Lo único que podría describir era el dolor en mi cabeza debido al golpe de mi padre, mi ojo derecho estaba casi ciego a causa de la sangre que se deslizaba desde mi frente hasta perderse en mi cuello, mis labios temblaban de miedo mientras trataba de comprender lo ocurrido, mis manos estaban en en suelo sosteniendo mi cuerpo casi inmóvil ¿Qué había ocurrido? Solo habían pasado unos cuantos segundos para que mi vida perfecta se fuera a la basura sin marcha atrás.

Solté un grito agudo al sentir la mano de mi padre jalar de mi cabello sacándome de mi habitación a la fuerza, mi madre permanecía de pie mirando cada movimiento de mi padre sin decir o hacer algo. No supe en qué momento me desmayé, pero ahora estaba amarrada a una silla con mis manos a cada lado y mis pies juntos, en mi boca no había nada que impidiera gritar y pedir ayuda con la misma fuerza en la que grité de dolor, pero me sentía tan débil que no pude hacer nada, solo ver como mis padres volvían a poner las pastillas al frente mío ¿Acaso no entendían que no iba a abortar? No iba a cometer un segundo error, no estoy en contra de ello, pero yo no lo tenía pensado.

—Es tu última oportunidad Lucí — susurró mi madre con su seño levemente fruncido — procura no cometer un error.

—No importa si me dan su apoyo, no importa si me echan a la calle o si me daño la vida, pero a mi hijo lo tendré con o sin su permiso — nunca les había hablado así a mis padres, pero lo que me pedían era una barbaridad.

Mi padre tomó las pastillas y me las metió a la boca con fuerza, yo inmediatamente las escupí respirando con dificultad, mi madre me golpeó en la mejilla haciendo que mi labio de rompiera y sangrara, nunca creí que mis padres fueran capaces de golpear a su propia hija solo por haber quedado embarazada, pero sí seguían así, me iban a terminar matando y a mi bebé también. Pasaron unos minutos y mis padres me soltaron de la silla, me pararon frente a un espejo gigante donde podía ver todo mi cuerpo, estaba empezando a ponerme más gorda, mi rostro golpeado y morado no ayudaban a mejorar mi visión.

—Mírate muy bien Lucía — comentó mi madre tras de mí — mira en lo que te has convertido, eres horrorosa, dañaste tu vida por un momento de calentura.

—No importa — susurré casi inaudible — me podré pudrir en el infierno por haber follado sin control, pero nunca por ser una asesina.

—Yo no te quería Lucía — las palabras de mi madre golpearon mi corazón — fuiste un maldito aborto fallido, mis padres mi obligaron a tenerte y gracias a eso soy la mujer más infeliz del mundo.

—¿Un... Un aborto fallido? — repetí sin creer ni una sola palabra.