El fuego cada vez crecía más, dentro de la habitación parecía el mismísimo infierno, mi padre trataba de escapar por cualquier medio posible, pero la habitación estaba totalmente sellada por todas partes. Mi madre al otro lado trataba de abrir la puerta al ver el humo que salía por la parte de abajo de ésta, los gritos de él la alteraban a ella; Por otra parte, mi padre sentía como el fuego empezaba a quemar sus manos y piernas, pequeñas ampollas empezaban a crecer por su cuerpo dando a entender que se estaba quemando vivo.

Sus gritos de dolor cada vez eran más agudos y constantes, el fuego se a considerado como la muerte más terrible en el mundo y mi padre tendrá el placer de sentirla. El humo ahogaba los pulmones de mi padre, tosía exageradamente mientras trataba de proteger sus manos del fuego, solo pasaron algunos minutos para que sus nervios se quemaran y dejara de sentir tan terrible dolor, cayó al suelo pidiendo perdón como última palabra antes de que toda la habitación se llenara de llamas ardientes calcinado su cuerpo por completo.

—Morgan ¿Me escuchas? — preguntó mi madre con temor.

—Él ya no está aquí — susurré alterandola por completo, podía ver en su mirada sorpresa y terror al mismo tiempo.

—¿Lucí? No, tú estás muerta.

—Todos dicen lo mismo ¿No se les ocurre algo más? — dije arta de ésta situación — terminemos con ésto de una vez por todas.

—Ya llamé la policía, vendrán para ayudarme — musitó con felicidad —, no te saldrás con la tuya Lucía.

—Debiste haber llamado a los bomberos ¿No crees mamá? — sonreí perversamente.

El fuego salió de la habitación empezando a quemar el resto de la casa, Margaret salió corriendo de allí alejándose cada vez más de mí, yo caminaba con mi hermosa túnica negra entre las llamas y el desastre, habían lastimado mi ego y corazón, ahora se merecían el peor de los destinos, destino que los llevaría directo al infierno. Por más que mi madre corriera su fin ya estaba escrito, tomé mi guadaña y se la lancé a mi madre para terminar con ésto, pero nunca pensé que un tercero se atravesaría condenandome por siempre.

Podía ver su rostro pálido, con bolsas negras bajo sus ojos llenos de lágrimas, sus labios se encontraban resecos y partidos con muestras de sangre seca en ellos, me miraba fijamente tratando de pronunciar sus últimas palabras.

—Lucí — dijo con voz inestable — no condenes tu alma al infierno, la venganza no es la mejor opción, debes aprender a perdonar para ser libre.

—Cállate Sara — susurré — no sabes lo que acabas de hacer, me has condenado al purgatorio para toda mi vida.

—¿De qué hablas? — cuestionó sin entender nada.

—No estabas en mi lista y vas a morir, por tu culpa he cometido el único error imperdonable en el otro mundo.

Dicho mis últimas palabras arranqué mi arma de su pecho haciendo que muriera instantáneamente, tal vez nunca podría ir al paraíso, pero me llevaría a mi madre al infierno. Corrí un poco tomando a mi madre de las manos atando una soga rápidamente en ellas, Margaret trataba de zafarse pero era totalmente inútil, subimos hasta el techo de la casa admirando la cantidad de gente que se encontraba afuera tratando de apagar el incendio en la casa Morgan, yo me encontraba tras mi madre atando un lazo en su cuello, ella merecían morir igual que yo, pero antes debía confesar.