Extra
Habían pasados días ¿O eran meses? No sabía con exactitud el tiempo transcurrido desde que me encerraron aquí, mis ojos nunca habían vuelto a ver la luz del sol, ni del día, cualquier nuestra de ésta me fastidiaba y me hacía cerrar los ojos por completo hasta que hubiera nuevamente oscuridad. Estaba muerta, mi ex novio estaba muerto, mis padres también y mi mejora amiga igual, todos los había matado yo, lo había hecho para ganar mi pasaporte al paraíso, pero por un pequeño error, terminé condenada al purgatorio.
Un estruendo detrás de la puerta hizo que saliera de mis pensamientos, el dolor en mis brazos y piernas no me dejaba pensar con claridad ¿Cómo es posible que después de muerta sienta dolor? Pues me devolvieron el dolor para que sufriera eternamente. Un golpe más fuerte hizo que toda mi atención se centrara en la puerta, ésta se abrió dejando ver a dos siluetas, ambas conocidas para mí ¿Pero qué estaba ocurriendo? No quería otro castigo peor, después de todo no era mi culpa, nunca tuve la intención de matar a Sara.
—No se lo permito Jacob — dijo el mismo hombre que me había mandado a aquí.
—Ella no tiene la culpa de nada — la voz de ese hombre la reconocía muy bien —, la chica se quiso atravesar, Lucía nunca tuvo la intención de matarla.
—¿Por qué está haciendo ésto? — preguntó ese hombre con voz irritada — es una simple mortal, no debería meter las manos al fuego por ella.
—Ese no es su problema ¡Exijo que la libere inmediatamente! — ordenó con voz ronca.
No sabía qué poder tenía ese hombre aquí, recuerdo que él fue el que me convirtió en la muerte temporalmente, tampoco sabía que su nombre era Jacob. Tal y como él lo ordenó, mis manos y pies fueron liberados de las cadenas haciendo que cayera al suelo frío totalmente débil, aquel hombre me recogió y me llevó a un lugar donde la luz me cegaba por completo, no sabía donde estábamos, pero mis ojos cada vez se acostumbraban más.
—¿Dónde estamos? — me atreví a preguntar mientras tallaba mis ojos irritados.
—Ésta es la puerta al paraíso — musitó —, te mereces ir ahí, tu castigo ha terminado.
—¿Por qué hace ésto? — repetí la pregunta de hace algunos minutos.
—Desde la primera vez que te vi juro que mi corazón muerto pálpito unas mil veces — sus palabras me dejaron helada — soy el ángel guardián de las almas en pena, tengo más poder que cualquiera aquí y no te podía dejar allí cuando sé muy bien que no fue tu culpa la muerte de Sara.
—Yo...
—No digas nada, no te estoy pidiendo que me correspondas — oro con una bella sonrisa — tu destino es ir con tu hijo y con Eric, así son las cosas. Adiós Lucí, jamás de olvidaré.
Sus últimas palabras desaparecieron junto con él, la luz cada vez era más brillante haciendo que cubriera mis ojos con las manos. Unos segundos después el brillo ya no se encontraba en el lugar, en lugar de eso había un gran jardín con bellas todas y árboles frescos, habían muchas personas felices recorriendo el lugar y ahí estaba él, Eric sostenía un bebé en sus brazos mientras corría hacia mí, por primera vez después de tanto tiempo mi corazón volvía a sentir y mis otros sentidos se habían despertado.
—Bienvenida al paraíso Lucí — mencionó Eric mirándome con sus ojos brillosos — te presento a tu hijo.
—Ahora será nuestro hijo — pude ver cómo mis palabras causaron un mar de emociones en Eric.
—Gracias Lucí ¿Ya pensaste en un nombre?
—Jacob, se llamará Jacob.
Eric aceptó el nombre y me besó, ahora entiendo que mi lugar siempre estuvo junto a él, pero fui tan idiota que nunca lo pude ver, incluso tuve que morir para darme cuenta de esto. Sara también estaba allí, incluso se atrevió a decir que sería la mejor tía del otro mundo y mi precioso hijo llevaría el nombre de aquel hombre que me devolvió la felicidad, sin importar que yo fuera un aborto fallido.
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