Mía era una compañera del colegio con la que traté unas cuantas veces, ni siquiera podría afirmar que era una conocida o que tenía una amistad con ella, realmente era una chica soberbia y creí que todos menos ella eran imperfectos. No tenía ni idea porqué ella tenía algo que ver con mi muerte o con la causa de ésta, así que sin más rodeos le pregunté a aquel hombre la razón por la que Mía tenía velas en éste entierro, él sonrió como si yo fuera la persona más ingenua del mundo, pero al ver que aún seguía confundida me lo explicó todo.

—¿Recuerdas las últimas veces que la viste? — preguntó mirándome fijamente, yo asentí dándome cuenta de todo.

—La vi en mi funeral — musité —, estaba teniendo relaciones con Richard en mi propia cocina y la última vez que la vi fue en el autobús, ella estaba diciendo que yo había engañado a Richard.

—Ven — me tomó de la muñeca y atravesamos aquel espejo negro.

—¿Dónde estamos? — pregunté al ver un cuarto color rosa intenso y un toque de rojo.

—En la habitación de Mía.

Aquel hombre me dijo que Mía no tardaba mucho y quería que yo misma escuchará lo que ella tenía pensado sobre mí, quizás así sabría la razón de porqué debía matarla y de porqué era la causante de mi muerte. Yo aún seguía confundida, pero sabría que mis pequeñas dudas tenían respuesta en unos cuantos minutos.
Mía había entrado con su amiga hablando de lo que parecía algo muy interesante, pues se reían hasta el punto de casi llorar.

—Aún no entiendo porqué la muerte de Lucí te causa felicidad — dijo su amiga algo confundida.

—Tú nunca entiendes nada — susurró con fastidio tras prender un cigarro —, yo siempre estuve enamorada de Richard, quería me acurrucara en sus fuertes brazos y me hiciera suya todas las noches, pero la muy estúpida de Lucía me lo quito.

—Pero todo era por una apuesta — recordó su amiga.

—Eso era mentira ¿Soportarías a una persona dos años solo por una maldita apuesta? — cuestionó con ironía en su voz — él la quería, pero cuando llegó con su embarazo se asustó mucho e inventó todo sobre la apuesta.

—¿Y tú cómo sabes eso?

—Él me lo contó, ese mismo día vino para que lo aconsejara, me dijo que tal vez debía hacer bien y responder por su hijo — soltó un suspiro —, pero yo lo convencí y resultamos haciendo el amor toda la noche, joder, si vieras como me lo hizo.

Mi cabeza daba vueltas en ese preciso momento ¿Todo era mentira? ¿Richard me quería? Al parecer todo era un maldito camuflaje para no responder por nuestro hijo y a causa de eso me vi obligada a decirle a mis padres, ahora estoy muerta como lo quisieron desde que estaba en el vientre de mamá. Cuando me di cuenta, ya me encontraba sola en esa habitación con Mía, su amiga había recibido una llamada repentina y el hombre se había marchado al purgatorio, de ésta no se iba a escapar, me las tenía que pagar todas.