El grito de mi madre hizo que mis oídos quedarán casi sordos, yo tomé la sanaba entre mis manos y tapé todo mi cuerpo, mi madre se acercó y de un solo tirón la lanzó al suelo. Era lunes y debía ir a estudiar, no me gustaba mucho tener que madrugar, ni tampoco verle la cara a los maestros que hacían dr nuestra vida un infierno, pero sí quería un futuro y una vida de princesa, tenía que estudiar, bueno, esas eran las palabras de mis padres.

Con mucha pereza me levanté y busqué mi uniforme, luego me metí a la ducha y el agua fría hizo que todo mi cuerpo se despertara, nada mejor que el agua fría para despertar y relajar los músculos. Ya que me había bañado y vestido, salí de mi habitación derecho al comedor, mi madre siempre preparaba mi desayuno favorito mientras mi padre me contaba cosas de su trabajo o me regañaba si llegaba a ver alguna mala nota en mis exámenes.

—Buenos días princesa — mencionó mi padre con su rostro serio. Sabía muy bien lo que me diría — estuve viendo tus notas y están muy mal.

—Papá, saqué un nueve — dije como si no tuviera nada de malo — no en todos los exámenes obtendré diez.

—Cuando yo tenía tu edad siempre sacaba diez — musitó recordándome sus momentos de gloria — yo era el orgullo de la familia Morgan.

—Ya dejala tesoro, nuestra hija se esfuerza lo más que puede — interrumpió mi madre trayendo mi desayuno.

—Pues debe esforzarse más, aquí tiene una vida de princesa y si la quiere seguir teniendo, debe estudiar.

Mi padre era algo estricto, pero sabía que lo hacía por mi bien y eso lo admiraba, terminé de desayunar y me despedí de ambos con un beso en la mejilla. Mi colegio quedaba algo lejos de casa, por lo que debía tomar el autobús hasta allá, siempre me sentaba en el mismo lugar evitando el despelote que formaban los alumnos en los primeros asientos, así que tomaba el último para pensar en mi vida y no en la de ellos.

Al llegar al colegio hacia la misma rutina de siempre, bajarme del bus, entrar al colegio, llegar a mi aula y saludar a todos mis amigos, no podía decir que tenía demasiado, pero amigos no me faltaban, también tenía un excelente novio llamado Richard, faltaba poco para que cumplieramos dos años de novios y quería que nuestra celebración fuera inolvidable. Las clases empezaron con normalidad y aburrimiento, las palabras del profesor me entraban por un oído y se me salían por el otro, por más que trataba de prestar atención simplemente no entendía.

—Demonios — susurré tratando de resolver una ecuación matemática.

—Hey, tranquila princesa — oro mi novio besando mi cabello — yo te ayudo con eso.

—Es que no se trata de que me ayudes, simplemente no entiendo nada — lancé mi lápiz golpeando la cabeza de mi amiga.

—Ya, tranquila Luci, entiendo que no te entre la matemática, pero tampoco es para que quieras atentar con mi vida — Sara era muy dramática, pero yo la adoraba.