero creo que apruebo con facilidad. ¿Y a ti, qué tal?

— Lo mismo... ¿Todavía tienes lagunas mentales?

— Las he ido rellenando —Destaqué—. Vamos a la fuente, ¿te parece?

— Sí, debe estar fresquito ahí.

Nos acomodamos en dicho lugar. El día era bastante agradable, y la brisa acariciaba mi cabello de un modo que logró retornarme a la calma que requería tras esas dos horas estresantes de examen de metodología. Comentamos las preguntas y lo increíblemente aburridos que eran los textos a evaluar, como si la gracia de esta asignatura no fuera el poner esos manuales en la práctica.

— ¿Puedo confesarte algo, Rosa?

— Claro, Su, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.

— Tenía la cabeza dando vueltas durante el examen, aunque haya estudiado, siento que algo externo estaba mermando mi ánimo.

— Me lo imaginaba, Sucrette —Colocó su mano sobre mi hombro—. ¿En qué pensabas?

— Por favor, no te rías —Inhalé profundo—. He pensado mucho en Ken, en lo que pudimos ser. He pensado en Lerhay, en lo extraño que se ha comportado y que, ay, no sé cómo decirlo —Tosí—. Lo siento, ah... Veo a Ken en Lerhay. ¡Comparten hasta el mismo apellido!

— Pero son personas totalmente opuestas, tú me contaste que Ken era tímido y dulce, Lerhay es frío y agresivo. Cronológicamente es imposible porque este último dijo que llevaba muchos años como militar, ¿en qué momento te rompes la cadera y la pierna y te haces un tipo nuevo en la milicia?

— Lo sé, no pienso que sean la misma persona, sólo que... C-cuando me mira y habla con esa suavidad... Veo a Ken. No lo he visto hablar en ese tono con nadie más, como si yo fuera especial o algo... Laeti me lo dijo.

Descargué mis frustraciones vividas con Nathaniel, cuando el castaño me habló feo en el gimnasio, todo. Terminé con una pregunta:

— ¿Qué opinas? En serio, quiero que seas honesta: ¿Qué opinas de todo lo que he vivido? ¿Y qué opinas de lo de Ken?

— Tienes razón de que Nath fue un insensible al reírse y hablar así de Armin y de Ken, sin embargo, entiendo que quiere cuidarte de gente peligrosa. Lerhay fue un salvaje con Amber, aunque nos alegre, él sería capaz de hacer esas cosas fuertes con alguien más y creo que de ahí que anda sobrepensando las cosas. Si tú estás con la cabeza en las nubes, Nathaniel también y los dos choques hacen que estén distanciados ahora.

— ¿Qué puedo hacer?

— Déjalo tranquilo y tú también tómate tu tiempo para ordenar tus ideas en vez de reprimirlas —Asentí.

— Gracias, Rosa.

— Respecto a Lerhay, no puedo decir mucho de él, ¿es un peligro? No lo sé. ¿Es alguien bueno? —Encogió los hombros— Tampoco lo sé. Es un misterio y sólo te aconsejo que vayas con cuidado, se ve que le gusta estar sólo, tal vez respetar sus espacios e ir de a poco hará que quiera hablar de esos temas que te generan dudas.

— Tienes razón —Humedecí mis labios, impaciente—. Sólo estoy pensando en mí y no en cómo debe sentirse él, las palabras de Laeti me consumieron.

— No es tu culpa, linda, él parece ser un tipo difícil de tratar, como Castiel, y no supiste acercarte al inicio porque recobraste la memoria de golpe. Pronto podrás partir de cero.

— Cierto, no todo es tan blanco o negro con este tipo...

— Y, considero que esto es lo más importante de tus inquietudes.

— ¿Sí?

— ¿Te sientes preparada para escuchar lo que tengo que decir sobre Ken y sobre por qué los ves reflejado en otros lados?

— ¿Crees que no estoy lista?

— No, yo quiero que me digas que estás dispuesta a escuchar opiniones distintas.

— ¿Dirás algo como Nathaniel? —Negó.

— Voy a ser realmente objetiva en vez de egoísta como hizo él.

— Dímelo, estoy lista.

Mi amiga se tomó su tiempo, asumo que para ordenar y cuidar sus palabras, el estómago se me revolvía esperando oír lo que tenía que decir: Digo, ella me conoce mejor que nadie, puede que comparta más con los gemelos por un tema de horarios, ¡no obstante, el cariño se mantiene!

¿Por qué se tarda tanto?

— Escucha, Su —Comenzó su discurso—, el problema es que, realmente no creo que a estas alturas estés enamorada de Ken en el sentido romántico de la palabra, sino, que, estás obsesionada con la idea de él que tuviste en tu infancia y añoras lo que pudo ser, junto a la culpa de no poder salvarlo y el trauma que te dejó su accidente —Esas palabras me pegaron como un par de puñales en el estómago—. Hace poco tuviste un accidente grave, similar al de Ken, y por eso la herida se te volvió a abrir. Lerhay, nadie sabe cómo ni por qué, estuvo presente y te salvó, lo que tú quisiste hacer en un pasado con Ken, actuó amable fuera de su usual cara de amargado que se gasta, y por eso sientes que ves a Ken en él. Es algo válido, las similitudes dan para pensar y el estar tan abrumada, te colapsó hace poco junto a que recobraste la memoria. Lerhay es un jodido misterio y tienes heridas sin sanar, tienes el trauma y la obsesión con Ken, esos factores mezclados te tienen así.

Me detuve a reflexionar: ¿Tiene sentido? Sí. Es la explicación más detallada, coherente y más empática que he escuchado. Ninguno de los chicos ha querido tomarle la seriedad que yo y eso me tranquiliza, da a entender que Rosa está hablando con la cabeza y no desde el orgullo.

— ¿Cómo sabes que es sólo una obsesión y no queda nada de amor?

— No sabemos nada de Ken desde hace diez años, él ya no es un chico de trece que tiembla cada vez que se siente abrumado. Tuvo un accidente y seguro ha conocido a más personas, nuevos ambientes. Es una persona distinta, igual que tú, y puede que, si te lo toparas hoy en día, nada garantiza de que le gustes ahora y viceversa, porque las cosas cambian y eso está bien, Su. Leigh y yo no somos los mismos desde hace seis años, hemos crecido juntos y por eso seguimos, pero... En el resto de los casos, no es así...

Sí, es coherente.

— No hemos podido rastrear a Ken hasta ahora, ni con la ayuda de Armin que es hacker en su tiempo libre. Es hora de dejar ir la idea de que sólo él puede entregarte amor y comprensión.

— Estás en lo correcto, mierda... —Mis ojos se cristalizaron por la pena— Supongo que sólo he usado el recuerdo de Ken para llenar el vacío...

— El estar lesionada te ha hecho sobrepensar las cosas, porque te obliga a estar sola con tu consciencia y es difícil hablar con ella en paz.

— Pero no estoy sola realmente, es una sensación; un pensamiento intrusivo nada más —Espeté dibujando una sonrisa tímida ahora que fui iluminada.

— No estás sola, nos tiene a nosotros —Apoyó su cabeza en mi hombro y la abracé bien fuerte.

El tiempo pasó y almorzamos en grupo. Avisé mi intención de querer pasar tiempo a solas conmigo misma para afrontarme a como dé lugar. La información que la peliblanca me dio fue fuerte y debo procesarla todavía. Saber que no amo a Ken y estoy obsesionada con su recuerdo es como hacer que diez años de mi vida no existieron, porque sólo gasté mi vida por una década en esa idea. Debo aprender a amar a los demás.

Tuve un novio llamado Dake, con el que la cosa jamás rindió pues mi corazón latía por el chico de lentes o, no dejé de mirar para al lado con un recuerdo de algo que nunca fue, mejor dicho.

Pasee con mi silla por el campus. El sol está agradable y olía a horneado desde la cafetería. Por más trágica que fuera para mí este descubrimiento en mi vida, y la presión en mi pecho que sentí en el gimnasio regresó, estoy calmada. Porque ahora hallé una respuesta a la tormenta.

Pensé que mi vida no tendría sentido a partir de ahora y no, basta con que tome mejores decisiones.

Avanzaba hipnotizada por lo bello que era el horizonte el día de hoy. Nunca me detuve a ver lo lindo que eran los alrededores de mi facultad, sobre todo el área verde. Daría lo que fuera por tener mis dos piernas funcionales y corretear por el pasto, lanzarme sobre éste y admirar el cielo.

El ser despistada hizo que pegara un salto en el instante en que mi silla se fue para al lado, menos mal no me volqué pues alguien retuvo el objeto a tiempo, casi me caigo de cara porque una rueda bajó del pavimento al pasto y el desnivel era gigantesco.

— Tontita, no deberías andar sola por el campus —Escuché una voz gentil que me puso la piel de gallina.

— ¡Cadete Lerhay! —Exclamé emocionada cuando caminó frente mío.

— Tuviste suerte de que trotaba por aquí —Sonrió enseñando los dientes, Dios, teniendo la luz en contraposición, parecía casi un ángel.

— Gracias por salvarme de la caída más tonta, uh, como siempre me salvas —Lo último lo dije en un tono juguetón, él pasó a verse serio en un santiamén.

— No es nada especial, lo prometo —Rodó los ojos. Mierda, ¿qué hice?

— ¿Podemos hablar los dos un momento? —Pedí, insegura de mi decisión.

— Uh... —Volvió a mostrarse dulce y tierno— Claro.

Nos dirigimos a una banca de madera, estando frente a frente.

— Perdona el sudor —Advirtió avergonzado—, este es mi horario de cardio.

— Oh, no, ¿interrumpo?

— No tanto, supongo... Pareces seria —Acotó—, ¿qué pasó?

— Bueno... —Tomé aire, ya estábamos acá— ¿Sabes? No me gustó mucho cómo me hablaste ese día en el gimnasio y luego pensé que fui una entrometida, estabas ocupado y hablé impulsiva, no hice bien. No niego que me sentí herida, pero igual quiero pedirte disculpas porque asumo mi responsabilidad.

— Lo siento mucho, de verdad que no fue mi intención ser pesado contigo. Es... Es lo último que quiero —Parpadee, pasmada—. Está bien, creo que el verdadero problema es que me dejé llevar por lo que tu amiga Laeti me dijo ese día que me invitó a tu fiesta y otro día que me la topé cerca de la manufacturadora de libros, más bien, me dejé llevar por la frustración que me quedó. Parecías influenciada por ella y no supe cómo afrontar la situación. No hablé como debí.

— No, está bien... ¿Qué te dijo ella?

— Que yo actuaba amable contigo porque estaba enamorado de ti y que me perdonaba el no querer salir con ella porque tengo 'permiso de quedarme contigo'.

Casi se me cayó la cara, ¡esa loca!

— Ay, no... Lo lamento que ella te dijera esas estupideces, ella es mucho de... Eh, tener parejas múltiples y no sabe gestionar su, su actuar con los hombres —Tapé mi boca, queriendo escapar.

— Entiendo, todos hicimos mal.

— Yo soy consciente de que actuaste amable conmigo esas veces porque quisiste, sin dobles intenciones. Llamaré a Laeti más tarde para pedirle que no sea una metiche y cuide lo que habla.

— Fuera de eso... —Desvió la mirada y se rascó la nuca— Quiero que sepas que no he hecho esas cosas por pena ni nada, ni tampoco quiero que supongas que me desagrada hablar contigo porque no es así. Me agrada hablar contigo... —Tragó saliva y prosiguió— ¿Recuerdas cuando dijiste que harías lo que fuera a modo de agradecimiento?

— Claro.

— Por favor, no me endioses ni me veas como un héroe sin conocerme. Hay muchas cosas que debes saber sobre mí y por eso me gusta mantener distancia con todo el mundo, por precaución.

— Puedo hacer eso, no lo veo muy difícil... Sabes muy bien que quiero conocerte y por eso insisto en hablarte, por más frío que te muestres.

Mis palabras lo hicieron ruborizar. Mordió su labio inferior, inquieto y se colocó de pie.

— Ahora, si me permites, voy a seguir trotando —Declaró—. No quiero que nos vean juntos.

Pam, esa última línea seria rompió el aura cálido que construimos recién. Si tuviera testículos, dolería como si me patearan ahí.

— ¿Y por qué? —Afronté la situación de una.

— ¡Créeme, mantener distancia ahora mientras el ambiente es peligroso para ti, es lo mejor! —Gritó entretanto se alejaba— ¡Lo hago por protegerte, lo prometo!

— ¿Protegerme de qué? ¡LERHAY! —Chillé.

Esta conversación me generó más dudas que respuestas. Bueno, ¿qué le voy a hacer? No voy a colapsar de nuevo. Si él me dice que tomemos distancia, lo respetaré. ¿Qué será lo que es un peligro?

Después de negar tantas veces, ahora fue explícito en lo de protegerme. ¿Acaso hay una amenaza de la que no soy consciente?

Ya, no importa. Lo mejor es quedarme tranquila hasta que él quiera decir más. Mi vida va más allá que un simple chico. Ken me dejó esa enseñanza. Debo seguir.

Encaminé mi rumbo hacia el edificio de mi facultad, nada más por si me topaba a alguien para distraerme. Para mi suerte, hallé a Armin sentado en el suelo, jugando con la Nintendo Switch.

— ¿Quieres que te lleve al salón? —Ofreció al notar mi presencia.

— Uhhh, todavía falta media hora para nuestra clase.

— Podemos jugar en la sala por mientras.

— Tienes razón, ¡vamos!

Para mi suerte, en su mochila portaba un segundo control y echamos unas partidas de Mario Kart en los últimos asientos del aula. Al acabar una carrera, tiró la propuesta más aleatoria que se le pudo ocurrir:

— No tenemos más exámenes esta semana, uh, ¿tienes cosas personales para hoy?

— Ah, no, ¿por qué? —Lo miré fijo y él seguía observando su consola.

— Oye... ¿De casualidad no quieres venir a mi casa hoy para jugar Smash los dos?

— Eso fue improvisado —Pensé en voz alta.

— Lo sé. Consideré que era la oportunidad perfecta. Alexy se irá de compras hoy después de clases y Evan creo que lo llamaron para una expedición, vamos a estar tranqui.

Evan es su hermano mayor, un militar retirado bien acomodado con el que los gemelos se mudaron pues su casa le quedaba más cercana a la universidad que con sus padres adoptivos.

— Claro, ¿no te molesta que lleve mi silla de ruedas? Es que, no traje mi bastón.

— ¿Por qué debería? Hay espacio suficiente para que te muevas y si necesitas ayuda, me tienes a mí —Levantó el pulgar.

Wow, que lindo de su parte.

En su casa, jugamos Smash. Yo era main Kirby y él main Link. Es difícil pelear contra él, se sabe todos los trucos y es ágil. En un momento, alcancé a usar la habilidad de Kirby para tragar y obtuve la espada de Link.

— ¡No, maldita! —Exclamó a su vez que me moría de risa.

Gracias a eso, con las habilidades nuevas que adquirí, logré ganar el combate.

— ¡Já! —Exclamé victoriosa, un poco más y me levantaba del sillón y me ponía a saltar con la pierna sana.

— Te dejé ganar, que consteee —Um, no le creo nada.

Íbamos a elegir el nivel en la siguiente ronda, pero decidí cuestionar lo siguiente, pues pensé que el pelinegro sería perfecto para ayudarme en este tópico.

— Oye, Armin, tú que siempre estás demasiado ocupado con los vídeo-juegos... ¿Qué se siente no sentir nada por nadie?

— ¿Eh? ¿A qué te refieres? —Me contempló sacado de onda.

— No te gusta nadie. Vives en tu mundo —Me expliqué—. Rosa tiene a Leigh, Lysandro a Nina, a Melody le gusta Nath, a Amber le gusta Castiel, Alexy y Laeti andan en celo buscando novio por todos lados. Todos tienen algún interés, menos tú.

Silencio incómodo.

— Me gusta Bayonetta, ¿has visto lo grandes que son sus...?

— Hablo de una chica real, no un personaje ficticio.

— Mira —Pausó e hizo una mueca—... A veces cuando pienso que existe la remota posibilidad de que me guste alguien, me doy cuenta de que es imposible y... Sigo adelante —Forzó una sonrisa.

— ¿Ni siquiera le das una oportunidad?

— No, nadie me ha prestado la misma atención que un vídeo-juego para que me haga pensar que deba arriesgarme. Si me gusta alguien... Sólo apartaré el sentimiento hasta olvidarlo.

— Yo pensé que estuve diez años enamorada de un amigo de la infancia y hoy descubrí que sólo estaba obsesionada con una idea de él... Me gustaría poder vivir ahora tranquila sin pensar en un interés romántico.

— Pues... Podemos jugar LOL juntos con la laptop de Alexy, eso seguro te distraerá de pensar en otras personas, sólo podrás pensar en que quieres quemarle la casa a los del otro equipo.

— Gracias, Armin, jamás me di cuenta del increíble y atento amigo que eres...

Nos abrazamos justo cuando Alexy entró a la casa con un montón de bolsas de compra, nos separamos en pánico, aunque no estuviéramos haciendo nada malo, se sentía que algo no cuadraba en el ambiente.

— ¿Me perdí de algo? —Habló el peliazul.

— Tuvimos un momento de epifanía, hermanito.

— Awww... ¡Abrazo grupal!

Compartimos el gesto entre los tres y se nos unió en la partida de Smash Bros. El día estuvo de cabeza y supe tomarle las riendas. 

Haré las cosas con calma ahora en adelante.

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